Bajó las escaleras y sintió esa mano tocando la suya, Shirley se sonrojó solo al verlo, era Clyde el hijo del alcalde del pueblo.
Lo conocía de niña, cuando estudiaban juntos, pero, ahora, recién llegado de un internado, parecía muy interesado en ella.
—¿Cómo te fue en tus exámenes finales? ¿Aprobaste todo?
—Sí —dijo con la barbilla hundida—. Aprobé todo.
—Debes estar feliz, ¿planeas ir a estudiar a Edimburgo a la universidad?
—¡Sí! No anhelo nada más.
—Me alegro, pero también me pone triste.
Ella le miró confusa, él tomó su mano.
—Me gustaría que también me anhelaras a mí.
Shirley soltó su mano, se sintió temblorosa.
—Debo irme.
—¿Cuándo vas a aceptar salir conmigo?
Ella le miró con ojos nerviosos. No respondió nada y se fue muy rápido.
Clyde la miró irse, suspirando con su nombre en sus labios.
—¿Cuándo aceptarás que esa mojigata nunca te hará caso?
Clyde miró a Sally con desdén-
—¿Y tú cuando vas a entender que solo me gusta Shirley, Sally?
—¿Qué es lo que ves en ella? —exclamó con duda
—Es hermosa, la mujer que todo hombre quiere; con rostro de niña, cuerpo esbelto y bella como ángel, ella sería una perfecta esposa, de la que puedes presumir.
—¿Y yo? —exclamó Sally
—Cariño, tú, eres chica de un rato, calienta camas, te dicen.
Sally gruñó con fuerza y odió sus palabras, maldiciendo el nombre de su hermanastra.
Shirley siguió su camino y cruzó con Hank.
—¡Hey, Shirley! Vamos, nena, préstame cinco liras.
—No tengo dinero, Hank, ¿Ahora en que lío te metiste?
—Oh, nena, en ninguno.
—No te creo —Shirley se desafanó del agarre y siguió el camino
Hank, su otro hermanastro, la miró con desprecio, el chico estaba por maldecirla, cuando aquel auto parqueó a su lado.
Dos hombres bajaron y lo llevaron dentro, él gritó, pero nadie lo escuchó, el auto arrancó con él adentro.
Bryce caminaba de un lado a otro, era el hombre más rico de Glosk, pero no de buena manera, sus negocios siempre fueron sucios. Era dueño de varias gasolineras, quería crecer más.
—Entonces, ¿Sí vendrá?
Su asistente entró.
—¡Sí, señor! Acaban de confirmarme que el demonio de Lorf está en Glosk, visitó al alcalde, es su momento.
Bryce arregló su corbata.
—¿Y qué le gusta al demonio de Lorf?
—¡Tengo una lista!
El hombre, medio bruto, sacó una hoja de papel y leyó.
—Le gusta el whisky escocés, los puros de habano, y las mujeres hermosas, pero no le gusta cualquier mujer, dicen que le gustan las que parecen inocentes —exclamó riéndose
—¿Con qué inocentes? ¿Eh? Qué tal si lo complazco con una virgen, una hermosa y angelical chica, tal vez así, con la guardia baja, no pueda mirar defectos en mi negocio y lo acepte.
—¿Y dónde conseguirá una chica así, señor? No son de las que nosotros frecuentamos.
—¡Consíguela!
La puerta se abrió y unos hombres trajeron a Hank con ellos.
—Señor, aquí traemos al ladrón.
Bryce se acercó a él.
—¿Dónde está mi dinero?
—¡Yo no robé nada! —chilló
—¿Acaso no hiciste trampa al jugar en mi casino? ¡Robaste veinte mil liras!
—¡No! Lo juro.
Bryce le dio tal bofetada, le miró con rabia.
—¡Señor! —el empleado lo apartó—. ¿Qué no este pobre imbécil tiene una hermana que podría servirnos?
—¿Sally? Por favor, esa chica tiene una reputación de casi mil millas de hombres y solo tiene veintiún años.
—Pero, no me refiero a Sally, él tiene otra hermana, una muy decente, quizás sea virgen.
Los ojos del hombre se abrieron ambiciosos.
—Podría matarte por el dinero que me debes.
—¡No! —suplicó Hank
—Bueno, el precio es alto, sé que tienes a una hermana, ¿Es virgen?
Los ojos de Hank se abrieron enormes.
—¿Qué?
—No, Sally, idiota, la otra, la estudiosa.
—¿Mi hermanastra Shirley? Pues… no sé…
—¡Averígualo, si es virgen quiero que pase una noche con un millonario! Te perdonaré tus deudas, pero, si no, te mataré. Tienes hasta hoy en la noche para traer a esa mujer ante mí.
Hank tembló asustado y lo empujaron al exterior.
«Shirley, Shirley, ¡Eres mi tabla de salvación!», pensó Hank con las manos temblorosas.
Shirley llegó a casa de su abuela, ella vivía muy cerca de la playa a unos diez minutos de casa, la abuela se encargaba de sembrar manzanas al lado de algunos trabajadores, luego vendían la cosecha, Shirley intentaba ayudarla, casi siempre en vacaciones.
Al llegar, la abuela sirvió la cena.
—¿Estás lista para Edimburgo?
—Sí, pero, no quiero alejarme de ti, abuela.
Su abuela Margaret la acompañó afuera, Shirley debía volver a casa y ya era noche, ella miró el cielo azul, con estrellas brillantes.
—¿Ves esa estrella, la más brillante?
Shirley asintió.
—Bueno, nunca la olvides, algunos dicen que es el planeta de los muertos, pero también te enseña que estás viva, no dejes para mañana tu felicidad, Shirley.
Ella sonrió, besó su frente y se fue.
Hank estaba desesperado cuando encontró a Sally.
—¡Debes ayudarme!
—¡Ahora que hiciste, Hank! No te prestaré dinero —sentenció Sally
—¡Es Bryce! Le debo mucho dinero, pero él quiere que Shirley tenga relaciones con un hombre.
Los ojos de Sally se abrieron enormes.
—¿Qué dices?
—Quiere a Shirley porque dice que ella es virgen, ¿Crees que lo sea?
Sally sonrió y asintió
«Con que Shirley era una mujer decente y yo una mujerzuela, ¿Ahora que pensarás, Clyde?», pensó con ojos crueles.
—Sí, sé que Shirley es virgen.
—Pero, ¿Cómo la convenceré de que se acueste con ese hombre? —exclamó Hank
Sally sonrió.
—Solo lo hará si su madre estuviese en peligro.
Hank la miró atónito.
—¿Quieres lastimar a Kira?
—Fingiremos, no será real, pero la ingenua de Shirley creerá que sí —dijo Sally sonriendo, odiaba a su hermanastra, quería destruirla.