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1797 Words
Querían saber quién era la persona nueva. Pero yo no iba a seguir ese juego. Preferí acomodar mi buzo y tapar mi rostro lo más posible. Así, solamente podrían verme como una mujer desconocida. Hasta mi voz había cambiado y había aprendido en la cafetería de la villa a pagar las cosas que consumía, entonces cuando la mujer que era cajera en la tienda de esa ciudad me explicó cuánto debía pagar y todo lo demás, yo había sabido qué decirle. — Debiste decirme que ibas sola —Robert levantó una ceja—. No puedes salir de esa manera. — Quería conocer el lugar y salir a caminar un poco. — ¿Y qué tal? Me encogí de hombros—. Pudo haber sido peor. — Me he dado cuenta que la gente de estos pueblos es muy rara —comentó, mientras comía su pan—. Parecen sacados de una realidad alterna. Solo te observan, pero no hacen nada. Me quedé mirándole y apreté el dulce en mi mano. — ¿Eso crees? — Sólo estoy siendo apocalíptico. Pero yo no consideraba que solo fuera eso. Así no eran las cosas. No era solamente pensar cosas locas y listo. — En la ciudad —decidí contarle lo que había visto—, habían demasiados colegios. En sus nombres decía que había para niños y niñas. — ¿Y? — Según edad, sexo, color… — ¿Lo leíste? j***r, son más raros aún… — Y si no es una ciudad… Mis sentidos se sintieron alerta y miré a Robert con temor, antes de proseguir: — ¿Y si todo esto es un experimento? La mirada de Robert se perdió y a los pocos segundos se levantó de golpe de la mesa. — Tenemos que irnos. Asentí y guardé todas las cosas que estábamos comiendo en mi maleta y decidimos salir del lugar. Nosotros habíamos confiado mucho. ¿Cómo íbamos a encontrar una casa y habíamos podido entrar a ella sin que llamaran a la policía los vecinos? ¿O por qué había costado mucho menos la comida? Mi cabeza quería explotar mientras salíamos y Robert trató de calmarme, pero nada lograba hacerlo. Mis nervios se habían subido hasta niveles ilógicos y mi vista se nublaba cada tanto mientras nos alejábamos de aquel pueblo. ¿Acaso era una forma de decirnos que allí dentro todo estaba mal? ¿Nos habían dopado para que no entendiéramos todas las cosas antes? Milagrosamente habíamos salido al segundo día de estar en ese lugar, y mientras caminábamos lejos, pudimos notar diferencias en el medio ambiente. Me quedé mirando a una ave volar hacia el lugar del que veníamos, pero al momento de entrar a ese pueblo, desaparecía. Parecía definitivamente una realidad alterna y aquello, nos asustó más. ¿Cuánto tiempo realmente llevábamos ahí dentro? Robert decidió que volviéramos al lugar en el que estábamos y que lo mejor era que durmiéramos en el aeropuerto. En ese lugar el flujo de gente era mayor y así, podíamos pasar desapercibidos por los guardas de seguridad. — Cualquier cosa vamos a viajar a Alemania. — Perfecto —asentí—. ¿Hablas tú? — Si, no te preocupes. Las calles se encontraban solas y Robert sacó una pequeña brújula que tenía en el bolsillo de su pantalón. Había dicho que era la forma más confiable de llegar al lugar que necesitábamos, puesto que el aeropuerto estaba al costado sur de la ciudad y siguiendo la brújula era mucho más fácil y rápido para nosotros, además de que no nos perderíamos. El viaje era agotador y no podíamos permitirnos tomar un taxi o uber. Debíamos llegar caminando y además, podíamos reconocer algunas partes de la ciudad y así llegar más rápido a la villa si era necesario. Mientras pasábamos por un barrio que se veía de clase alta, sentí reconocer a un hombre que caminaba con elegancia por la cera hacia una casa color beige. Mis sentidos se agudizaron y frente a todo pronóstico me encontré corriendo hacia él, pensando que era Joel. Mis ojos se llenaron de lágrimas y solté varias bocanadas de hambre para no perder el aliento y poder encontrarme con él, cosa que sucedió pocos segundos después. — ¡Joel! Mi grito retumbó en toda la cuadra y varias personas voltearon a mirarme como si fuese una loca. Pero no me importó. Porque la persona que más quería que volteara, no lo había hecho. Estaba vestido con una gabardina larga color n***o y lo que parecía un traje debajo. Llevaba un maletín y su cabello estaba acomodado perfectamente bien. Pero antes de que mi mano se posara con fuerza sobre su hombro, me detuve. No podía ser Joel. Él no debía estar así de bien en ese lugar. Ni siquiera con lo que estábamos ahorrando podía pagar uno de los lugares por los que estaba transitando. Menos solo. — ¿Joel? —Susurré y el hombre mi miró por encima de su hombro de reojo. —No. No era Joel. Me había enceguecido y casi formado un alboroto en el que no hubiese quedado muy bien parada. Menos mal me había detenido a tiempo porque podían haber llamado a la policía y ahí si podía estar en problemas. Dejé que mis manos descansaran en mis piernas y comencé a sollozar en silencio. No podía aguantar más. Me había hecho tan fuerte, pero estaba tan rota que mi corazón había visto lo que había