Nuestra primera labor fue intentar buscar el animal del que provenía el virus. No era muy complejo, ya que los asistentes de la investigación habían encontrado algunos rastros y en pocas horas habíamos dado con el animal: murciélago.
Nuevamente eran los murciélagos, pero preferíamos que fuese así y de esa manera no tendríamos muchos problemas por investigar nuevos animales que nunca habíamos tratado en nuestra vida.
— Los asistentes se encargaran del análisis del animal —Félix comentó—. Nosotros intentemos estudiar el virus en sí.
— Está bien.
Cada uno se dedicó a una labor diferente y nuestro tiempo pasó con rapidez. Pronto ya estábamos con hambre y decidimos salir a almorzar. Yo no podía pasar mucho tiempo sin comer o mi estómago me jugaba una mala pasada.
— ¿Cómo te has sentido? —Cuestioné mientras daba un mordisco a mi ensalada.
— No sé.
— ¿Qué significa eso?
— Cuando intenté acercarme a una de las asistentes para preguntarle algo —Joel tragó saliva y volteó a mirar a su alrededor—. Ella corrió lejos de mí como si fuera el propio virus. Ni siquiera pude decir una palabra.
— ¿Cómo así? —Fruncí el ceño.
— Como oyes. No sé si es por el hecho de la jerarquía que nos nombraron —continuó—, pero si me sentí algo raro. Intenta hacerlo tú.
— Lo voy a intentar ahora.
Joel intentó detenerme, pero me alejé de su agarre y decidí caminar a la mesa de unas personas que se veía más jóvenes que nosotros.
— Hola —saludé y ninguno me volteó a mirar—. ¿Cómo están?
Las cinco personas en la mesa continuaron hablando como si yo no existiera y puse las manos en mis caderas.
— Necesito preguntarles algo.
Nuevamente era ignorada.
Mi mano se dirigió hacia el hombro de una de las chicas y podía jurar que era como un fantasma. Mi rostro se deformó y pronto sentí las manos de alguien empujándome lejos de ellos.
Le había tocado, estaba segura. Pero no había sentido nada.
Comencé a temblar y miré mi mano. ¿Qué acababa de suceder? ¿Quiénes eran esas personas? ¿Acaso algo me estaba haciendo daño?
Joel corrió hacia mí y quitó un hombre que, al parecer, era quién me había alejado de los demás.
— Pero- pero…
— ¿Estás bien? —Joel se veía preocupado y asentí, intentando levantarme del suelo—. ¿Qué sucedió?
— No- no sé.
— ¡Joy! —Un grito se escuchó en la entrada del restaurante y observé a Julián con su rostro furioso—. ¡Nosotros habíamos hablado algo antes de comenzar a trabajar! ¡Jerarquía!
— ¡No la grite! —Joel se levantó—. ¡Uno de sus hombres la golpeó!
— ¡Por no seguir órdenes! ¡Los dos váyanse a su lugar!
Las venas de su cuello se marcaban y sin rechistar, asentí. Todo había sido mi culpa, no podía aceptar que mi esposo peleara por mí. Yo había sido la que no quiso seguir órdenes.
— No pelees —susurré—. Por favor…
Joel apretó mi mano y me alejó de todo el revuelo. Sin rechistar le seguí, pero antes, miré a mi alrededor y nadie había volteado a mirarnos. Parecía una cárcel o una realidad diferente a la de nosotros.
A paso apresurado nos dirigimos hacia el aparta estudio y entramos al lugar con un portazo de Joel.
— ¡No puedo creer que ese hombre te trate de esa manera! ¡Es un idiota!
— Por favor… no más.
— ¿Estás bien? ¿Quieres renunciar?
Un sonido proveniente del techo nos alertó y volteamos a mirar con miedo. Una pequeña camarita salió y escuchamos una voz:
No pueden renunciar. Firmaron un contrato.
Mi piel era de gallina y mis ojos buscaron los de Joel. ¿Qué estaba sucediendo?
— ¿Qué?
Lo abracé y cerré los ojos, pensando en dónde demonios nos habíamos metido. No era posible que el primer trabajo que habíamos conseguido en una investigación importante y sucedieran este tipo de cosas. ¿Acaso así era en todas las investigaciones?
***
Una hora después, ya me encontraba más calmada y descansando en mi cama. Joel había tenido que irse a continuar trabajando y yo estaba algo así como “castigada”. No podía hacer absolutamente nada sin órdenes de Julián y estaba muriendo de estrés al no saber qué estaba sucediendo con Joel. Me daba miedo que algo pudiese pasarle y tampoco habíamos podido conversar sobre lo que había visto.
Mientras más lo pensaba, más segura estaba. Ellos no eran personas normales. Eran fantasmas. Pero, claramente los fantasmas no existían, entonces, ¿qué eran?
Parecía una realidad alterna y por esa razón no había podido sentir su cuerpo y ella había corrido lejos de Joel. ¿Acaso no querían que nos diéramos cuenta?
Ni siquiera sabía si lo que decía era algo cierto. Yo me había especializado en la universidad en virus provenientes del reino animal. No mucho más. Conocía varias personas que, si sabían todo sobre multiversos, realidades alternas, pero era ignorante en el tema.
Cambio, Joel era un poco más inteligente que yo y conocía las cosas básicas sobre eso. Era el único que podía sacarme de la duda, pero, después de haber visto cómo salía aquella cámara del techo de nuestra habitación, estaba segura de que nos espiaban. Escuchaban todo lo que hablábamos.
