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Nuestro vuelo salía a las ocho de la mañana.
Tenía que preparar el café a las cinco y así saldríamos corriendo hacia el aeropuerto. Pero lastimosamente así no eran las cosas. Yo era la persona perezosa de la relación y luego estaba él, Joel. Tan encantador como el primer día que lo conocí y tan puntual como nunca.
Nunca había entendido cómo era posible que él hiciera todas las cosas tan correctamente. Claro que era una persona inteligente —los dos lo éramos—, pero su manera correcta de ser me generaba curiosidad. Llevábamos casados tres años y él nunca había hecho nada fuera de lo normal.
Ni siquiera cuando éramos novios. Yo había tenido que robarle nuestro primer beso y pedirle que comenzáramos al salir, primero pensé que quería mostrarse como una persona mezquina, pero luego me di cuenta de que realmente era así.
— ¿En qué tanto piensas? —Escuché su voz a mi espalda y suspiré.
— En nada. Estoy tomando un poco de té, ¿te gustaría?
— Gracias, pero no. Ya lavé mis dientes.
¿Y eso qué?
Bufé—. Como quieras, ñoño.
— Me siento un poco ofendido con tu comentario.
— ¿De verdad?
— No.
Rodé los ojos y caminé hacia el comedor, donde me senté y nuevamente le miré.
Era impresionante que pudiéramos casarnos. Ni siquiera yo pensaba que él estaría completamente feliz viviendo conmigo. Mientras él era tan… perfecto, yo era todo lo contrario. Su madre decía que era un dolor de cabeza para su hijo (nótese lo que me aceptaba), pero él siempre me había hecho sentir como lo mejor de su vida.
— ¿Estás emocionada? Vamos a trabajar juntos por primera vez —comentó y sonrió.
Nos habíamos conocido en la universidad. Los dos habíamos estudiado durante unos cuantos años y a finales de los veinte, ya éramos profesionales. Los dos amábamos el campo científico y estábamos de acuerdo en que nuestro sueño más grande era trabajar en la radicación de algún tipo de virus.
Habíamos pensado que lograríamos nuestro propósito cuando en el año 2019 un virus viajó por toda la tierra y se convirtió en una pandemia, pero a ninguno de los dos nos ofrecieron la investigación, cambio, a dos de nuestras conocidas, si lo habían hecho. Aunque nos habían comentado que todo era sumamente peligroso y difícil, seguíamos esperando que por algún milagro llamaran a cualquiera de los dos.
Pero no sucedió y nosotros tuvimos que seguir trabajando en otras cosas más aburridas.
Tres años después, el correo de cada uno mostró un mensaje nuevo y Joel se desmayó luego de leerlo. Yo estaba terminando de tener una reunión cuando le vi caer al suelo y me asusté. Intenté despertarlo durante algunos minutos y cuando por fin conectó sus ojos con los míos, me susurró un pequeño “lo logré”, lo que hizo que me levantara de inmediato y leyera el mensaje.
Le habían elegido para la investigación de un nuevo virus en Polonia. Aún no se conocía mucho sobre él, pero temían que pudiese ser algo peor que el virus que había atacado tiempo atrás.
Luego de estabilizar a Joel, mi celular sonó y lo revisé.
Mis ojos vagaron con rapidez por el mensaje que había llegado y no pude soltar una palabra. Era increíble. Trabajaríamos juntos.
Así, días después nos encontrábamos acomodando nuestro horario para no perder el vuelo que nos llevaría directo a Polonia y a nuestro nuevo empleo que nos compraría una nueva casa el doble de grande.
— No mucho. No quiero pensar en ti trabajando.
— ¿No quieres verme?
— Te veo mucho en casa —me burlé—. ¿Ahora el trabajo también? ¡Quería descansar!
Joel soltó un sonido leve y se volteó para salir de la cocina, pero yo solté una carcajada. Ni siquiera se daba cuenta de lo que era sarcasmo. Toda una ternura.
— Estoy bromeando.
Se mantuvo en silencio unos segundos y luego se volteó: —Ya lo sabía.
