Capítulo 6

1225 Words
Salí de ahí sorprendida. Fui en busca de Emanuel. ¿Qué mierda hacía Fiorela ahí? —Ema… —murmuré. Estaba sentado en una de las sillas de la mesa, con su cabeza apoyada en su mano. Me senté a su lado. —¿Qué sucede? —acaricié su pierna. —Hoy no me siento muy bien. —¿Quieres hablar? —Sí, por favor. —Ven —tomé su mano, me dirigí a su habitación. Entramos, él cerró la puerta y… ¿le puso seguro? Bueno, eso era lo de menos, me senté en su cama, esperando que él hiciera lo mismo. Se recostó y me miró. —¿Me cuentas? —lo miré, sentada a su lado. —Ven… —susurró, hizo una seña para que me recueste a su lado—. ¿Has visto con quién está Jeremías? Me recosté pegada a él, apoyando mi cabeza en su pecho. —Sí… ¿Qué hay con eso? —Es su… “novia”. ¿¡Novia!? Trece años tenía, y encima, habiendo tantas chicas, ¿ella? Lo miré fijamente, él en verdad se sentía mal por eso… Su propio hermano saliendo con la que había sido su cuñada en algún momento, en verdad no lo podía creer. Abracé a mi primo, él también lo hizo, estábamos acurrucados en su cama. —No le hagas caso —susurré y besé su mejilla. —No me importa, pero me duele. —Te entiendo, pero… —me quedé callada. —¿Pero? —Nada, nada. Por lo menos antes de hablar, pensé bien en lo que iba a decir. Me acariciaba el cabello y ya me estaba dando sueño. —Si sigues así, me dormiré —él rió. —No te dejaré —comenzó a hacerme cosquillas. Me retorcía y reía a carcajadas, él sabía lo que provocaban las cosquillas en mí y, además, que no me gustaban. Él quedó sobre mí, a escasos centímetros de mi rostro, nos mirábamos fijamente a los ojos. Desvié mí vista a su boca, luego regresé a sus ojos nuevamente, no pude evitar morderme el labio. —Reni… No hagas eso —susurró. —¿Qué cosa? —No te muerdas el labio. Acarició mi mejilla con su pulgar, cerré los ojos, ¿qué me estaba pasando? Él cortó más la distancia, nuestros labios rozaron. Me tensé, pero luego le seguí el juego, nuestros labios chocaron y se profundizaron en un beso. Se sentía hermoso, sentía que hacía tiempo lo estaba esperando. Nos separamos un poco a falta de aire, nos miramos nuevamente a los ojos, sonreí y él también lo hizo. Sabíamos perfectamente que estaba muy mal lo que hacíamos, pero, ¿no se dice que hay que seguir al corazón? Nuestro corazón decía eso. Emanuel me gustaba, y tenía sentimientos hacia él. —Te quiero —susurró, se acostó de nuevo a mí lado, me abrazó. —También yo, primo —ambos reímos. —¿Secreto? —sonrió. —Secreto —sonreí y dio un corto beso en mis labios. Empezó a tronar, había mucha tormenta. —¿Quieres ver una película? —sugirió Emanuel. —Dale. Nos levantamos de la cama, fui al baño, regresé. Él se encargó de buscar una película, tenía televisor en su habitación, así que allí estaríamos tranquilos. Me acomodé en la cama de nuevo y lo esperé. Puso el seguro a la puerta de nuevo, me guiñó el ojo, sonreí. Se recostó de nuevo, se acomodó detrás de mí. Puso play a la película. A los minutos pude sentir algo en mi espalda, sí, era su erección. Me di vuelta para verlo, quedando frente a él. —¿Qué sucede? —preguntó, haciéndose el desentendido. —Esto —susurré, toqué su parte íntima por encima del pantalón. Se avergonzó, se puso colorado, reí. Me acerqué a su rostro, mordí su labio inferior. —Mm —jadeó—, no me hagas esto —susurró. —¿Y si no? En un movimiento quedé debajo de él. Lo miré fijo, volvió a besarme, pero con pasión. Abrí mis piernas, él estaba en medio de ellas, haciendo movimientos sobre mi feminidad, aunque ambos teníamos ropa, podía sentir su notable erección. —Reni… —susurró, alejándose. —¿Qué? —No quiero apresurarme a nada contigo —me dijo apenado. Era cierto, yo mantenía mi virginidad aún, y tenía miedo a eso, más aún, porque tenía quince años. Amaba su respeto, su forma de ser conmigo. Dejamos la película a un lado, Emanuel me dio un corto beso en mis labios, salimos de la habitación. Fuimos a la cocina a buscar algo de comer, mi estómago hacía ruido, estaba pidiendo comida urgente. Jeremías seguía encerrado en su habitación, seguro con Fiorela. No lo podía creer. Me serví una taza con leche, y le puse unos cereales, mi primo hizo lo mismo. Las horas pasaban y no había miras de que Jeremías salga de la habitación, estaba oscureciendo y no paraba de llover tampoco, decidí irme. Emanuel me llevó a mi casa. Estacionó en frente. —Hasta mañana, Reni —sonrió. —Hasta mañana, Ema —sonreí y besé su mejilla. Al separarme lo miré, fingía estar ofendido porque no le había dado un beso en sus labios, pero no podía hacerlo, no en público, ni siquiera me sentía segura con todo eso. Me bajé del auto y fui corriendo hasta la puerta de mi casa. Entré, empapada. —¡Hola! —grité. —¡Rena, ven a comer! —gritó mi padre. Dejé mi bolso en el sofá y fui a la cocina, tenía mucha hambre. Mi madre había preparado pizza de diferentes sabores, amaba la de huevo duro, entre todas, era una de mis favoritas. —Está delicioso —dije saboreando la comida. Terminamos de comer, y fui a tomar una ducha. Salí del baño, me puse el pijama y tomé el celular, tenía un mensaje de Jeremías. “Reni, ¿vendrás mañana? Perdón por lo de hoy.” “Sí, iré, y también tengo que hablar contigo.” Tenía que hablar con él sin falta, ¿cómo podía hacerle eso a su hermano? Habiendo tantas chicas en el pueblo, se cruzó con ella, con Fiorela. Además, tenía trece años, a qué quería jugar. Me recosté sobre la cama, estaba cansada. Revisé mi celular hasta que caí en un profundo sueño. Me desperté a la madrugada sintiendo frío, además, seguía tronando y lloviendo, me cubrí con las frazadas y… Mucho mejor. Volví a dormir. —Reni, cariño… —murmuró una voz a mi lado, era mi madre. —Mm —me quejé. —Debes levantarte. —¿Por qué? —Iremos a la ciudad a comprar unas cosas —me encantaba ir a la ciudad. Me levanté lentamente, mis padres sabían que no debían apurarme cuando recién acababa de despertar. Busqué ropa, seguía haciendo un poco frío. Me puse un jean, una remera de tirantes, zapatillas y un buzo. Sencilla y cómoda. —Mamá, no quiero ir —en verdad no tenía ganas de hacer nada. —Debes venir con nosotros. —¿Por qué? —Debes comprarte las cosas para el colegio, entre otras cosas. Asentí, no me quedaba otra opción, tenía que ir. Le avisé a Jeremías que no sabía si iría, debido a que no sabía cuánto nos tardaríamos allí.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD