Tras el impulso de miedo primario que sufrió al darse cuenta que yacía con otra mujer sin siquiera guardar la precaución. Por lo menos simbólica de sacarse el anillo de matrimonio, nuestro entrevistador se sintió profundamente turbado, no por saber defraudada la confianza de su mujer, sino precisamente por no sentir el más mínimo remordimiento, de hecho, experimentaba lo contrario, una sensación de orgullo y plena satisfacción bien distinta a la que le invadía los huesos cuando después de una rutinaria sesión de sexo con su mujer se acurrucaban a contarse un par de confidencias anodinas en la intimidad de la desnudez. Aquí, por el contrario la pasión no había cesado sino cuando fue necesario tomar aire, esa mujer insaciable le había enseñado. En unas cuantas horas, rincones incomprendidos sobre la mecánica del amor, en el punto culmine de ese acto maravillosamente prohibido que realizaban sin preocupación, sobre una cama ajena el había sentido volver a perder la inocencia, como si todo lo que creía conocer muy bien se tratara tan solo del prólogo al verdadero acto de amar. no es que él se hubiera encontrado sometido a los deseos sensuales de ella sino que había sido guiado con tantísima soltura que todo el rato se halló realizando movimientos y posiciones que hasta entonces había creído que no podían ser más que fruto de la pretensión desvergonzada del kamasutra.
No hubo charlas forzadas ni dedos entrelazados, tan solo dos personas rebajadas a la carne más primordial, huesos y sangre que reposaban uno al lado del otro apenas el tiempo necesario para encontrar el aliento necesario para buscar la ropa extraviada. No cruzaron una sola palabra hasta que él ya se encontraba totalmente vestida y ella aun deliciosamente desnuda en una posición tan sensual que él estuvo a punto de desabotonar de nuevo su camisa le dijo la más simple de las palabras “escríbeme”, fue este el único gesto que él pudo tachar de negativo en la mística tarde que acaba de trascurrir. Se marchó tras asentir con la cabeza, pero sin separar los labios para dar una respuesta concreta, estando ya sobre la carretea, observándose a si mismo en el espejo para borrar cualquier huella delatora de lo que él estaba seguro en ese momento seria su único desvió del camino de la fidelidad. Se percató del peculiar olor que le desprendida la piel, el olor del sexo, siendo imposible ocultarlo con el perfume que no llevaba y muy sospechoso llegar despidiendo olor a camelias cuando había salido de casa con la fragancia usual, opto por un par de cigarrillos. Hizo una parada rápida para procurarse el tabaco y se fumó uno recostado sobre el automóvil en el estacionamiento de un supermercado no muy lejano de casa.
Allí se examinó de nuevo con minucia y cuando se aseguró completamente de que su aspecto seria el que tuviera cualquier asistente a un aburridísimo simposio medito sobre esa única palabra con la que la sensual mujer con la que acaba de dar un par de vueltas al mundo idílico de la entre carnal, lo había despedido “escríbeme”, a que se refería, quería estar en contacto con él para repetir la aventura, se trataba de la simple cortesía que se tiene con todas las personas al decir maquinalmente “cuídate” o me “escribes cuando llegues a tu casa”, o seria tal vez la súplica sincera de un verdadero sentimiento de apego que ella había luchado por no dejar escapar pero que a último momento le venció la prisión de los dientes y termino flotando en el aire hacia sus oídos. No quiso pensar que fuera esto último y rogaba que se tratara de lo segundo, pues en ese momento librado de toda excitación vulgar volvía a ser enteramente de su esposa, la recordaba con todo el cariño del mundo y aun cuando la seguía encontrando profundamente aburrida quería dormir al lado de su apacible aliento y su tibieza familiar, honesto como era siempre consigo mismo se dijo egoísta e hipócrita cien mil veces pero la auto infligida reprimenda no logro ponerlo en verdadero estado de arrepentimiento, quería cerrar ese pequeñísimo capítulo de su vida como una única aventura que se llevaría a la tumba.
