Siete años después …
—No… no… Ayudenme. No otra vez… No quiero… —Estoy sentada en el suelo con las rodillas pegadas al pecho.
Sudada, llorando desconsolada mientras mis recuerdos del pasado, comienzan a salir. No quiero abrir mis ojos, porque sé que voy a encontrar oscuridad.
—Lety... ¿Dónde estás?... —susurré —. Te necesito… — fueron mis últimas palabras, ya no tenía fuerzas. Escuche unos pasos seguidos de unos gritos lejanos.
Sentí unas manos suaves acariciando mi pelo, también escuchaba a alguien hablar, pero no entendía sus palabras; al intentar moverme, mi cuerpo se sentía muy pesado, seguido con un dolor de cabeza muy intenso. Al abrir los ojos, mis párpados pesaban, así que los fui abriendo poco a poco, mientras se acostumbran a la luz. Al principio todo se veía nublado, volví a cerrar los ojos y al volverlos abrir me encuentro con ojos de color miel llenos de lágrimas.
—Oh, Isa, aquí estoy —susurro—. Me asustaste, ¿qué fue lo que pasó? ¿No dejaste la lámpara encendida? —mientras negaba con la cabeza, cerró sus ojos, al volver a abrirlos suspiró con frustración—. Ida sabes que sin eso no puedes dormir, es como empezar de nuevo. No puedes retroceder.
—Sí, lo sé Lety. —ella levantó su mano para acariciar mi mejilla con mucha ternura—. Lo siento, estaba leyendo y no vi que era tarde —cerré mis ojos de nuevo y al abrirlos la observe detenidamente. Dándome cuenta de lo agotada que se ve. Tiene ojeras terribles; desde que estoy con ella ha vivido con mi enfermedad a mi lado siempre. —Debí quedarme dormida. Ya sabes lo qué pasó después.
—Tranquila Isa, ya pasó. Lo importante es que estoy aquí. No estás sola. —asiento con la cabeza. Volviendo a cerrar mis ojos.
Recuerdo cuando tenía diecinueve años, Diana, mi madre, me hizo tanto daño que terminé vagando por la calles por varios meses, sin nada que comer o un techo donde vivir. Caí a un hospital por estar en estado de desnutrición. Pasé varios días internada, donde me hacían exámenes. Los mismos doctores tomaron la decisión de referirme a un Psiquiatra, porque no les decía de dónde era yo; en realidad no hablaba, tenía miedo de decir quiera y que me mandaran donde Diana. Fue ahí donde conocí y llegue a manos de Leticia Rawson (Lety). Con varias secciones, ella me diagnosticó con “Claustrofobia” (miedo a los lugares cerrados) y “Nictofobia” (miedo a la oscuridad). Ella como mi doctora de cabecera me refirió con una nutricionista, ya que mi cuerpo se había olvidado lo que era poder comer bien. Después de semanas ingresada, todo lo que pasé por fin me dieron de alta, aunque no tenía donde ir. Al darse cuenta Lety, me ofreció por unos días quedarme con ella. Para mí fue una gran bendición porque no quería andar más en las calles. También era una gran factura para pagar el estar internada. Pero Lety se hizo cargo; sabiendo que cuando tuviera la oportunidad de volver con mi padre él le pagaría todo. Además el estar cuatro semanas juntas nos habíamos encariñado bastante, con ella era la única que hablaba. Conforme nos fuimos conociendo, ella me iba contando que tenerme en su mansión era un motivo de felicidad; porque ella y su esposo no pudieron tener hijos. Me contó que poco antes de conocerme él murió. Al quedar devastada, la impulsó a ejercer su carrera. Cosa que al día de hoy doy gracias, porque de no haber pasado por ese sufrimiento, la verdad no se donde estaría. Con el tiempo decidimos buscar a mi familia. Pero una cruel realidad me hizo detenerme. Me habían dado por muerta, había salido en todos los periódicos. No podía aparecer así de la nada donde mi papá o mi hermano. Entonces con el dolor de mi alma tomé la decisión de que era bueno cambiarme de nombre y ponerme otro apellido. Cosa que Lety me apoyó y pensó que sería bueno ponerme su apellido y hacerme pasar por su hija adoptiva. Al principio no me sentía bien, lloraba de ver cómo la vida nos fuerza a cambiar. Pero estaba más que asustada, porque nos dimos cuenta que mi madre, después de un mes, todavía me buscaba. Ya pasaron siete largos años donde mi vida cambió para mejor. Donde decidimos que lo mejor era vivir con ella a tiempo indefinido; también los cuidados de Lety era algo que jamás me había imagino. Para mi eran más, era una madre, aunque cuando me toca las secciones con ella es como otra persona, una profesional, siempre me hace sentir segura. Algo con lo que nunca crecí.
