Primera noche. 3

3791 Words
Elowen se dejó caer sobre su almohada, dejando que el cansancio la envolviera, cerró los ojos y en cuestión de minutos, se quedó dormida profundamente, sin embargo, su descanso no fue del todo tranquilo, pronto, su mente comenzó a llenarse de imágenes confusas y fragmentadas; sombras danzando entre los árboles, el viento susurrando a través de las ramas y el familiar olor del bosque que se filtraba en sus sueños. De repente, en medio de esa neblina onírica, empezó a escuchar una voz, al principio, era apenas un murmullo, suave y casi imperceptible, pero poco a poco fue ganando claridad, era una voz melodiosa, dulce, que pronunciaba su nombre con suavidad. — Elowen. — Su corazón se aceleró incluso en sueños, la voz sonaba como la de su madre, Helen, pero había algo en ella que la hacía sentir extraña, como si fuera un eco distante, una réplica perfecta, pero con un matiz que no podía identificar. — Elowen... ven... — El sonido era hipnótico, envolvente, como una canción que parecía surgir de lo más profundo del bosque, en su sueño, Elowen giró la cabeza hacia la fuente del sonido y vio una figura borrosa entre los árboles, justo al borde del límite de su visión, la figura estaba de pie, inmóvil, pero su voz continuaba, más clara ahora, invitándola, casi rogándole que se acercara, sintió una atracción inexplicable hacia esa voz, una necesidad de seguirla, de encontrar su origen a toda costa. — Elowen... estoy aquí... — Repetía la voz, se dio cuenta de que sus pies comenzaban a moverse por sí mismos, caminando lentamente hacia la figura, como si la melodía invisible tirara de ella, su mente luchaba entre el deseo de acercarse y una sensación de advertencia, de peligro, sabía que no debía hacerlo, pero no podía resistirse a esa llamada, la voz, aunque familiar y reconfortante, también parecía esconder un misterio profundo, algo que no alcanzaba a comprender, pero que la llenaba de una extraña mezcla de temor y fascinación. En su sueño, Elowen se detuvo a mitad de camino, su cuerpo tenso y sus sentidos en alerta, la voz se volvió más suave, como un susurro al viento que le comenzó a acariciar los oídos de una forma casi espeluznante. — Elowen... no tengas miedo... — Pero justo cuando iba a dar otro paso, un sentimiento de alarma la sacudió y se despertó de golpe, sentada en su cama, respirando rápidamente y con el corazón martillando en su pecho, la habitación estaba en silencio, pero el eco de aquella voz aún resonaba en su mente. Elowen se llevó las manos al rostro, tratando de despejarse de la sensación inquietante que había dejado la pesadilla, su respiración era rápida y su corazón latía con fuerza en su pecho, mientras intentaba convencerse de que solo había sido un mal sueño, escuchó de nuevo la voz. Esta vez, no era un susurro lejano en su mente, era clara, casi palpable y provenía de la planta baja, de la sala. — Elowen... — llamó la voz, tan parecida a la de su madre que casi pudo sentir el alivio relajando su cuerpo. Se quedó inmóvil por un momento, escuchando atentamente, la voz sonaba exactamente como la de Helen; dulce, cálida, la misma entonación que utilizaba cuando la llamaba para la cena o cuando quería hablar con ella de algo importante. — ¿Mamá? — susurró Elowen, su voz apenas un eco, pero no recibió respuesta. La voz volvió a llamar, más clara esta vez, casi como si Helen estuviera de pie al pie de las escaleras en la primera planta, eso ya era muy extraño si consideraba que el llamarla podría despertar al resto de la familia. — Elowen, baja, por favor. — el tono era calmado, familiar, pero algo en la forma en que las palabras se arrastraban la hizo sentir un nudo en el estómago, su madre no solía llamarla de esa forma en medio de la noche. Elowen se levantó lentamente de la cama, su cuerpo aún tenso por la pesadilla, caminó hacia la puerta de su habitación y la entreabrió con cuidado, miró por el pasillo oscuro, notando cómo la luz de la luna se filtraba por la ventana de enfrente, todo parecía en calma, pero esa voz seguía resonando en su mente, arrastrándola hacia la planta baja. — ¿Mamá? — llamó con un poco más de fuerza, pero el silencio fue su única respuesta. Su instinto le decía que algo no estaba bien, que no debería bajar, pero la voz era tan convincente, tan llena de la calidez que solo Helen tenía, que sintió sus pies comenzar a moverse hacia las escaleras, a cada paso, su corazón latía más rápido, una mezcla de curiosidad y temor. Cuando llegó al borde de las escaleras, se detuvo, mirando hacia la sala, envuelta en penumbra, el eco de su nombre parecía haber quedado atrapado en las paredes y aunque todo estaba en su lugar, la sensación de ser observada volvió con fuerza. — Elowen... — Escuchó una vez más, más suave esta vez, casi como si viniera de algún rincón oscuro o incluso hasta de fuera de la casa, un escalofrío le recorrió la espalda y supo en lo más profundo de su ser, que algo no estaba bien. Elowen respiró hondo, tratando de calmarse, pensó que quizás su madre necesitaba ayuda, esa era la única explicación lógica para que la llamara en medio de la noche, reunió valor y sin pensarlo más comenzó a bajar las escaleras rápidamente, cada paso resonando en el silencio profundo de la casa; cuando llegó a la planta baja, se detuvo de golpe, mirando a su alrededor, la sala estaba vacía, sumida en una penumbra que parecía más profunda de lo normal, las sombras se alargaban en los rincones y a pesar de que todo parecía estar en su lugar, había algo extraño en el ambiente, la cocina, a su otro lado también estaba desierta, no había señales de Helen o de nadie más. — ¿Mamá? — llamó de nuevo — ¿Dónde estás? — su voz temblando un poco más de lo que hubiera querido. Esperó, pero solo el silencio le respondió, dio unos pasos hacia la sala, mirando alrededor, tratando de encontrar alguna pista, algún indicio de que su madre hubiera estado allí, la chimenea estaba apagada, las cortinas apenas se movían con la brisa nocturna que entraba por una ventana entreabierta, todo estaba completamente desolado. Un escalofrío le recorrió la espalda ¿Había escuchado realmente a su madre o había sido parte de su sueño? Elowen sintió una mezcla de confusión y miedo porque era la primera vez que experimentaba algo como eso, el sonido había sido tan real, casi podía jurar que la voz había salido de esta misma habitación. Caminó hacia la ventana, cerrándola para detener el leve crujido de las cortinas, miró de nuevo a su alrededor, asegurándose de no haber pasado por alto algún detalle, el reloj en la pared marcaba la medianoche y el silencio parecía casi ensordecedor, la sensación de ser observada volvió a apoderarse de ella, como si las sombras mismas dentro de la casa tuvieran ojos. — Elowen. — la voz repentina de Abigail la hizo saltar y gritar. — ¡Dios mío! — exclamó poniendo la mano en su pecho mientras se doblegaba. — Lo siento querida, te escuche hablar y no estaba muy segura si necesitabas algo. — se acomodó la bata que llevaba puesta mientras veía hacia todos lados en la sala. — Yo... — dudo un poco — Bajé por agua y la ventana estaba entreabierta, la cerré, pero la oscuridad que hay aquí es muy diferente a la que había en el apartamento. — camino hacia ella que estaba cerca de la cocina. — Esa ventana siempre ha tenido problemas para cerrar bien... — Abigail vio hacia donde había estado su nieta — La oscuridad por las noches aquí a veces puede causar mucho miedo, pero es cuestión de costumbre ¿Quieres que te prepare un poco de té? — encendió las luces. — Gracias abuela, pero solo quiero agua. — tomo uno de los vasos para servirse. — Lleva esto a tu cuarto, así no vas a tener que bajar y llevarte ciertos sustos. — de una repisa sacó una botella bastante grande. — Muchas gracias y lamento mucho si te llegue a despertar por ser muy ruidosa. — tomó la botella para llenarla. — Descuida, hay noches donde tengo el sueño ligero y hasta el viento susurrando entre las rendijas de todo consigue despertarme... — acarició la mejilla de Elowen — Sube a tu cuarto a descansar, mañana será un nuevo día y quizás más movido que hoy. — noto que su abuela estaba algo inquieta y ligeramente desesperada porque subiera. Abigail la observó alejarse, notando la prisa en sus movimientos y no pudo evitar sentirse inquieta, algo en los ojos de Elowen la hizo sospechar que su nieta no estaba diciendo toda la verdad, Elowen, mientras subía las escaleras, sentía de nuevo esa extraña sensación de ser observada, como si el silencio de la casa escondiera algo más, se apresuró a subir, cada paso resonando en el pasillo vacío, deseando llegar pronto a la seguridad de su