Capitulo 5

2070 Words
Allison Me miro por quinta vez en el espejo, me sentía enorme, pero enorme, como una gran pelota redonda llamativa. Seis meses. Mi porotito que ya no era tan porotito, crecía a pasos agigantados dentro mío, y había una mezcla de sensaciones confluyendo por todo mi cuerpo todo el tiempo, temor, alegría, ansiedad. A veces me encontraba llorando sin un motivo aparente o me enojaba por las cosas más tontas del mundo, pero incluso a mí, me asombraba la forma en que pasaba de un estado a otro de manera tan rápida. Vuelvo a mirarme, la ropa ya no me entraba, incluso estaba empezando a no quedarme la ropa más holgada que tenía y la realidad es que no tenía plata para comprar nueva. Todavía no me hacían el contrato en plata permanente, lo que ganaba me alcanzaba para vivir y lo poquito que me sobraba lo usaba para ir comprando cositas para la beba, e ir armándole su habitación, que no era como tal, ya que había destinado una parte de la mía para ella. Pero era optimista, las cosas ya habían mejorado un poco para mi asique confiaba en que todo terminaría de solucionarse una vez mi sueldo mejorara. Era extenuante y por demás estresante trabajar para Edward y probablemente quería matarlo la mayor parte del tiempo que pasábamos juntos, lo que era básicamente casi todo el día, pero, más allá de eso, habíamos congeniado en el trabajo y hacíamos un buen equipo, asique al menos sabía que no sería despedida en lo inmediato. Lo que me daba una especia de alivio. Edward era un hombre tan sexy, como frio y arrogante y lo era con casi todo el mundo, las únicas personas que se salvaban de su antártica personalidad eran su mejor amigo Aarón y su hermana Cecily que era una versión suya, pero más amable. Estos cinco meses trabajando para él, había aprendido que nunca daba las gracias por nada, valoraba el silencio y no esperaba otra cosa más que la perfección. Edward no te dedicaba una mirada más de lo necesario, de hecho, se había dado cuenta que estaba embarazada casi cuatro meses después y estaba segura que había sido Aarón quien se lo había dicho. Pero no era todo malo, porque, ahora no me hacía trabajar hasta tan tarde y se aseguraba de que volviera en taxi cada tarde, sin contar que me daba quince minutos más de almuerzo, después de que una vez me indispuse por comer rápido para llegar a tiempo a una reunión. Dentro de su robótico cuerpo, era lo más considerado que podía ser. Al principio, me costó adaptarme, el ritmo era implacable y me equivocaba más de lo que podía admitir, incluso ahí tenía que reconocer que mi jefe había sido más paciente de lo que esperaba y que fue gracias a Ava y Katherine que poco a poco fui entendiendo y mejorando en mis funciones. Ellas me ayudaron un montón e incluso se habían convertido en mis amigas fuera del trabajo. Ahora había pasado de nivel principiante a nivel avanzado con una maestría en jefes robóticos. Podía decir que todo iba bien. Miro otra vez el vestido n***o y suspiro, tendrá que servir, me arreglo el pelo, tomo el bolso y salgo directo a la empresa. —Buenos días— les digo a Ava y Katherine cuando entro al office que compartimos. Ellas están sentadas tomando un café—. ¿Quedo un poco? —Tú ya no deberías beber café, Ali— me señala Katy, como cariñosamente la llamamos—. ¿Cómo te fue ayer en la consulta? ¿Se dejó ver al final? Debiste dejarnos que te acompañemos. Si, ellas ya sabían que éramos porotito y yo contra el mundo y no escatimaron en insultos para el donante de esperma cuando supieron lo que me había hecho. —Primero que nada— les digo—, el médico me dejo una sola taza de café al día y aun no me la he tomado y segundo…— hago pausa de suspenso y me llevo las manos al vientre, acariciándolo—. Es una niña. —¡Si! ¡gane! — grita Ava—. Me debes veinte dólares, Katy. —¿Ustedes estaban apostando con mi hija? — las señalo—. Eso es horrible. —No estábamos apostando con tu hija— dice y me señala la silla a su lado para que me siente—. Solo con el sexo, ella aseguraba que era niño. —Tenías cara de niño— responde Katy—. ¿Lo demás está todo bien? —Sí, lo demás esta todo perfecto— les cuento. —Ahora podemos ir de compras, vi tantas cositas lindas y chiquitas para comprarle a mi sobria. —Ni se te ocurra, Ava— le digo—. No gastes, tu estas pagándote los estudios y además… —Escuchaste eso, Ali— me dice—. Es el timbre del ascensor, seguro Mr Robot acaba de llegar, ve, que, si no tiene su primera dosis de café hecha por ti, después esta de un humor imposible. Enseguida me apresuro a preparar su café y salir, lo veo sentándose en su escritorio asique tomo mi agenda y voy directo a su oficina. —Buenos días, Allison— me dice, aun sin haber mirado la puerta de su oficina—. ¿Qué paso que no estabas en tu escritorio? ¿Está todo bien contigo? —Si— digo algo descolocada—, todo está bien. Estaba preparando tu café. Lo dejo sobre su escritorio, y me siento, esperando las indicaciones del día de hoy, como siempre su calendario ya se lo había enviado ni bien había llegado, pero hoy tenía varias reuniones importantes asique esas las tenía remarcadas y mano. Tomo la taza que había dejado y se la llevo a la boca para dar el primer sorbo, como cada vez, cerraba los ojos y se dibujaba una pequeña mueca en su boca, era efímera pero ahí estaba. —Empecemos entonces— me dijo, volviendo su atención a su computador. —Ya tienes la agenda en tu correo y aquí tienes las más importantes de hoy— le pase la hoja—. Además, tienes que llamar a… Mis palabras quedaron atoradas en mi