Capítulo 7: Un ardiente recuerdo

1251 Words
Cuando Kendrick llegó a la mansión, escuchó esos gritos provenir del gran salón. Ava estaba peleando con una empleada, humillándola, y agrediéndola. —¡Maldita traidora! Lárgate. —¿Qué es lo que sucede aquí? Cuando Ava miró a Kendrick se puso muy nerviosa. —¡Es una ladrona! —exclamó defensiva—. Me robó joyas y dinero, por eso, será despedida. Kendrick miró a la mujer. —¿Es eso cierto? —¿Dudas de mí? La mujer tenía la mirada severa. —¡No le he robado nada! Solo me he metido en la cama de su amante, el señor Greco, su entrenador físico, parece que a ella no le gusta compartir. Ava la miró con terror, se abalanzó para golpearla, pero Kendrick se interpuso. —¡Ya basta! Ten vergüenza —dijo Kendrick a Ava, luego miró a la empleada—. Vete mujer, te darán el dinero suficiente para que te vayas sin problemas. La chica dijo que sí, dio la vuelta y salió. Ava le miró con miedo. —No hice nada, ¡Ella miente! —Ella no miente, sé que me engañas, y la verdad, no me interesa. Ava se encogió de hombros. —Tú nunca me tocas, soy tu esposa, pero nunca he sido tu mujer. —Y nunca lo serás, Ava, esto es un contrato, un maldito contrato que tú elegiste, te di quinientas millones de liras, suficiente para que vivieras como reina, tu padre es un hombre también muy rico, pero te aferraste a mí. Ella se colgó a su cuello. —¡Es porque te amo! Él se liberó al instante, viéndola con desprecio. —¿Esto es tu amor? Solo me acosabas, sabiendo que no eres la mujer que yo deseo en mi vida, y te lo dejé muy claro, al amor no se le obliga. —¡No te olvides que yo salvé a tu madre! Perdí mi riñón para donárselo a ella, y esas son las condiciones. —Las condiciones fueron muy claras, Ava, sería tu esposo, ante la mirada del mundo entero, pero ante nosotros, solo seríamos extraños, lo aceptaste por el dinero que gastas todo el tiempo, si no te gusta el trato, puede terminar cuando quieres. Kendrick subió la escalera, cuando escuchó la voz de esa mujer. —¡¿Quién es ella?! ¿Cómo se llama? ¿La conozco? Kendrick se detuvo y volteó a mirarla. —¿Qué dices? —Tu amante, ¿Quién es? Él la miró con ojos pequeños, llenos de rabia. —No tengo una amante, pero si llego a tenerla, te dejaré a ti, para darle a ella el lugar que merece como mi esposa. —¡Yo soy tu esposa! —exclamó rabiosa —No te confundas, puedes estar casada conmigo, y puedes tener mi apellido, pero, para mí ¡No eres nadie! —exclamó severo y subió la escalera. Ava sintió tanta rabia, lanzó un florero al suelo, haciéndolo añicos, y gritó haciendo una pataleta de niña pequeña, estaba acostumbrada a tenerlo todo; viajes, dinero, joyas, poder, y cuando vio a Kendrick Granndach, también lo quiso, pero él dijo no, ella no aceptó un no por respuesta, hasta encontrar su fragilidad más grande, su madre, una mujer que buscaba un trasplante de riñón, en el que ella, resultó capaz de donar. «¡Eres mío, Kendrick! Si no eres mío, te prefiero muerto», pensó con odio. Kendrick llegó a su habitación, se quitó la ropa y se dio un largo baño en la tina, sentía el agua tibia, pensó en ella, su rostro vino a su mente, le recordaba a la cosa más dulce. —Mi conejito —susurró. «Flashback: POV Kendrick Puedo recordar cada instante de ayer, es como si fuera un tatuaje en mi piel. La empujé sobre la cama, sostuve sus manos para evitar su manoteo. Supe que estaba asustada, la besé con lentitud, mi lengua acarició sus labios, estaba tan excitado, ella