Luego de mi ataque pase todo el día en la cama, donde Jaqueline ( la ama de llaves conocida como Jaqui ) me traía de comer y Lety no se despegaba ni un solo segundo de mí. Cada momento que despertaba ella estaba a mi lado. Somos inseparables y entendí que no necesitaba a nadie más en mi vida, porque con ella estaba completa. Estoy y estaré eternamente agradecida, porque gracias a ella soy una chica nueva y aunque no sea de sangre me ha amado más que nadie.
—Isa, despierta —sentí unas manos moviendo mi cuerpo—. Ya has dormido mucho.
—Lety, ¡Por favor! —apenas podía articular palabra—. Diez minutos más, ¡por favor! —me quejaba aunque ya estaba medio despierta, no quería enfrentar el día.
—Sal ahora de la cama, necesitas desayunar.
Al momento dejó de insistir. Escucho sus pasos alejándose, luego cerrando la puerta y dejando la habitación en silencio. Reúno todas mis fuerzas para abrir los ojos y respirando profundo, me bajo de la cama, poniéndome mis pantuflas. Al asomarme por la ventana veo que hay un hermoso día. Perfecto para correr, cosa que en los últimos siete años me gusta hacer. Me río de mi misma, quien se lo iba a imaginar. Pero fue como una terapia para despejar la mente; además de relajar bastante el cuerpo. Dispuesta a olvidar lo ocurrido fui al baño, a ducharme rápido, salí envuelta en una toalla, camino hacia mi armario en busca de un top, bragas, licra y zapatillas deportivas. Luego de vestirme, me peino haciéndome una cola alta y por último me lavo mis dientes. Me asomo en el espejo y veo lo diferente que soy ahora, siempre fui sencilla, pero ahora con mucho ejercicio, tengo un cuerpo bien tonificado.. Echo la última mirada para bajar al salón en busca de Lety.
—Lety, ¿dónde estás?
—Cocina cariño, ven a desayunar —contestó con voz alegre.
Lety tiene una de las mansiones más lujosas de Londres, su esposo era dueño del imperio azucarero “Tate & Lyle”. Contaba con excelentes instalaciones, seis salas de estar, cocina, comedor, sala de sol, sala de billar, una piscina cubierta y otra al aire; había una pista de tenis, biblioteca, cine en casa, sala de vapor con sauna, gimnasio realmente no le faltaba nada. Para ella sola era grandísima, incluyendo al personal. Un día de tantos, en el desayuno le propuse que la vendiera. Que comprara una más pequeña. Su respuesta fue...
***
—No puedo, Bill me dejó su amada casa, es lo único que me recuerda a él —se le pusieron los ojos llorosos—. Sabes él está en todas partes, siempre lo imagino, he vivido aquí desde que nos casamos, así que para mi sería muy difícil deshacerme de ella.
***
No volví a tocar el tema, aunque nunca conocí a Bill, Lety me hablaba de lo excelente persona que fue. Ella me asegura que si nos hubiéramos conocido me habría amado. Dejado atrás él recordar, camine hacia la cocina. Me encontré con Jaqui, preparando el desayuno. Me acerqué a darle un beso en la frente. En ese instante, me llegó el delicioso olor de pay de manzana, el mejor que he probado y en eso nadie supera a Lety. Al verla compruebo que es Lety quien está horneando, cuando sintió mi presencia me volvió a ver con esa sonrisa de felicidad, de esas que le llegan hasta sus ojos. Es la sonrisa más bella de Lety.
