Capítulo 16. Un escolta para la princesa

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Angelica estaba cruzando los dedos de que aquella persona que tocaba el timbre no fuera su esposo Jean Paul. Entonces, comprimiendo sus labios, se dijo lo siguiente: «¡Ay, ojala y que no sea ese malnacido! ¡espero que se haya quedado en Francia!» Pero para su desgracia, si era aquel malnacido. Jean Paul, el príncipe, se encontraba en la ciudad haciendo de sus fechorías a escondidas de Angelica, y a pesar de que no fue al concierto, quiso ir a molestarla al hogar de sus padres. El hombre se encontraba en varias reuniones que tenía pendientes en ese día, con personas importantes, gracias al negocio ilícito que su tío y él tenían a escondidas para enriquecerse más de manera ilegal y así lavar dinero. Por lo tanto, prefirió atender esos asuntos, antes de apoyar a su esposa en su concierto. S

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