Pueblo nuevo. 3

4129 Words
Al llegar al pequeño pueblo, las nubes grises ya estaban mucho más cerradas en el cielo anunciando que pronto caería una nueva tormenta, la camioneta de Elowen disminuyó la velocidad al entrar en la avenida principal, donde las tiendas y los negocios locales estaban alineados uno tras otro, cada uno con su propio carácter acogedor, el bullicio del día apenas iba comenzando y el ritmo de un pueblo como ese tenía su cierto encanto. — ¿Puedes dejarme en el estacionamiento del correo? — pidió Abigail, señalando el gran letrero que anunciaba el nombre del lugar. — Claro. — asintió girando el volante. — Me voy a tardar un poco en el correo, no sé si gustarías ir a otro lado. — tenía varias cosas que ver en ese lugar. — ¿Hay alguna librería por aquí? — busco un lugar cercano a la entrada donde poder estacionarse. — Si, dos cuadras abajo, tomas la calle a mano izquierda y te vas a topar con una bajada, a mano derecha esta la librería, no tiene pierde porque es el único lugar en una esquina entre dos calles. — explicó antes de bajarse. — Gracias ¿En cuánto tiempo paso por ti? — pregunto antes de que su abuela bajará. — Nos vemos en el supermercado ¿Qué te parece? — sonrió pensando en darle la libertad de poder vagar por el pueblo. — ¿No vas a llevar cajas grandes del correo? — la vio negar con la cabeza — Bueno ¿En cuánto tiempo nos vemos? — vio su reloj de muñeca. — Nos vemos dentro dos horas en el supermercado, tu madre dijo que iba a preparar el almuerzo para hoy así que podemos andar tranquilas. — le guiño un ojo de forma juguetona antes de bajarse. — Nos vemos en dos horas entonces. — Elowen solo pudo reír con aquel gesto de su abuela. Elowen dejó a su abuela frente al pequeño edificio de ladrillos que albergaba la oficina de correos del pueblo, observó cómo la figura de su abuela se desvanecía dentro del edificio, luego giró la camioneta y siguió por la calle principal, mientras conducía por la tranquila calle, las imágenes pintorescas de los escaparates llamaban su atención, los colores en aquel pueblo de cielos grises parecían mucho más intensos que en la ciudad de Reno, aunque a Elowen aún le costaba sentirse completamente a gusto en este nuevo lugar. No tardó en ver la pequeña librería tras haber seguido las indicaciones de su abuela, con su escaparate iluminado y un letrero colgante que rezaba "Libros y Cuentos". La tienda parecía acogedora, con estanterías de madera visibles desde el exterior por los enormes ventanales que tenía, dos pisos muy grandes y amplios, construida en madera y con techo de dos aguas con tejas, toda la imagen le daba un estilo hogareño y acogedor que provocó una sonrisa en los labios de Elowen cuando se estaciono. Aparcó la camioneta frente a la librería y se quedó un momento en el vehículo, observando el interior desde su asiento, las luces del interior lanzaban un cálido resplandor hacia la calle y se podían ver algunas figuras moviéndose entre los estantes, estaba tan oscuro que no le sorprendió que tuvieran las luces encendidas. Tomó una respiración profunda, sintiendo el aire fresco y húmedo que comenzaba a condensarse en los cristales de las ventanas, a pesar de su nerviosismo inicial por adaptarse al nuevo lugar, la perspectiva de explorar la librería le trajo un ligero consuelo, amaba los libros y la idea de perderse entre las páginas de un buen libro siempre había sido una de sus formas favoritas de escapar de la realidad. Finalmente, abrió la puerta y salió de la camioneta, subiendo a la acera hacia la entrada de la librería, el viento fresco le acarició el rostro, recordándole una vez más el cambio en el clima al que tendría que acostumbrarse, abrió la puerta de la librería y una pequeña campana tintineó anunciando su llegada. El aroma de los libros nuevos la envolvieron