Esa pretensión tan asquerosamente mundana de nuestro protagonista. Hombre de su tiempo a pesar de todo, hubiera podido quedar satisfecha de no haber sido por que no contaba con que su propio atractivo dejara tan embelesada a la chica que recién abandonaba que ella acurrucada aun entre las sabanas húmedas aquí y allá seguía sintiéndose alelada en el recuerdo de las sensaciones que acaba de experimentar con un hombre casado y de casi el doble de su edad. No había sido simplemente su maestría en la cama que no era para nada desdeñable sino el conjunto de su carácter, su mirada directa y su apariencia estoica de hombre de otro tiempo, su modo de hablar con claridad sorpréndete y en especial su capacidad para encontrarla originalmente distinta a todas las demás mujeres del mundo, el hecho mismo de que estuviera comprometido la atraía mas pues significaba que tan magnifica la encontraba como para arriesgar la vida entera en la empresa de meterse entre sus piernas.
Cuando finalmente encontró fuerzas en las piernas tan zarandeadas para ponerse de pie encontró su ropa interior bajo una silla y recordó a una de sus viejas amigas de colegio, chiquilla menuda pero de belleza precoz que confeso estar saliendo con un hombre casado que la traía loquísima pero que añadió a su confesión que en el instante en que por fin cedió a los intentos del amante por llevar la relación a la intimidad quedo desecho todo el encanto pues el hombre no paraba de debatirse entre el arrepentimiento y la desfachatez convertido entonces en nada más que un dolor de cabeza. En su infiel ella tan solo había percibido puro éxtasis en el momento en que era cabalgado por ella y una leve sonrisa de satisfacción al terminar por fin de amarse. Descarado hasta la medula, sí, pero también seductoramente firme, no parecía querer huir a las consecuencias de lo que casi todos denominarían como un imperdonable error, sino que mostraba el inconfundible semblante de alguien satisfecho de si mismo
Cuando fue interrogada sobre los por menores de la relación por aquella que no hace falta mencionar pues es acá ya bien conocida por su impertinencia, opto por el punto medio, no dijo lo bueno que había sido por temor a azuzar las llamas siempre demasiado altas de su amiga y tampoco quiso degradar mucho a su amante con lo que quedo concluida la conversación en que había sido apenas mejor que otros. Pasaron así un par de días y ella que nunca había sido devota de brindarle atención desmedida a su celular, bajo la firme creencia que así se deja de vivir la vida, dio un primer salto en un terreno del todo desconocido para una mujer de sus encantos, el mensaje esperado, la llamada ansiada no llegaban, sabiendo que existen estupendísimas reglas, harto difundidas, sobre cuando es conveniente que personas interesadas la una de la otra se devuelvan los mensajes y las atenciones, espero que muy a su pesar el fuera de los que crea ese tipo de idioteces. Pero pasaron 10 días de no poder concentrarse, de evitar salidas con sus amigos debido al desaliento para que al ver que no ocurría nada se viera tentada como nunca a buscarlo de, rebajándose por segunda vez a la posición que siempre había quedado reservada al otro, pero nunca a ella.
El por su parte también padecía en sus horas solitarias el recuerdo de su cuerpo tan hermoso y la charla inolvidable que le salía de los labios con la naturalidad con la que cantan las aves, pero había ya abandonado el impulso de autodestrucción que sintió al principio por considerarlo un deseo infantil y estúpido creado por la lujuria y volvió entonces a ser el esposo cariñoso que había sido en apenas hace un par de semanas antes, la vuelta al sendero no le duro mucho, pues ya habiendo probado ese mundo que revelaba la chica de la entrevista, el sabor de lo nuevo se le había quedado impregnado en la boca e igual que el hambre que puede soportarse sin mayor sufrimiento al principio pero que llega un momento repentino en que se hace insoportablemente acuciante se encontró una noche en el baño escribiendo el mensaje que pensó haber renunciado a escribir hace unas cuantas noches cuando se fumaba un cigarrillo apoyado en el capo de su coche.
Por una de esas coincidencias rarísimas en la vida pero que siempre tienen un dejo de mística ambos escribieron casi al mismo tiempo y los mensajes se cruzaron en el aire para llegar a su destino con apenas un instante apreciable de diferencia, ambos cerraron el chat en un instante de infantil susto pero luego avergonzados lo abrieron para volver a encontrarse en la incómoda situación de responder al tiempo, rieron tontamente cada uno en su casa y en un último mensaje escrito con premura para evitar repetir la situación en un círculo vicioso el prometió llamarla al día siguiente, así sin más, ambos pudieron dormir esa noche con una calma que no sabía fuera tan absurdamente fácil de conseguir.