habitación. Elowen cerró la puerta de su habitación con un suave clic y se quedó con la espalda pegada a ella, sintiendo cómo su corazón latía desbocado en su pecho, tomó varias respiraciones profundas, tratando de calmarse y de ordenar sus pensamientos ¿Realmente había escuchado la voz de su madre en la sala? ¿O simplemente había sido una continuación de su pesadilla? Mientras intentaba encontrar una explicación lógica para lo ocurrido, un sonido suave, pero insistente la sacó de sus pensamientos. Al principio, pensó que era su imaginación jugando con ella otra vez, pero luego lo escuchó de nuevo; un leve golpeteo, apenas perceptible, como si alguien o algo estuviera tocando en el cristal de las puertas del balcón, su sangre se congeló de inmediato y un escalofrío la recorrió de pies a cabeza, levantó lentamente la cabeza hacia las puertas del balcón, tratando de concentrar su atención racional en lo que estaba escuchando. El golpeteo continuaba, rítmico y suave, como si alguien estuviera tocando con las yemas de los dedos, las cortinas se movían ligeramente con la brisa y por suerte estaban cerradas impidiéndole a lo que estaba afuera que pudiera ver hacia adentro. Elowen sintió cómo su respiración se volvía entrecortada ¿Podría ser una rama golpeando con el viento, o quizás algún animal curioso? Se repetía esas posibilidades en su mente, tratando de calmarse, pero había algo en ese sonido que parecía deliberado, como si alguien estuviera tratando de llamar su atención, recordó que no había arboles cerca del balcón y solo dejo una opción. Se obligó a dar un paso hacia adelante, sus piernas temblando ligeramente, "Solo es el viento," se dijo a sí misma en voz baja, aunque la duda persistía, dio otro paso, acercándose un poco más al balcón, el golpeteo se detuvo de repente y el silencio se volvió aún más denso, opresivo. Tragó saliva y se acercó lentamente a las cortinas, Elowen se quedó mirando las cortinas cerradas, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza en su pecho, la idea de abrirlas y enfrentarse a lo que fuera que estuviera golpeando el cristal le provocaba un nudo en el estómago, pero al mismo tiempo, no podía quedarse inmóvil, presa de la incertidumbre. Dudó un instante más, su mano temblando ligeramente mientras se extendía hacia la tela, se estaba intentando convencer de que podría ser solo su imaginación o un animal, pero el leve golpeteo se retomó, insistente y puntual, como si algo al otro lado la llamara. Tomando una respiración profunda, decidió dar el paso y con un movimiento rápido, abrió las cortinas de golpe, su mirada se encontró de inmediato con dos ojos grandes y brillantes, observándola fijamente desde el otro lado del vidrio, Elowen contuvo el aliento, un grito ahogado atrapado en su garganta, mientras reconocía la silueta de una gran lechuza, posada en el borde de la barandilla del balcón, lejos de las puertas, pero fue en lo último que se percató con claridad. La lechuza la miraba con intensidad, sus plumas blancas y grises brillando bajo la luz de la luna, durante un segundo, el tiempo pareció detenerse, Elowen no podía apartar la mirada de los ojos penetrantes del ave, que parecían saber más de lo que deberían. Entonces, de repente, la lechuza alzó el vuelo con un poderoso batir de alas, dejando solo una sombra que se desvaneció en la oscuridad de la noche, Elowen sintió una ráfaga de aire frío entrar en la habitación a través de las rendijas de las puertas de cristal, haciendo que su cabello se agitara suavemente, observó cómo el ave se alejaba, su silueta desapareciendo rápidamente entre las copas de los árboles. Exhaló un suspiro que no se dio cuenta que había estado conteniendo, aliviada de que solo fuera una lechuza y no algo más siniestro, sin embargo, no pudo sacudirse por completo la inquietud que sentía. Algo sobre esos ojos, tan oscuros y profundos, aún la dejaba intranquila, como si el ave hubiera venido con un mensaje o una advertencia, cerró las cortinas de nuevo, tratando de sacarse de la mente aquel encuentro extraño. Elowen regresó a la cama después de haber cerrado las cortinas, tratando de calmar los latidos acelerados de su corazón que dejó aquella lechuza, apenas su cabeza tocó la almohada, la tensión que había sentido toda la noche pareció disiparse y un profundo sueño se apoderó de ella, llevándola a un estado de descanso que no había sentido en días. El amanecer llegó suavemente, llenando la habitación con una luz cálida y dorada, Elowen abrió los ojos lentamente, parpadeando contra el brillo del sol que entraba a torrentes, se incorporó en la cama, estirando un poco los brazos, disfrutando del primer momento de tranquilidad, pero entonces, notó algo que hizo que su respiración se detuviera por un segundo; las cortinas del balcón, que había cerrado firmemente antes de volver a la cama, estaban ahora completamente abiertas, ondeando ligeramente con la brisa matutina, Elowen se quedó inmóvil, su mente tratando de procesar lo que veía. Estaba segura de que las había cerrado después de ver a la lechuza ¿O acaso no lo había hecho? Una sensación de inquietud la invadió de nuevo, miró alrededor de la habitación, tratando de encontrar alguna explicación lógica, todo estaba en su lugar, exactamente como lo había dejado la noche anterior, pero el hecho de que las cortinas estuvieran abiertas la hacía sentir vulnerable, como si algo o alguien hubiera estado allí mientras dormía. Elowen se levantó de la cama lentamente, acercándose con cautela al balcón, miró hacia afuera, al bosque bañado por la luz del sol, buscando cualquier signo de que alguien hubiera estado merodeando por allí, pero no había nada fuera de lo común, sólo el silencio de la mañana y el suave canto de los pájaros, pensó en que debió ser el viento que consiguió abrirlas, aunque algo en su interior le decía que había más, miró una vez más hacia el bosque, con su sombra densa en el horizonte, sintiendo que, de alguna manera, los misterios de esa noche no habían terminado. — Elowen, buenos días. — Helen saludo con una enorme sonrisa cuando la vio bajar. — Hola, mamá... — le dio un beso en la mejilla — ¿Entraste a mi cuarto hoy por la mañana? — preguntó mientras se arreglaba la bata. — No ¿Por qué invadiría tu espacio personal? — alzó una ceja terminando de tostar una rodaja de pan con aceite de oliva. — Solo me da curiosidad, aunque creo que estoy loca porque juro que deje las cortinas de mi cuarto cerradas, pero he despertado y las vi abiertas. — explicó mientras observaba como su madre cocinaba. — Ayer fue un día muy largo, quizás no te diste cuenta de que las dejaste abiertas. — sonrió con la misma dulzura de siempre. — Posiblemente eso paso... — no le quiso contar sobre lo que pasó con las voces y la lechuza — ¿Dónde está la abuela? — preguntó al ver que estaban solas. — Afuera, dijo que iba a ir a cortar unos cuantos limones y unas naranjas, Ryan la acompañó. — sirvió una taza con la mitad de café y después le agrego leche, era como a Elowen le gustaba. — Gracias mamá... — tomó la taza con una sonrisa en los labios — Voy a salir al porche, hay que vivir al máximo este primer día en un nuevo lugar. — se encaminó hacia la puerta. — Te llamo cuando el desayuno esté listo. — sonrió bastante ilusionada de que Elowen estuviera tan dispuesta a disfrutar de todos los momentos. Elowen salió al porche envuelta en su bata de lana, llevando consigo una taza de café con leche caliente, el aire matutino estaba fresco y la envolvía con un leve soplo que le erizaba la piel, se sentó en la vieja mecedora de madera que crujió ligeramente bajo su peso, su vaivén tranquilo acompañando el ritmo lento de la mañana, la niebla que se había asentado durante la noche empezaba a disiparse, deslizándose lentamente entre los árboles del bosque cercano, Elowen observó cómo el vapor de su café se mezclaba con las últimas volutas de niebla que quedaban en el aire, creando una danza etérea frente a sus ojos, cada sorbo de café caliente le traía una sensación de calma, el sabor reconfortante del café mezclado con la leche llenando su cuerpo de una cálida energía. A medida que la niebla se despejaba, los colores del bosque comenzaban a destacar, los verdes profundos de los pinos, los tonos marrones y ocres de las hojas secas esparcidas por el suelo, el sol, aunque aún bajo, proyectaba largos rayos dorados que iluminaban el rocío de la mañana, haciendo que pareciera que el bosque entero estuviera salpicado de diamantes, la imagen representó magia pura en los ojos de Elowen y se quedó observa mientras observaba todo a su alrededor. Los olores del bosque se hicieron más intensos conforme el aire se