por completo dándole la bienvenida a un lugar donde quizás, al menos por un rato, podría olvidar sus preocupaciones y perderse en el mundo de las historias que le gustaba leer, esperaba también encontrarse cosas nuevas, historias atrapantes y cuentos interesantes. — ¡Bienvenida a Libros y Cuentos! — dijo una amable señora apenas Elowen entro. — Muchas gracias. — sonrió amablemente al ver a la señora. — Pase con confianza y puede buscar los libros, si no encuentra lo que busca me lo puede decir y con mucho gusto la ayudo jovencita. — aquellas palabras hicieron que la sonrisa aumentara. — Le agradezco mucho, ando buscando libros nuevos, de romance de preferencia. — esperaba que le diera algunas indicaciones. — Los estantes de este lado son los nuevos libros que han llegado... — señalo el lado del que hablaba — Al otro lado están los libros de misterio y los que siguen son de terror, fantasía y ciencia ficción. — le fue señalando cada estante que estaban llenos de libros. — Es mejor que comience a buscar, muchas gracias. — Elowen sabía que quería, pero estaba abierta a todos los géneros. Bajo la pequeña grada y se metió entre los estantes con todos los libros, no eran muy altos, apenas le llegaban al pecho y le daban la posibilidad de ver a todas las personas que estaban dentro de la tienda, pero su atención cayó sobre la portada de un libro que no encajaba con los que estaban acomodados en ese lado. Por curiosidad tomó el libro, la ilustración central mostraba la silueta de un lobo en perfil sentado con la cabeza ligeramente elevada, como si estuviera observando o aullando hacia la luna, el lobo estaba lleno de pequeñas estrellas rojas que brillan contra el fondo oscuro, lo que le daba una apariencia mística y etérea, detrás del lobo, había un gran círculo plateado que representa la luna llena, irradiando luz en forma de líneas que se extendían hacia el borde de la portada, esa luz también parecía estar rodeado de más pequeñas estrellas doradas y rojas que acentúan el diseño, dándole una sensación de movimiento y energía. La portada estaba enmarcada con delicados adornos en las esquinas, añadiendo un toque elegante al diseño general, el libro tenía un lomo grueso y era de tapa dura, el color morado profundo hacía que todos aquellos colores contrastaran bellamente con los tonos plateados, dorados y rojos de la ilustración. Elowen se quedó quieta por un momento, observando la portada del libro que había encontrado en uno de los estantes de la librería, la ilustración del lobo, envuelto en un aura de misterio y rodeado por un cielo estrellado, la atrapó de inmediato, había algo en la imagen que le hablaba directamente, despertando una curiosidad que no podía ignorar. Con cuidado, pasó los dedos suavemente sobre la portada, siguiendo las líneas y los relieves que formaban la figura del lobo y la luna, la textura del libro era agradable al tacto, con el frío metálico de la luna contrastando con la calidez de las estrellas rojas. Sintió una especie de conexión con el diseño, como si el libro guardara secretos que estaban destinados a ser descubiertos por ella. Una sensación de anticipación la recorrió mientras lo sostenía entre sus manos, intrigada por lo que podría encontrar en su interior, sabía que tenía que leerlo, descubrir qué historia se escondía tras esa portada tan enigmática. — Que sorpresa... — dijo una voz masculina frente a ella — Las bonitas también saben leer. — termino de decir provocando que Elowen levantara su mirada. El chico frente a ella era bastante guapo a primera vista, su cabello de un castaño muy oscuro, con un estilo ligeramente despeinado que le da un aire casual, sus cejas son gruesas y definidas, enmarcando unos ojos marrones, su piel es clara, con un leve rubor natural en las mejillas posiblemente el frío que estaba