Continuamos nuestro recorrido y nos enfocamos en llegar nuevamente al lugar en el que vivían los ancianos. Ellos por su parte, se harían los bobos mientras que nosotros podríamos entrar al lugar y encontrar algo de información o, ir directamente con Julián Fox. Aunque estábamos seguros de que él era un idiota y no dejaría que su seguridad lo abandonara para nada. Ni siquiera ir al baño.
El camino era largo puesto que comenzábamos a tomar rutas alternas y mejores que las que habíamos tomado el día anterior. Me sentía lo suficientemente segura de los lugares que estábamos transitando, pues, podía recordar aunque con pequeños vacíos, el lugar donde se encontraba la casa.
Fue así, que en poco más de una hora, estuvimos frente al recinto, timbrando.
— Tranquila. Todo va a salir bien —Robert me sonrió y puso su tapabocas.
— Gracias.
Proseguí a ponerme también el tapabocas y la puerta de entrada se abrió, dejando ver a la misma mujer que habíamos conocido anteriormente. La misma en la que casi había confiado, si no hubiera sido porque estaba pasando un mal momento y no podía dormir.
Su rostro mostró sorpresa, pero intentó suavizar sus facciones, fallando en el intento.
— ¡Muchachos! ¿Salieron temprano?
— Si. Lo sentimos —murmuré—. Tuvimos que salir antes de tiempo.
— ¿Dónde estaban?
— Cerca a este lugar. Salimos a tener algunas reuniones y luego comer algo.
— No deberían estar por ahí, ya saben las personas que vinieron a buscarlos —la mujer intentó mostrarse preocupada y yo mantuve mi cara de póker. Quería que supiera que sabía la verdad, pero estábamos jugando un juego de apariencias.
— Lo entendemos. También lo sentimos por eso —Robert se mostró apenado y sonreí levemente. Podía ser un gran actor si se lo proponía.
— Bueno, dejemos de hablar y entren a comer algo. Mi esposo salió con nuestro hijo a cazar.
¡Zas!
— ¿Hijo? —Cuestioné, mirándola—. ¿No eran solamente ustedes dos?
La mujer respiró hondo y luego se sentó en uno de los sofás de entrada.
— Si, lo siento. Estamos solos, pero en esta casa.
— No fue lo que nos dijo en su momento.
— No tenemos la mejor relación con él —la mujer me cortó y miró de reojo—. Él es un buen hijo, pero choca mucho con su padre.
— Eso me sucedía —se comenzó a reír Robert y golpeó mi pie para que bajara la guardia—. Tampoco podía vivir con mi padre porque estábamos mucho tiempo peleando. Lo mejor para nuestra relación fue que me fuera de casa.
— Así nos sucedió, hijo —se rio ella.
— A mi nunca me pasó —traté de involucrarme en el tema—. Siempre tuve buena relación con mis padres, además de que soy hija única.
— Los hijos únicos son los más temperamentales.
— Dígale eso a mi esposo —me reí—. Cuando lo encuentre, pueden tomar algo de té o café y así hablar de muchas cosas.
— Por supuesto.
Robert carraspeó con la garganta y se dirigió hacia la mujer.
— ¿Cómo se llama su hijo?
Ella se tensó en su lugar y luego recobró la sonrisa.
— Julián.
— ¿Julián? —Me hice la sorprendida—. Ese nombre es hermoso.
— ¿Te parece?
— Si señora. ¡Por supuesto!
Continuamos hablando de algunas cosas más, cuando la puerta de entrada se abrió y dejó ver a dos hombres altos y muy parecidos.
— ¡Familia! —La mujer saltó de su lugar y pude observar cómo apretaba la mano del que sería su hijo y claramente, también mi jefe.
— Julián Fox —me levanté de la silla—. Un placer volverte a ver.
El rostro del hombre se tensó y dejó lo que parecía ser un animal en el suelo.
— ¿Qué haces aquí?
— Tu madre es muy caritativa —sonreí y la miré—. Ayudándonos.
— ¿Ah sí?
— ¡Si! —La pegué a mi cuerpo y abracé, sintiendo lo tensionada que estaba—. Ella nos ha estado hospedando.
Julián nuevamente apretó la mandíbula y miró a su padre, el cual nos miraba tranquilamente. Si creyera que todo estaba bien, podría jurar que él no sabía nada al respecto.
Julián decidió que lo mejor era dejar las cosas como estaban e intentar pasar un momento tranquilo. Aunque a mi parecer era algo raro el que hubiese respondido de esa manera, puesto que él había tenido que enviar a las personas que nos habían ido a buscar a la casa de sus padres.
