Capítulo 3: Una noche con el demonio

1359 Words
Cuando Clyde llegó al bar, pensó en las palabras de Sally, decidió ir y buscar a las mujeres que él conocía. —Hay chicas aquí para pasar una buena noche, dime, ¿Dónde están? —Están al fondo, están arreglándose para los nuevos invitados. Clyde sintió que una rabia se apoderaba de él. Soñó con la idea de que Shirley sería su novia y su futura esposa, la madre de sus hijos. Su padre le enseñó que la mujer que llevara su apellido, debía ser respetable, hermosa, e inocente, todo lo que le parecía que Shirley era, pero, luego de esas palabras envenenadas de Sally, fueron como puñales en su corazón. Él caminó hasta esa habitación, entró sin pedir permiso, las mujeres le miraron asombradas, Clyde las miró de reojo, pero cuando su mirada se cruzó con el azul de esa chica, hizo una mueca de profunda decepción, negó lentamente. Shirley se levantó y le miró con temor, tragó saliva, conteniendo sus deseos de llorar. —Shirley, ¿Así que resultaste ser una mujerzuela peor que Sally? Shirley sintió que las lágrimas rodaban por sus mejillas, no era solo que Clyde fuera quien la insultara, sino que eso fuera verdad en su mente, que doliera de esa manera, quiso gritar, quiso decirle todo, pero luego pensó en su madre, solo un error, y todo estaría destruido. —¡Clyde…! —exclamó con la voz rota —¡Eres una…! ¡Mujerzuela! No quiero saber nada de ti, me das asco. Clyde dio la vuelta y se fue tan rápido. Shirley se quedó perpleja ante sus palabras, hundió la mirada. —¡No le hagas caso! Así son los hombres que creen tener derecho sobre nuestra vida, creen que son los dueños de lo que hagamos o pensamos, nosotros podemos hacer lo nos dé la gana, esto no te hace menos mujer, así que no hagas caso, cariño, sigue adelante con lo que quieres hacer. —¿Quiero? —exclamó, negó—. Debo hacerlo —dijo con tristeza. Cuando Bryce vio llegar a Kendrick Granndach no dudó en tratarlo como si fuera un rey, lo admiraba profusamente, le trajo el mejor whisky. El alcalde George se acercó a ellos. —¿Y el pequeño Clyde? —Él se ha ido, ya sabe cómo son estos jovencitos. Kendrick sonrió. —Bueno, debemos enseñarles un poco de honor y educación, y estaremos preparados para la vejez. Bryce rio. —¡Imposible! Señor Granndach, si usted es tan joven aún, ¿Cuántos años tiene? Menos de treinta, seguro. —Treinta y tres, solamente. —Ah, mi abuela solía decir que a los treinta y tres años cambia la vida para bien, es el mejor año de la vida de un humano. Kendrick miró a George asombrado. —Entonces, ¡Salud por eso! Brindaron, y Bryce miró a su guardia haciendo una señal. La mujer recibió el mensaje, y miró a Shirley. —¿Estás lista, niña? Te quieren ya, afuera. Shirley sintió que su estómago se contraía de nervios, respiró profundo, y asintió, la mujer le dio una bandeja con una botella y una copa, para que saliera. Y fue con ella. A diferencia de las demás mujeres, el vestido de Shirley era de una longitud decente, una cuarta arriba de la rodilla, de tirantes delgados y oscuro. La mujer apuntó a dónde debía ir, Shirley sintió que temblaba y aferró sus manos a aquella bandeja con la botella y la copa, intentó caminar, hasta que un hombre cruzó en su camino, impidiéndole pasar. —Pero, ¿Qué tenemos aquí? ¡Carne fresca y recién salida de la nevera! ¡Quiero a esta niña, apunta, Stella! La quiero para esta noche. —No, ella está apartada, Frank, no insistas. —¿Apartada? Pagaré el doble por esta dulzura —dijo mirándola de arriba abajo con lasciva. Shirley sentía que sus nervios estaban rotos, que en cualquier instante podría lanzar la bandeja al suelo y salir corriendo, pero la voz de su madre en su mente la hizo aplomarse. —No, ¿Entiendes