Capítulo 2: Bienvenida al infierno

972 Words
Cuando Shirley estaba llegando a su casa, encontró a Clyde. —Shirley, te he esperado. —Hola, Clyde, ¿Qué pasa? —Quiero invitarte a cenar, mañana. Shirley bajó la mirada. —No, Clyde, no aceptó. Clyde la miró atónito. —¿Puedo saber por qué me rechazas? —Mi hermana Sally te ama, yo no puedo estar con quien ella quiere, y hacerla sufrir, lo siento. Shirley siguió su camino y Clyde se quedó detenido, dolido de su rechazo. Shirley estaba por entrar a la casa cuando Sally la detuvo, sollozando con desesperación. —¿Qué pasa, Sally? —exclamó —¡Shirley, secuestraron a Kira! Los ojos de Shirley se abrieron tan grandes y asustados. —¿Qué? ¡No puede ser! —dijo con lágrimas—. Debemos ir a la policía. —¡No seas tonta! Si vamos ahí, la matarán, ¡¿Es lo que quieres?! Ella negó. —Hank es el culpable, en el casino lo vieron y de ahí lo siguieron. —¡¿Por qué a mamá?! Sally recibió un mensaje, era un video, lo reprodujo en su móvil, Shirley cubrió su boca evitando llorar, su madre estaba atada a una silla con los ojos cerrados, un hombre encapuchado la amenazaba con que, si no iba al casino de Bryce, matarían a su madre. Colgaron la llamada. —¡Ellos quieren a una chica virgen! Sabes bien que no lo soy, pero tú, sí, ¿Verdad? Shirley tenía la mirada perdida, llena de miedo, asintió levemente. Sally ocultó una sonrisa maléfica. —¿Lo harás, Shirley? ¿O prefieres ver muerta a Kira? —¡No! Mi madre se salvará, haré lo que sea, incluso vender mi alma al mismo demonio con tal de volver a verla. Sally tomó su hombro. —Quizás tus palabras se hagan realidad, Shirley, quizás te toque lidiar con el mismo demonio —dijo Sally con crueldad. Hank llegó con ellas, se veía cansado de correr tanto, cuando Shirley lo miró, sintió rabia en su alma, le encestó tal bofetada, se enojó tanto, que intentó devolverla. —¡Hazlo y juro que le diré todo a tu padre! Es más, también le diré a Clyde, se acaba de ir, lo llamaré para decirle y que nos ayude, ¡Tú deberías ser el secuestrado! Hank hizo de su mano un puño, la miró con rabia y bajó la mano. —¡Basta, Shirley! Pensemos en Kira, debemos salvarla —dijo Sally —Lo siento, bien, nunca pensé que esto pasaría. —Si algo malo le pasa a mi mamá, juro que lo pagarás en la cárcel Hank —sentenció Shirley —¿Lo harás? ¿Irás a ese lugar? Shirley bajó la mirada, y asintió. —¡Haré cualquier cosa por mi madre! Hank sonrió emocionado y la abrazó. —¡Hermanita! Juro que nunca volveré a apostar, iremos con Bryce. Shirley sintió su mano sobre la suya, se liberó con rabia y caminó tras él. —¡Buena suerte, Shirley! —exclamó Sally y sonrió divertida «Ojalá que te vaya muy mal, que llores y supliques, te deseo lo peor de esta vida, maldita Shirley», pensó Sally tomó el teléfono, y marcó su número. —Hola, Clyde. —¿Qué quieres, Sally? No tengo tiempo. —Ve al bar de Bryce hoy, te aseguro que tendrás tiempo para ver a Shirley Andersan vendiéndose como una mujerzuela para un hombre millonario. Sally colgó la llamada y Bryce sintió unos nervios terribles, intentó llamar a Shirley, pero ella nunca respondió. Su padre, el alcalde, estaba acompañado de Kendrick Granndach, quien era conocido como el demonio de Lorf, ese hombre era muy rico, todos los hombres lo admiraban por su don en los negocios. —Señor Granndach, déjeme invitarle al bar de Bryce, es un lugar muy divertido y hasta lujoso, no entra cualquiera. Kendrick estuvo ahí para hacer una auditoría a uno de sus negocios, miró al hombre. —Está bien, vamos. —Padre, iré con ustedes. —No, hijo… —¡Por favor! —Llévelo, ya tiene veintiún años, a su edad ya iba a mi propio bar —dijo Kendrick divertido. El hombre aceptó y fueron al auto, seguidos de sus escoltas. Shirley fue llevada a ese bar, en la puerta estaba el asistente de Bryce. —¿Está es la niña? Hank asintió. —¡Es perfecta! El hombre tomó su mano y Shirley sintió un miedo insoportable, vio de reojo a Hank que había huido como un cobarde. Shirley fue llevada hasta una habitación, ella sintió que sus piernas flaqueaban, que su esqueleto temblaba, al hacerlo, miró a esas mujeres, una mujer como de treinta años, se acercó a ella. —Ven, cariño, tú eres la chica especial, te arreglaré. Shirley fue llevada a un baño, se dio una ducha y luego la mujer le dio un vestido, Shirley sintió como si estuviera siendo vestida para un funeral, o como si fuera un cerdo, preparado para el matadero, cualquier opción le dio asco. Una vez lista, la mujer le pinto la boca con un labial rojo mate, y le enchinó las pestañas. —Bueno, el jefe dijo que entre más natural e inocente, mejor, parece que ese hombre tiene fetiche por las mujeres dulces. Shirley sintió asco ante sus palabras, sus ojos se volvieron cristalinos. —¡No llores, nena! O la máscara de pestañas se arruinará. Shirley tuvo miedo, ¿Qué lugar era ese? ¿Acaso el infierno? Solía creer que si las personas eran buenas les pasaban cosas buenas, pero Shirley temió que eso fuera solo un cuento de fantasía. Su rostro se reflejó en el espejo, sintió que no era ella misma, que eso era la peor de sus pesadillas. «Madre, por favor, sobrevive, juro que pronto volveremos a estar juntas», pensó con tristeza.
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