Edward
—Oh por dios, Edward— me sentía hervir, después de dos semanas de viaje y la abstinencia que había tenido no podía parar. Lleve mis manos a sus pechos apretándolos mientras ella me montaba de forma bestial, estaba tensa y sabía que en cualquier momento se correría.
Baje en una caricia mis manos hasta su cintura y me aferre a ella, marcando el ritmo y embistiéndola duro y salvaje.
—¿Me extrañaste? ¿extrañaste mi polla? — nos di vuelta en la cama y me arrodille, inclinando su pelvis y volviendo a penetrarla, la sujete del cuello y me acerque a ella mientras la follaba profundamente.
Le devoré la boca mientras mi m*****o entraba y salía con estocadas duras, ella gemía en mi boca y con un grito se corrió en un orgasmo voraz, la seguí poco después. Me acosté a su lado, todo sudado y con la respiración hecha un caos, cuando vi la intención de acurrucarse, me levanté.
Yo no hacia eso.
Me quite el condón y lo tire en el tacho, antes de poder entrar al baño, me gire y la mire.
—Vístete, mi chofer te llevara— su cara se transformó en ese preciso instante. Después de mi fallido compromiso hacia tres años atrás, no había vuelto a tener una relación seria, pero me gustaba demasiado follar asique todo se reducía a un par de horas o algunas noches con mucha suerte.
No me gustaba repetir, yo no prometía nada, pero siempre pensaban que era el príncipe azul de un cuento en el que claramente yo no encajaba. Sin embargo, Eve Huntington, una súper modelo de clase alta, se había convertido sin darme cuenta en mi preferida hacia dos meses y siempre que necesitábamos descargar, nos buscábamos.
Pero era eso nada más, esto no tenía ningún futuro, yo no compartía mi cama, no compartía mi casa y mucho menos mi tiempo.
—Pero…— se recuesta en la cama y me mira de forma seductora, pero, el momento ya había pasado—. Podemos seguir un rato más, hace tres semanas que no nos vemos.
—Vístete, Eve— repito—. Tengo cosas que hacer, el chofer te llevara a tu casa.
Me meto en el baño sin esperar o escuchar respuesta de su parte, abro la ducha y me meto bajo el agua, dejando que la calidez relaje mis músculos. Fue una buena noche.
Cuando termino me visto con ropa deportiva, armo el bolso y completamente renovado me dirijo al gimnasio exclusivo en el centro de la ciudad donde religiosamente día por medio nos encontramos con mi mejor amigo para entrenar juntos.
Aarón Vandeleur, un exitoso empresario de los medios de comunicación más importantes de la ciudad, era jodidamente divertido, era un seductor nato que le encantaba el estado de cacería, nos conocimos en la Universidad y forjamos un vínculo que perduro más allá del tiempo.
Por eso, a pesar de nuestras ajetreadas vidas y multitud de responsabilidades, nos reuníamos en un gimnasio privado varias veces a la semana antes del trabajo, esta era nuestra rutina y era algo inalterable.
Se subió a la cinta de correr junto a mí.
—Bienvenido, Knight — dijo con una sonrisa en el rostro.
—Que agradable recibimiento— dije—. Esperaba más efusividad.
—Bueno, las malas lenguas dicen que la efusividad te la llevaste anoche del restaurante al que fuiste a cenar— remarco—. ¿Eve Huntington? ¿Enserio?
—Nos llevamos bien.
—¿Es tu nueva conquista? — pregunto divertido.
—No, solo…— me quedé un momento mirando la nada y volví en si—. Dormimos juntos ocasionalmente.
—Claro— siguió corriendo—. ¿Qué tal estuvo el viaje?
—Bien, cerramos un proyecto millonario para construir un conglomerado en Zúrich— le cuento—. Va a ser un complejo empresarial de alto calibre y tecnología.
—Eso es excelente, leí que las acciones subieron en la bolsa, tiene mucho futuro.
—Sí, esperamos viajar en dos meses de nuevo para hacer un seguimiento.
—¿Esperamos?
—Sí, Allison y yo— respondo lo obvio. Hace cuatro meses que trabaja conmigo y hemos viajado juntos cada vez que lo he necesitado. Es decir, siempre.
