Capítulo 8: ¿Era un demonio de verdad?

1474 Words
Shirley bajó del autobús y subió al tren, estaba sentada con la mirada en la ventana, pensó en su madre, sus ojos se llenaron de lágrimas. «Le dije toda la verdad, no me creyó… ¡Mi propia madre no me creyó! ¿O tal vez sí, y temió de la golpiza de Edwin? No lo sé, ¡Madre, me abandonaste! Yo nunca abandonaría a un hijo, nunca lo dejaría solo, ni lo dejaría caer», pensó. Recordó a su abuela sentada a su lado, abrazándola cuando era niña. «Flashback: —No llores mi niña. —Es que mamá no me defendió de Edwin, abuelita, él me pegó porque Sally mintió —Shirley tenía solo ocho años, pero ya sufría el mal carácter de su padrastro. La abuela la abrazó. —Mi niña, tranquila. —Tengo miedo, abuelita, tengo mucho miedo. —No debes tener miedo, cariño, déjame contarte algo. Cuando tú naciste, tu madre y yo, te tejimos una capa. —¿Una capa? —Sí, es una capa invisible de amor eterno que te cuida y te protege. —¿Y tú y mamá la hicieron para mí? —¡Claro! Yo hice una para tu mami, cuando era una bebé, y tu mamá hizo una para ti, con mi ejemplo de amor, por eso, no debes tener miedo, Shirley, esa capa siempre te protegerá de todo el mal, porque está hecha de amor y bondad; debes ser valiente, fuerte, y amable, recuerda que, en la vida, no hay nada más triste que aquel que solo tiene odio para dar. Shirley sonrió y abrazó a su abuela» Ella miró por la ventana, las estrellas brillaban por el cielo nocturno, sería un largo viaje, y llegaría al amanecer, pensó en su abuela, quiso creer sobre esa capa que la envolvía, tal vez no era cierto, pero para ella era el amor que le profesaba, que la volvía fuerte y resistente contra todo el dolor, no se dejaría vencer, ni se hundiría en la tristeza o el odio. Al amanecer, cuando Shirley bajó del tren, buscó donde quedarse, una señora le indicó de un hotel cercano, cuando Shirley llegó, el lugar era muy lúgubre, y viejo, pero no tenía más a donde ir, se alegró de haber tomado el dinero de su abuela, pagó solo una noche, y subió a su habitación. Esperaba encontrar un lugar donde quedarse, buscar un trabajo y recomenzar. —Recomenzar cuando se ha perdido todo, y sí, lo perdí todo, está bien, no importa, nada de lo que piensen de mí importa, yo sé la verdad, me basta con ello. Solo me duele mamá, pero, algún día, cuando lo sepa todo, ella me perdonará, ella me amará de nuevo. Shirley abrió la ventana, pensó en Sally y Hank. —Son tan malos y crueles, algún día tendrán lo que merecen, sí, así será, no mataré mi tiempo odiándolos, porque el destino les dará su escarmiento, estoy segura, tengo fe en eso. Se sentó al lado, en el alféizar. Pensó en él, no pudo evitarlo. Incluso aunque todo el camino hacia Edimburgo intentó olvidarlo, su recuerdo vino tan rápido, tan arrollador, que sintió un escalofrío que sacudió su piel. Flashback POV Shirley: «Era alto, más que yo, que de por sí soy alta, y era guapo, sí, no puedo mentirme a mí misma, era muy guapo, como esos hombres que ves en televisión; alto, de cabellos oscuros, piel blanca y sus ojos, no eran exactamente verdes, me recordaron al color verde de las hojas a mediados del otoño, sus labios gruesos, su mandíbula cuadrada, era de esos hombres que dejan sin aliento, pero, no a mí, no, porque estaba tan asustada. Todo fue tan rápido. —Bryce me dijo algo, y debes confirmarlo, ¿Es cierto que vendiste tu virginidad? ¿Es cierto que lo hiciste por tu voluntad? Miré su rostro, sentí que me faltaba el aliento, pensé en mi madre, solo pensaba en ella, y en que, si fallaba, ella podría morir. —Sí, lo hice, fue mi voluntad —dije altiva. Él bajó la mirada, luego me miró de esa forma extraña, como si lo hubiese ofendido. —¿Por qué? —¿Qué? —¿Por qué venderte? Pudiste obtener dinero de otra forma, pero… —¿Y qué? Todas las chicas lo hacen, además… ¡Qué le importa! —dije solo por decir algo, pero yo temblaba. —¡Vaya! ¿Con qué mi conejito se volvió salvaje? Mordí mis labios y tuve temor, odiaba que