querido y no la realidad que era que Joel no estaba junto a mí. Que no sabía dónde se encontraba y lo más probable era que nunca lo supiera. — ¡Joy! La voz de Robert hizo que mi llanto saliera con más fuerza y me dejé abalanzar a su cuerpo para llorar con toda la tranquilidad del mundo. Él suavemente me guió hacia las escaleras de una de las casas y allí, se dedicó a acariciar mi cabello mientras susurraba alguna canción portuguesa que no conocía. — Desahógate. Has sido muy fuerte. Apreté mis ojos cómo sentía de apretado mi corazón y deseé por un momento no estar en aquel lugar y volver el tiempo atrás para no tener que pasar por lo que estaba pasando. Parpadeé y lastimosamente, seguía en el mismo lugar. Nada era como los cuentos infantiles para niños y quise sentir el abrazo de mis padres por un momento mientras continuaba llorando. Escuché los pasos de varias personas y cómo preguntaban por lo que me sucedía. Robert, en su idioma casi perfecto, les daba a entender que yo estaba bien. Que había perdido a uno de mis familiares y por eso estaba de esa manera. Cosa que le agradecía ya que en ningún momento me pidió detenerme o que nos fuéramos. El tiempo pasó con rapidez y no sabía si llevábamos más de una hora allí sentados, pero mis ojos se sentían pesados e hinchados y su mandíbula estaba tensa. — Recordé la muerte de mi mujer. — Lo lamento —sorbí—. Fui desconsiderada en haberme puesto así cuando tú pasaste por algo parecido o peor. — No importa. Te conté que al final, había preferido seguir luchando por mis sueños. No estaba en condiciones para tener un duelo decente. No entendía su comentario y le miré con el ceño fruncido. — ¿Entonces? — Nada. Sentí que locamente solté todo acompañándote en tu llanto. Siento que dejé un peso que tenía sobre la espalda. — ¿Cómo es eso posible? — Tal vez al ver tu dolor me di cuenta interiormente que es algo por lo que todos debemos pasar —se encogió de hombros—. No sé. Pero me siento más liviano. Asentí y suspiré volviendo a mirar al frente. — Por lo menos hubo algo bueno entre toda esta mierda. Robert sonrió—. Así es. Mi cabeza descanso suavemente en su hombro y su brazo rodeó mi cuello para darme algo de calor. El día estaba terminando y teníamos que volver lo más pronto posible al aeropuerto para descansar. Aquel era nuestro lugar seguro por ahora y al siguiente día ya teníamos algo seguro en mente: No descansaríamos hasta encontrar dónde se encontraba la villa. En ese lugar tenían que saber dónde se encontraba Joel y también debíamos conocer si allí era donde habían llevado con mentiras a Robert. Todo aquello debíamos descubrirlo y si no teníamos respuestas para el siguiente día, yo ya había pensado a quiénes tendríamos que visitar. Porque estaba segura que todavía estaban en aquel país y no se escaparían de mí tan fácil. Julián y Félix. Mis viejos y queridos amigos que claramente tendrían alguna idea de todas las preguntas que teníamos Robert y yo. Estábamos revisando mi computador junto a Robert, intentando encontrar algún dato de Félix y Julián. La información que yo tenía, por arte de magia se había esfumado de la faz de la tierra. Habíamos pensado que definitivamente se trataba de algún tipo de virus que habían dejado en mi computador para que eliminara toda la información de ellos. ¡Ni siquiera encontraba mi contrato de trabajo! Nos habíamos quedado frente a una de las salas del aeropuerto y tampoco habíamos visto movimientos sospechosos de ellos dos. Aka, no habían salido de la ciudad. Aquello, me tranquilizaba un poco, pero no podía dejar de imaginar que, por su culpa, estaba sucediendo todo lo que pasaba. — Joy, mira… —Robert me sacó de mis pensamientos y volteé a mirar la televisión, donde una mujer estaba dando las noticias de medio día. En un área suburbana conocida por ser un lugar seguro y tranquilo, ha habido una serie de secuestros y asesinatos. La policía no ha podido encontrar ninguna pista que conduzca a los sospechosos ni ha podido atraparlos. Ayer, una pandilla de personas al azar que no eran lugareños, comenzó a caminar por la acera, según las cámaras de seguridad del lugar. El grupo de hombres miraba sospechosamente a niños y adultos. En los videos, se puede apreciar cómo una mujer hace un crucigrama mientras mira hacia arriba de vez en cuando y dice a la persona que se encuentra a su lado, que ella escucha susurros sobre alguien que ha sido apuñalado, diciéndole "tú eres la siguiente". En otra de las cámaras, se encontró que la mujer miró a su alrededor, pero no vio a nadie más en los alrededores cuando de repente alguien la agarra del hombro con un brazo mientras algo afilado le presiona el cuello debajo de la bufanda. Ella lo agarra del brazo, pero él se encoge de hombros y saca un cuchillo viejo con sangre. En ese momento, las grabaciones dejaron de funcionar y los sospechosos no han podido ser reconocidos. — Demonios… — ¿Qué? —Pregunté mirando a Robert.
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