eso? —Si yo quiero algo lo tengo. El hombre sujetó del brazo a Shirley con fuerza, intentó llevarla consigo a las habitaciones, pero, lo único que consiguió, fue que Shirley lanzara un grito y la bandeja se hiciera añicos contra el suelo. Aquello atrajo la atención de todos. Kendrick Granndach se levantó y miró con atención. —¡Déjame! —exclamó Shirley —¿Acaso no escuchaste a la joven? Suéltala, por favor —sentenció Kendrick Shirley miró a ese hombre, sintió más temor. —¿Y tú quién eres para ordenarme? —He dicho por favor. —¡Está mujerzuela es mía! —No hables así de una dama, ella no tiene dueño, no es un objeto —dijo Kendrick mirándolo con rabia. —¡Entrometido! El hombre lo tomó del cuello, pero Granndach se deshizo de su agarre, y lo lanzó al suelo como si fuera una simple hoja de papel, todos observaron, Shirley temblaba, tenía mucho miedo de la violencia. El hombre se levantó en un santiamén e intentó golpearlo, pero Kendrick detuvo su mano, doblándosela hasta que cayó de rodillas y suplicó. —¡Por favor! —¡Ahora lárgate de este lugar, y no vuelvas jamás! Los guardias de Granndach se acercaron y tomaron al hombre, sacándolo. —¡Señor! Qué vergüenza, no piense que esté lugar, es así, es lujoso. —Oh, claro, se nota —dijo con ironía. Kendrick lanzó una mirada de reojo a la joven frente a él, fue demasiado rápida, la chica tenía la mirada hundida, parecía como un animalito asustado y eso le dio pesar. —Por cierto, yo tengo un regalo para el afamado Demonio de Lorf. Kendrick le miró intrigado, cuando Shirley escuchó esas palabras sintió un frío en su pecho. —¿Qué regalo? Yo odio los regalos —aseveró. —¡Oh, pero este regalo, mi señor! Lo amará —exclamó el hombre y apuntó a Shirley—. Esta hermosa muñeca será su regalo, para celebrar la firma de nuestro negocio. Kendrick alzó la mirada, por fin se encontró con el rostro de la chica, la miró bien, le pareció hermosa, y tierna a la vez, bajó la mirada sintiendo su boca seca por la tentación. —No, gracias, además no dije que haríamos ningún negocio, debo irme, envíame los datos de tu negocio por correo, y tal vez lo pensaré. El hombre le tendió la tarjeta, pero Bryce no estaba dispuesto a dejarlo ir, miró a la chica con rabia, se acercó y le susurró: —Más te vale que ese hombre no se vaya, hazlo que se quede, convéncelo del maldito negocio. O juro que lo pagarás muy caro. Shirley le miró con ojos muy asustados, sin saber que hacer, sentía mucho miedo, corrió persiguiendo a ese hombre, sintiendo su corazón latir con fuerza, si lo apodaban el demonio de Lorf ¿Qué podría esperar de él? Corrió hasta alcanzarlo, lo tomó del brazo, Kendrick se volvió a ella al sentir su agarre, Shirley se alejó asustada, como si su piel pudiera quemarle- —¿Sí? —exclamó —Por favor… —su voz temblaba, no podía siquiera mirar sus ojos—. No se vaya… quédese… conmigo… Kendrick la miró, luego su mano levantó su barbilla, obligando a que la chica lo mirara, le gustaron sus hermosos ojos azules, brillantes, ella pudo reflejarse en sus grandes ojos color verde oliva, él miró sus labios, ¿Quién era ella? Sintió que su piel se erizó. —Señor, tengo una habitación para que disfrute de su regalo —dijo Bryce Kendrick soltó a la chica y miró al hombre con desprecio, la simple insinuación le repudiaba, nunca tuvo que recurrir a algo así. Estaba a punto de negarse, cuando sintió esa mano tomar la suya, era tan cálida que se estremeció al sentirla. —Venga conmigo, señor, por favor —su voz era una suave súplica, como un toque de terciopelo, Kendrick quiso negarse, quiso huir, pero, de pronto, se sintió hechizado por su belleza, cuando quiso razonar caminó guiado por ella.
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