—Isa, me alegra verte tan bien —se acerca a darme un beso en la mejilla—. Estoy horneando…. —la interrumpo terminando la frase.
—Pay de manzana, ya sé —sonrió—. Sabes que es el mejor del mundo.
Su sonrisa es como tocar el cielo, es la más honesta, su rostro está lleno de amor. No puedo evitar observar lo bella que es, para su edad no tiene casi arrugas, ojos color miel, las cejas bien definidas, nariz perfilada, pelo corto de color ceniza, tiene camanances en sus mejillas y es un poco más alta que yo. Me quedo corta al llegar a su cuerpo, es realmente increíble, es una mujer impresionante y recién cumplidos sus sesenta años.
—Espero que cuando llegue de correr esté listo, porque estoy deseando una buena porción —sonreí—. Voy al parque y después a Starbucks por mi café. ¿Quieren algo?
Las observo a ambas.
—No cariño, ve tranquila —veo que Jaqui niega con la cabeza—. Las dos estamos bien. Disfrute el día espectacular que hay afuera y de una vez me saluda a Evans —comenta Lety, en seguida que guiña un ojo.
—Mejor me voy, porque vamos a empezar con lo mismo —puse los ojos en blanco—. Sabes Lety, que no me interesa; somos simples amigos.
Me acerqué a ella, depositando un beso en su frente y me alejé de la cocina antes de caer en su juego. Fui a disfrutar del maravilloso día y como mejor me gusta, corriendo. Después de pensar en mi pesadilla y dejarla ir por una hora, ya me siento satisfecha de correr y mi cuerpo está totalmente sudado y complacido. Lo lindo de vivir en un lugar tan grande como este, es que no tengo que salir de la propiedad así que es fácil volver a casa. Fui por las llaves del coche, para ir al Starbucks, que me queda un poco lejos de casa. Tomando la carretera y escuchando “Flames ( David Guetta & Sia )” , iba más que emocionada que no me percate que ya había llegado a mi destino. Cuando camine a la entrada soy recibida por la sonrisa de oreja a oreja de Evans.
—¡Hola, Isa! Que bueno verte hoy —dice, mientras empieza a alistar mi café favorito, que lo conoce muy bien—. Ayer te eché de menos.
Le devolví la sonrisa.
—Tuve un poco de gripe, pasé el día en cama. Sabes como es Lety —mentí—. Pero ya me tienes acá de vuelta.
Su sonrisa es muy linda. Si no hubiera sufrido tanto en mi pasado, creo que Evans sería el hombre indicado para mí. Es súper amable, cariñoso, atento, amoroso, tremendamente guapo y lo que me llama la atención son sus hermosos ojos color verde musgo. Hasta tiene bigote con una barba tupida, a pesar de que es joven le luce bastante; que decir de su pelo largo siempre con un moño. Es un hombre estupendo, jamás lo he visto faltarle el respeto a nadie y eso que tengo cuatro años de conocerlo.
—Isa, ¿qué planes tienes hoy después del trabajo?
—¿Qué tenemos planeado?
Me mira divertido.
—Mmmm, se me ocurren muchas cosas, pero no creo que estés de acuerdo —sonríe con picardía.
—Ni en tus mejores sueños amiguito —le entregó el dinero sonriendo.
Mientras él hace el p**o, agarro mi café, pero ninguno hizo ademán de quitar la mirada; cuando me entrega el vuelto roza mi mano y me da risa.
—Pase por mi después del trabajo —salí tirándole un beso y él se echa a reír enseñando su blanca dentadura.