— Claramente.
***
— j***r, Joy. Vamos a llegar tarde —se quejó Joel y rodé los ojos mientras terminaba de cepillar mis dientes.
— Debiste despertarme más temprano.
— ¡Te desperté a las cuatro de la mañana!
— Por eso —me encogí de hombros—. Sabes que me demoro algo de tiempo en mi rutina facial.
— Pero no pensé que tanto…
— Lo que sea.
Unos cuantos minutos después, nos encontrábamos en un taxi directo al aeropuerto. Joel no hablaba conmigo ya que estaba furioso porque habíamos salido tan tarde, pero de igual forma, sabía que continuaba amándome por el suave toque de su mano en la mía para tranquilizarse.
— Todo va a estar bien —le susurré y él suavizó su ceño.
— ¿Eso crees?
— Por supuesto. Nos va a ir muy bien.
Primer error. Idealizar el trabajo sin conocerlo.
Nuestro vuelvo demoró algunas horas, pero a las ocho de la noche ya estábamos cenando en un restaurante dentro del hotel donde nos hospedaríamos los primeros días mientras nos acomodaban dentro del lugar donde tendríamos que trabajar.
Al parecer, era como una pequeña villa lejos del mundo. Debíamos tener unos cuidados específicos, pero nada del otro mundo que nos pudiera afectar la relación marital que teníamos.
Aquello lo habíamos comentado con anterioridad y las personas del laboratorio, frente a todo pronóstico aceptaron que tuviéramos una habitación compartida, pero nada más.
Para nosotros, eso era más que suficiente.
Para nosotros, ser científico era una profesión gratificante y satisfactoria. Era uno de los trabajos más demandados en el mundo, y siempre había escasez de profesionales calificados.
Un científico debía ser analítico, pensador crítico, comunicador inteligente y articulado. También necesita poder trabajar de manera eficiente con otros y tener buenas habilidades para administrar el tiempo. Nosotros más que nadie lo sabíamos, pero de igual manera, sentíamos como si fuera el primer trabajo al que ingresábamos después de habernos graduado de la universidad.
Estábamos tan absortos por la idea de trabajar en algo grande que investigamos lo más que pudimos sobre los lugares donde podríamos vivir para conseguir algún puesto de trabajo dentro de una investigación y nos cercioramos de que existían varios laboratorios en todo el mundo que se dedicaban a la investigación de virus.
— ¿Mañana tenemos que comenzar? —Pregunté. Joel era el que había hablado con la persona que nos explicaría todo.
— No. Primero debemos conocer la villa donde viviremos y dijo que comenzaríamos en tres días.
— ¿Dos días libres y pagos? —Me reí—. Sospechoso.
— Eso pensé —sonrió y tomó de su copa de agua—. Pero ya sabes, no estamos en casa. Tomemos esto como un viaje en pareja.
Había laboratorios en Francia, j***n, Australia y otros países. Estos laboratorios solían tener científicos que estudiaban varios tipos de virus y claramente, trataban de encontrar una cura para ellos.
El trabajo de un científico en un laboratorio no era fácil. Se deben hacer diferentes cosas para estudiar los virus que pueden ser dañinos para los seres humanos o los animales. Por ejemplo, se necesita aislar el virus del cuerpo de un animal infectado para poder examinarlo más de cerca.
Luego, se necesita averiguar a qué animal pertenece este virus para poder buscar cómo pudo haber entrado en el cuerpo de este animal en particular y así comenzar a buscar soluciones para el mismo.
La noche pasó sumamente rápido y pronto nos encontrábamos entrando a la villa donde tendríamos que vivir durante tiempo indefinido. El mismo día tendríamos el primer acercamiento con las personas que manejarían todo dentro del lugar y, además, conoceríamos a la persona que había hablado de nosotros con el equipo de investigadores de la OMS para que estuviéramos en el lugar.
— Aquí pueden comer lo que quieran —expresó la mujer señalando a su izquierda—. La cafetería está abierta todo el día.
— ¿Nosotros tendremos horario de trabajo?
