Mis sentidos se agudizaron y podía sentir los latidos de mi corazón en mis oídos cuando escuché que una persona había muerto en el laboratorio. ¿Acaso podía ser Joel?
Sorpresivamente, la emisión se cortó durante unos pocos segundos y luego apareció un nuevo reportero, el cual dijo que el laboratorio estaba ubicado en la costa de California.
¿California?
Pero si nosotros habíamos tenido que viajar a Polonia para poder comenzar con el análisis del virus y teníamos entendido que era el único lugar donde se encontraba.
Volteé a mirar a Robert, el cual no alejaba la mirada de la pantalla.
— ¿Viste lo que le hicieron a esa chica? ¡Pobre!
— ¿Ah?
— Debieron de haberla sacado.
— ¿Escuchaste lo del laboratorio? —Me acerqué a él y asintió—. Es imposible que esté en California. Ayer dijeron que estaba aquí el virus.
— Tal vez intentan mostrarle a la gente que está en todo el mundo.
— ¿Pero y el verdadero laboratorio?
— Debemos revisar un mapa —se encogió de hombros—. Puede que aquí cerca haya algún pueblo o ciudad llamado así. No sabemos.
— Estamos en un aeropuerto —sonreí—. Claro que debe haber alguno.
Nos levantamos y emprendimos la búsqueda de los primero que necesitábamos y que debíamos haber buscado hacía mucho tiempo: un mapa.
Los dos éramos extremadamente inteligentes y muy guapos. Teníamos la capacidad de resolver cualquier cosa y Joel nos había encomendado una tarea difícil pero no imposible. No nos había proporcionado herramientas para realizar esta tarea, ni siquiera un mapa, pero allí estábamos. Dando todo de sí para poder encontrar ese lugar.
— Joy, ven.
Miré a Robert y él levantó lo que era un pequeño maletín.
— ¿Qué es eso?
— No lo sé. Ese hombre me lo dio —señaló a su derecha, pero no había nadie.
— ¿Cómo así?
— No tengo idea de lo que acaba de suceder.
Fruncí el ceño y sentí mi computador vibrar como lo había hecho poco tiempo antes.
Decidí abrirlo, pero allí no había nada. Estaba completamente apagado. Solo llevaba consigo la memoria USB.
¿Acaso era posible que la IA?...
No. Imposible.
— Ten mucho cuidado —le pedí y él asintió, poniendo el maletín en el suelo.
— ¿Qué podría ser? ¿Drogas?
Abrí los ojos, espantada, pero no había mucha gente alrededor, entonces descarté el hecho.
— Si lo estuvieran siguiendo, te lo creería.
Sus manos se dirigieron al broche del maletín y mi boca se abrió unos milímetros cuando vi la cerradura del objeto. Joel tenía uno parecido.
— Ábrelo —le rogué con prontitud.
— Espera, con-
Sin mediar palabra tomé el maletín en mis muslos y lo abrí.
Allí, había una prenda de ropa que podría reconocer en cualquier lugar. La camisa favorita de Joel.
Atraje la prenda a mi nariz e inhalé su aroma. Todavía estaba allí y mis ojos se aguaron. Lo extrañaba de una forma impresionante.
Dejé la camisa a un lado y comencé a rebuscar, encontrando algunos papeles y entre ellos, un mapa. El mapa que me guiaría al laboratorio donde estaba atrapado mi esposo.
— Encontramos algo y ya tenemos dónde ir.
— ¿El laboratorio?
— Puede ser.
***
Teníamos el mapa y Robert entendía perfectamente cómo debíamos manejarnos para llegar a donde teníamos que llegar. Efectivamente, había un pueblo a las afueras de la ciudad que se llamaba California y mientras descendíamos del autobús que nos había llevado hasta aquel lugar, lo escuché hablar:
— Debes quedarte conmigo. Esta zona es un poco peligrosa.
— ¿Por qué?
— Debemos pasar algo parecido a un cañón. Pero mucho más pequeño.
— Está bien.
El lugar estaba completamente desolado y nos dirigimos dentro de los árboles, como decía el mapa y la brújula de Robert. Mis sentidos estaban alerta e igualmente, había conseguido un pequeño cuchillo filoso y lo llevaba en mi mano.
— Es aquí. Dame tu mano —pidió mi compañero y dejé que la tomara.
Tenía razón. Había un pequeño cañón debajo de nosotros y me generó curiosidad la manera en la que aquello podía estar allí. Pero, antes de que pudiéramos cruzar el cañón, encontramos un escorpión. Aunque logramos empujarlo lejos, no pude evitar asustarme.
Estábamos a punto de cruzar, cuando observamos un grupo de soldados correr hacia nosotros. Rápidamente buscamos detrás de los árboles y allí nos escondimos mientras pasaban. Sentía que estábamos yendo por el lugar que debíamos. Cuando salimos, aprovechamos la oportunidad para cruzar y evitar ser detectados por ellos, no antes de caer en un agujero en el suelo.
Cuando llegamos al otro lado, había una casa. El mapa decía que era una de las dos casas para quienes escapaban del lugar. Si mi esposo estaba dentro, podía ir a buscarlo en ese momento. Pero, ¿y si no estaba?
Delante de mí había una puerta que me impedía entrar y que posiblemente podría llevar a mi esposo a su muerte. Me detuve y decidí que necesitaba más información antes de entrar sin planear mi próximo movimiento de antemano.
— ¿Qué haces? —Chilló Robert.
— Debemos analizar-
— ¡No! Estamos corriendo peligro.
El hombre se abalanzó y abrió la puerta. No había mucha tecnología y aquello me inquietó, pero por culpa de él, ya estábamos dentro del lugar.
