Capitulo 6

2232 Words
Allison Me sentía pesada, hinchada y al límite de mis capacidades. No tenía idea de cómo había pasado, pero parecía que en el último mes alguien me hubiera inflado el vientre, porque estaba más redonda y grande de lo que podía imaginar, y me costaba todo el doble. Lo bueno era que Edward había salido de viaje por quince días, asique al menos no había tenido que estar tan alerta y tensionada en el trabajo, a pesar de sus constantes mails y llamadas. Pero, lo bueno dura poco y había vuelto ayer, un poco más molesto y porque no, un poco más intolerante. —Allison, reunión. Ven a mi oficina— me dijo por el intercomunicador. Suspire, otra de las cosas que me costaba un poco más, era levantarme de la silla. En ocasiones como esta, no me sentía embarazada de siete meses, sino de dos años. —Aquí estoy— dije cuando crucé la puerta de su oficina. —Estas lenta, Allison— me dijo, antes de que pudiera sentarme, lo miré entrecerrando los ojos y conté hasta un millón para no explotar. No se vería bien, dado que era mi jefe de quien estábamos hablando. —Bueno considerando que llevo un humano en mi vientre— lo señale—. Agradece que pude levantarme de la silla. Cerro los ojos por un breve segundo. —Siéntate en el sofá— me ordeno—. Trabajaremos desde ahí— lo mire sin entender, nunca tomábamos las reuniones ahí—. Hazlo, Allison. Dudaba en hacerlo porque podía levantarme de la silla con dificultad, pero de ese acolchonado y cómodo sofá, lo duda. Pero lo hice porque realmente, me dolían las piernas, tenía los pies hinchando y la columna me estaba matando. Me contuve el jadeo de alivio, dios sabe lo mal que quedaría al hacerlo. —¿Empezamos? — me dijo mi agradable jefe, sin mirarme y con su atención en la laptop que tenía sobre la mesita de café. —Por supuesto. Durante al menos cuarenta minutos estuvo dándome ordenes e indicaciones del próximo edificio que adquirirá y la millonaria reforma y reestructuración que se le haría. Tuve que confeccionar una agenda a parte solo para ello, sin contar los números mails que iba a tener que mandar y reuniones que organizar. Bueno yo haría la mitad, lo demás estaba segura que iba a tener que encargarse mi reemplazo. Dos semanas, nada más y saldría de licencia. Casi podía saborearlo. Pero eso, me significaba otro miedo creo que aún mayor. Ella ya estaría aquí, y no sé si estaba lista para eso, había pensado mucho en la cuestión del parto y definitivamente le había agarrado una especie de terror que no podía manejar. Tenía mucho miedo. Y era una estupidez, digamos que ya no podía echarme atrás con toda esta cuestión, no cuando la mini humana, me reventaba la vejiga y jugaba al tetris con mis órganos internos por la noche. Esto iba a suceder y era muy real. —¿Me estas escuchando? — de repente su voz, me saco de la ensoñación terrorífica en la que me había metido—. Allison. ¿Qué te sucede hoy? —Nada, solo…— suspire—. Estoy bien. ¿Qué necesitas? Se me quedo mirando por varios segundos que me parecieron eternos, supongo que debatiendo si echarme ahora o esperar a que me vaya de licencia. —Ten— me dio su laptop—. Empieza con todos los memorándums que los mandaremos hoy sin falta. —Pero puedo hacerlo desde el computador de mi escritorio. —No, quédate ahí— me dijo, sus ojos afilados, evaluando que hacer con una mujer muy embarazada—. Estas muy lenta hoy, prefiero que ya estés aquí. Quise ofenderme con todas mis fuerzas, realmente sí, pero el cojín en mi espalda era el paraíso y este sofá la cosa más cómoda en la que me había sentado al menos en los últimos dos años. Y tenía razón, hoy estaba particularmente lenta. Se fue después de aquellas indicaciones y yo, cómoda como estaba no perdí tiempo en ponerme a trabajar. Edward era insufrible, poco agradecido y mandón el noventa y ocho por ciento de las horas del día, pero, me gustaba mucho mi trabajo. Había aprendido muy rápido cuando le agarre el ritmo y ahora tenía una capacidad