Capítulo 5

1137 Words
Entré a la habitación de mi primo. Me senté en su cama, él allí tenía una mesita pequeña dónde hacía las tareas. —¿Quieres algo de tomar? —No, gracias —sonreí. Me dijo que era lo que necesitaba, le expliqué y, por suerte, entendió bastante bien, era paciente, pero no servía para ser una maestra, sin duda. Tenía que rendir las materias previas en febrero, y para eso se estaba preparando, ya estábamos a fines de diciembre. Me dispuse a ayudarle hasta que aprobara con todas, y él estuvo de acuerdo, de hecho, se puso contento. Mis tíos trabajaban todo el día, era imposible prestarle atención y que le ayuden con la tarea, ¿y Emanuel? Dudaba que le ayude al hermano. —¿Tomamos tereré? —preguntó Jeremías. —Dale, voy a preparar y vuelvo. Luego de una hora, fui a la cocina a preparar tereré, venía bien porque hacía mucho calor. Estaba Emanuel. —¿Se divirtieron? —me miró. —No te imaginas cuanto nos divertimos con química. —Claro, química —miró hacia otro lugar. —¿Qué insinúas, Emanuel? —Nada. Rodeé los ojos y terminé de preparar el tereré. —Espero que no te pongas así todos los días, porque sería insoportable. —¿Todos los días? —Exacto, vendré todos los días. —¿A qué? —A ayudar a Jeremías con las materias que tiene que rendir. Él no quedó muy convencido, pero no dijo más nada. —¿Quieres venir a tomar tereré? —le pregunté. —Ya voy. Regresé a la habitación de mi primo y comencé a ayudarle con otra materia, historia, que divertido. —Espero que este año pienses en estudiar un poco más —reí. Tenía muchas materias, si seguía así iba a repetir de año, y eso era lo que él no quería, además, Sandra de seguro lo regañaría. El año próximo era mi último año en la secundaria, estaba un poco melancólica por eso, se aproximaban muchos cambios para mi vida. Emanuel llegó con nosotros a la habitación de Jeremías, se sentó a mi lado en la cama. Conversamos, reímos, hicimos tarea, pasé una tarde preciosa con mis primos. Estaba anocheciendo, decidí regresar a mi casa. —Te llevo a tu casa —me dijo Emanuel. Asentí, mejor, no quería caminar. Despedí a Jeremías y salí de la casa, me subí al auto de Emanuel. Emprendimos camino a mi casa, pero antes me pidió que lo acompañe al mercado. Terminamos todo lo que había que hacer, nos subimos al auto de nuevo. —Ahora sí, vamos a tu casa. Me regaló un chocolate “dos corazones”, lo miré, sonreí. —Gracias —besé su mejilla tiernamente. Emprendimos camino a mi casa. Puso su mano sobre mi pierna y la acariciaba. Por fin llegamos, me ponía nerviosa ese chico. —Hola, mamá —dije al entrar a la casa. —Hola, Renata —me saludó, sonriendo. Fui a dejar mis cosas a mi habitación y regresé a la cocina para tomar agua. Había olor a comida, ya estaba cocinando mi madre. Fui a ducharme rápido así estaba lista, me puse un pijama liviano. Cenamos y fui a la cama, como todas las noches, me ponía los auriculares y escuchaba música con el celular. Entró un mensaje en mi celular. “¿Mañana te veo de nuevo?” “Sí” “Te extraño, prima” Me quedé dormida con el celular en la mano, estaba muy cansada. Al día siguiente madrugué, eran las 7:15 am, fui a tomar el desayuno con mis padres. Luego iba a ordenar “obligadamente” mi habitación, pero por decisión propia, porque estaba echa un desastre. —Buenos días —dije. —Buen día, hija —dijo mi papá, le sonreí. Mi madre estaba preparando el desayuno. Tomé mi café con leche, acompañado con un alfajor. Mis padres se fueron a trabajar, me quedé ordenando la cocina. Regresé a mi habitación, me puse un short deportivo, una remera de tirantes, me até el pelo con un moño, fui al baño, me cepillé los dientes, y salí. Para mi suerte tenía baño privado, era pequeño, pero para mí alcanzaba. Comencé limpiando el baño, eso lo terminaba siempre más rápido. Mi celular comenzó a sonar. —Ema. —Hola, ¿estas ocupada? —Estoy limpiando mi habitación, ¿por qué? —Pensaba visitarte. —Si quieres, puedes sentarte en mi cama —reí. Él aceptó, a los minutos estaba en la puerta de mi casa. Yo estaba sola. —Pasa —dije haciéndome a un lado. Entró, besó mi mejilla, fuimos a mi habitación. Se sentó en mi cama, mientras charlábamos, puse música. —¿No es muy temprano para que andes vagueando? —le pregunté. —No podía dormir por el calor. —Ni yo, ya ves. Eran las 9:20 am, Emanuel fue a preparar el mate y regresó a la habitación con galletas de chocolate que había encontrado por ahí también. Terminé de organizar mi baño personal, en verdad había cambiado un cien por cien. Luego busqué el limpiador de vidrios para limpiar mi ventana, que realmente necesitaba hacerlo, porque no se veía para afuera. Terminé con eso, limpié todos los muebles, dejé ordenada mi repisa, en la cual había hasta restos de comida. Debía admitir que para ser mujer, era demasiado desordenada. Me senté un rato con él en la cama para tomar mates tranquilos y luego seguía ordenando. —¿Hoy irás a casa? —Sí, ¿por qué? —Curiosidad, primita, curiosidad —sonrió. Lo miré, y reí por su gesto, sabía muy bien a que se refería. Era todo tan difícil, éramos primos, pero… Las horas pasaron, él se fue a su casa al mediodía, casi cuando llegaron mis padres. Preparamos algo de almorzar, comí y luego fui a ducharme, porque tenía mucho calor. Me puse un vestido liviano de verano, con flores, lo amaba. Ojotas en los pies, como siempre, infaltables. Cepillé mi cabello, mis dientes, me perfumé, busqué mi mochila y salí. Eran las 3:00 pm, tenía que ir a la casa de mi primo. Luego de unos veinte minutos llegué a mi destino. Toqué el timbre, y de nuevo, me abrió Emanuel. —Pasa —estaba un poco raro. —Hola… —murmuré, besé su mejilla. —Hola. —¿Pasa algo? —Luego hablamos, ¿sí? —Bueno —me preocupaba. Me dirigí a la habitación de Jeremías, y al entrar, para mi sorpresa, él estaba con Fiorela, mi antigua mejor amiga, y ex novia de Emanuel, ¿qué hacía con ella? ¿Qué hacía en la casa? —Lo siento —vi que estaba ocupado. —Reni… No puedo ahora —estaba ¿avergonzado? —Vale, me buscas luego —me fui de la habitación.
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