Hemos salido uno que otro sábado, después del trabajo por unos tragos, cosa que nos relaja a los dos, porque nuestro trabajo se basa en mucho estrés así que nos ayuda bastante. Hace seis meses que trabajo en el bar “Prince of Wales Blake”. Después de reunirme con el administrador, Matt Bennett para solicitar el campo vacante de bartender, ese mismo día me contrató. Ese día fue mi día de suerte, pienso. Al subir al coche feliz con mi café. Me detuve en pensar, que esta es mi rutina diaria y que jamás me aburre, me hace aún más sonreír, porque veo cosas diferentes cada día. Me quedo por un momento observando a mi alrededor y me doy cuenta que Londres es un lugar hermoso para vivir. El que quiera venir buscando un sueño, o todavía de visita, pero no para salir huyendo de su pasado, recordar eso me hace sentir una punzada en el corazón. Decido no seguir con esos pensamientos, enciendo mi coche y me marcho. Cuando llegué a casa, fui a darme una ducha rápida para pasar todo el día en la oficina. Ahí es donde paso la mayor parte de mi día, tengo toda mi investigación de mi pasado por todas las paredes, y cuando entro se desconecto de la realidad. Escucho cuando entraba Jaqui, con el almuerzo o el café de la tarde no se.
—Disculpa mi niña, pero ya es tarde —entra con un bandeja en las manos, supongo que es la cena. La puso sobre mi escritorio—. Tienes que cenar antes de irte.
—Sí señora, dame unos cinco minutos, ordeno todo esto y subo —alzando la mirada hacia ella y sonreí —. Gracias, por la cena.
Jaqui asiente con la cabeza y se va. Viendo el reloj, me doy cuenta que falta poco para entrar a trabajar, decido cenar y terminar lo último de mi investigación. Viéndome al espejo sonreí, estoy muy satisfecha con mi uniforme. Es un vestido corto color n***o que se apega perfectamente a mis curvas, mis sandalias son de plataforma negras, me deje el pelo suelto, ya que es lacio, no se necesita mucho trabajo, me llega por la cintura, mi maquillaje es simple, así que dada por terminada mi inspección, agarré mi bolso; y salí a la sala de espera donde está Lety con un libro uno de mis favoritos “Orgullo y Perjuicio”
—Lety, ya te dije que Darcy es mío, no te lo voy a dar si lo sigues leyendo por tercera vez—la interrumpo.
Se levantó a darme un beso en la frente.
—Que va señorita, es más mío que tuyo. Dejá de robarte a mis novios literarios.—Lo dice tan seria siempre, que es inevitable no reírse. Y ella pone los ojos en blanco diciendo. —Que te vaya bien Isa, me avisas cuando llegues.
—Jamás me imaginé a ti Lety, echándome de casa—me puse una mano dramática en el pecho. Y con eso sonrío.—Se me olvidaba, Evans va por mi después del trabajo para ir por unos tragos —sonríe con malicia, lo pasó por alto poniendo los ojos en blanco—. Así que te iba a preguntar si Raúl puede llevarme.
—Isa, sabes que puedes disponer de él cuando quieras.
Antes de irme me quedo viéndola por un momento, veo en sus ojos cansancio y que ha perdido peso. Recuerdo que últimamente se le está cayendo mucho el pelo. ¿Será que le está pasando algo? Tal vez, está enferma y sin darme cuenta.
—Lety, te estoy viendo que estás cansada, también que has perdido peso —le agarre las manos—. Estoy preocupada, quiero que saques una cita con la Doctora Wendy, para la próxima semana —deposité un beso en su frente—. ¡Ah!, y quiero acompañarte.
Se puso tensa, por su forma de agarrarse las manos me doy cuenta que me va a mentir.
—Claro que si, sacare cita con ella —veo que está buscando una salida a este tema—. Pero cariño, no es necesario que me acompañes puedo ir sola —sonríe nerviosa, cosa que despierta en mi interés—. Vete, se te hace tarde.
Asiento con la cabeza, me dirijo a la salida del garage y donde me espera Raúl, pero antes de abrir la puerta me detengo, y la vuelvo a ver.
—Sí voy a ir Lety, así que no intentes detenerme —salí sin darle tiempo a contestarme.
Ya montada en el todoterreno con Raúl.