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1193 Words
El desayuno paso sin mayor apuro, Caleb tuvo que levantarse antes diciendo que lo alcanzara en el auto, agradezco enormemente que mi esposo no desee forzarme a hacer cosas que no quiero, al menos debería ser un poco linda en cuanto a mi actitud de “insoportable” al menos, así es como me describiría mi propio padre. —Valeriana, ¿Podrías guiarme a donde se encuentra mi esposo?, nuestra casa es tan…Enorme que temo perderme. —La mujer que no se encontraba lejos, asiente sin decir nada, el desayuno que se encontraba en mi plato desapareció hace algunos minutos. —Antes, deja que recoja la mesa, mi esposo puede esperar. —Antes de hacer algo siquiera, Valeriana me miro como si me hubiera salido otra cabeza. —Señora Jones, puede dejar eso ahí, alguien más vendrá para recoger la mesa. —Bueno, tiene sentido que me mire de esa manera. —Sera mejor que no haga esperar al señor Jones, vaya sin cuidado. —Asiento a sus palabras mientras que ella va delante de mí, guiándome hacia donde sea que se encuentre Caleb. En poco tiempo habíamos llegado fuera de la casa, el sol se había levantado por completo sobre el cielo iluminando todo a su paso no dejando algún rastro de oscuridad. Miro hacia adelante solo para toparme con el elegante auto, el que supongo es el chofer me abre la puerta y con una pequeña sonrisa agradezco su justo. —Buenos días, señora Jones, espero que el viaje de hoy sea de su completo agrado. —Ahí está de nuevo, no puedo evitar sentirme extraña, pero no quiero pensarlo mucho. —Lo hare, muchas gracias. —Aún se me hace raro que el personal sea tan amable y es que, en casa de mi padre, el mismo personal no podía si quiera dirigirme la palabra, nunca me pareció raro este comportamiento. Me di cuenta de que Caleb estaba al otro lado del auto, tenía su teléfono en mano, pero al verme, lo guarda de inmediato, supongo que debe estar mirando su agenda o algo así. —Bien, creo que podemos partir en este momento. —Mi esposo toma suavemente mi mano y evito apartar la mano en lo que sería un gesto completamente mal educado, suspira Daphne, haz un esfuerzo por tu esposo. —Nuestra primera parada será el centro comercial que queda en la ciudad, espero que no te contengas en tus gastos. —Parpadeo varias veces. —¿Dices que puedo gastar tanto como quiera? ¿No hay algún limite? —Con mi padre siempre la tenía, pero yo no hacía caso a sus peticiones, evito decirlo. Caleb parece divertido mientras hace un corto asentimiento con la cabeza. —¿Tiene algo de malo?, es ropa que vas a necesitar después de todo, eres mi esposa y el dinero se hizo con el único propósito de gastarse, así que, tienes tarjeta verde para todo. —Vaya, Caleb parece ser el tipo de hombre que no es tacaño ni mucho menos. ¿Tal vez lo he juzgado mal en este tan poco y corto tiempo que hemos tenido que pasar? En el momento que recibí mis 26 años, mi padre se encargó de decirme que me casaría con un completo extraño, y desde ese momento no deje de juzgarlo, día y noche me estaba preguntando la mejor manera de escapar de esta vida, de todas las formas posibles en la que no llegaba conciliar el sueño. Antes de siquiera ver cómo era el rostro de mi prometido, aparecía en mis pesadillas la cara de mi exnovio, aquel hombre que me atormento por muchos años, horribles años de mi vida en las que no deseo volver. Lo mejor será ver antes de tomar una decisión, pero, aunque desee no estar al lado de Caleb, no sé hasta cuando podre estar casada, quizás un año, tal vez dos, o toda mi vida. —¿Daphne? Hemos llegado finalmente. —La voz de Caleb me aparta de mis pensamientos y levantando la mirada me he dado cuenta de que efectivamente, estamos frente a frente a un gran y hermoso centro comercial forrado de espejos, letras en color dorado que me dejaba saber cuál era el hombre de este lugar, “Centro Comercial Overdose”, sonrió para mis adentros y es que el nombre es bastante curioso, en el mismo proceso hemos bajado del auto lujoso, el cual era bastante cómodo, en mi opinión. —Veo que te gusta lo que vez, ¿Nos vamos? —Caleb estira su mano hacia mi dirección, con un poco de duda la acepto. —Nuestro día de compras, está por empezar. —Le digo a mi esposo quien con una sutil mirada hacia mi dirección logra darme la razón, justo como él ha dicho, es bueno que las personas nos vean pasear juntos como el matrimonio perfecto que somos, aunque puede ser que más de uno se pregunte ¿Por qué un matrimonio de recién casados sigue en la ruidosa ciudad en lugar de solo viajar hacia algún destino paradisiaco?, bueno, Caleb me ha dejado en claro que sí, alguien llegase a preguntar, diría que: dejar el lugar donde he conocido a mi esposo no se comparaba con uno de esos hermosos lugares. Debía dar la imagen de una esposa muy enamorada de su esposo. Así es como pasan las horas en el gran centro comercial “Overdose” donde había bien gastado unos cuantos miles de dólares en ropa, vestidos, ropa de casa, accesorios, cortinas, unos cuantos muebles, más ropa, lencería, vestidos, conjuntos y todo lo demás que olvide. En todo aquel momento, Caleb se encargó de observar toda esa ropa también, incluida la lencería, entonces su mirada parecía oscurecerse, algo a lo que no le tenía respuesta, ¿Quizás fui demasiado lejos mostrándole la lencería también?, sé que debemos parecer una pareja que se tiene confianza y que está muy enamorada en su fase se luna de miel, sin embargo estaba convenciéndome de que él, el hombre que tan bien se ha portado todo este día, no haría nada que yo no quisiera, y eso incluía tener intimidad forzada. Al menos, es lo que quiero pensar. —Creo que por ahora tenemos todo lo que necesitas, ¿No? —Mi esposo me mira expectante a los ojos, y los míos se encuentran con los suyos, sus ojos negros que parecen un abismo capaz de devorar cualquier cosa, el cabello rizado de Caleb me invita a enterrar mis dedos ahí, lentamente mi atención cae en la gran diferencia de altura que ambos tenemos. Era una mujer alta, pero él, lograba hacerme sentir pequeña, creo que era el sueño de toda mujer, ¿No?, me hacía falta inclinarme un poco solo para que nuestros labios se unieran en un prolongado beso. —¿Daphne? Siento que estas distraída hoy, ¿Te encuentras bien? —Parpadeo varias veces, niego con la cabeza mientras me reprendo una y otra vez. ¿Cómo puedo tener esa clase de pensamientos ahora mismo?, quiero decir, no odio a Caleb, pero seguía siendo un extraño, aunque su atractivo me hacía desconcentrar.
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