En otro lugar de Chicago. Los tacones de Margott se escuchaban mientras pisaba la superficie de cemento y cerámica, subía cada peldaño de las escaleras sin pausa alguna puesto que su cabeza estaba no menos que llena de dudas. Llegó entonces al segundo piso con la respiración un poco agitada, causa de la edad y la poca actividad física realizada en los últimos años. —Margott —habló alguien desde un rincón oscuro cuando la mujer de cabello rojizo dobló la esquina en el descanso de las escaleras. Ésta se sobresaltó, no esperaba algo semejante, pues, su cabeza daba vueltas alrededor de otras cosas. —Jeremy —respondió con el mismo tono—. No esperaba verte ahorita. —¿Dónde más podría estar si no aquí, en mi casa? —preguntó él, todavía de pie, con la actitud de quien acecha. —Cierto —rec