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1802 Words
Ahora los pasillos estaban llenos de desorden: maletas, carritos gigantes repletos de equipaje, sillas de ruedas que transportaban a personas demasiado agotadas para seguir adelante. En medio de la cacofonía de anuncios de vuelos retrasados y llamadas de embarque, me surgió un nuevo temor: el miedo de que no pudiese reconocerlos en el aeropuerto. Mucha gente miraba sus teléfonos o leía algunos libros. Pude oler el espeso olor a café y escuchar los anuncios una y otra vez. Decidí pasar por seguridad, donde te revisaban, para saber si allí, se encontraban ellos. El ambiente era diferente en cada lugar que se observara. Había muchas personas preocupadas por lo que sucedería si no alcanzaban su vuelo y otras tranquilas charlando y comiendo en los restaurantes que se encontraban en el aeropuerto. Sin embargo, mi mayor temor era que mi celular se quedara sin batería y no pudiera llamar un momento a Robert o no pudiese recibir su llamada debido a las largas filas en los quioscos de carga del teléfono. Había olvidado completamente hacerlo en la madrugada, donde el aforo de personas era mucho menor. Sin darme cuenta de lo que sucedía a mi alrededor, me acerqué a conectar el celular. ¡Justo cuando lo enchufé, alguien intentó robármelo! Grité (como un grito REAL) Y ¿qué hicieron las personas de mi alrededor? Actuaron como si nada hubiera pasado, solo siguieron caminando. Para mí yo del pasado aquello hubiera sido tan aterrador que mi corazón todavía estaría acelerado, pero para mi yo actual, aquello solamente me hizo bufar y nuevamente apretar con fuerza el objeto entre mis manos. Ni siquiera pensé que aquello pudiese ser por obra de Julián o Félix, pero, mientras más lo pensaba, podía ser cierto. ¿Tal vez había sido una distracción? El teléfono comenzó a vibrar en mis manos y lo tomé con rapidez. Era Robert. — ¿Qué? —Pregunté inmediatamente. — Nada por aquí. ¿Cómo estás tú? Bufé—. Pensé que había sucedido algo. — Lamento decirte que así no fue. Rodé los ojos. No podíamos quedarnos tanto tiempo esperando a que algo sucediera. Además, tenía que entender muy bien todo lo que había en el computador y también, no podía dejar de pensar en el correo de Joel. Ayuda. Pero para ayudarlo, primero necesitábamos tener la certeza de la dirección exacta dónde se encontraba la villa y allí, podíamos comenzar a investigar todo con Robert. Ni siquiera podía entender todavía cómo él estaba ayudándome a hacer todo lo que planeaba hacer. Sentía que su espíritu estaba tan decaído, que intentaba darse algo de vida ayudándome. *** Nuestra investigación fue toda una pérdida de tiempo. Ninguno de los dos hombres apareció en lo que tuve que cuidar dentro del aeropuerto y según Robert, cuando apareció, tampoco había visto nada. — Dios, qué estresante todo esto —tapé mi rostro con mis manos—. No puedo creer que no salieran del país. ¿Dónde pueden estar? — Yo creo que en el lugar que estamos buscando y que no encontramos. — ¿Será? —Mordí mi labio inferior—. No recuerdo dónde se encontraba y eso me genera más estrés. — Tampoco tenemos dinero ni tiempo para buscar en toda la ciudad. Robert acomodó el tapabocas en su rostro y observó a su alrededor. Nos habían comunicado que debíamos salir del aeropuerto ya que el mismo había cerrado por precaución. No había vuelos nacionales y tampoco internacionales. No teníamos dónde ir y poco dinero. Mis tarjetas e identificación las habían tomado ellos y ni siquiera lo habían devuelto. Aunque claro, me había escapado. A mi parecer, lo que ellos habían hecho conmigo era un juego psicológico. No recordaba cómo había llegado a la villa y tampoco el lugar donde nos recogieron para ir allí. Además, Julián y Félix habían estado conmigo desorientada por una buena cantidad de tiempo. Tiempo perfecto para lograr darme algo o hacer y que yo no recordara muchas cosas de lo que había vivido mientras estuve trabajando con ellos en el laboratorio. Solo podía recordar el último día y la forma en la que Joel se despidió de mí. Algo en mis adentros me decía que él sabía lo que iba a suceder, pero no quería decírmelo. Tal vez me estaba protegiendo y yo haciendo su vida imposible. — ¿No recuerdas ni siquiera el medio de transporte? Robert interrumpió mis pensamientos y comencé a intentar recordar todo lo que podía. — Sólo recuerdo pocas cosas. La villa era grande, pero nosotros solo nos movíamos por unos pocos pasillos… — ¿Nunca viste a nadie más? — Si —asentí—. El último día. Había mucha gente ahí. Yo pensé que era algo que no muchas personas sabían. — ¿Y podían tener todas sus pertenencias? — Si, aunque tuvimos que eliminar algunas aplicaciones antes… Recordé una situación bastante inusual que pude escuchar mientras me dirigía hacia el aparta estudio que nos habían dejado a Joel a mí y decidí contárselo a Robert. — Precisamente… Un día, mientras caminaba hacia el aparta estudio, escuché a una mujer, encargada de la asistencia en otro lugar, explicarle a un hombre (que nunca había visto en mi vida), que había