Angelica mirando la vista de aquel lugar mientras llegaban sus sirvientes, deseó en ese momento regresar a su vida de soltera en donde solamente se preocupaba por comprar ropa de diseñador, usar las joyas que le regalaba su madre y tocar el piano.
—¿Quién iba a creer que mi vida cambiaria en menos de cinco días y que ahora era amenazada por mi esposo y el tío abuelo? Já, parece que me usaron solo para ser la esposa trofeo, pero de mala manera. —suspiró—.De veras… necesito divorciarme de él pronto o si no me harán cosas peores o a mi familia.
La vida de casada de Angelica ahora era color de hormiga y de verdad tenía que salir pronto de ese matrimonio o las humillaciones serian peores. Podría decirse que si se resistía a ser una esposa sumisa, con el príncipe Jean Paul, la mujer podría poner en riesgo a su familia y eso era lo que ella menos quería.
Mientras tanto, en el palacio…
—Señor, ¿Quiere almorzar? —dijo Lumiere con una bandeja de comida—. Ya son las dos de la tarde. Mire que no puede saltarse las comidas porque si se pone más delgado, los músculos de sus piernas se atrofiaran un poco más. Recuerdo que eso lo decía la señorita Amelie.
Gerald, el hermano del príncipe, se encontraba en su habitación mirando la televisión. Su vida se basaba en estar con el celular, mirar la televisión, jugar video juegos o ver hacia la ventana por largas horas, sintiendo mucha depresión. En los primeros años de su accidente, pensó en quitarse la vida, porque sabía que ya no sería el mismo hombre que era antes: vivaz, codiciado y con muchas amistades. Él deseaba ser príncipe y gobernar en esa nación, pero por ese accidente no podía porque los nobles siempre tenían muchas obligaciones, que para él estando postrado sobre una silla y una cama, le serían muy difíciles.
Sin embargo, su depresión no solo se basaba en el problema que tenía en sus piernas, sino en un secreto familiar que se enteró hace poco, el cual lo hizo reflexionar acerca de no morirse tan joven, ya que tenía 33 años. A su vez, Lumiere aquel mayordomo fiel que lo conocía desde que nació lo alentaba cada día a que si estaba vivo era porque tenía un propósito. Por otro lado, el hombre como ya tenía un poco de ánimos de vivir, ahora si quería retomar las terapias que antes hacía, pero gracias a su mal carácter y malos tratos hacía su fisioterapeuta, hizo que ella renunciara.
Pero, la chica quien se llamaba: Amelie Kang, de veintinueve años, quien era una hermosa chica de r**a mixta de padre asiático con madre francesa, de cabellera larga azabache, de rostro delicado con ojos color café, de forma almendrada, de contextura muy delgada, tenía un rasgo en su rostro que era inolvidable para cualquiera que la veía y ese era un pequeño lunar a la altura de su labio superior. Amelie era hermosa y delicada, pero a pesar de que tenía una actitud calmada y dulce, aguantaba hasta cierto punto. Ella había renunciado porque no soportó los malos tratos del hermano del príncipe, a pesar de que sabía que tenía potencial de recuperación. Sin embargo, Gerald a pesar de todo después de que Amelie renunció, se arrepintió un poco, pero no dio su brazo a torcer para darle una disculpa. Hasta que ayer su orgullo se aplacó un poco y decidió contactarla porque quería continuar con la terapia. Entonces, él al escuchar que Lumiere el mayordomo nombró a la señorita Amelie, su atención ahora se dirigió a él.
—¿Amelie te decía eso?
—Si, ella me lo decía. También que le hiciera muchas comidas con hierro. Aun tengo la dieta que ella nos dejó hace un mes.
Gerald quien estaba echado al abandono, acostado sobre su cama con una barba bien larga y su cabello largo porque no se lo había cortado como por unos dos meses. Carraspeando su garganta haciéndose el desinteresado le contestó al hombre:
—¿Y…te comunicaste con ella?
—Pues… señor usted me dijo ayer que no lo hiciera. ¿Cambió de parecer?
—Si, contáctala de nuevo y… dile que quiero continuar con la terapia.
La cara de Lumiere se iluminó porque lo que más deseaba era que el apuesto Gerald viviera su vida de nuevo. Además, él pensaba que Gerald por su gran corazón a pesar de todo, era el más adecuado para ser príncipe y no su horrible hermano Jean Paul quien al parecer ocultaba algo con el tío abuelo Pierre. Asi que, el sirviente con una sonrisa muy alegre le acercó la comida, la cual era una sopa de lentejas con hígado encebollado y ensalada de rábanos. Aquella combinación no le gustó para nada a Gerald pero como según Lumiere, Amelie la fisioterapeuta se la había recomendado, trataría en comerla. Este mes Gerald había perdido como unos cinco kilos por saltarse las comidas a causa de la depresión.
—Quedó muy sabrosa señor. Yo comí un poco hace ratito. Sé que odia el hígado, pero según la señorita Amelie, es muy bueno para los músculos.
Gerald tomó la cucharilla y mirando la comida con algo de desagrado, decidió comérsela porque quería mejorar.
—Mmmm, me la tragaré pero no la disfrutaré. —Se rascó un poco su enredada larga cabellera que le llegaba a la altura de sus hombros—¿Llamarás a… Amelie ahora?
—¿Quiere que lo haga ahora señor?
—Claro, porque no. Dile… que le doblaré el sueldo.
Gerald tenía su fortuna aparte, ya que al morir su padre le había dejado una parte, pero Jean Paul, le quitó más de la mitad porque según él, su hermano ahora era un discapacitado y no necesitaría mucho dinero. A Lumiere, quien sabía todo acerca de esa familia, los tratos que el tío abuelo y Jean Paul tenían con Gerald eran injustos porque lo trataban como si fuera una piltrafa humana. Por lo tanto, eso de quitarle parte de su herencia le pareció un total atropello.
—¿Y cuánto le pagará señor?
—Mmmm, ¿10 mil euros estará bien?
Lumiere con una sonrisa le respondió:
—¡Claro que sí señor, convenceré a la señorita Amelie de que venga para que se mejore!
Nota de la autora Lily Andrews
Tenemos el hermano del príncipe es muy importante para nuestra historia, espero que te guste esta futura pareja. Comenta si te gustó el episodio.