¿O no?
— ¿Y Joel? —Soltó de un momento a otro mientras estábamos todos sentados en la mesa—. Félix me contó que se había quedado unos días más en el laboratorio con él, pero luego perdimos contacto.
¿Qué?
— ¿Cómo así? ¿No sabes de Joel? —Levanté un poco la voz—. Si ustedes dos fueron los que le obligaron a quedarse en el laboratorio y ahora lo culparon porque escapó el virus.
Julián frunció el ceño y negó varias veces.
— No sé de lo que me hablas. Si sabía que él se había ofrecido a ayudar en el laboratorio, pero yo me fui como todos ustedes.
— ¿Qué?
Mis manos comenzaron a temblar y le miré sin poder creer lo que me decía. ¿Acaso era cierto? Pero era una basura de hombre, no tendría por qué creer en su palabra si ya varias veces había jugado conmigo.
— ¿Hablaste con Félix? Tal vez él sabe —tomó de su bebida divertido y luego prosiguió: — O de pronto se fue con esa asistente preciosa con la que pasaba todo el tiempo. ¿Quién podría saberlo?
Mis ojos comenzaron a humedecerse y golpeé la mesa con la palma de mis manos. Ese hombre solo buscaba provocarme y lo estaba logrando.
— Tú vas a pagar por todo el daño que nos has hecho. Tú y Félix.
Julián se levantó de la mesa y limpió su boca.
— ¿Tú y cuántos más?
Un silencio sepulcral llenó la estancia, hasta que observé cómo Robert se levantó también y encaró a Julián.
— No le gustaría saberlo.
Los padres del susodicho se mantuvieron en silencio durante todo el rato y dejaron que estuviéramos allí, mirándonos con recelo. Tal vez él les había pedido que si éste encuentro se llegase a dar, no se involucraran, pues al ser mayores, tendrían mucho que perder.
— A mi no me amenaces —Julián espetó, ofuscado—. No saben quién soy.
— Y tu tampoco sabes quienes somos nosotros. ¿O te podemos preguntar por Lisa, Joel y Chloe?
El escuchar el nombre de la esposa de Robert hizo que el hombre abriera los ojos y dieran algunos pasos hacia atrás. Por supuesto que tendría que saber sobre ellas, no podía seguir comportándose como un idiota y que nosotros aceptáramos sus excusas pobres.
— ¿Qué están haciendo aquí?
Su pregunta me tomó un poco por sorpresa. No esperaba que aquello fuese a ser lo que iba a responder a la pregunta que había formulado con anterioridad.
— ¿Por qué? —Robert apretó la mandíbula—. ¿Se te olvidaron los hombres que enviaste para jodernos?
Julián frunció el ceño suavemente y luego negó efusivamente con la cabeza.
— No sé de lo que me están hablando.
— No te hagas el idiota —interrumpí.
— Vale, no entiendo nada.
El hombre volteó a mirar a sus padres y levantó las cejas, esperando que ellos le explicaran lo que estaba sucediendo. Toda la situación era algo compleja y rara, puesto que su forma de actuar era completamente diferente a lo que esperaba que fuese.
— ¿Entonces? ¿Debo saber algo? —Julián se dirigió a sus padres y ellos asintieron levemente.
— Hijo-
— ¡Quisiera entender lo que dicen! —Interrumpí nuevamente para que cambiaran el idioma y poder reconocer las palabras de ellos.
Para mi sorpresa, su padre comenzó a hablar haciendo que le entendiera cuando él mismo había dicho antes que no podía hablar otro idioma.
— Hijo, unos hombres vinieron en la noche preguntando por ellos —comenzó a explicar—. Dijeron que venían de parte del laboratorio, así que pensamos que los habías enviado tú.
— ¿Les preguntaron sus nombres?
— No —su madre respondió apenada—. No lo preguntamos.
— ¿Entonces cómo podían saber que era de mi parte?
— Sólo les creímos. Como ha sucedido varias veces.
— ¿Qué ha pasado varias veces? —Robert increpó a la mujer y ésta respondió rápidamente.
— Los conocidos de Julián vienen a preguntarnos cosas.
— Mamá…
La mujer se silenció, entendiendo la amenaza de su hijo.
Era cuestionable el por qué los conocidos de aquel hombre iban tan seguido a la casa de sus padres, pero eso no era lo importante para nosotros en ese momento. Lo era conocer la razón por la que estaban buscándonos.