haciendo afuera, los labios eran medianamente llenos y bien delineados, su mandíbula es marcada y la sonrisa burlona. — ¿Entramos aquí solo para molestar? — pregunto otro joven que lo iba acompañando, eran cuatro los que iban con él. — Estamos aquí para conocer a la nueva visita, que parece ser muy estudiosa. — apoyó la mano sobre el estante mientras continuaba viendo a Elowen. — Nos vamos a meter en problemas como la otra vez. — un chico de ojos verdes y con una barba curiosa al igual que su bigote intervino. — Mi nombre es Alexander ¿Cuál es el tuyo preciosa? — dio unos golpecitos al estante buscando que ella volviera a levantar la mirada. — Estoy un poco ocupada por si no te has dado cuenta, quisiera seguir concentrada en lo mío. — era un desagradable a pesar de lo guapo que era. — ¡Dejen de molestar a mis clientes! — dijo la señora con un tono de molestia. — Veníamos a buscar unos libros, no se enoje. — Alexander rodó los ojos alejándose de donde estaba. Elowen volvió a levantar la mirada y vio a los cuatro otros chicos que lo seguían pasar frente a ella, pero hubo uno de ellos, el último de la fila que le provocó un ligero escalofrío en los brazos; era un joven con un semblante serio, de impresionantes ojos azules, una barba muy bien cuidada, labios medianamente gruesos, cejas espesas y su cabello n***o peinado hacia un lado. El contacto visual fue breve, pero intenso, cuando él se apartó para continuar su camino al otro lado del estante, Elowen sintió un aroma que le resultó extrañamente conocido al tiempo que a sus oídos llegaba el sonido de la campana de la puerta, un olor a bosque, a tierra húmeda y a pino fresco, llenó sus sentidos, transportándola por un instante a los paisajes naturales que rodeaban la casa de su abuela, era como si aquel aroma proviniera directamente de él, como si trajera consigo la esencia del bosque en el que ella había sentido que la observaban. Elowen tomó una respiración profunda, tratando de sacudir la extraña sensación que aquel encuentro le había dejado, decidió que lo mejor era concentrarse en su propósito original, encontrar algunos libros para llevar a casa y disfrutar en las tardes tranquilas, aún con el misterioso aroma a bosque rondando en su alrededor, centró su atención en los estantes llenos de libros. Sus dedos se deslizaron por los lomos de varios volúmenes, notando la textura de las cubiertas y leyendo los títulos que captaban su interés, había de todo un poco, hasta algunos libros sobre leyendas locales que despertaron su curiosidad. Finalmente, se decidió por una mezcla variada, escogió una novela de suspense que parecía perfecta para mantenerla intrigada durante las noches frías, un libro de poesía que le podría dar un poco de inspiración para sus propios escritos y una recopilación de historias sobre mitos y leyendas del bosque centradas al romance fantástico que serían los libros que su hermano le iba a pedir prestado apenas los viera. Con los libros apilados en sus brazos, Elowen se dirigió hacia la caja registradora, mientras esperaba en la fila para pagar, se quedó pensando en el olor que había sentido y se preguntaba si provenía de aquel joven o si había entrado cuando alguien abrió la puerta nuevamente, estaba tan distraída que todo lo que ocurrió a su alrededor era una sola bola confusa. — ¡Cuanto libro! — exclamó la señora con emoción cuando Elowen llegó a ella — Me llena de felicidad cuando alguien es tan amante de la lectura. — comenzó a facturar. — Es un habitó que cuando se tiene tan arraigado muy difícilmente se puede dejar. — sonrió sacando su billetera. — Es verdad... — tomo el libro morado y su sonrisa se desvaneció un poco — ¿Donde encontró este libro? — preguntó curiosa. — Estaba sobre los tomos de "El misterio del oasis" — señaló hacia el estante de romance — ¿Pasa