descubierto que su teléfono no estaba. Ella había estado con el teléfono solamente unas horas atrás, pero luego, se había dado cuenta de que no estaba allí. — No entiendo qué tiene que ver esto con lo que estamos hablando —se burló Robert y lo callé, esperando que me dejara continuar. — Ya te voy a explicar —rodé los ojos—. Ella le comentó que se había perdido, sin mapa y sin tiempo de su lado. Que para ella parecía que estaría caminando durante mucho tiempo para encontrar su teléfono. — Ajá… — Finalmente, el hombre se detuvo y le dijo que tenía una idea. Yo pensé intervenir porque vi que al principio la mujer tenía miedo, pero luego él le dijo que tenía un equipo de reconocimiento facial y que le ayudaría a localizarlo con algunas pistas de ella, entonces su rostro cambió completamente y decidí quedarme lejos de ellos. — ¿Cómo pistas? —Robert cuestionó y pasó una mano por su cabello. — Eso mismo me pregunté —golpeé su hombro con suavidad—. Él no tenía ningún equipo encima, pero sonaba lo suficientemente convincente, así que fue cuestión de segundos cuando la mujer comenzó a repasar las pistas con él mientras intentaban localizarlo en su teléfono. — Y reconocimiento facial… bastante tecnología. — Tecnología de la que no nos hablaron cuando firmamos el contrato con ellos —susurré mirando a mi alrededor. Aquello, era confidencial y nadie podía escucharlo—. Muchas de las cosas que nos dijeron no eran así. Desde la tecnología hasta la manera de utilizar a Inteligencia Artificial. — Vale, vale… —me calló Robert y exhaló—. Yo soy filósofo. No manejo mucho estos temas, ¿eh? Entonces mejor termina de contarme lo de la mujer y luego pasas a lo siguiente. Me reí y asentí. Tenía toda la razón. Suspiré y decidí continuar con mi relato: — Ellos se fueron y decidí perseguirlos para saber qué clase de pistas decía él, además de que como nunca lo había visto, la verdad si me generaba algo de desconfianza ver a esa mujer irse con él. — Igualmente, no dejas de ser una loca. — Calla. Después de caminar un rato, comencé a notar que ya no estaba mirando su teléfono, a pesar de que lo había estado haciendo durante la mayor parte del tiempo antes de ese momento. — ¿Entonces qué hizo? — Cuando pensé que iban a hacer algo más, el hombre miró hacia arriba, me dio una sonrisa casi intrigante y luego volvió a mirar su teléfono. Todo lo que había hecho era mirarme por un momento, pero se sentía como si me estuviera evaluando, viendo si valía la pena su tiempo. Robert levantó las cejas—. Él sabía que estabas ahí. — Siempre lo supo. — Pero… ¿cómo? — No lo sé —fruncí el ceño—. Esa villa era como… de otro mundo. — ¿Cómo irreal? — Algo así. — Todo esto es ilógico, j***r —Robert comenzó a negar con la cabeza y me levanté a su lado. — Pero es real. — No puede serlo —su rostro se desencajó y di dos pasos hacia atrás. — ¿Estás bien? — No, no lo estoy. Intenté hacer que modulara su respiración y tragué saliva con preocupación. El poco tiempo que llevábamos de pasar juntos, nunca lo había visto de esa manera. No sabía qué podía hacer o cómo reaccionar. — Pásame la mochila —murmuró y asentí con rapidez dándosela. Su mano se dirigió dentro del objeto y buscó allí unas pastillas y las tomó. Fue cuestión de segundos cuando su respiración se normalizó y su cuerpo se desplomó lentamente en la silla que teníamos detrás de nosotros. — ¿E-estás bien? — Eso creo… — ¿Qué... qué…? — Por favor —me miró—. No me preguntes nada. Acepté su respuesta y apreté los labios sin dirigirle más la palabra. Si él quería que así fuera, yo debía respetar su decisión. Además de que eran las siete de la noche ya y las noticias nocturnas ya habían comenzado. Por lo menos esperábamos encontrar algo nuevo sobre el virus. La misma mujer del medio día apareció en la pantalla y mientras decidí acariciar la espalda de Robert para que se relajara, observé todo lo que decía. Alice, la periodista comienza hablando en los titulares sobre la propagación del virus y la ubicación del laboratorio. Explicó que se había puesto en contacto con el laboratorio para obtener más información. Antes de que pudiera comunicarse con alguien, recibió un correo electrónico de otra persona que ya había logrado acceder a los documentos que contenían el virus. Mi atención se dirigió a la manera en la que hablaba, puesto que se veía algo contrariada, asustada… La mujer explicó que ella comenzó a leer el documento, pero su teléfono sonó y contestó sin apartar la mirada de la pantalla de la computadora. Cuando terminó con esa llamada, no pudo volver a encontrar el correo electrónico, pero cuando miró hacia atrás en su escritorio, estaba allí frente a ella. Ella señaló, que a pesar de lo que se mostró en el correo electrónico, solo una persona murió en el laboratorio. Alice expuso que ella investigó más junto a su “informante” y se enteró de que había un niño infectado llamado Steve de ocho años que vivía en otra ciudad. Parecía que estaba infectado a pesar de que no había salido de su casa durante dos semanas. .
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