me llamara de esa forma, y a la vez sonaba tan ridículo. —Ya debo irme —quise correr de él. —¿Irte? ¿Por qué? ¿Atenderás a otro cliente ahora que comenzaste con tu carrera de prostituta? Al escuchar sus palabras sentí rabia, sentí odio, ¡Me llamó prostituta! Yo no soy eso, pero, en ese momento, bajé la mirada, sí, me convertí en eso por una noche, intenté huir. —¡Suélteme! Me iré ahora mismo, ya cumplí. De pronto sentí su agarre, su mirada se había vuelto oscura, había algo ahí que me hizo sentir temblorosa. —Pagaron toda la noche, y la noche aún es joven, conejito. Le miré con terror, él acunó mi rostro, besó mis labios, manoteé, siguió besándome, no pude hacer nada, fue como si algo me dominara, me rendí ante él, —debo aceptarlo—, me llevó a la cama, lanzó su bata de dormir y pude verlo, completamente desnudo, nunca vi a un hombre antes, salvo a él, no de esa forma; su cuerpo parecía esculpido como una de esas estatuas griegas, pero su virilidad era más grande que todas ellas, me llevó a la cama, y sonrió, hubo en él ese gesto de malicia, algo que me embebía. Besó mis labios con tal ardor, que sentí que enrojecí, pensé que era insaciable, ¿Acaso no me había hecho suya? Pensé que no tendría que volver a repetirlo, pero parecía no quedar satisfecho, me quitó el vestido tan rápido, hasta que de nuevo estuve desnuda ante él, me sentí igual de cohibida, pero, esta vez, sabía lo que pasaría, su cuerpo contra el mío, y su mirada de deseo, besó mi cuello, no pude evitar desconcentrarme, sé que no debí, quizas muchos me juzgarán, pero me dejé llevar. Sus caricias eran gratificantes, me sentí cada vez más mojada, y solo besaba mi cuello, sus grandes manos tocaron mis pechos, acariciándolos en círculos, no pude evitarlo, mi cuerpo se arqueó, jadeé al sentirme víctima del goce. Sus dedos pulgares acariciaban mis pezones en círculos, torturándome, haciéndome sentir tan débil ante él. —¿Te gusta? No respondí, era demasiado para mí, mis manos se aferraron a las sábanas, y una de sus manos bajó a mi entrepierna, comenzó a acariciarme en esa zona, de arriba abajo, su dedo se deslizaba con facilidad, ante mi humedad, gemí y jadeé, me retorcía de la sensación tan magnífica, tan exquisita, nunca sentí algo igual, él logró dominarme con una caricia, ¿Quién era ese hombre? ¿Era un demonio de verdad? Miré sus ojos, eran rutilantes, sus pupilas grandes y oscuras, besó mis labios y correspondí, no pude pensar más, todo en blanco, y yo dispuesta a quemarme en el fuego. Su virilidad se empujó entre mis piernas abiertas para él. Sentí como se empujaba a mi entrada vaginal, me estremecí, temblaba, todo latía dentro de mí, lo necesitaba. Miró mis ojos y besó mis labios, su lengua acarició la mía, se detuvo. —Dime que te gusta. Quiero que me lo digas. Me negué a decir nada, miré sus ojos, casi supliqué, pero mordí mis labios, y él se quedó estático, juro que lo odié, que lo necesité como el agua, besó mis labios, y se empujó aún más entre mis piernas, haciéndome sentir un placer infinito. —¿Te gusta? —¡Sí! —susurré en un grito, sonrió satisfecho, sus manos tomaron mis caderas, su falo se empujó entre mis pliegues, me penetró, esta vez de una sola estocada, estaba tan mojada que no encontró resistencia. El placer que me envolvió me dejó en éxtasis, no pensé en nada, ni nadie, la forma en que se movía, me enloquecía; gemí, jadeé, imploré. La manera en que me embistió, mis manos en su espalda, abrazándolo, necesité aferrarme a su piel, para no sentir que moría de tanto disfrutar, mis piernas se enrollaron en su cintura, instintivamente, no pude evitarlo, sentí que se movió más rápido, mi cuerpo se tensó, fue más fuerte que la primera vez, y de pronto, sentí que llegó a un límite, exploté de placer, grité tan fuerte, que me avergoncé, él tembló encima de mí y gruñó, se vació en mí, me quedé tan quieta, no quise pensar en nada, mis piernas temblaron, me dejó exhausta»
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD