— j***r… —Robert respiró agitadamente y yo tragué saliva con fuerza—… viene lo peor.
— Debemos salir por la parte de atrás. Rodear la casa.
— ¿Y si hay seguridad?
— Debemos arriesgarnos —espeté y él hizo una mueca.
— j***r.
Nos dirigimos con lentitud hacia los casilleros que habíamos visto primero y un golpe en la puerta de entrada nos hizo escondernos. Comenzaron a entrar varios soldados hacia el lugar de donde veníamos y apenas vimos que estuvieron dentro, tomamos la oportunidad de salir de la casa.
Era de noche y las luces estaban apagadas. Así que comenzamos a arrastrarnos por le pasto hacia la parte de atrás de la casa.
Mientras dábamos la vuelta, pudimos ver cómo sacaban al hombre que había hablado conmigo un poco a rastras y le gritaban preguntando por nosotros.
— ¡No sé de lo que me hablan! ¡Ella dijo que era asistente!
Uno de los soldados le golpeó en la cabeza y luego, le disparó en el mismo lugar.
El hombre murió al instante.
Mi cuerpo tembló y apreté la mandíbula para continuar saliendo de aquel lugar.
Joder, qué mierda había visto.
— Silencio. —Robert habló y me quedé quieta.
Había unas rejas y solamente debíamos saltarlas para poder escapar hacia cualquier lugar lejos de donde estábamos.
— Uno, dos…
Me levanté con rapidez y en cuestión de segundos me encontré saltando la reja con prontitud. Era la persona menos atlética del mundo, pero tal vez el sentimiento que me generaba el correr peligro, hizo que fuese más liviana que una pluma y pronto estuve en el suelo del otro lado de la reja.
— Dios…
Robert saltó a mi lado y algunas luces se prendieron alrededor de la casa y comenzamos a correr para estar lejos del lugar. No podíamos perder el tiempo y mucho menos quedarnos merodeando. Ya habíamos logrado obtener algo de información sobre lo que estaba sucediendo y estaba segura que el hombre del que había hablado aquel científico, era Joel.
Precisamente estaba desaparecido y había estado entrando alguien a aquella casa.
No podía ser nadie más que no fuese él y aquello solo significaba que estaba vivo y libre.
Eso nos hacía pensar nuevamente en el siguiente paso que haríamos.
¿Iríamos a buscar la villa o más bien nos quedaríamos buscando al hombre del que me había hablado aquella persona mientras estaba allí dentro? Volver al interior de la casa no era una opción por la tecnología que él había dicho que estaban comenzando a utilizar, así que debíamos pensar muy bien todo.
Y ahora, con ayuda de la IA.
— ¿Qué haremos ahora?
— Yo pensaría que deberíamos buscar la villa como habíamos dicho. No tenemos la seguridad de que sea tu esposo.
— No importa —negué y me senté en el suelo—. Es posible que sea Joel y no tengamos que irnos directamente hacia la villa a correr más peligro.
— No lo sé.
Rodé los ojos y solté una exhalación.
— Es lo mejor que podemos hacer en este momento —traté de convencerlo—. Tenemos pistas.
— Esto no será tan fácil como lo pones, Joy —me miró algo cansado—. Y yo también quiero buscar a mi esposa. No eres solo tú.
— Pero ya vimos que murió —solté.
— ¡No me importa! ¡Aunque sea ver su cuerpo! —Exclamó furioso—. ¡Mataron mi bebé y mi mujer!
— Robert…
— Eres una persona egoísta. Te estoy diciendo que debemos ir para poder despedirme de ella si realmente está muerta y no quieres. Solo estás pensando en tu esposo.
— Pero-
— ¿Yo qué? Sin mí no estarías aquí. Yo te he ayudado y ahora quiero saber de ellos —sus ojos estaban llorosos y podía ver la rabia que tenía—. Como tú quieres recuperar a tu esposo, yo quiero respuestas.
Me quedé callada.
Él tenía completamente la razón y yo me había comportado como una persona de mierda. Él necesitaba cerrar ciclos y buscar a su mujer. Sin mí, claro que podría hacerlo, pero ¿yo sin él?, era algo complicado.
Mi frente comenzó a sudar y miré el suelo. Me sentía horrible. ¿Cómo había sido capaz de rebajar su dolor? Si Joel hubiese escuchado y visto lo que había hecho, me hubiera regañado por haber dicho esas palabras.
Robert soltó un gruñido y se alejó unos cuantos metros de mí. Decidí no seguirlo para que se tomara su tiempo de tranquilizarse y pensar. Claro que me disculparía con él, pero prefería que estuviera menos ofuscado. Era necesario que arregláramos nuestro plan para llegar a la villa nuevamente. Teníamos algo de información y aquello, nos debía servir no solo para entrar a los laboratorios de Julián Fox, sino también a la villa.
Nos debíamos mentalizar en que se tenía que sacar a la luz toda la basura que se estaban ingeniando grandes cargos políticos y de salud del mundo. No podíamos seguir de la manera en la que estábamos. Por la misma razón, habíamos comenzado a tomar fotos de todo lo que encontráramos.
Primero había sido del libro que guardamos y ahora, sería un video de la forma en la que podríamos llegar a la villa. Si la policía o medios de comunicación no nos quería creer, lo harían las r************* .
