Capítulo 5. Una tregua entre Ivan y Angelica

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—¿Me estás diciendo tacaña? —Lo miró de forma despectiva alzando una de sus cejas—, eres el hombre más maleducado y horrible con quien me he topado. A parte de que me mojaste con agua sucia, vienes a insultarme. Aquel pelinegro maleducado era obvio que se sentía mal por lo que le hizo a la joven aristócrata, pero como no fue criado con muy buenos modales gracias a sus padres, ya que, desde bebé dio sus primeros pasos en una habitación conyugal en la cárcel, sonrió mirando a Angelica de medio lado porque se le vino a la mente uno de “sus chistes” de mal gusto. —¿Qué te hice mojar? Que yo sepa aún no te he tocado. Jajaja. Angelica semi abrió su boca y entrecerrando sus ojos de lo indignada que estaba le respondió: —¿Qué dijiste? El vio que el rostro de la mujer se estaba enrojeciendo porque al parecer, no le gustó para nada “su chiste” asi que, de inmediato, comprimió sus labios para no seguirse riendo. Entonces, carraspeó un poco su garganta y luego le dijo: —No dije nada, solo…bromeaba. —No te conozco como para que tengas ese tipo de bromas conmigo. —¡Ah, eres una amargada. Ni siquiera agradeces que te saqué tu celular de esa agua sucia! —¿Quieres que te brinde una pleitesía por eso? Aquel guapo pelinegro, tenía un aspecto amenazador, gracias a su altura y vestimenta algo llamativa. Al verlo a simple vista, parecía como si fuera el cantante de una banda de rock, a quien le gustaba buscar peleas, aspecto que siempre le llamaba la atención a todas las mujeres. Sin embargo, a pesar de su semblante, por dentro tenía un lado sutil que siempre escondía para no parecer débil ante nadie, gracias al trabajo que hacía a escondidas de la sociedad. Por lo tanto, mientras él se quejaba con ella, diciéndole que era una “desagradecida” observó que el rostro de Angelica estaba muy manchado gracias al rímel que se regó en sus ojos debido al agua, por lo tanto, se acordó de un pañuelo con estampado de leopardo que tenia dentro de su chaqueta y se lo ofreció. —Mmmm, se nota que te encanta discutir y hablar mierda. Toma, límpiate. —extendió su mano y le ofreció su pañuelo. Él por dentro se sentía algo nervioso porque esa no era su manera de siempre actuar. Pero no podía negar, que le daba algo de pesar que aquella mujer estaba toda sucia gracias a él, haciendo que su lado sutil saliera a relucir un poco, en ese instante. Sin embargo, Angelica cuya actitud era muy engreída, y aristócrata, consideraba a ese pelinegro como alguien de pocos modales, gracias a su vestimenta y manera de hablar. Asi que, mirando ese pañuelo alzó su labio superior a la altura de su nariz y levantando una de sus cejas le respondió: —No gracias, quien sabe en donde estuvo ese pañuelo. Ivan con su mano aun extendida le respondió: —¡Ah, está limpio mujer!—sonrió de manera burlona de medio lado —….está más limpio que el agua sucia que te cayó jejeje. En ese mismo instante, Angelica lo miró con desagrado, porque no le gustó aquel “chistecito”. —¡Si, el agua sucia que me cayó gracias a ti idiota!. Ahora voy a ir a ver a mis padres toda mal oliente por tu culpa. Me arruinaste el día, esperaré a que vengan por mí. Angelica muy molesta con él, le quitó la mirada de encima de forma despectiva y se fue de nuevo hasta aquel muro para seguir mirando el rio Támesis y el Big Ben, porque pensó que no quería seguir perdiendo su tiempo, con aquel hombre de baja categoría. Sin embargo, él al ver que ella se retiró de su presencia, con su vez enojado pero un poco afligido, aquella sonrisa burlona se fue del rostro del pelinegro en ese mismo instante. Por lo que, su lado decente y sutil que no sacaba muy a menudo, le dijo que debía disculparse con aquella hermosa y fina dama. «¡Ah, mierda, pero en realidad no fue mi culpa, yo no la vi! ¿Me disculpo con esta amargada o me voy? ahhhh, ¿qué hago?!» Angelica se metió la mano en uno de los bolsillos de su cárdigan para sacar su caja de cigarrillos y vio que estaban mojados. Solo le quedaban unos tres. —¡Ah, ahora debo comprar otros! —exclamó con desanimo. Ivan miraba todo lo que le acontecía y en eso escuchó a su amigo que lo llamaba. —Hey, hijo de puta ¿Nos vamos o qué? Asi que, él mirándola fijamente, se pasó su lengua sobre sus dientes y con cortos pasos se acercó a ella y al estar detrás, estando un poco nervioso por dentro, le comentó: —Mmmm, pues… discúlpame. En realidad no fue mi intensión mojarte. Lo que pasa es que… venía pendiente de mi amigo y como estabas agachada no te vi. Ella con su mirada fija hacía aquel majestuoso rio le dijo con desanimo: —Ah, ya que. Solo vine a fumarme un cigarrillo y me pasó de todo en menos de media hora. En ese instante, Ivan suspiró un poco porque la verdad no le gustaba sentirse mal por nadie. Entonces, tragó profundo y se metió una de sus manos sobre su chaqueta y le ofreció uno de sus cigarrillos con su encendedor. —Toma, vi que se te mojaron los que traías. Son de la misma marca, acéptalos como una tregua por haberte arruinado el día señorita amargada. Angelica alzó de nuevo una de sus cejas y lo miró fijamente con algo de intriga. —Já, ¿te sientes mal por haberme arruinado el día? Él a través de sus lentes alzó también una de sus cejas y después de hacer un suspiro le respondió: —No, solo trato de ser decente. Los vas a aceptar o no. Debo irme. —Mmmm, no gracias. No acepto cigarrillos de extraños y menos de maleducados como tú. Él la miró con algo de enojo y le contestó: —Ahhh, ok como quieras amargada, pero de todas maneras te los voy a dejar. —Puso la caja de cigarrillos y el encendedor encima del muro. — Yo, ya hice mi parte, allá tú. Creo que más maleducados son los que no aceptan las disculpas de los demás. Ivan, se dio la media vuelta y se fue dejando a Angelica estando un poco sorprendida porque al final de cuentas aquel mal hablado si se sintió mal. Él dando largas zancadas porque no le gustaba sacar su lado amable, llegó hasta su auto, y al entrar junto con su amigo de nuevo, miró a Angelica por el espejo retrovisor ignorando su “tregua” que eran sus cigarrillos y el encendedor. —¿Oye que pasó anaconda? ¿te disculpaste con la ricachona? —Aj, no vuelvo a disculparme con nadie. Le dije que lo lamentaba y más bien me ignoró —Tenía su mirada en ella por el espejo retrovisor —Mírala como despreció mis cigarrillos, a veces papá tiene razón, es malo ser bueno. Vámonos de aquí. El hombre arrancó a toda velocidad y Angelica al ver que se fue puso su mirada en el auto, el cual, ya estaba muy lejos y de inmediato tomó la caja de cigarrillos y el encendedor. Al observar aquel objeto, tenía una calcomanía de serpiente y ella con una sonrisa burlona de medio lado exclamó: —Já, parece que le gustan las serpientes al idiota ese. Nota de la autora Lily. ¿Uy será que a la princesa le llamó la atención ese mal hablado pelinegro? lo que ella no sabe es que, ahora no iba a salir de su vida. ¡Comenta si te gustó el episodio querida lectora!
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