algo? — había notado su expresión. — Es que este libro no es de mi tienda... — lo abrió — A la que pertenece el bosque, que los secretos de la noche le sean revelados... — leyó lo que estaba escrito en la primera página del libro — Que extraño, nunca había visto este libro en mi vida. — lo examinó por todos lados. — Quizás alguien lo olvido aquí y yo casi me lo llevo. — sintió mucha pena porque no iba a poder llevarlo consigo. — Yo animo a los jóvenes a traer los libros que no quieren conservar, los estantes que están afuera son libros gratis, quizás alguien lo trajo para dejarlo. — se encogió de hombros colocándolo sobre los demás libros ya facturados. — Pero yo lo quiero para quedármelo. — comentó al ver que no se lo iba a cobrar. — Considéralo como un regalo por tu gran compra. — le guiño un ojo, aunque parecía algo ansiosa porque aquel libro no se quedara en su tienda. Elowen salió de la tienda con una pesada bolsa llena de libros, por suerte su auto no estaba muy lejos, pero mientras se quedaba de pie en la acera buscando la llave del auto, escucho el tintineo de la puerta de la tienda, pero no volteo hasta que de reojo se vio rodeada y al ver, eran los mismos jóvenes de antes. — Entonces señorita... — el famoso Alexander puso el brazo sobre sus hombros — ¿Dónde quieres que te lleve a tomar un café? — algo le tenía que reconocer y es que era un valiente por hacer algo como eso. — A ningún lado, tengo suficiente café en mi casa. — movió sus hombros para quitárselo de encima. — Vamos guapa, esta puede ser la mejor oportunidad de tu vida. — se rio al tiempo que extendía los brazos. — Y estas son las oportunidades de las que nunca me arrepentiría perder. — lo barrió con su mirada más soberbia. — ¡Saltamontes! — la voz profunda de un hombre hizo que el chico se molestara visiblemente. Un hombre alto que seguramente estaba en sus treinta, de cabello n***o peinado cuidadosamente hacia un lado, con sus ojos de un marrón muy claro fijos en Alexander, sin barba y con un camanance muy marcado en su barbilla se acercó a ellos, por el uniforme que estaba usando Elowen asumió que era un policía local. — ¡¿Cuantas veces te he dicho que no me llames así?! — pregunto en un gruñido volteando a ver al oficial que se iba acercando a ellos. — ¿Cuantas veces les he dicho que no molesten a los visitantes? — el oficial los vio a todos con severidad. — No estamos molestando a nadie, ella es nuestra nueva amiguita y solo le estaba preguntando dónde quería ir a comer. — puso la mano sobre el hombro de Elowen. — No somos amigos. — le tomo la mano con el pulgar y el índice para alejarla. — ¡Ocúpense de sus asuntos y dejen de estar molestando a la joven! — el oficial movió su cabeza para que se perdieran. Alexander reto al oficial con una mirada, estaba disgustado no solo por el apodo sino porque el hombre siempre se metía en lo que hacía, pero para ahorrarse problemas decidió seguir su camino en sentido contrario al que el oficial había aparecido. — Gracias por eso. — dijo Elowen cambiando la pesada bolsa de mano pues ya tenía las llaves. — No todos los hombres en este pueblo son tan fastidiosos como ese grupo... — el oficial la ayudó con la bolsa — Espero que su visita no se vea empañada por este incidente, este pueblo tiene muchos lugares atractivos. — la vio abrir la puerta trasera. — Voy a tener que acostumbrarme a ellos porque imagino que no será la primera vez que me cruce por su camino... — se hizo a un lado viendo que el oficial acomodó la bolsa en el asiento — Muchas gracias por su ayuda oficial. — cerró la puerta. — Me llamo Lucas Harrington y soy el sheriff de Ravenwood. — extendió la mano hacia ella. — Un gusto, Elowen Marlowe. — estrecho la mano del hombre. — Disculpe mi intromisión, pero menciono algo de encontrárselo todos los días ¿Tendremos