Amor a primera vista
Estoy con Jamie disfrutando de un delicioso Coconut macchiato en Starbucks. Después de tantas veces que lo he tomado se volvió mi vicio.
—Hola Rose ¿Cómo estás? —Su cara mostraba preocupación. Puse los ojos en blanco asqueada del nombre que usó al llamarme.
—No empieces con eso de “Rose”— lo sentencié. Lo que le hizo gracia y asintió. —Si te digo que bien, miento —me limpie la boca—. Lloró todavía en las noches por él.
Mi madre es Diana Smith. Una profesora en “Calabasas High School”, la escuela más grande del distrito. Está más que feliz, y orgullosa de estar ahí. Al conocer a Henry Stone que es mi padre, cambió por completo su vida. Él es un empresario informático y filántropo estadounidense, cofundador de la empresa software Stone junto con su hermano mayor. Stone Corporation. Con un año de conocerse se casaron y formaron una familia de dos hijos, primero nació Larry y seis años después nací yo. No puedo decir que todo ha sido felicidad, porque no lo es. Mi madre tiene un carácter fuerte, toma sus decisiones sin importar a quién se lleve por delante, incluyendo a mi padre. Llegué a pensar que ella tiene problemas serios en todo sentido, porque cuando era niña y entendía las cosas siempre me pregunté, ¿por qué mi mamá era así conmigo? Pasaron semanas, meses, años y no obtuve respuesta sobre su forma de ser, tan grosera. Se expresaba de mi sin corazón, que al punto pensé que no sentía amor por mí. Y así fue, ella dejó muy claro sus sentimientos por sus hijos, desde pequeña solo mostraba amor por Larry y era lógico por la manera que lo prefería. Se pasaba comparándonos la mayor parte de nuestra vida, ante sus ojos él siempre fue perfecto, en cambio conmigo fue muy distinto. Mentiría si dijera que no llegue a tenerle envidia, lo sé, es mi hermano, pero todos los días soñaba que fuera amorosa conmigo, lo que pasó de ser solo un sueño. En mi corazón el dolor fue creciendo y consumiendo mi alma, así que empecé a ser una peor persona y la vergüenza para mi mamá, cosa que no me importa. A mis diecisiete años, no es que fuera una alcohólica o drogadicta, si digo “peor persona”, es porque deje de hacerle caso a sus órdenes absurdas y decidí que para mi bienestar lo mejor es pensar que no existe y que solo vivo con Nana.
Veo Jamie con tristeza.
—Sabes, no entiendo Amy —dijo, mientras me acaricia con un dedo la mejilla—. ¿Por qué no te llevo con él?
Deje de comer, por el nudo que se me hizo en la garganta, y agache la cabeza, gesto que a Jamie no le agrado, corrió su dedo hacia mi barbilla y la levantó. Tragando mi nudo en la garganta, conteste.
—Sabes como es mi madre dramática —mis lágrimas amenazaban por caer—. Con todo lo que dijo, la juez llegó a la conclusión que no era necesario. Además sabes que ya pasó demasiado tiempo de aquello, más bien quiero un descanso, se ha hecho eterno.
No quiso preguntar más nada, solo cortó distancia y me abrazó. Cosa que agradecí al momento porque es justo lo que necesitaba, sentir que le importo a alguien.
—No estás sola bella —susurro en mi oreja—. Te quiero.
Siete años antes…Mi padre tomó la decisión de separarse. De mi parte me ha afectado mucho que él se haya ido. Es el hombre más bueno que hay en el mundo, un papá amoroso, atento con sus dos hijos, además de tener gran paciencia con todos. Para estar tanto tiempo con mi madre, no fue por amor si no por el amor hacia nosotros, sus hijos. Algo que siempre admiré de papá fue que a pesar de su trabajo, sacaba tiempo para convivir con nosotros. Cosa que mi madre nunca hizo, porque su prioridad era su trabajo. Esa vez quedé sorprendida por primera vez en años, que su discusión no fuera por mi, sino por un rumor que llegó a los oídos de papá, fue eso lo que llevó a la separación. Se dice que mi madre se anda revolcando con un compañero. Mi madre desesperada le rogó que no la dejara, que había solución y estuve escuchando sus ruegos.
