Mientras abandonaba la tienda de celulares, en la cual repuso el dispositivo que había estrellado contra el suelo en el parqueadero de su casa, iba interrogándose si no constituiría una buena salida para el problema no recuperar su antiguo número, podría inventar alguna excusa y con ella cortar todo contacto con la muchachita que ya le había costado un buen disgusto de su mujer, un peso inamovible en la conciencia y un buen celular. Aunque sopeso esto con mucha seriedad finalmente decidió que le reportaría muchísimos problemas al resto de las personas que lo requirieran, de modo que se dirigió a su compañía de servicio móvil y en tan solo 10 minutos contaba de nuevo con un móvil totalmente funcional, apenas distinto al anterior en su modelo y un par de detalles que seguro haría estremecer a un adolecente pero que al le resultaban intrascendentes.
Luego de ello examino el número de contacto de la chica de hace 3 días, poso el dedo en su chat y estuvo a punto de enviar un mensaje, se avergonzó un poco de que esto fuera lo primero que pasaba por su cabeza y en vez de ello honro su ya fallecida fidelidad dando la primera llamada del dispositivo a su esposa, la conversación brevísima, llevada en un tono frio e indiferente le produjo una sensación de temor cobarde, que provenía no del miedo de perder a esa mujer sino el de hacerlo bajo circunstancias en las que el terminaría cargando toda la culpa. Durante largo rato estuvo reflexionando sobre esto, examinando si siempre había tenido una posición tan egoísta sobre su relación marital, no pudo llegar a una conclusión, en parte porque el tema era demasiado espinoso y en parte porque había ya llegado a su 3 parada del día, así, a medida que iba ingresando en el hospital donde tenía cita programada para tratar la infertilidad, zanjo el tema diciéndose a sí mismo que en realidad era mucho menos honesto consigo mismo de lo que creía.
El edificio, muy alto y de reciente factura era de color naranja ladrillo, no de monótona forma rectangular sino más bien achaparrado, conectado por un puente de vidrio a otro edificio muy similar, constituían partes gemelas de una misma institución médica. El doctor en cuya compañía debía pasar un buen rato tenía su consultorio en el piso más alto del edificio oeste, para llegar allí había que atravesar por medio del ascensor una par de dependencias muy curiosas para alguien de su profesión, la de atención psicológica y la de atención psiquiátrica, en su primera visita a ese especialista un tanto corrupto, había tomado el camino de las escaleras para así poder permitirse una rápida visita a los compañeros de profesión que habían elegido el camino duro, el de tratar con verdaderos perturbados. Pese a que allí había conversado un poco con la recepcionista y también con un viejo compañero de universidad solo recordaba haberse sorprendido por la palidez del sitio, incluso había llegado a sugerir que ello no debía constituir ningún beneficio para los pacientes allí internados, pues que puede perturbar más una mente delirante que encontrar en las paredes y ropas del personal una confirmación de que sus teorías paranoides en las que son perseguidos por malignas corporaciones. El comentario que en su momento tan solo sirvió para causar una par de risas reciprocas entre los colegas hoy le ocupaba de nuevo la cabeza mientras el ascensor subía lentísimo los 5 pisos hasta el consultorio, cuando finalmente golpeo la puesta del doctor había en el una levísima certeza de que el aspecto monótono de su propio apartamento tampoco debió constituir una buena fuente de pasión para su ya de por mas des apasionadísima esposa, esto por supuesto influenciado por el comentario que ella soltara la noche anterior, se confesó que tal vez el también tuviera un poco la culpa al no haberla contrariado nunca en sus vicios acéticos permitiendo que su llama se debilitase aún más de lo que ya se encontraba apagad por la naturaleza de su carácter.
La visión de ese hombre de barba rala y bata blanca, que era su médico, lo que devolvió de nuevo a la sólida realidad, la traición había empezado a cometerse en otros campos mucho antes, su sola visita allí, para someterse recibir una medicina que contrario a lo que pensaba ella, contribuirían a hacerlo menos proclive a tener hijos y no más, era ya un primer engaño que de ser descubierto dejaría grandes huellas en esa relación tan magullada. Que importaba una nueva traición, aunque sea esta la disfrutaría, la otra no, el camino ya mostraba desde antes tintes de insoslayable destrucción aceléralo un poco y por medios placenteros apenas si debía ser motivo de reproche, se propuso entonces hacer una llamada en cuanto abandonara la consulta, a esa mujer que le serviría de detonador para la ansiada destrucción.
Los dos hombres intercambiaron saludos y se posaron en los sillones que ocupaban siempre, uno al frente del otro, se estudiaron las facciones un rato y cuando nuestro entrevistador se pasó la mano por la cara con la intención de espantarse un poco el sopor empezó por fin a hablar.