de precisión que a veces hasta a mí me asombraba. También, a pesar de todas las hermosas cualidades que ya había enumerado de mi jefe, no podía negar que hacíamos un buen equipo. Pero eso era la único que iba a rescatar. Por fuera de eso, él y yo éramos tan compatibles como el agua y el aceite. No sé cuánto tiempo había estado escribiendo, media hora, cuarenta minutos, realmente no tenía idea, pero cuando levanté la vista de la pantalla vi a mi jefe entrar con una bolsa marrón. Se sentó frente a mí y empezó a sacar dos paquetes, dos refrescos, servilletas y aderezos. —Toma— dijo entregándome uno a mí—. Te retuve la hora del almuerzo asiqué te traje algo para que comas. Disimuladamente mira el reloj de la pared, faltaban diez minutos para mi hora de almuerzo. No dije nada, iba a tomar esta muestra de generosidad suya. —Gracias— le respondí, asintió con la cabeza y antes de que agachara la mirada algo brillo. O no sé, quizás estaba diciendo tonterías. Abrí mi sándwich, era de pollo, mi favorito y traté de ser lo más educada posible y no devorarlo como el animal hambriento en el que me había convertido. No pude, otra cosa que no te dicen del embarazo es que tienes hambre la mayor parte del tiempo, como si adentro tuyo hubiera una lombriz que no se satisface con nada. —Tenías hambre, por lo que veo— lo mire, con la cara prendida fuego, mientras él le daba un sorbo a su refresco. —Es… es que... — trague—. Últimamente, tengo mas hambre de lo normal, es como si nunca pudiera estar llena y por mucho que coma, siento que… Me quede callada de golpe, mirándolo con los ojos abierto. ¿De dónde había salido tanta verborragia? —Tranquila, no te apenes— dijo guardando los residuos de su comida en la bolsa marrón—. Tienes una vida adentro, ¿no dicen que en estos casos se come por dos? —Bueno, en mi caso parece que tuviera una docena— termine de comer y también guarde mis restos en la bolsa—. Pero enserio, lo siento, no quería parecer tan desesperada. —No te preocupes— no dijo más, se levantó y fue al cesto a tirar la basura. Luego volvió, se sentó en su escritorio y se puso a trabajar. Por supuesto, yo volví a lo mío, ahora nada más me faltan completar y corregir esos memorándums que el quería, archivarlos, enviarlos y, además, tenerlos listo como copias en las carpetas para la junta directiva de la próxima semana. Al menos, estaba cómoda en este súper sofá. Casi una hora después, ya tenía esa parte lista, solo faltaba imprimir y acomodar en carpetas, pero mi mini humana había empezado a hacer de las suyas y ahora tenía esta imperiosa necesidad de ir al baño. Como pude empecé a levantarme, no fue fácil, no al menos cuando tienes una panza del tamaño de una pelota, pero lo conseguí. —¿Estas bien? — me pregunto Edward cuando levanto la vista—. ¿Necesitas ayuda? —No, estoy bien— respondí—. Ya terminé con el computador, necesito ir al baño y luego seguiré con lo demás. —De acuerdo. Fui directo al baño, necesitaba desesperadamente descargar todo el líquido que había bebido. No mentiré, suspire de alivio. Cuando termine, me acomode este incomodo vestido y salí. Estaba lavándome las manos cuando Ava entro, mirando la pantalla de su teléfono. —Cuidado— le dije, antes de que se chocara con una mesa que había en la entrada con un florero y demás cosas que nunca nadie usaba. —Lo siento— sonrió, mientras guardaba el aparato en el bolsillo de su pantalón—. ¿Cómo está mi pequeña princesa? Se acercó y acaricio levemente mi vientre, a ella y a Katy eran a las únicas que dejaba hacerlo. Bueno y aquella vez a mi jefe. Pero eso, no lo sabía nadie. —La mini humana no me deja dormir— respondo, acomodándome el vestido—. Ya no puedo más, estoy a nada de reventar. —Ya falta poco— me consuela y no sé si es suficiente. Dios, ¿porqué de golpe siento que esto me comprime todo? —. ¿Qué le pasa a tu vestido? —No lo sé, de repente aprieta por todos lados— quizás había sido lo que comí que me