aclaraba, Elowen respiró profundamente, sintiendo la frescura del musgo húmedo, el dulzor terroso de las hojas caídas y el leve toque a resina de los árboles, se quedó allí, con los ojos cerrados por un momento, permitiendo que esos aromas familiares llenaran sus pulmones y trajeran un extraño consuelo. A pesar de los eventos de la noche anterior y de las extrañas sensaciones de ser observada, en ese momento todo se sentía en calma, como si el bosque mismo la estuviera acogiendo y asegurando que estaba en casa, Elowen se dejó llevar por la tranquilidad del amanecer, con el suave sonido de las hojas moviéndose en la brisa y el crujido rítmico de la mecedora, disfrutando de un instante de paz en medio de tanta incertidumbre. — ¡Elowen! — la voz repentina de Ryan intentando asustarla resonó en sus oídos, pero no se inmuto. — Eres muy malo intentando ser silencioso, escuche tus pasos crujir sobre la madera... — dijo mientras abría los ojos — ¿Que traes ahí? — observó la cesta que llevaba en las manos. — Naranjas y limones, la abuela tiene un pequeño huerto no muy lejos de la casa, se quedó arreglando unas cuantas cosas y me mandó a dejar esto. — explicó antes de señalar hacia un lado. — Interesante. — Elowen se levantó de la mecedora curiosa por ver el huerto que tenía Abigail. — No vayas a gritar, hay babosas cerca y gusanos. — Ryan se rio, pero dio un salto hacia atrás cuando vio a su hermana levantar la mano. — Me imagino que también hay arañas. — era una pequeña araña saltarina completamente inofensiva. — De verdad que tú tienes un don de bruja. — abrió la puerta y entró a la casa sintiendo escalofríos en todo el cuerpo. Elowen se rio por la reacción de su hermano, sabía que no era muy amante de las arañas y que siempre que pudiera escapar de una, lo haría, dejó al pequeño animal en el marco de la ventana a su paso hacia el otro lado del porche porque realmente quería ver lo que su abuela tenía sembrado. Era un espacio encantador, delimitado por un pequeño cercado de madera que Abigail había pintado de blanco hace algunos años y estaba lleno de vida, de color a pesar del aire fresco de la mañana, se acercó lentamente, observando las plantas cuidadosamente dispuestas en hileras ordenadas, los arbustos de fresas, frambuesas y moras eran lo primero que llamaba la atención; las fresas, de un rojo brillante, colgaban con una tentadora frescura entre las hojas verdes y tiernas, las frambuesas, de un color más profundo, se escondían como pequeñas gemas entre ramas más altas y delgadas, mientras las moras, aún algo inmaduras, mostraban un tono entre verde y púrpura, prometiendo una futura cosecha abundante. Elowen se agachó para mirar más de cerca, deslizando suavemente los dedos sobre las hojas y las bayas, admirando el trabajo y el cuidado que su abuela había puesto en este pequeño jardín, notó que, más allá de los arbustos, comenzaban a asomar algunas verduras, vio brotes de lechuga creciendo en pequeñas cabezas tiernas, algunas zanahorias aún pequeñas, pero ya mostrando sus hojas de un verde vibrante y unos ramilletes de espinaca que se balanceaban suavemente con la brisa. A un lado, había un pequeño espacio donde crecía un conjunto de hierbas; menta, albahaca y un poco de romero que llenaban el aire con su fragancia, Elowen sonrió, recordando cómo Abigail siempre insistía en tener ingredientes frescos a mano para cocinar. Cada planta parecía contar una historia de dedicación, paciencia y amor por la tierra, se sintió reconfortada al ver cómo este pequeño rincón de vida florecía en medio del bosque, una especie de refugio de calma y continuidad, tocó con delicadeza algunas de las fresas, comprobando que estuvieran listas para cosechar, tomó una, lavándola con un poco de agua del roció matutino y la mordió, el sabor dulce y ácido al mismo tiempo le llenó la boca, evocando recuerdos de veranos pasados cuando su familia aún estaba unida. El huerto de su abuela no solo era un lugar de cultivo, sino también de recuerdos, de momentos compartidos, mientras caminaba lentamente entre las filas, notó cómo el sol comenzaba a elevarse más, iluminando cada rincón del jardín y despertando a la naturaleza que había permanecido dormida durante la noche, se detuvo hasta que vio a Abigail podando el árbol de naranjo.
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