-Bueno doc, deme las pastillas y me voy-
-Ya le dije que no puedo, si ven que un paciente que se somete a un tratamiento tan delicado entra y sale muy rápido van a empezar a sospechar
-Está bien- respondió- entonces dígame por lo menos que tiene un cigarro-
El viejo movió su mano al bolsillo de la bata y mientras invitaba con la otra mano a trasladar la charla hasta el balcón fue sacando con muchísima habilidad un cigarro de su caja, en cuanto ambos estuvieron ya instalados en el balcón, con los codos apoyados sobre el barandal ofreció tanto el cigarro como el encendedor, dieron una profunda calada cada uno y al soplar el humo observaron entre sus brumas la inmensa urbe, en ese momento enteramente entregada a su alocada tarea de producir dinero.
Tras un silencio de algunos minutos el viejo pronuncio un par de palabras que le venía rondando la mente desde el ínstate mismo en que se prestó como cómplice de ese engaño tan detestable, como para no sonar excesivamente metiche se fue por la tangente diciendo.
-Mi hijo se graduó hace un par de días de la universidad-
Por toda respuesta a este comentario, una risa estridente y también una sola palabra
-Déjelo-
-¿Que deje qué? Dijo el doctor, sorprendido por la agudeza de su contrario
- Ese intento tan ridículo de hacerme cambiar de opinión doc, en serio que esto es ya una decisión tomada, no voy a ser padre, la sola idea me atemoriza
-Bueno pues se pierde de mucho, mire que la familia es a fin de cuentas lo único verdaderamente importante
Otra risa, esta vez menos burlona-pero si usted es el que me está proporcionando los medios del engaño, no me venga con esas-
-Sí, pero una cosa es servir como profesional y otra como persona
-Mire doc, mantengamos esto en el terreno profesional entonces, yo ya tengo suficientes charlas sobre la importancia de la familia cada vez que me toca ver a mis padres y de vez en cuando incluso con mi esposa que no deja de parlotear al respecto
-Está bien, no quise incomodar, pero como alguien mayor quise hacerle saber que no parece estar tomando decisiones muy acertadas
No hubo risa en esta ocasión- a lo mejor eso quiero- respondió en tono pensativo y entonces complemento casi en un susurro- destruir a ver que sale de las cenizas
-Pues que visión bohemia para un hombre tan mayor, se va a estrellar fuerte
-Si, si doc lo que usted diga
-Piense por lo menos en ella, es a fin de cuentas la gran perjudicada en todo este asunto, entienda para cierto tipo de mujeres un hijo es eso necesaria para dejar escapar la ternura y amor que llevan incrustada en el alma desde el momento en que nacen
-Ojo con lo que dice Doc ese es un pensamiento prohibido hoy en día, las mujeres son mucho más que máquinas de concebir
El doctor, sabiendo que la respuesta constituía una mala manera de desviar la atención hacia la política respondió sin vacilación
-Y los hombres no somos máquinas de coger, sin embargo, lo deseamos la mitad del tiempo, usted sabe son deseos casi primitivos, biológicos si se quiere
-Ella es más que un Neanderthal doctor, tendrá que sobreponerse a eso
Entonces el hombre enfundado en su bata blanca dio una profunda calada a su cigarrillo y mientras sentía que el humo le calentaba las entrañas entendió que tal vez empezaba a rebasar el límite de un consejo voluntario, no pedido, se rindió diciendo
-Está bien, pero permítame como ultima impertinencia decirle que es el tipo de decisiones de las que termina uno por arrepentirse cuando el tiempo empieza a pesar.
Nuestro entrevistador que ya había terminado su cigarrillo y lo dejaba caer hacia la ciudad, observo el humo que iba dejando un trazo arremolinado en el aire y queriendo jugar un poco al dramatismo que tanto admiraba en sus autores favoritos dijo melancólico
-Estamos de acuerdo entonces, me voy a arrepentir-
Ese otro hombre que se había acostumbrado durante el transcurso de las esporádicas citas a la charla siempre enigmática de su acompañante no quiso desgastarse la sesera en elucubraciones explicativas sobre el significado de la frase.
Se tomó entonces el atrevimiento de traicionar un poco su decisión de no incomodar mas y añadió en apenas un audible susurro
-Por una traición se empieza y se termina con todas-
Ya con ambos cansados de la charla seria la arquitectura de la ciudad dejo de ser el sitio propicio, entraron al consultorio donde el resto del tiempo de consulta transcurrió con cada quien ocupado, el uno en su celular y el otro en sus papeles.
Salió del edificio sin saber muy bien en que desperdiciar las pocas horas que faltaban al día, su esposa había cumplido su palabra aun con el disgusto que tenía encima y le había conseguido 2 días libre remunerados. Estando en el automóvil con las manos sobre el volante, pero sin saber hacia qué lado torcerlo se preguntó que métodos usaría su mujer para conseguir ese tipo de favores, sabía que sería nada siquiera remotamente explícito o sensual, pues a las mujeres que poseen esa belleza de escultura griega les basta con mucho menos para manipular los deseos de los hombres a su antojo. Tal vez la sonrisa, coqueta, el guiño del ojo o incluso el roce de los dedos en la mano o el hombro. La pintura que se le dibujo en la imaginación. De su esposa tocando provocadoramente a ese jefe en contra del cual no tenía nada, pero del cual se decían cosas bastante inquietantes en lo que respecta a sus gustos sexuales, le provoco un sentimiento de asco genuino mezclado con algo de vergonzosos celos, ella nunca se permitía semejantes licencias impúdicas, aun con él.
Este pensamiento fue deslizándose hacia los abismos del vicio y encontró. Como es natural, el fondo del pozo, se representó una escena de su bellísima esposa siendo seducida por otro hombre, igual que le había ocurrido a él, atraída por algún místico encanto. Tal fue la furia y el desprecio que lo invadió que, aun sintiendo el peso de la hipocresía, se dijo que ese sería un insulto que nunca perdonaría, así, finalmente afrontada la verdad no pudo dejar de notar que también ella tendría un convencimiento análogo sobre su infidelidad y que siendo el tipo de mujer que era, le bastaría un segundo de determinación para cumplir el cometido de descubrir toda la verdad sobre el asunto del sábado. Sabiendo que lo que estaba a punto de hacer era cobarde y reprochable al extremo, se dispuso a cubrir las huellas de sus errores.
Llamo al encargado del cuarto de supervisión, en el cual se guardan las cintas que él no sabía, revisaría su mujer al día siguiente. Mantuvo una pequeña charla y cuando el otro hombre pregunto por fin el motivo de la llamada le comento que era hora de que pagara aquel favor de hace tantísimo tiempo y en un tono que sonó casi como una orden pidió que borrara o corrompiera la grabación entera de uno de los días de la semana anterior. La voz del otro lado, perteneciente a alguien que recibía de vez en cuando este tipo de peticiones no opuso las más mínimas resistencias, con lo que el asunto quedo saldado con muchísima facilidad. Sabía que ello era tanto como confesar su pecado a ese hombre, pues llevado por la curiosidad resultaba imposible que no se permitiera escuchar la cinta antes de borrarla. Pero confiando en la legendaria discreción que se había ganado por mérito propio no albergo mayor preocupación.
Echo esto se decantó por fin por volver temprano a casa, a fin de cuentas, presentarse a tiempo aun cuando estaba en libertad de no hacerlo sería sumar puntos a su causa, estuvo levemente tentado a comprar rosas o incluso algún costoso pendiente a su esposa, pero consiente de que ello no sería sino un modo vulgar de delatar su propia conciencia se contuvo, llego a la vivienda y se sentó. Como lo hacía siempre al llegar, en su estudio, agarro el libro que había dejado incompleto la noche anterior y prosiguió la lectura, en ese mismo instante el celular sonó, una llamada, el número pese a no figurar dentro de sus contactos fue reconocido de inmediato, lo dejo sonar un par de veces antes de contestar.
-Hola, creí que había quedado todo claro- en tono de sentencia
Del otro lado una risita tenue proseguida de la frase – Ni tú te lo crees, pero, en fin, quiero pedirte un solo favor, y desaparezco, lo prometo, claro si también tú quieres
Tan estremecedoramente seductora le resultaba su voz que se encontró de nuevo cediendo a sus encantos y accedió así a una ultima suplica
-Supongo que el trabajo no es más una opción, pero ya que perdí una oportunidad tan buena por tu culpa crees que podrías venir a mi recital de mañana, necesito a alguien con auto.
La excusa que él hubiera esperado más imaginativa, le dio una sensación de orgullo socarrón, pues constituía la certeza de que también ella se encontraba prendada de él, se había siempre creído a salvo de semejantes venalidades, pero ya puesto en la verdad de que no lo era saboreo la sensación guardando silencio hasta que ella añadió
-Por favor-
Entonces, sin pensar en que motivos le valdrían para ausentarse de nuevo de casa, le dijo que lo haría. Acordaron la hora de encuentro en la tarde temprana, en la casa de esa amiga que el odiaba tanto y con buena razón, tras preguntar si también estaría presente esa “loca” como la empezó a denominar desde ese momento, y confirmar que no sería así; quedo fijada la cita, ambos se despidieron.