La tentación me cae del cielo.
(Amado)
Todos los días me levantó pensando en ¿Qué sería de mi vida si no le hubiese hecho caso a mi madre? Doña Marilde Florez, (mi madre) enviudó joven, estaba embarazada de Marela y conmigo en brazos. Yo crecí de casa en casa mientras ella trabajaba para darnos lo necesario, habían pasado seis años desde que falleció mi padre de un infarto hasta que un nuevo hombre llegó a su vida.
Nos convertimos en un estorbo para él porque quería tener sus propios hijos, Marelita estaba más pequeña y fue a la que rechazo más. Tanto que consiguió internarla en un convento con la excusa de que era muy rebelde. Ahora sólo quedaba yo.
Empezó a convencer a mi madre para que me internara en el seminario, le dió tantas razones que mi pobre viejita accedió y yo no le quería llevar la contraria. De esa forma empezó mi vida religiosa.
Ya tengo seis años de ordenado y puedo estar rodeado de personas pero me siento solo. En medio de mi angustia encuentro desasosiego en la oración.
El Padre Fuenmayor me recomendó hacer ejercicio para alejar los malos pensamientos y así he estado entrenando con dedicación. Hace meses que mi cuerpo está tonificado, ya parezco un boxeador de lucha libre.
Me gusta ver mi cuerpo de ésta forma, tal vez sea muy narcisista de mi parte pero la belleza física de las personas atrae miradas. Pero también hay que explicar que hay muchos tipos de miradas. Me refiero a esas que generan conexiones y consiguen crear un feeling de inmediato con los demás.
Tengo muchas revistas de modelos, las pido por internet con una identificación falsa, me gusta observarlas y no voy a mentir que me pongo erecto cuando veo un par de pezones perfectos.
Me encantan las mujeres que llevan grandes tatuajes y piercings en su cuerpo. ¡Son arte! No me importa si sus senos son grandes o pequeños. Soy fiel adorador del cuerpo femenino. Por mis votos no puedo estar cerca de ninguna porque juré castidad pero eso no me impide disfrutar observando la belleza de una mujer.
A menudo tengo sueños donde una mujer alta y de cabello claro me rescata y me lleva con ella. Nunca he podido ver su rostro, detallo sus manos y su cuerpo, lleva un tatuaje de un lirio marchito en una pantorrilla.
Ese tatuaje lo veo cada vez que sueño con ella, he indagado y el lirio blanco es símbolo de tristeza, siempre intenta lo mismo tomarme de la mano y llevarme. Pero estoy atado con unas enormes cadenas y entonces la veo alejarse sola y cabizbaja.
No se parece a ninguna de las mujeres conocidas, pero recuerdo decirle qué ese cabello desordenado huele a naranja. He llegado a deducir qué es muy insegura. Lo he consultado con varios amigos sacerdotes y no habíamos llegado a ninguna interpretación.
Lo que si habíamos deducido era la personalidad de la mujer: angustiada, con baja autoestima, melancólica, frustrada y sola. No se a que se debían esos constantes sueños con esa chica.
Mi día empieza muy temprano porque he acostumbrado a enviar la oración de la mañana a través de w******p, f*******: en i********:. Así que a las cuatro y media de la mañana estoy apagando mi alarma, rezo las oraciones matutinas, hago un café instantáneo y me dirijo a mi escritorio para empezar a redactar.
Cada día es una nueva oportunidad y a medida que avanzan las horas obtenemos aprendizajes diferentes de los que nos rodean. Trabajar con el padre Fuenmayor es gratificante, es un hombre muy honorable y da sabios consejos. Acuden a verle cientos de personas al día. También atiendo a los fieles que vienen en mi ayuda pero no sé comparan con los que él recibe.
Elegimos un día a la semana para hacer nuestras cosas, acudir a las agencias bancarias o tecnológicas, visitar la familia o cualquier labor personal.
Hoy es el día libre del padre Fuenmayor y yo quedé a cargo de la parroquia, tenemos a varios encargados de ayudar como secretarias, una cocinera, un sacristán encargado del campanario, también de recoger las donaciones que dan para la iglesia o de abrir y cerrar el templo.
Pero justo a ésta hora están libres, a la única que se puede encontrar es a Orfelita, la cocinera. Y entonces yo aprovecho para entrenar más horas seguidas.
Sin embargo por más que intente centrarme en la rutina no lo consigo. Me siento distraído… Para evitar seguir perdiendo el tiempo enciendo el reproductor y pongo Las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi.
Luego de veinte minutos seguía igual, no estaba coordinando bien, entonces tomé los tapones que uso para natación y me los puse.
La concentración volvió y estaba por terminar mi rutina cuando una mano fría en mi hombro me hace espantar del susto. Si lo hubiera planificado no habría salido tan real. Al voltear tiré al piso con la barra que me estaba ejercitando a una mujer. “Era ella” era la mujer con la que había estado soñando. El dibujo que tenía su polera blanca era la silueta de lirio.
Me quedé pasmado sin reaccionar hasta que vi que un torrente sanguíneo qué empezó a rodar por su rostro. Bajé la barra y lo primero qué se me ocurrió darle fue mi franela. Tenía calor y por eso me la había sacado.
Pero no se detenía con nada el sangrado entonces tuve que hacer presión, ella se sujetó de un brazo mientras yo le rodeaba su espalda y mi mano terminaba en su axila muy cerca de uno de sus pechos. Cuando caí en cuenta de esto intenté alejar la mano de esa zona prohibida.
Tenía sus ojos cerrados y un brazo vendado. Ya había sufrido un accidente con anterioridad y yo la había terminado lesionando también. Cuando el sangrado se detuvo fuí por unas curitas, mientras la apoyaba en el suelo pude observar su silueta y toda ella era perfecta.
Cuando vi esos ojos pude verme en ellos, me olvidé que era sacerdote y reaccioné como cualquier hombre, quise abrazarla, protegerla… Pero me contuve. Luego la ayude a levantar y me explico sus razones para estar allí. Por el momento estaba con mi pecho desnudo y veía como ella me comía con la mirada.
No podía decirle que a la persona que iba a buscar estaba semidesnudo así que me apresuré a ponerme mis vestimentas. Me perfumé más que de costumbre y salí al pasillo, el corazón se me quería saltar por la boca, y estaba tan nervioso que no estaba coordinando lo que debía decir.
Cuando me empezó a dar su descripción podía notar que la descripción que habíamos hecho de aquella mujer de mis sueños coincidía con la forma de ser de ella y todo se resumía en falta de amor propio.
Para corroborar lo que pensaba le pedí que me diera una descripción de ella. Y así fue me habló de muchos aspectos negativos. ¡Deseo seguir viendo a ésta mujer! Entonces cuando le pregunté con sus fantasías recorrió sus ojos por mi cuerpo y luego observó el escritorio. No necesitaba decirlo para yo entenderlo, también había pensado lo mismo que ella.
Entonces le sugerí una próxima cita para analizar el resultado del experimento qué le había asignado hacer. Pero también quería poder ubicarla de una forma más sencilla así que le dí mi número de teléfono con la única esperanza de que me escribiera para poder guardar su número. Nadie me había movido la fibra como esa mujer. Era la de mis sueños y no me estaba obsesionando, pero estaba muy herida.
Alcanzó a mencionar qué era su esposo, pero aún no quiero saber qué fue lo que la destrozó tanto, primero necesito conocer su personalidad a fondo y luego si le daré oportunidad para que exponga la causa de su dolor.
Han pasado tres horas y a cada minuto desbloqueo la pantalla del teléfono para ver si tengo alguna notificación. Ella tiene que escribirme hoy. Por telepatía le voy a enviar mensajes para que me escriba.
