VI

208 Words
Sábado 3 de octubre de 2003. Ese fue el día que pensé que iba a morir. Realmente creí que sería el último día de mi vida. Los gritos, los gritos no salen de mi cabeza: me engañas; hay otra mujer en tu vida, una más bonita y joven, ¿cómo no me di cuenta que ya yo no era suficiente para ti, que ya no te complacía como antes? Me gritaste que no era mi problema... Corrección: "no era mi maldito asunto, es sólo tu vida, y nadie tiene derecho a decirte qué hacer. Ni siquiera yo". Sábado 3 de octubre, dos y cuarenta de la tarde, me gritaste que debía dejar de meterme donde no me llamaban, me arrástrate de la sala a la cocina por la muñeca, yo intentaba resistirme, pero claramente eres mucho más fuerte que yo. Mis sollozos hubiesen despertado una alerta en todos los vecinos de la cuadra, pero, ¿quién se iba a meter en nuestro perfecto matrimonio? Seguramente era una tonta pelea, y yo estaba exagerando. Preparé el almuerzo, no me dejaste comer, me hiciste sentarme en la mesa contigo mientras te veía, como una especie de castigo. Te fuiste y susurraste: "a veces te preferiría muerta". Sí, Adrian, yo también desearía morir. Elena Drawford. 7 de octubre de 2003.
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