***
—Basta Diana, suficiente. No te humilles más —su respuesta fue seria—. Te he soportado todo por nuestros hijos, ahora quieres que te perdone esto. No. Han sido muchos años juntos, ni uno más. Se acabó. —con voz más calmada prosiguió—. Pienso llevarme a Amy.
Escuche a mi madre reír a carcajadas.
—¿Todo es por… es por ella verdad? —pregunta con la lengua trabada—. Tenía que haberme deshecho de ella desde un principio, sabía que sería un problema y lo ha sido desde que nació —gritaba—. sobre mi cadáver sale de esta casa.
En ese momento llega mi hermano, evitando poder seguir escuchando y se acomoda a mi lado susurrando que ella no sentía eso, solo lo decía por cólera. Pero él y yo sabíamos bien qué era real su odio y me molesto muchísimo.
—Basta —dije—. Siempre me has dicho lo mismo, ya no soy una niña pequeña a la que puedas engañar fácilmente. Sabes muy bien que cada palabra es verdad, porque de la boca de mamá no sale nada bueno hacia mi ¿No te das cuenta? Todos lo sabemos ya. Así que no la defiendas más, porque ya tengo diez años, y dejé de ser tonta Larry.
Esa noche lloré, porque sabía que iba a ser muy infeliz, cuando mi papá se marchara. La puerta de mi habitación se abrió de golpe y mi padre entró con los ojos inyectados en sangre, se agachó donde estaba yo y me susurró.
—Sé que estás despierta Amy, será un poco duro para ti quedarte con tu madre, pero no estás sola, tu Nana estará contigo al igual que tú hermano —acercándose más a mí depositó un beso en mi frente—. Te amo, jamas lo dudes —lágrimas corrían por sus mejillas—. Siempre seras mi consentida, La niña que me robó el corazón desde que nació. Sabes que estoy a un llamado.
Sin poder evitarlo, y negándome a dejarlo ir, salió por la puerta y con él mi vida completa. Sabía que por años lo retuve conmigo, sin amor por mi madre. Ya no le podía hacer más esto, sería muy egoísta de mi parte. Así que lo mejor que hice fue quedarme callada en mi cama, y abrazando mi almohada. Lo que papá no sabía o tal vez sí, era que al irse todo se iba a complicar. Para mi madre la desgracia en su vida era yo y todos sus problemas giraban por mi culpa. Su divorcio estaba en marcha, sus citatorios eran constantes en el juzgado, y mientras tanto mi madre se daba de víctima. Ese día la juez jugó a su favor y me tocó quedarme con ella, mientras cumplía la mayoría de edad y poder decidir si quería seguir viviendo con ella o vivir con mi padre.
***
Soy sacada de mis pensamientos dolorosos y vuelvo con Jamie al presente.
—¡Hey!
Los dos nos separamos del susto, levantamos la cabeza y nos encontramos con una hermosa sonrisa.
—Stephen ¿Qué tal? —contestó Jamie.
Con rapidez me limpié las lágrimas que había derramado, sin darme cuenta. Mientras tanto él se sentaba a su lado.
—No me puedo quejar —me vuelve a ver con una sonrisa en su rostro—. ¿Ustedes cómo están? ¿Desean algo más?
Niego con la cabeza.
—No amigo, así estamos bien, gracias —Jamie me vuelve a ver con una sonrisa pícara—. Stephen te presentó a Amy.
Él me mira con una sonrisa de canalla.
—Mucho gusto muñeca.
Amor a primera vista. Ante mí está el hombre más atractivo que jamás había visto.
—El gusto es mío Stephen.
Sonríe como una completa tonta.
Era costumbre después de un largo día en el Instituto llegar por mi café. Después de los años Starbucks se volvió mi segunda casa. Así que conocía a todos los que trabajaban aquí, menos a Stephen. Por eso cuando lo vi me pareció extraño. Primero, porque no parece que tenga necesidad de trabajar. Eso lo digo por su elegante ropa. Segundo, no parecía un adolescente, no me juzguen, acá se les da la oportunidad de trabajar a los que están en la universidad, y Stephen se ve que ya tiene sus añitos. Debo añadir que es demasiado guapo para nuestros ojos. Conforme iba pasando la semana, poco a poco empecé a conocerlo, además de saber ya lo que pedía, lo sé porque cuando me acomodo en mi lugar preferido, llega con mi pedido. Así pasaron los días y nos dimos cuenta que teníamos química. Tan solo con simples palabras, gestos, sonrisas cómplices, sin darnos cuenta comenzamos a vernos, hasta que por fin pasó un mes me invitó a salir una noche. No sabía bien qué hacer, ya que nuestra diferencia de edad es muy notable. Me dijo que tiene veinticinco años, ocho años más que yo, bastante para mi y para las demás personas, pero aún así terminé aceptando. Así que habíamos quedado un sábado por la noche.