Las ocho de la noche llegó de forma rápida y pude ver a Joel entrar por la puerta con su rostro cansado.
— Tuve que trabajar por los dos. Estoy que duermo —expresó y entró al baño.
— ¿Tan mal fue? Lo lamento…
— No, no —comenzó a quitar su ropa para entrarse a bañar—. Fue mi culpa.
Asentí y comencé a preparar un poco de chocolate caliente para que tomara antes de entrar a la cama. Si estaba tan cansado, prefería no comentarle nada sobre lo que había estado pensando durante toda la tarde.
— ¡¿Puedes preparar algo de comer?!
Su grito me llegó hasta la cocina y decidí preparar un poco de pasta. Al parecer el chocolate todavía debía esperar.
— Ni siquiera hay un poco de música en este lugar —suspiré—. Qué miedo.
Nuevamente una pequeña cámara salió del techo, pero esta vez, de la cocina.
Música comenzando.
Una canción de pop antigua se dejó escuchar y tragué saliva con fuerza. Tenían todo el departamento equiparado con diferentes cámaras y micrófonos. Por algún motivo, sentía que debíamos tener cuidado con lo que decíamos.
— ¿Lista? —Joel sonrió y me abrazó por la espalda. Descansé en su pecho y suspiré.
— Sí.
— Hablé con Julián —comenzó y me sentí tensa—. El aparta estudio está lleno de micrófonos que solamente escuchamos nosotros y robots. Ellos nos ayudarán en lo que necesitemos. Muy futurista.
— ¿Seguro?
Esa explicación era un poco inconsistente, a decir verdad. Yo no pensaba que eso fuera de esa manera, pero no había mucho que pudiese comentar puesto que, si era cierto lo que estaba pensando, era mejor no mostrarlo. Era preferible quedarme en silencio, esperando a saber lo que sucedería y en su momento, tomar acción.
— Si, cariño —dejó un casto beso en mis labios.
Escuché el sonido de mi celular y volteé a mirarlo, encontrando un mensaje allí. Julián, pedía que por favor me acercase al laboratorio para hablar sobre lo que había sucedido y crear un informe entre los dos para el día siguiente, ya que se debía enviar resultados a la OMS. Ellos no aceptaban un no por respuesta y era urgente puesto que yo no había trabajado durante el día.
Luego de despedirme de Joel, salí de nuestro aparta estudio y caminé con rapidez, llevando mi celular y mi correo. Tenía algunas propuestas e hipótesis dentro del computador y, por ende, esperaba poder entregárselo a Julián y que decidiera cuál sería lo mejor para continuar investigando.
— ¿Dónde está Julián? —Le pregunté a Félix apenas entré al laboratorio.
— Salió. Por favor, abre tu computador y utiliza esta memoria USB.
— ¿Qué tiene dentro?
— Nada —respondió, pasando por mi lado—. Solo necesitamos que nos envíes lo que tengas.
— Perfecto.
No pasaron ni dos minutos, cuando después de utilizar la USB que Félix me había dado, comencé a sentir que algo andaba mal con mi computador. Se sentía más lento y la pantalla estaba volviéndose negra cada minuto.
Como investigadora, tuve que guardar mi trabajo porque sentí que un virus se infiltraba en mi computador. Tuve que seguir cambiando los programas y apenas revisé el antivirus, me di cuenta de que efectivamente, algo estaba sucediendo en mi computador, pero, aún no podía saber si realmente era un virus o un problema del sistema.
Sentí que mi teléfono vibraba. Julián llamó y dijo que todos los computadores fueron pirateados y necesitaban bloquearlos. Traté de enviarle un mensaje diciéndole que podría no ser un virus, sino nuestro sistema de seguridad, pero, con el pasar de los minutos, parecía que no había recibido mi mensaje.
Intenté reiniciar mi computador, pero me dijo que no había conexión a Internet. El virus debía haber encontrado una forma de desconectarme de wifi o algo más. No había tiempo para esto, así que metí mi computador en el cajón y salí del laboratorio sin molestarme con ningún equipo ni nada porque todo iba mal de todos modos.
Ni siquiera presté atención a las palabras de Félix detrás de mí.
Estaba segura de que algo había ocurrido, pero no en todos los computadores, sino solamente el mío y tenía que averiguar que así era. Así que, salí directamente hacia otro de los laboratorios, esperando encontrar algo.
— ¿Alguien? —Tragué saliva entrando a otro de los laboratorios.
Joder, ni siquiera recordaba que tenían prohibido hablarnos los asistentes. Estaba convencida de que alguien se había metido con mi computador, pero no podía imaginarme quién en el laboratorio podría haberlo hecho.
***
Después de varios días sin dormir ni comer nada, comencé a sospechar de todos en el laboratorio. En ese momento, la idea de quién podría haber pirateado mi computador comenzó a perseguirme con más fuerza y a llenarme de angustia.
— Mi amor, no puedes seguir así —Joel expresó—. Necesito tu ayuda.
— No puedo hacer eso porque alguien ha pirateado mi computador.
— Debes trabajar.
— Cuando resuelva todo esto.
El rostro de Joel se veía desencajado y tragó saliva, pero no rechistó. Sentía que él no quería contarme algo que le tenía preocupado. O no podía contármelo. Tal vez.