abrió la boca, la besé con apremio, acariciándola. Sentí que se estremecía, que temblaba entre mis brazos, era tan dulce, delicada, como una hermosa rosa, nunca tuve entre mis manos algo que valiera tanto, una mirada tan limpia, no pude darme cuenta de nada. Desnudé su piel, sus mejillas se pusieron tan rojas, era mi conejito asustado, besé su cuello, y sentí como su piel se erizaba, estrujó la sábana como queriendo contener sus impulsos. —¿Te gusta, cariño? —no respondió, e insistí, besé sus labios, poco a poco ella respondió como si estuviera maravillada, como si tan bien lo anhelara, mis manos tocaron sus pechos, gimió, no lo pudo evitar, mis labios bajaron hasta sus pezones, comencé a torturarlos con una caricia, mi lengua succionándolos, suave. Su mano viajó a mis cabellos. Sentí mi virilidad dura, palpitante, mis labios bajaron por su abdomen, me deshice del vestido que estaba abierto solo de arriba, y lo lancé al suelo, bajé a su entrepierna, antes miré su rostro, sonreí malicioso. Ella haló de mi cabello y me contuve. —Tranquila —dije sosteniendo su mano—. Te gustará, confía en mí. La vi asustada, pero dócil, alejó su mano y hundió su cabeza en la cama, mi dedo tocó su sexo, se tensó, gimió tan fuerte y jadeo, su voz fue tan dulce, estaba complacido, excitado de lo que logré, mi lengua fue a esa zona, comencé a probarla, acariciándola de arriba abajo, estaba tan húmeda, sus piernas temblaron, pude sentir como se abría para mí, como un c*****o abriéndose ante la primavera, seguí mis movimientos, cada vez más rápido, cada vez más intenso, succionando, excitándola. Gimió tan fuerte, y sé que había llegado al límite, miré sus pupilas tan dilatadas. Me detuve, vi sus pechos, sus pezones erguidos, estaba lista para mí. Me alejé, me desnudé por completo, revelé mi pene tan erecto, me miró y la miré, sonreí, estaba tan encendido, me acerqué a ella, intentó alejarse, fui tan rápido a ella, atrapándola con mi cuerpo. —Oye, conejito, ya disfrutaste suficiente, ahora debemos complacernos juntos. —Por favor… Sisé en sus labios, y los besé con pasión, sin contenerme, mis manos pasaron por su espalda, me volví loco, acercándola más a mí, sentí como se abrazaba a mi cuerpo, abrí sus piernas, y comencé a penetrarla, sentí que era tan estrecha, estaba tan húmeda, noté que se tensaba, impidiéndome entrar, besé sus labios, mis manos se movieron ávidas por sus pechos, hasta que pude entrar sin problema, nos volvimos uno solo, me encantó estar así, comencé a moverme, primero lento, escuchando como gemía, su rostro era tan encantador, como si fuera la primera vez, y no lo pude ver, tan cegado en mi propio deseo. Sentí sus manos sobre mi espalda, comencé a moverme un poco más rápido, entraba y salía con ritmo, sentí sus uñas en mi piel, lograba encenderme más y más, no soportaba el deseo, el placer que me envolvía, pronto el ritmo se volvió frenético, ella seguía jadeando, excitándome más, miré su rostro, sus manos acunaron mi cara, besó mis labios, juro que lo hizo por su voluntad, me perdí en ese beso, y mis estocadas fueron más intensas, más rápidas, hasta que no pude más, la escuché gritar tan fuerte, sentí sus fluidos calientes sobre mí, un movimiento más y tuve un orgasmo, jadeé tan fuerte que quise callar, no pude, luego me vacié en su interior. Nuestras miradas se encontraron, sonreí entre sus labios, y la besé de nuevo»
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