Al principio, pensé que no duraría una semana, pero con el paso de los días, la eficiencia con la que cumplía cada tarea que le asignaba me había demostrado que era más dura que una roca. A veces me asombraba lo rápido que nos habíamos acoplado en un ritmo de trabajo. Siempre estaba un paso adelante de lo que necesitaba y, para mi sorpresa, habíamos formado un buen equipo.
La verdad, es que ahora, no me imaginaba a otra asistente en su lugar.
—¿Y va a poder viajar en dos meses? — me pregunta y lo miro sin entender de que está hablando.
—Sí, ¿porque no iba a poder viajar? — respondo—. Ella sabe que tiene que estar donde yo este.
—No lo puedo creer— dice riéndose—. ¿Es que no la determinas para nada?
—No tengo idea de que estas hablando, Aarón ¿Qué es lo que no determino?
—A ver, yo sé que Allison no entra dentro de los cánones o gustos elitistas que tienes con las mujeres. Y no me malinterpretes, porque comparto esos gustos contigo, a pesar de que yo soy un poco más expansivo. Aunque Ali es preciosa, entiendo que por eso no la mires como mujer, pero… ¿la miras como empleada, al menos?
—No tengo idea de qué estás hablando, y tampoco entiendo desde cuándo Allison, mi asistente, es “Ali” para ti— respondí, un tanto irritado.
Aarón levantó las manos en un gesto de rendición.
—Ali es desde siempre, porque es una cosita preciosa y cálida que me trata con mucha amabilidad cada vez que te visito y lo que estoy tratando de decirte y que evidentemente tu eres el único que no sabe es que Ali, está embarazada.
Pulsé el botón para detener la cinta de correr y me quedé paralizado, la mente en blanco, como si alguien hubiera apagado la luz en la habitación.
—¿Qué? —dije estupefacto—. ¿Cómo que embarazada?
Mi cabeza giró a mil por hora, intentando procesar la información. Allison, mi asistente, embarazada. La imagen de su sonrisa, su dedicación, su capacidad para manejar cualquier situación, chocaba con la idea de que estaba a punto de convertirse en madre.
El aire se sentía más pesado, como si un nuevo mundo de responsabilidades y complicaciones se abriese ante mí.
Aarón se encogió de hombros, como si la revelación fuera lo más normal del mundo.
—Si, como una mujer que lleva un bebe en su vientre, así de embarazada— respondió, haciéndose el gracioso de por primera vez, saber algo que yo no—. Calculo que debe estar de unos cuatro o cinco meses.
—¿Y tú como sabes eso?
—Por qué la miro— soltó con simpleza.
—¿Y tú porque miras a Allison?
—¿Celoso?
—No seas idiota— me baje de la cinta y tome una toalla para secarme la frente sudorosa.
—Lo sé, porque, antes de que empezara a usar ropa holgada— me conto—. Llevaba un vestido n***o ajustado y se le notaba una incipiente pancita, conversando le pregunte y me lo contó.
—¿Y porque no me lo dijiste antes? ¿Hace cuánto lo sabes?
—Porque pensé que tú, al ser su jefe y con quien pasa más de quince horas al día, ya lo sabrías.
—No, no lo sabía— respondo confundido.
¿Por qué no me lo conto? Tiene razón pasamos demasiadas horas juntos casi todos los días y nunca se le ocurrió informarme de un detalle tan importante como ese.
Cuando terminamos nuestra rutina, nos duchamos y cada uno se va rumbo a su trabajo. Ocho en punto, como todos los días estoy entrando a Knight Enterprise, pulso el último piso y espero a llegar mientras chequeo los mails en mi teléfono.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, el rostro serio y concentrado de mi asistente fue lo primero que vi.
Allison estaba embarazada, esa frase no había dejado de dar vueltas en mi cabeza.
Desde que Aarón me lo había dicho, me preguntaba cómo no me había dado cuenta antes y no me gustaba que me sorprendieran desinformado.
Levantó los ojos y me miro, me vio estudiándola y un sonrojo bastante adorable se espacio por sus mejillas llenas de pecas, ladeó la cabeza y se frotó los labios. Cuando bajé la mirada hacia su vientre, ella exhaló.
—¿Estás lista para tener esta conversación? — pregunté.
—La verdad, es que no— bajó su mirada al escritorio y suspiro.
—Vamos a mi oficina— dije y se levantó siguiéndome, me senté detrás de mi escritorio una vez entre y ella hizo lo propio frente a mí—. Dime Allison ¿Pensabas decírmelo en algún momento o me enteraría cuando dieras a luz sobre el escritorio?
