Eran épocas jóvenes, donde ambos corrían entre risas alrededor de un estadio, aceleraban la velocidad en el auto a un nivel ilegal, se dormían a las cuatro de la madrugada con las caras metidas en libros de medicina o encargaban a domicilio una pizza para no tener que cocinar. Georg tomó el vaso con agua, pero no bebió, sólo miró a Martin fijamente y a la espera que al menos fuera el primero en sacar el tema, pero no lo consiguió, así que decidió ser el primero en hablarlo. —Ya vamos —la voz de Georg Milán cortó el silencio de un tajo—. Sé que hay cosas que no me has contado. Comprendo qué es parte de tu trabajo guardar el secreto de tus pacientes, pero no me interesan tus pacientes, aunque sabes que tengo mucha curiosidad por el extraño caso de aquella mujer… —se detuvo, intentando re