había hinchado, o quizás era que ya no me entraba tan bien como había pensado esta mañana cuando me lo puse. De todas maneras, era casi de los únicos que me quedaban, y estaba algo corta de dinero para comprar más. Sobre todo, porque lo poco que este mes había juntado se fue pagándole al plomero que tuvo que arreglar una fuga en una cañería del baño y que me estaba arruinando todo el piso—. Debo volver. —Espera— me detiene—. ¿Dónde estuviste todo el día? Pasamos al office y no te vimos en tu escritorio. —Ah, hoy trabaje desde la oficina del jefe. —Oh, claro— dijo, con el ceño fruncido—. Eso no había pasado nunca— soltó de golpe y me encogí de hombros, porque no sabía que más decir—. ¿Quieres ir por un café cuando acabe el trabajo? —Sí, de acuerdo. Avísenme. —Claro, cuídate Ali— me dijo—. Y dile al déspota de tu jefe que no te cargue tanto de trabajo. Me reí de aquello, eso no iba a pasar así estuviera agonizando. Probablemente en ese momento también me pediría que le redacte algo o le organice alguna reunión. Volví a su oficina, para buscar mi agenda y terminar lo que quedaba desde mi escritorio, necesitaba que estas horas que quedaban se terminaran rápido porque me urgía quitarme este vestido que me estaba apretando hasta los pensamientos. —¿Qué le pasa a tu ropa? — fue lo primero que me dijo cuándo entre, vale, puede que me la haya estado estirando en la zona del vientre mientras estaba cruzando a la puerta. —Nada— dije a la defensiva, no me había gustado ese tono. —Allison, necesitas mejorar tu guardarropa— soltó, dejándome helada en mi lugar, creo que ahora si podía experimentar la definición de vergüenza—. Es la tercera vez que lo usas en la semana y ya no te queda. Si, definitivamente sentía mucha vergüenza. No supe que decir a aquello, tenía razón. El vestido no me quedaba, y lo había repetido porque dentro de lo que tenía, era lo mejor que podía conseguir, si esto me quedaba al cuerpo, todo lo demás no pasaba de mis pantorrillas. Pero ahí estaba yo, siendo arrojada a la realidad en la que vivía y nada más y nada menos que por el idiota de mi jefe. —Voy a seguir desde mi escritorio— fue lo único que atine a decir, contendiendo las lágrimas al máximo. No lloraría en su despacho y menos delante de él, esperaría a llegar a casa y ahí me lamentaría en soledad. Tomé mi agenda, mientras el me miraba de una extraña manera y salí de su oficina. Pero, mis hormonas tenían otros planes porque ni bien crucé la puerta, la primera lagrima rodo, y ya no pude contenerlas. No era por mi ropa, supongo que eso era lo último que me había echo explotar y largar todo lo que llevaba retenido por meses. Dejé la agenda sobre mi escritorio y me dirigí hacia las escaleras, necesitaba un respiro. —Allison— escuche que me llamaba, pero por primera vez desde que trabajaba para él, no me voltee, salí de ahí tan rápido como pude. Solo una pequeña bocanada de aire fresco, y volvería. subiria un piso y saldría a la terraza. Solo sería un momento. Pero, la cuestión es que no llegue muy lejos porque cuando subí el tercer escalón, pise mal, caí de frente y rodé escalones abajo. Sentí el verdadero terror materializarse frente a mis ojos. —Auxilio— susurré, sentándome como pude—. Estoy bien, estoy bien. Empecé a repetirme mientras las lágrimas no dejaban de salir, y el corazón me latía de forma desbocada. —Allison— la voz llego desde la puerta, cuando su figura se materializo frente a mí, sus ojos se abrieron impactados y se paralizo. —Auxilio— volví a susurrar con un nudo en la garganta y las lágrimas nublándome la vista. —Te tengo— me aseguro cuando salió de su estupor y me ayudo a levantarme—. Te llevare al médico ahora ¿de acuerdo? No va a pasar nada, es solo un susto Allison. Asentí, era tanto el miedo que tenia que no podía ni hablar. Pero esperaba que tuviera razón y esto solo fuera un susto. Mi niña tenía que estar bien.
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