Su boca se torció y cerró los ojos.
—Bueno eso habría sido todo un espectáculo, pero, no, eso nunca estuvo en mis planes, pensaba decírtelo.
—¿Cuándo? — pregunte y volvió a bajar la mirada, suspire—. ¿Volverás después de tu permiso?
Se sobresaltó como si la hubiera sorprendido y abrió grandes los ojos.
—Claro que sí, yo tengo que trabajar.
—¿Cómo vas a hacer este trabajo, que ya sabes lo demandante que es, con un bebé pequeño en casa? — observe como retorcía sus dedos sobre su regazo.
—¿Eso no es algo personal?
—Probablemente sí, pero es una preocupación genuina. ¿Tu marido podrá hacerse cargo del cuidado del niño mientras viajas conmigo o trabajas horario extendido?
—No tengo marido— eso me dejo desconcertado, ciertamente no esperaba esa respuesta.
—¿Tu novio?
—La mismo— por segunda vez, me quedé desorientado.
—¿Y cómo vas a hacer? — presioné—. ¿Acaso tienes un plan?
—No tienes que preocuparte por eso, Edward— respondió, y si, le había dicho su primer día que prefería la formalidad, pero con la rutina y la cotidianidad, un día empezó a llamarme por mi nombre y no la corregí.
Sin embargo, era la única que podía y le permitía hacerlo.
—Lo hago si afecta a tu trabajo. Esto... — baje la vista a su abultado vientre—. ¿Te va a retrasar?
—De nuevo, ¿no es eso algo muy personal? — con un fuerte suspiro, me restregué la mandíbula. Allison me estaba dando largas, y si no fuera tan jodidamente eficiente a la vez que discreta y despreocupada, ya estaría despedida por haberme ocultado una información tan relevante.
—Estoy preguntando porque, necesito saber qué esperar, o estaré pensando en ello cuando debería estar pensando en cosas mucho más importantes. Así que, dime, ¿tu capacidad para hacer este trabajo se verá afectada?
—No, hasta ahora mi trabajo no se ha visto afectado ¿o me equivoco? — negué, no lo hacía, ella había trabajado a la par mía sin quejarse una vez—. Además, no lo habías notado hasta hoy, asique no va a afectar en nada.
No me gustó que me llamara la atención por mi falta de atención a los detalles, quedar expuesto era algo que no me sentaba bien.
Allison sonrió, aparentemente satisfecha de haberme sacado ventaja.
—Mira Edward, lo que quiero decir, es que he manejado todo lo que me has lanzado sin problemas. Estaré mas embarazada en unas cuantas semanas, pero mi capacidad y mis habilidades no se verán afectadas.
Mi ceño se frunció.
—Tenemos un viaje programado a Zúrich en dos meses ¿podrás venir conmigo? — sus hombros se desplomaron.
—No, supongo que me tienes ahí, porque por muy emocionante que suene un avión, mis días de volar están contados.
—¿Cuándo puedo esperar un reemplazo?
—Bueno, supongo que cuando llegue a la semana treinta y dos.
—¿Y eso que significa? ¿De cuantas semanas estas ahora? — pregunte sin entender.
—Saldría de licencia al octavo mes, incluso adentrándome al noveno, maso menos— me explico—. Y ahora estoy de cinco meses de gestación.
¿Maso menos? ¿Qué quería decir con eso?
La mano en mi pierna se cerró en un puño, su reticencia a expresarse plenamente me sacaba de quicio, no entendía por qué me molestaba tanto, pero así era.
—Despreocúpate, tendré a alguien que me cubra—respondió—. Y me cerciorare de prepararlo de tal forma en que ni siquiera notes que yo no estoy aquí.
Cerré los ojos, estremeciéndome ante la idea de tener que acostumbrarme a otra persona. Allison me lo había puesto fácil.
Eso no me había ocurrido antes con ninguna de mis asistentes.
—Asegúrate de ello— pronuncié con más dureza de la prevista.
Mierda, no quería otra asistente.
Allison, a pesar de su único rasgo molesto, había sido la mejor que había tenido y me resultaba difícil, además, acostumbrarme a las personas.
—Por supuesto, Edward— abrí los ojos al oír su tono cortante. Ya había agarrado su agenda, concentrada en lo que estuviera haciendo antes de que la interrumpiera y lista para empezar la mañana.