Y ellas nunca fallaban.
Después de un rato, Robert volvió y se sentó a mi lado en el suelo frío.
— Lamento haberte dicho lo que te dije —se disculpó y tragué saliva.
— No.
— ¿Ah?
— No te disculpes —le miré—. Reaccionaste como debías hacerlo. Yo fui egoísta porque me estás ayudando y yo solamente estoy haciendo cosas para encontrar a mi esposo.
— Pero tienes razón —se encogió de hombros—. Ella está muerta.
— ¿Y si no?
Quería darle algo de esperanza. Ellos podían llenar las planillas o libros como quisieran. Pero muchas veces —y me había dado cuenta yo misma—, no todo era cierto. Algunos asistentes o investigadores se encargaban de rellenar información falsa, puesto que nadie lo revisaba.
En el caso de la villa y las personas que trabajábamos específicamente en el virus AAA23, la persona que debía realizarnos las investigaciones era Julián. Pero él nunca lo hacía. Así que, más de una vez había logrado captar a varios asistentes rellenar las planillas con sus nombres y canciones que estaban escuchando en sus aparatos de música.
En el tiempo que estuve allí, nunca se dieron cuenta. Así eran las cosas y aunque me preocupaba, tampoco decía algo. No quería meterme en problemas y mucho menos porque era “la nueva”. Prefería callar. ¿Era lo mejor? Claro que no. Pero no podía perder mi trabajo en ese momento.
Ahora, estaba lo suficientemente arrepentida como para no haber deseado ni siquiera pisar ese lugar.
— No me digas esas cosas que me emociono —intentó bromear, pero en sus ojos se podía ver un destello de esperanza.
— Vamos a buscarla.
Robert se quedó observándome unos cuantos segundos y asintió.
Mi corazón se apretó y él se lanzó a abrazarme con fuerza, mientras en mi oído susurraba “gracias” varias veces seguidas. Intenté devolverle el abrazo igual de fuerte a él, pero mi estómago hizo su aparición, dejando escapar algunos sonidos que significaban que debíamos comer algo lo más pronto posible.
Estábamos hambrientos, pero toda la adrenalina nos había alejado de aquello. Era impresionante.
— ¿Qué hacemos primero? —Me burlé.
— Deberíamos ir a comer algo.
Asentí y comenzamos a caminar en busca de algún lugar para comer. Era tarde y todo estaba desolado. Me hubiese dado un poco de miedo, pero al estar junto a él, me sentía más tranquila. Las casas que íbamos encontrando en el camino eran cada vez más nuevas y me sorprendió, luego de llevar caminando alrededor de una hora, encontrar una casa pequeña con la puerta abierta y un hombre sentado fuera.
— Vamos y preguntamos allí —Robert señaló y nos dirigimos hacia donde se encontraba el señor.
Su aspecto era viejo y estaba segura de que tenía alrededor de setenta años. La barba en su rostro no dejaba ver mucho de sus facciones, pero, para mí parecía buena persona solamente por la manera en la que estaba sentado.
— Buenas noches —Robert le saludó en el idioma natal del lugar donde estábamos.
Yo levanté la mano y le brindé una sonrisa, a lo que el señor volteó a mirarme con inquietud.
Escuché durante algunos minutos cómo hablaban y comencé a mirar mi alrededor. La casa estaba adornada con algunas luces amarillas y no se veía descuidada. Definitivamente allí debían vivir más personas, puesto que la silla que había fuera de la casa no era la única. Había tres más.
— Joy, su nombre es Carter —Robert nos presentó y yo intenté saludarle cordialmente a lo que el hombre me devolvió la sonrisa—. Dice que estamos algo lejos de la ciudad para irnos de noche. Pero que podemos dormir aquí.
— ¿No es muy peligroso? —Pregunté recordando lo que nos había sucedido la última vez que habíamos entrado a una casa desconocida.
— No lo creo. De igual forma, vive con su esposa y un gato.
Bueno, tenía un gato. Las personas que tenían animales tendían a ser mejores que las personas que no porque sabían lo que era la empatía con las mascotas o algo así.
Decidí dejar de pensar tanto en la situación y si era peligroso o no y entramos a la pequeña casa. Dentro, todo se veía antiguo. Definitivamente vivían personas ancianas. Los muebles que adornaban la sala de la casa eran rojos y había una chimenea, donde se encontraba un gato refugiándose del frío.
Él también se veía bien cuidado.
Aquello me dio también seguridad y salté en mi lugar cuando una señora de la misma edad de Carter apareció por la puerta de la cocina con un vaso de leche y un pudín. Al parecer, le daría eso a su esposo. Su mirada se dirigió hacia Robert y luego hacia mí varias veces y nuevamente, levanté la mano y le brindé mi mejor sonrisa para que se tranquilizara.
Aunque su esposo se encargó de eso segundos después.
***
Nos habían ofrecido una de las habitaciones de huéspedes que tenían. Para mi sorpresa, la casa no era tan pequeña como pensaba y los ancianos nos explicaron que solamente ponían luces en la parte de adelante para que, si algo llegase a suceder, no se dieran cuenta de la parte de atrás de la casa.
¿Me parecía algo que podría funcionar? No lo sabía.