La noche anterior… —¿Cuándo me vas a regalar la dicha, de bañarme contigo? —preguntó Esmeralda la prostituta. —Me gusta bañarme solo. —comentó él ya vestido, mirándose en un espejo peinándose su cabello mojado con un pequeño peine, porque se había dado un baño anteriormente. Él no se quiso bañar con ella porque eso para él era algo muy íntimo y lo hacía cuando le gustaba una mujer, por lo tanto, no lo iba a hacer con una prostituta. Luego, guardó aquel pequeño peine, y metió una de sus manos en los bolsillos de su chaqueta y sacó un fajo de efectivo que había sacado en una caja fuerte de su habitación antes de salir de su apartamento. Siempre llevaba dinero en efectivo cuando iba para ese lugar, a “desahogar” su enojo con esas mujeres “de la vida fácil” como les decían todos. —Toma,