— ¡j***r! —Exclamé abrumada—. ¿Por qué no esperaste?
Sin esperar respuesta observé mi alrededor y quedé anonadada.
Había trozos de papel en el suelo con garabatos y dibujos, había dos maniquíes, uno vestía traje y no tenía cabello, el otro maniquí tenía cabello y vestía ropa casual. También había cables por todas partes, que corrían a lo largo de rieles de metal, enchufados a los tomacorrientes que cubrían las paredes, ubicados dentro de las cajas. Podrían usarse para vigilancia o descargas eléctricas.
— Bajemos por esas escaleras —hablé.
El pasillo estaba oscuro y no podía ver nada. Caminé sintiendo la sensación del suelo frío y también sentía que había hecho eso antes, pero no recordaba cuándo ni dónde. Seguí caminando, escuchando el eco de mis pasos frente a mí.
Finalmente vi algo de luz saliendo de uno de lo que parecían, casilleros. Los números en el casillero eran 3, 3, 1, 1, 2, 2, 0.
Me detuve frente a él e intenté abrirlo, pero estaba bien cerrado.
Escuché a Robert detrás de mí decir, "se supone que no debes abrirlos", así que me di la vuelta y me encogí de hombros.
El pasillo cambió su iluminación y ahora estaba completamente oscuro con solo una pequeña luz de esquina encendida en la parte trasera donde había lo que parecía ser varios casilleros más. Todo lo que podía ver era que Robert había estado parado detrás de mí por un tiempo porque llevaba una sudadera con capucha pero tenía las manos en los bolsillos.
Mientras observaba el lugar, noté estos "casilleros" que estaban numerados del 0 al 3 (los casilleros del 0 al 1 estaban en la parte de atrás del pasillo). Cuando abrí el casillero 3 para ver qué aspecto tenía, vi que estaba lleno de herramientas: cortadores de alambre, clavos, tornillos ... Mientras me dirigía hacia el casillero 1 pude ver la puerta. Era grande y de metal, pero había algo que no dejaba abrirla.
Un código y una cerradura.
Comencé a buscar la llave a mi alrededor cuando, de repente, escuché sonar un teléfono. ¡Venía del interior del casillero 1! La puerta se abrió y salió la voz de una niña que decía "¿Hola? ¿Hola? ¿Puedes oírme?" Alarmada, me escondí lejos de allí lo más rápido posible. ¿Qué hacía una niña ahí?
— ¿Acaso experimentan en niños? —Robert susurró en mi oído y negué.
— No tengo idea.
— j***r…
Volvimos a mirar la puerta y una pequeña luz salía de allí. La niña había dejado a puerta abierta.
Sin medir palabra abrimos la puerta y entramos corriendo para saber qué estaba allí dentro o si por algún motivo podíamos encontrar a Joel.
Pero él no estaba allí.
El laboratorio parecía desolado y solitario. Fue después de que salió el virus, por lo que no quedó nadie. Pero al poder entrar de todos modos y ver aquella niña y militares, no podía dejar de estar preocupada. Si todo se veía así, ¿qué era lo que realmente estaba sucediendo?
En el interior, comenzamos a caminar por el lugar. Se veía mucho más grande de lo que pensábamos y para sorpresa de los dos, encontramos varios laboratorios iluminados con luces rojas.
Le miré y él asintió. Debíamos entrar.
Había estaciones de trabajo abandonadas con computadoras encendidas.
— ¡Mierda!
Volteé a mirar y Robert tenía a una mujer a su lado.
La mujer estaba viva, pero parecía muerta en su escritorio frente a una pantalla de computadora con los brazos cruzados. Pude percibir que estaba demasiado cansada para moverse, así que suavemente y sin levantarle le dije a la mujer que si no quería ser salvada. Esperaba que ella no respondiera, pero suavemente asintió en su lugar.
— El virus pudo haber salido de esta computadora?
La mujer negó con la cabeza, pero no dio más detalles sin mi promesa de que la salvaría si el virus saliese de aquel lugar. Así que luego de prometerle aquello, ella nos comenzó a contar algunas cosas de lo que estaba sucediendo dentro de aquel laboratorio.
Decidí preguntarle por mi esposo y lastimosamente su respuesta fue negativa. No lo conocía, pero, si conocía el lugar donde se encontraba la villa donde habíamos ido nosotros a trabajar.
— ¿Sabes algo más? —Le supliqué y ella comenzó a tener lo que parecía un paro cardio respiratorio.
Fue cuestión de segundos cuando dejó de tener pulso y nosotros quedamos helados allí. La mujer estaba muy mal y no habíamos podido siquiera ayudarla a salir de aquel lugar.
Decidimos marcharnos silenciosamente sabiendo que ella nos había dado una pista de a dónde podríamos dirigirnos para encontrar a mi esposo desde el principio: un laboratorio que no era perceptible visualmente. Debíamos tocarlo.
Si, tocarlo.
Continuamos buscando en las otras salas del lugar. Aquel laboratorio era desconocido y esperábamos solamente no contagiarnos. Teníamos guantes y tapabocas, pero no conocíamos mucho más sobre la manera en la que podíamos traspasar el virus, además de que en las noticias tampoco habían dicho mucho. Tampoco mientras estuve trabajando en el AAA23.
Recordaba que en la televisión había dicho una de las personas de la OMS que ellos “todavía no tenían un nombre para el virus”. Cuando era todo una completa mentira. Solo era una manera de hacerle pensar a las personas que su propagación llevaba poco tiempo y que ellos hasta ahora conocían el virus..