nueva vecina? — preguntó con curiosidad. — Algo así, mi familia y yo acabamos de mudarnos con la abuela, Abigail Winters. — los ojos del oficial se abrieron con sorpresa al escuchar el nombre. — Ya veo, algo escuche sobre su llegada, la señora Winters andaba muy emocionada contándole a sus amigas que finalmente su hija y sus nietos iban a regresar... — sonrió amablemente — ¡Bienvenida a Ravenwood y no dude en buscarme si tiene algún problema con esos abusivos en algún momento, yo siempre me encargo de ponerlos en línea! — con esas palabras Elowen se rio. — Gracias por todo oficial, tenga un buen día. — movió su mano despidiéndose del hombre. Era la primera persona que le daba una bienvenida tan animada a ese lugar, no es que fuera obligación hacerlo, pero se sintió bien en comparación con la otra bienvenida indirecta que fue con la ex compañera de secundaria de su madre, levantó la cabeza observando el cielo que continuaba oscuro y entonces el olor a café hizo cosquillas en su nariz, se le antojo un capuchino con mucha espuma así que le puso el seguro a su auto y se cruzó la calle a paso apresurado pues la cafetería no estaba muy lejos. El lugar tenía un aspecto acogedor con ventanas grandes y plantas en macetas que adornaban el exterior, sin pensarlo dos veces entró a la cafetería muy antojada. El interior de la cafetería era cálido con una decoración rústica que le recordaba a la casa de su abuela, mesas de madera oscura, sillones cómodos y estanterías llenas de libros viejos creaban un ambiente que la invitaban a quedarse, mientras avanzaba hacia el mostrador, notó el suave murmullo de las conversaciones y el sonido del vapor de la máquina de café que llenaba el lugar. — Hola ¿Que le sirvo? — preguntó un hombre barbón y con una sonrisa amable en su rostro. — Quiero un capuchino con mucha espuma, por favor. — pidió con voz amable y con una sonrisa. — Claro que si ¿Lo desea para degustar aquí o para llevar? — lo digitó en la computadora sobre la caja registradora. — Para llevar. — le hubiese gustado quedarse, pero la hora de encontrarse con su abuela se estaba acercando. — Enseguida se lo preparamos, son dos con cincuenta. — el precio extraño mucho a Elowen porque los cafés no eran tan baratos en Reno. Elowen se quedó observando con interés cómo preparaba su pedido después de haberlo pagado, el café molido, el sonido del vapor y la espuma que se elevaba en el vaso fueron como un pequeño ritual, uno que Elowen apreciaba cada vez que tenía la oportunidad de disfrutar de un buen café. Mientras esperaba, miró a su alrededor, notando las pequeñas notas de amor y frases motivacionales que adornaban las paredes, había algo reconfortante en aquel lugar, quizás podría convertirse en su lugar favorito en un futuro. Cuando finalmente recibió su capuchino, con una generosa capa de espuma tal como lo había pedido, Elowen se dirigió a la salida mientras buscaba darle el primer sorbo, se lo iba a beber en el auto mientras iba hacia el supermercado donde la estaría esperando su abuela, pero se encontró con la persona que menos esperaba. — Elowen... — el hombre la llamó — Esperaba volver a verte. — era el mismo hombre que casi deja sin hermana. — ¿Vas a reclamarme por lo que pasó? — alzó una ceja poniéndose en alerta. — No, de hecho, quería disculparme por la forma en que te hable cuando ocurrió el incidente. — dijo Ethan encogiéndose ligeramente de hombros. — Bueno, creo que yo también te debo una disculpa por haberte gritado... — sabía que se pasó — Tu nombre es Ethan ¿Verdad? — no estaba muy segura, era mala para los nombres. — Si, Ethan Blackwood. — extendió la mano hacia ella. — Elowen Marlowe. — hizo la presentación nuevamente, aunque no parecía ser necesario. — Espero que el saltamontes no te haya faltado el respeto, es un completo idiota y suele