garganta y el aire abandono mis pulmones cuando mi porotito dio un giro mortal y empujó más órganos de los que podía nombrar para estirarse y estar más cómoda. —¿Allison? — Edward se levantó alarmado. Le habría dicho que estaba bien, que no era nada, pero había perdido la capacidad para filtrar el aire mis pulmones—. ¿Estás bien? Cuando no fui lo suficientemente convincente, se levantó, rodeo el escritorio y se agachó frente a mí. —Allison... —Estoy bien— logré decir. —No estás... — sus palabras se silenciaron y su mirada se clavó en mi vientre, que no dejaba de moverse No había forma de disimular que la criatura que vivía dentro de mí estaba tramando algo o preparándose para los olímpicos en nado. —Está imitando a un nadador profesional, y ya es bastante buena. —¿Eso es normal? — Edward miraba mi barriga siendo pinchada desde adentro. —Creo que sí. Es normal para ella de todos modos. —¿Es una niña? — dijo mirándome por primera vez—. ¿Cuándo te enteraste? —Ayer— asintió y volvió a centrar su atención en mi cada vez más grande y redondo vientre. Como por voluntad propia, su mano se dirigió hacia mi ese lugar, contuve la respiración, viéndolo moverse a cámara lenta. En el último segundo, sus ojos se desviaron hacia los míos, pidiendo permiso y sin poder entender las razones del porqué, solo le di con un movimiento de cabeza la confirmación que él me pedía. Su palma se extendió sobre mi vientre y la pequeña se presionó contra él. —Dios mío— pronunció con los ojos bien abiertos, era casi irreal verlo de esta forma—. ¿Esos son... pies? —Sí, estoy casi segura de que debe sentir la presión de tu mano— su ceño se frunció mientras observaba mi estómago, y un remolino de emociones me sacudió. Esto mismo, esta conmoción y asombro lo había vivido yo sola, celebrando hitos y pequeños descubrimientos en silencio. Tenía amigas aquí, pero en casa solo era yo con ella, asique todo este proceso, este cambio de mi cuerpo, ver la forma en que mi panza crecía con ella dentro y empezaba a moverse, y hacerse notar, no lo había compartido con nadie. Asique que este hombre, mi jefe, compartiera esto conmigo fue tan surrealista, pero también me hizo sentir una increíble nostalgia, y un dolor en el pecho, porque todo conmigo siempre era complicado y estaba un poco cansada de eso. A veces me dolía, porque, debería haber sido así todo el tiempo, Jackson debería haber estado aquí para todo esto, como el mismo me había prometido. No robarme e irse para olvidarse de nosotras como si nunca hubiéramos existido. —¿Esto te pasa siempre por dentro? — preguntó sin apartar los ojos de mi vientre. Estaba tan huérfana de atención, que ese era el principal motivo por el que recibir la intensidad que Edward me estaba dando, me hacía sentir tan abrumada, porque mi respiración se había agitado y no podía dejar de mirarlo. Clavé los dedos en los reposabrazos de la silla para no caer en la tentación de poner mi mano sobre la suya. Eso ciertamente sería demasiado vergonzoso y bastante difícil de explicar. —No, no todo el tiempo — le dije—. Es más activa cuando estoy aquí en el trabajo o quizás si estoy muy cansada por las noches, es como una pecera en movimiento para mí. Negó lentamente con la cabeza. —Hay una persona real ahí— me hizo reír. —Definitivamente. —Estará aquí en doce semanas. —¿Estuviste investigando, Edward? — un leve sonrojo, adornaron las mejillas de mi robótico y frio jefe. Solo asintió sin mirarme. Sus dedos largos se curvaron sobre la redondez de mi vientre, y el calor de su palma traspasó mi fino vestido hasta mi piel y fui consciente de lo íntimo que era y se veía esto Edward arrodillado a mis pies, tocándome de una manera en la que no había sido tocada... tal vez nunca, con reverencia y asombro, era bastante difícil para una mujer como yo tan hormonal como estaba, no dejar que me afectara. Llevó la otra mano a mi vientre, acariciándola por ambos lados. La posición en que nos encontrábamos era muy poco adecuada para un lugar de trabajo, sobre todo porque el, era mi jefe, pero no había una parte de mí que sintiera el impulso de pedirle que se apartara. Respiraba entrecortadamente y Edward me calentaba las partes del vientre que no tocaba. —Entonces— dijo, su voz más ronca de lo que podría haber imaginado—, ha estado escuchando mi voz todo este tiempo. —Sí, incluso creo que se ha formado una opinión de ti— mis dedos se crisparon con una incipiente necesidad de pasarlos por su cabello tan perfectamente peinado. —Menos mal que no podrá quejarse de mi hasta dentro de unos años. Volví a reír, haciendo saltar mi barriga. —No creo que eso suceda, Edward— le dije—. No es como que vaya a traerla todo el tiempo. Eso esperaba al menos. Realmente necesitaba más dinero para pagar una guardería, mantenernos a las dos y empezar a refaccionar ese cuchitril en el que ahora vivía. Sin más, el golpe de realidad me cayó encima como un piano de cola arrojado desde un piso veinte. —Bien— sacudió la cabeza—. Eso es lo lógico. Quizás no había sido la única a la que la realidad le había caído encima, Edward se puso de pie y dio un rodeo hasta el otro lado de su escritorio. Se quedó allí, concentrado en su pantalla y en su agenda, esperé a que dijera algo, pero se quedó callado, así que me levanté de la silla y salí de su despacho sintiéndome ilógica e irracionalmente desamparada. Negué con la cabeza, me senté en mi escritorio y me dediqué a trabajar, hoy el día iba a ser demasiado largo.
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