Me senté en la cama, cerré mis ojos, puse mis dedos índice, medio y anular a cada lado de mi sien. Respiré profundo y empecé a repetir:
ꟷ ¡Llámame! ꟷ Hice varias pausas inhalando y exhalando y murmuraba:
ꟷ¡Llámame! ꟷ La tenía en mi memoria, veía su rostro y volvía a exigir:
ꟷ ¡Llámame! ꟷ Sentía la necesidad de estar en contacto con esa mujer tan atractiva lo intentaría por última vez, así que con mucha energía exclamé:
ꟷ ¡Te ordeno qué me llames! ꟷ Respiré pausadamente y abrí mis ojos. El teléfono empezó a anunciar qué estaba entrando una llamada, la agarré y con un tono dinámico contesté:
ꟷ¡Hola! ꟷ Al escuchar esa voz correspondiendo al saludo sabía que lo había logrado. Y para no parecer muy interesado pregunté:
ꟷ ¿Quién es? ꟷ Entonces ella responde:
ꟷ ¡Qué pena interrumpir! Es Stéphane, padre nos vimos en la tarde. Pero sentí la necesidad de llamarlo para decirle que su terapia sumo algunos puntos positivos. No me sentí muy bien al principio cuando se rieron de mí, pero luego cambie mi actitud y recibía cumplidos agradables. ꟷ Dentro de mi decía, interrúmpeme, azótame, ¡Hazme lo que quieras! Y por eso no estaba analizando lo que me estaba diciendo. Intenté parecer muy distante y respondí:
ꟷ ¡Me agrada qué te hayas sentido bien! Voy a guardar tu número. Puedo preguntarte ¿Cómo está tu frente? ꟷ Tenía remordimiento de conciencia, la había aporreado y no había ni siquiera propuesto que me permitiera llevarla a un hospital. Pero ella sollozó:
ꟷ ¡Un poco adolorida! Pero hoy salí del hospital por mi accidente y no quiero volver a ese sitio, así que quédate tranquilo, estoy perfecta. ꟷ Esto no me lo esperaba y de verdad sentí mucha vergüenza así que exigí:
ꟷ Si llegas a sentirte mal, ¡Márcame! Te aseguro que estaré allí a la hora que sea. Me siento culpable y mi conciencia no me va a dejar dormir tranquilo hoy pensando en qué puedas estar adolorida por mi culpa. ꟷ Sonreía al otro lado de la línea telefónica y mis labios también dibujaban una sonrisa, me despedí y le desee feliz noche. En la mañana siguiente le llamaría para saber cómo seguía.
Me acosté en mi cama formando una gran “X” y vi como lentamente mi pene se me empezó a poner erecto solo con recordar su voz ¿Sería posible ésta locura? Ella era casada y yo estaba consagrado a la iglesia. Entonces me levanté, me dirigí a la ducha y abrí el agua fría. Entre con la ropa que tenía porque no quería ver lo que ella causaba en mi cuerpo.
Poco a poco empecé a sentir relajado todo mi cuerpo, me desnudé y empecé a lavar mi cuerpo. De nuevo volvió a surgir la erección así que torcí mi sudadera, la convertí en un látigo y golpeé mi espalda varias veces. ¡No me debía estar pasando esto!
Salí adolorido de la ducha y temblando, había pasado más de una hora flagelando mi espalda. No podía ceder ante la primera tentación que se me presentará.
Me vestí y de rodillas empecé a rezar y a suplicar el perdón por esas sensaciones que se habían despertado en mi cuerpo. El cansancio me estaba venciendo, me levanté y al tocar mi cuerpo con la suavidad de la cama quedé dormido.
De nuevo se presentó mi sueño, intacto a como había sucedido en las veces anteriores. Veía su cuerpo, su tatuaje pero su rostro estaba prohibido.
¿Qué señal me estarían enviando? ¿Por qué ocultaba su rostro? Cuando terminó el sueño desperté, me senté, vi la hora y eran las tres y cuarenta de la madrugada. Tomé la decisión de levantarme para empezar con las actividades de costumbre.
Hoy tendría el segundo encuentro con ella, estaba entre ansioso y nervioso. Por un momento pensé en pasarle el caso al Padre Fuenmayor, pero quién tenía la decisión de cambiar de guía espiritual era ella. Seguiría atendiéndola aunque estuviera jugando con fuego y yo estuviera deseando quemarme…