andar detrás de las mujeres bonitas que vienen al pueblo de visita. — Ethan se acercó un poco a ella, estaban muy cerca de la puerta y alguien la abrió. — No me faltó el respeto de una forma que mereciera una cachetada... — Elowen comenzó a caminar para no estorbar — ¿Por qué le dicen saltamontes? — vio a Ethan mover una silla de las mesas exteriores invitándola a sentarse. — Su apellido paterno es Soto y su apellido materno es Monte, un profesor lo dijo muy rápido mientras pasaba lista cuando éramos estudiantes y los adolescentes son buenos para los apodos, le quedó el apodo de saltamontes. — le explico una vez estuvo sentado frente a ella y la vio reírse cuando Elowen enlazó el hilo de donde salió el apodo. — De verdad que los adolescentes son excelentes para poner apodos... — le dio un sorbo más al café — ¿Esos cuatro son una pandilla o algo así? — quería conocer una parte de ese pueblo. — Una pandilla como tal no, les gusta andar bebiendo y molestando durante los fines de semana o cuando salen del trabajo, Alexander siempre intenta engatusar mujeres nuevas en el pueblo, pero de eso a que sean agresivos o que vayan a hacer algo tonto, no. — en su tiempo fueron compañeros. — Espero que después de lo que paso hoy no vuelvan a acercarse a mi... — arrugó la nariz con disgusto — ¡Dios, ya es tarde! — exclamó al ver su reloj de muñeca. — ¿Vas a para algún lado importante? — preguntó Ethan viéndola de arriba a abajo con cierta intriga. — Quede con mi abuela de vernos en el supermercado en dos horas, ya me quedan solo quince minutos para que se cumpla ese plazo. — se puso en pie un poco apurada. — ¿Te importa si te acompaño a tu auto? — preguntó mientras observaba unos locales arriba de donde estaban. — ¿Como se llaman? — pregunto Elowen curiosa. — El de cabello castaño, ojos verdes que andaba una camisa roja y un chaleco de mezclilla en único con barba y bigote se llama Antoni Lobo... — Ethan comenzó a caminar con ella por la calle desolada — El de piel trigueña, ojos marrones y cabello alborotado con camisa azul se llama Dylan Glish, él es hijo de la familia pastelera que surte al supermercado... — ambos se vieron a los ojos por unos momentos — El de cabello largo y ondas rebeldes es Benjamín Tolliver, él es hijo de uno de los mecánicos, si se te arruina el auto, tu abuela con seguridad te va a mandar con el padre porque es un excelente mecánico... — la tomó del brazo para apartarla con cuidado pues un auto iba a salir de reversa — El último tipo, de cabello oscuro y ojos azules se llama Rowan. — lo dijo con un tono de desagrado un poco más notorio. — Espero no olvidar sus nombres ni sus rostros, si llegan a hacerme algo podré acusarlos de forma correcta... — llegaron hacia donde estaba su auto — Gracias por acompañarme hasta aquí y por darme un poco de información de los bandidos del pueblo ¿Quieres que te lleve a algún lugar? — pensó en darle un aventón en agradecimiento. — Gracias, voy de regreso a la ferretería de mi familia y el supermercado te queda calle arriba, de nuevo una disculpa por cómo nos conocimos. — sostuvo la puerta cuando ella la abrió y extendió su mano para ayudarla a subir. — Descuida, por lo menos no nos conocimos con policía de por medio... — dejó su café en el portavasos después de subir — Nos vemos. — cerró la puerta mientras lo veía. — Nos veremos. — susurró entre dientes mientras veía el auto ponerse en marcha. Ethan se quedó de pie en la acera mientras veía como la camioneta avanzaba por la calle, sus ojos enfocaron a los cuatro impertinentes acosadores y solo pudo arrugar la nariz mientras soltaba un chasquido con su lengua, fueron compañeros desde que eran niños, jugaron juntos incluso, pero el tiempo los había separado y los llevaron por caminos muy opuestos.
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