Capítulo 4: Mi conejito

914 Words
Entraron a la habitación, él recorrió con una mirada rápida el lugar, era una habitación amplia con una cama King size, un tocador con espejo, una mesa con fruta y una botella de whisky escocés, con copas. Kendrick sirvió el vino y bebió, luego miró a la joven, que deambulaba insegura, su mirada se clavó en ella, oscura y severa, como si tratara de adivinar quién era. Shirley sintió la fuerza de su mirada, cuando sus ojos se cruzaron, bajó la mirada, esta vez temblaba hasta las rodillas, se sentía desesperada, pensó en salir corriendo, echarse a llorar, pero pensaba en su madre. Kendrick bebió y le ofreció una copa. Ella la tomó, titubeó, y la bebió toda de un sorbo, fue una mala idea, al instante tosió con fuerza, mientras el whisky quemó su garganta, haciendo muecas de disgusto, tan encantadoras, que Kendrick sonrió divertido al verla. —¿Estás bien? Ella asintió, limpiando su boca, sintió que ese hombre se acercó mucho, dejando su vaso en la mesa, mirándola fijamente, él alzó su mano y ella temió, cerrando sus ojos con temor, Kendrick dudó. «¿Quién le ha hecho tanto daño para que piense que iba a pegarle?», pensó con el corazón empequeñecido. Él tocó su mejilla con suavidad, y ella abrió los ojos dubitativos. —¿Estás segura de que quieres hacer esto? —exclamó Shirley quiso gritar, escapar, pero se quedó estática. «Si le digo la verdad, ¿Me dejará ir? ¿Acaso podrá ser un hombre bueno?», pensó, pero Shirley recordó las palabras de Bryce Murray: «—Más te vale que ese hombre no se vaya, hazlo que se quede, convéncelo del maldito negocio. O juro que lo pagarás muy caro» Tuvo terror. —Estoy segura. Kendrick liberó el aire que apresó en sus pulmones, no sonrió o hizo ningún gesto, se alejó unos pasos, se quitó su saco, y corbata. Shirley lo miró, sintió que su corazón latía tan fuerte, que podría ser escuchado. El hombre se quitó la camisa, mostrando su pecho al descubierto, fuerte y masculino. Ella lo miró, se quedó sin aliento, vio sus ojos oscuros, él acercándose lentamente, Shirley nunca se sintió tan pequeña como en aquel instante, estuvo frente a ella, quiso gritar, sintió que no tenía voz, sus manos tocaron sus hombros, ella hundió la mirada. —Mírame, ¿Cuál es tu nombre? Ella le miró asustada. —No. —¿No? —No tengo nombre. Él sonrió. —¿Así que no me dirás tu nombre? ¿Eh? Bien, está bien, no te diré el mío. Ella lo miró, él levantó su barbilla, obligando a que mirara sus ojos. —Pareces un conejito —dijo al mirar sus grandes ojos asustadizos, y su nariz sonrosada, como si hubiese llorado, sonrió con dulzura—. Así te llamaré, si no tienes nombre, serás mi conejito. Kendrick besó sus labios, solo el roce la estremeció, ella giró su cara, él no pudo besarla más, acarició su brazo, bajó su mano a su cintura, estrechándola, si ella no quería que besara sus labios, entonces besó su cuello. Shirley sintió que se arrepentía, intentó manotear, pero Kendrick tomó sus manos, entre las suyas, la miró fijamente, ella juró que nunca vio una mirada tan oscura, las besó, y luego las puso junto a las suyas, tras de su espalda, haciendo que sus cuerpos se acercaran sin límite, él besó sus labios, pero encontró el mismo rechazo, la empujó sobre la cama, aun sosteniendo sus manos para evitar su manoteo. La besó con lentitud, su lengua acarició sus labios, provocando que ella abriera su boca, la besó con apremio, sintiendo como su lengua acariciaba la de ella. Shirley sintió que la dejaba sin aliento, sintió el peso de su cuerpo, y se rindió, ante el demonio de Lorf. Cuando abrió los ojos, tomó con fuerza la sábana, cubriéndose. Miró al otro lado, encontrando a ese hombre dormido, ella miró su rostro, en realidad, de demonio no tenía nada, era un hombre hermoso, y Shirley dudó de que el demonio pudiera lucir de esa forma, dormido parecía tan frágil, no podía creer que era el mismo hombre que hace unos instantes estuvo con ella, tembló al recordarlo. Se levantó tan rápido como pudo, comenzó a intentar vestirse. Él abrió los ojos, y sonrió al verla. —¿A dónde vas, conejito? Ella se arrepintió de hacer ruido. —Ya… debo irme… —¿Tan pronto? Él miró la hora, eran las dos de la mañana. —Espera, ¿Por qué tanta prisa? —dijo con una sonrisa juguetona, intentó atraparla, pero ella se hizo a un lado, envuelta en las sábanas, descubrió el lado de la cama donde había manchas rojizas en las sábanas blancas. Aquello capturó la atención de Kendrick. —¿Qué es esto? —cuando pensó con lógica, su ceño fruncido se volvió severo, se levantó, desnudo, tomó el brazo de la chica, esta vez con fuerza—. ¿Era tu primera vez? —exclamó Ella sintió miedo, tragó saliva. —Sí —dijo con los ojos llorosos Kendrick la soltó, miró a todos lados, desesperado. «¿Acaso es una trampa? ¡Ni siquiera me cuidé! ¿Qué es lo que estoy haciendo?», pensó abrumado, tomó una bata de dormir y se cubrió. —Espera aquí, ¡Y no te atrevas a irte! —exclamó severo, luego salió de la habitación porteando con tal fuerza, que Shirley sintió mucho miedo.
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