—Muñeca, no te preocupes el sitio va por mi cuenta.
Me encanta que me diga así. Mis días se me hacían más fáciles en el momento que entraba al lugar y él me sonreía. El resto de la semana pasó muy rápido y por fin había llegado el día de la cita, al fin nos veríamos fuera de Starbucks. Estoy ansiosa por verlo. No sabía cómo decirle a mi madre de la cita, así que no me quedó de otra más que mentir.
—Madre, voy a salir con Jane. —No pregunté, si no más bien lo dije en afirmación.
Dejó de hacer lo que estaba haciendo para mirarme.
–Amy, y se puede saber ¿porque me avisas?—dijo sin importancia, y siguió con su trabajo—. Como sea.
Al ver que no le dio importancia di media vuelta y fui a mi habitación. Después de horas alistándome, recibí un mensaje de Stephen con la dirección. Sonreí porque había pensado en todo, escogiendo un lugar a las afueras de Calabasas, así nadie nos iba a reconocer, para mi fue un gran detalle, porque si mi madre se entera sería el final de algo que apenas está empezando. Llegué al garaje cuando me encontré con mi Nana sonriendo.
—Mmm tus ojitos brillan, estás ilusionada y eso me hace muy feliz pequeña —se acerca a darme un beso en la frente—. Solo ten cuidado.
Mi Nana ha sido lo mejor de esta casa durante los siete años de ausencia de papá. Para mi ella ha sido mi madre.
—Si Nana, te lo prometo—sin más nada me monté al coche.
Saqué la licencia el año pasado, así que no tengo la necesidad de usar chofer. Además papá me mandó mi Audi TT del año hace unos meses, así que tranquila voy conduciendo muy ilusionada, siguiendo la dirección en la que siri me va informando. Estoy llegando a una calle muy iluminada con una decoración extraordinaria. Cuando estoy llegando al final de la calle al fondo veo un sitio realmente hermoso. Estoy sorprendida de la hermosa vista, es un restaurante de lujo, cuando estoy aparcando veo que se acerca a mi un aparcacoches.
—Señorita, si me permites.
Asiento con la cabeza, así que me bajo del coche. Mientras camino hacia el interior del restaurante, iba viendo los detalles antiguos lo cuales me llamaron mucho la atención desde el inicio, sus paredes eran de rocas y junto una iluminación suave, se veía un lugar perfecto. Estando adentro la música tranquila, veo a Stephen y comencé a caminar en su dirección.
—¡Hola, muñeca! —se levanta y me saluda con un beso en la mejilla.
Me deslizó la silla que me ofreció para sentarme como todo un caballero.
—¡Hola, Stephen! —le sonreí—. Me encanta el lugar.
Nos interrumpe el mesero.
—Buenas noches —nos sonríe—. ¿Qué desean tomar?
Stephen me volvió a ver así que reaccioné rápidamente.
—Un “Martini de manzana verde”, ¡Por favor!
Stephen levantó una ceja, pero me sonrió negando con la cabeza y se apresuró a pedir.
—Me trae una cerveza —no miro al mesero, si no que siguió viéndome a mi.
—Claro, se los traigo en breve. ¿Algo más?
—Si la señorita desea algo más, con mucho gusto se lo hago saber, por ahora estamos bien. ¡Gracias! —respondió Stephen muy amable, levantando su mirada hacia él.
Cuando se fue el mesero, puso su mirada en mí, consiguiendo ruborizarme, sabía que me estaba abusando de él, ya que no puedo tomar. Me perdí justo en ese momento que me doy cuenta lo increíblemente guapo que es.. Sus facciones son hermosas, ojos color azules tan perfectos jamás los había visto, pómulos marcados, su nariz perfilada y qué decir de esos labios gruesos y jugosos de esos que jamás te cansarías de besar, sus dientes blancos perfectos y lleva una barba de tres días; su pelo es corto de color castaño y viéndolo bien tiene sus buenos músculos, es bastante atractivo. No puedo evitar reírme de esta locura, una adolescente de apenas diecisiete años con un hombre así de guapo.
