El estómago de Terry se revolvió al igual que el del resto, sintió adrenalina junto a la velocidad en la que buscaba desesperadamente una respuesta lógica. —Tuve un pequeño accidente ésta mañana, pero no es nada grave —aseguró, tragando saliva con fuerza. —¿Lo de tu brazo también fue un accidente? —inquirió ella con aspereza, negándose a pasar por alto el detalle. El del cabello en coleta escondía con disimulo el cuchillo en la parte trasera de su pantalón y lo cubría con la parte baja de la camisa negra que cargaba puesta; mientras el castaño apretaba sus dientes con fuerza por la impotencia y a punto de abrir la boca, en ese entonces el otro, un canoso hombre cincuentón de piel morena le hizo una seña al castaño como advertencia de que no dijera nada. —La vida en la calle es violent