— No.
— ¿Cómo?
— Ya saben —sonrió aún más grande—. Deben trabajar no solo para nosotros sino también por el planeta tierra. Si este virus escapa, podría ser una catástrofe.
— No puede suceder —Joel me miró preocupado—. Acabamos de salir de una pandemia para entrar en otra.
— Exactamente. Por ende, ustedes deben trabajar lo más posible. Es necesario encontrar su inicio y buscar su fin dentro de este lugar. No hay excusas.
Asentí y continué mirando a mi alrededor.
— Por aquí —la mujer señaló la entrada a un domo bastante grande. Estaba segura de que estaba más grande que nuestra casa—. Ustedes serán la mano derecha del señor Julián Fox. Él es la persona encargada de este proyecto.
El rostro del señor Fox era bastante peculiar. Parecía de nuestra edad, pero definitivamente tendría que ser mayor. Era imposible que tuviera esa cantidad de poder a tan corta edad.
Sus ojos eran color café y podía sentir cómo revisaba hasta mi alma cuando me observó de arriba abajo. Asqueroso.
— Mucho gusto, soy el señor Fox. Ustedes serán mis colegas en esta investigación tan importante. ¿Cómo lo has tratado?
— Bastante bien. Muchas gracias —sonrió Joel y el hombre se quedó observándolo durante unos segundos más.
— Entiendo. ¿Son un matrimonio?
Asentí.
— Entendible —sonrió—. Yo tampoco dejaría escapar a la señorita.
Un silencio sepulcral llenó el lugar y me moví en mi lugar incómoda. Hasta pude sentir la tensión que se formó entre Joel y el señor Fox. Su comentario había sido fuera de lugar y esperaba que no hubiesen más de esos comentarios.
— Muy bien. —Cortó el tema—. Trabajaremos con otro investigador más y algunos asistentes que no tienen mucha importancia. Servirán para completar trabajos que ustedes comenzaron o ese tipo de cosas.
— ¿Estarán siempre con nosotros?
— Así es.
El otro hombre que trabajaría con nosotros era Félix. Como la marca de comida para gato.
Aceptaba que me había dado algo de risa apenas escuché su nombre, pero realmente no era momento para bromear. Sentía que con ellos solamente podríamos tener una relación profesional. Él era moreno y creería que de nuestra edad o más joven.
— Estoy aquí como pasantías de mi maestría —habló y mis ojos salieron de su lugar.
¿Cómo era eso posible?
Nosotros habíamos tenido que esperar una cantidad de tiempo impresionante para que pudiésemos participar en un proyecto tan grande y a él lo enviaban aquí como sus pasantías. Definitivamente Dios tenía sus queridos.
— Debes ser el mejor de tu clase, ¿no? —Sonreí. En realidad, quería saber más.
— No mucho —se encogió de hombros y miró al señor Fox—. No me ha ido muy bien, pero estoy en el promedio.
— Entiendo…
Muy interesante…
Una persona que no tenía el conocimiento mínimo para trabajar un virus como el que estaríamos trabajando y ya estaba en las grandes ligas. Tendría que haber algo más allí, pero al final, me olvidé de todo cuando observamos de lejos el lugar donde alojaban el dichoso virus.
— Aquí tendremos que pasar gran parte de nuestra vida —bromeó Julián Fox—. Dentro se encuentra el virus AAA23.
— ¿AAA23?
— Si. Decidimos ese nombre hace poco.
Horrible.
— ¡Me encanta! —Exclamé. Pensé que íbamos a escoger el nombre entre todos los investigadores, pero al final no había sido así. Y como él era el jefe, no podíamos decir nada.
— Iremos a firmar nuestro contrato de confidencialidad y laboral ahora —explicó la mujer—. ¿Les comentaron cómo serían las cosas de ahora en adelante?
— No mucho. Dijeron que ustedes nos dirían cómo sería todo.
— Muy bien… —asintió y luego tocó el brazo del señor Fox—… iré llevándolos a la oficina y te esperamos.
— Perfecto.