El asunto con la esposa parecía haber llegado por fin a su punto álgido una noche de jueves para extinguirse la mañana del sábado. El viernes ella había llegado tarde y con un ligero halito de alcohol prendido al cuerpo se había acostado de inmediato a su lado, tras comentarle que había sido una velada espectacular sin entrar en mayor detalle y tras unos minutos de extraño revoloteo que el atribuyo simplemente a la ligera ebriedad que traía encima quedaron ambos dormidos. Al otro día todo fue como siempre, no sabía el, que esto se debía a un exagerado golpe de conciencia de su mujer tan absurdamente abnegada que sentía haberse hecho el diablo mismo al sentirse del modo en que se había sentido la noche anterior y al permitir que sus labios tocaran otros distintos a los del marido, así ello hubiera ocurrido contra su propia voluntad.
Quedaron así mal equilibradas las conciencias, pero equilibradas en todo caso y durante el tiempo corto que él fue de nuevo enteramente suyo la mujer sintió la esperanza muy estúpida pero entendible de que la mentira en la que lo había descubierto al revisar las cintas de sus grabaciones no habían sido más que un modo de cubrir la vergüenza por haber hecho un nuevo amigo a una edad en la que ya no se hacen tan fácilmente nuevos contactos.
La llamada anunciada se realizó tal y como él había prometido, fue cortísima, ambos se intercambiaron las formulas ya gastadas por su uso de preguntar por el bienestar del otro, finalmente aún muy en contra de la vocecita en la mente que le decía que no se pusiera en de nuevo en posición desventajosa fue ella quien sugirió una nueva cita, no a solas y tampoco con un objetivo fijo, simplemente pasar el rato en casa de su amiga, esa que ya sabemos, tan improvisada fue la invitación que ella estuvo a punto de retractarse ante el segundito de silencio que el hizo luego de recibirla, pero para su fortuna la vergüenza no se le agravo con una negativa sino que por el contrario, él dijo que tenía tiempo al día siguiente por la noche, entonces podrían encontrarse allí.
En el instante mismo en que se realizaba esa llamada una mujer, su esposa, en su oficina ubicada en el piso de arriba, no hallaba el modo de evadir todos los intentos que realizaba el jefe por procurarse un momento a solas con ella, desde el día en que la volvió a ver tras el incidente de la noche en que fueron rey y reina en esa fiesta mágica el no cesaba en su empeño por acercarse, se veía asediada por constantes muestras de afecto y de cordialidad que ella no sabía cómo responder, invitaciones a tomar café, a ver la nueva obra de teatro que se estrenaba recién en la ciudad, a un novedoso restaurante que prometía ser delicioso e incluso la típica invitación a almorzar dentro de la oficina. Ella se quedaba sin excusas y llegó un momento en que se sintió culpable por dar tan siquiera la más mínima gota de esperanza a ese otro hombre que en realidad parecía prendado de ella pero sin ninguna maliciosa idea en la cabeza, a lo mejor en realidad se había reformado y ahora con la edad buscaba en ella en una amistad femenina o compañía para remediarse un poco la soledad, con esta idea que sería para todo el mundo un desacierto de grandísimas proporciones, consintió que almorzaran juntos de nuevo, en la soledad de la oficina, esta vez sin excusa alguna, “como amigos” dijo él.
Quedaron entonces ambos cónyuges a la deriva de sus prohibidos pretendientes, este paralelismo extrañísimo que les movía las vidas y parecía desenvolverse con un fatalismo muy tangible, no se extendía hasta su mente o sus sentimientos, el por un lado acariciaba la idea de volver a la cama de su ya casi designada oficialmente “amante” mientras que ella creía inocentemente haber encontrado un nuevo amigo, uno era entonces merecedor del reproche de su malicia y la otra del reproche a su inocencia. Agotaron así su última oportunidad de tomar el desvió que los devolviera al cariño reposado en que habían vivido todo su matrimonio y siguieron deslizándose hacia abajo, hacia el fin de la paz hacia el comienzo del fin.