Stephen se me queda mirando.
—Comparte conmigo, ¿de que te ríes? —bromeó.
—Sabes que esto es una locura.
—Claro que lo sé —sonrió—. Pero Amy la verdad no me importa tu edad, si es lo que te preocupa —dijo tranquilamente.
—Claro que me preocupa, soy menor de edad y te traería problemas.
—Por ti me arriesgo.
No puedo evitar sonreír.
—No deberías, no conoces a mi madre.
Se me quedó viendo esperando que siguiera con la conversación, pero la deje ahí. No es momento para eso. Entramos en una conversación fluida, me habló sobre sus compañeros y me contó cómo conoció a Jaime. Nos reímos recordando cuando él pensaba que era su novia.
—Llegué a pensar que de verdad estabas con él. Por la forma en que él te mira, juraría que está enamorado de ti.
—Jamás, tenemos años de ser amigos. Seguro ves el cariño que me tiene.
Al parecer él no piensa lo mismo, me lo dice su mirada. Cambiamos de tema, contándome sobre lo que hace en su tiempo libre, le gusta correr todas las mañanas antes de trabajar, le gusta estar en forma y de vez en cuando va al gym. Le confieso que no me gusta correr y menos hacer ejercicios. Luego pasamos a nuestras vidas, me cuenta que no es de aquí y que vive con una tía por un cierto tiempo, pero no entra en detalles sobre sus padres.
—Muñeca, a veces es mejor estar lejos de la familia —no volvió a hablar de su familia.
Le resumí mi vida, lo más breve posible.
—Sabes que no entiendo —dijo mientras me agarraba la mano sobre la mesa—. Si tú madre no te quiere cerca, ¿por qué no te dejó ir con tu padre?
Buena pregunta.
—He pensado que es para hacernos sufrir a los dos, pero ya pasaron siete años de eso. Cuento los días para irme con él.
—Tu madre está mal de la cabeza —asiento—. Hacerte eso.
—No importa, dejemos el tema —puse mi sonrisa más falsa—. Venimos a pasarla bien.
—Tienes razón, muñeca —me devuelve una sonrisa forzada.
Tuvimos una noche increíble, aunque nos salimos un poco del tema, pero recuperamos la noche.
—¿Qué piensas hacer en el futuro? Ya sabes sueños, profesión —pregunta Stephen curioso.
Por primera vez no sabia que contestar. ¿Sueños? No sabía que quería en la vida y me fui filosóficamente.
—Eso se da poco a poco, uno vive el día a día.
—Que profundo —dijo Stephen sonriendo.
Me fui abriendo con él poco a poco.
—Me gusta mucho poder hablar contigo—me sonrojo.
—Aja —levantó una ceja—. Y yo, ¿Te gusto?
Me ardieron las mejillas.
—Sí.
—Pues muñeca, estamos en las mismas, porque tu también me gustas y mucho.
—¿Se puede saber que te gusta de mi?
Se quedó analizando, hasta que por fin confesó.
—Voy a ser sincero, además de ser muy guapa, me sorprendió bastante tu grado de madurez para la edad que tienes, y sé tu edad desde hace tiempo por Jaime —oh—. Pero nunca ha sido un obstáculo para mí, nunca me ha impedido querer estar contigo.
Me quedé sin palabras al escuchar “querer estar contigo”. ¡Oh, por Dios! Este hombre tan guapo quiere algo conmigo, me ruborice con solo pensarlo. Sonríe con picardía. Llegó nuestra comida, y ahí quedó nuestro coqueteo. Estaba delicioso, lo disfruté tanto, con nuestra miradas, sonrisas y poder conversar de sus intereses. Cuando nos dimos cuenta se nos hizo tarde.
—Amy ya es tarde, no quiero que tengas problemas —levanta la mano para llamar al mesero—. Pasé una linda noche —cuando llega el mesero veo que saca su tarjeta y se la entrega—. Quiero verte otra vez —me guiña un ojo.
Me sonroje verlo.