— ¿Todo bien? —Julián preguntó y a lo lejos Félix apareció, corriendo.
— Pensé que- —comenzó, pero Fox lo calló—. Okey, lo lamento.
Luego de todo el revuelo, continué trabajando, pero nuevamente, mi mente iba y venía con todo lo que había leído en aquel documento.
La IA y el virus se habían creado dentro del laboratorio. Los científicos crearon la IA para ayudarlos en su guerra contra otros países.
¿Qué países? No tenía idea. En el documento no especificaba aquello. Solamente hablaba de “potencias mundiales”.
— ¿Qué haremos ahora?
— Continuar trabajando. Esto que sucedió fue una estupidez.
— Debieron comunicarse conmigo —hablé. Era increíble que ni siquiera me hubieran escrito.
— Esto fue idea de Félix —Julián bramó, furioso—. Pensé que de verdad algo había sucedido.
***
Necesitaba una cita con Joel. Habíamos estado tan ocupados con nuestras investigaciones que a veces ni siquiera sabíamos qué día era. O la hora.
Buscaba de alguna manera poder solucionar los inconvenientes entre los dos, de forma que nuestra relación volviera a ser lo que habíamos tenido antes de llegar a aquel lugar.
Yo sabía que todo había sido culpa del laboratorio. Era imposible para él haber cambiado la forma en que lo había hecho de un día para otro. Algo estaba sucediendo en ese lugar y solo podía esperar a que la vida no me estuviera jugando una mala pasada. Porque si era lo que pensaba, no dudaría en dejar todo atrás, incluido mi esposo Joel, si eso significaba mantener mi tranquilidad.
Estaba tan segura de todo, que decidí dirigirme a Julián al finalizar la jornada laboral para pedir el siguiente día libre para mi esposo y yo.
— De verdad quieres eso?
— Si señor. Quisiera poder pasar un día con él.
— Pero él se ve demasiado ocupado.
— No importa. Hablaré con él.
— Bueno. En ese caso… —Julián se encogió de hombros—… se lo merecen. Tienes el permiso.
La sonrisa en mi rostro llegó a mis ojos y agradecí por recibir el permiso. Necesitaba preparar todo para el día siguiente y de la misma manera, decirle que podíamos descansar y pasar tiempo juntos.
No podía esperar para poder hablar con él. Aquello lo habíamos hablado antes de comenzar a trabajar. Habíamos arreglado nuestro tiempo y dicho que si lo que queríamos era seguir manteniendo nuestra relación, lo mejor que podíamos hacer era pedir aquellos permisos espontáneos y tener unos cuantos días románticos lejos de virus, laboratorios y máquinas.
Decidí correr a buscar a Joel puesto que a él todavía le faltaban dos horas para terminar su trabajo y rápidamente lo encontré, enfocado en su computador.
— Joel… —susurré. No quería molestar a las otras personas que estaban trabajando con él.
Su rostro volteó a mirarme y sus ojos brillaron.
— Joy… ¿Qué haces aquí?
— Mañana tendremos el día libre los dos. Podemos tener una cita.
— ¿De verdad? —me miró incrédulo y fruncí el ceño.
— Si, ¿por qué?
— No, nada. Nos vemos en casa.
Apretó mi mano y volvió a su lugar.
Horrible.
Ni siquiera un te amo. ¿Acaso había hecho algo y no quería decirlo?
El día siguiente llegó con rapidez y me levanté temprano para organizar todo lo de nuestro día. Había visto una pizca de emoción en sus ojos la noche anterior y podía asegurar que él se estaba comportando de aquella manera por algo más. No porque no me quisiera, sino que algo estaba sucediendo y no quería (o podía) contármelo.
Ya nada me sorprendía. Si él me decía que algo loco estaba sucediendo, yo le iba a creer porque con todas las cosas que había descubierto, habían abierto mis ojos.
¿Perdonaría su mal trato? Tendría que ganárselo.
Me dirigí hacia la cocina y comencé a sacar las cosas que necesitaría para preparar el desayuno preferido de Joel. Él siempre había sido amantes de los huevos con chocolate. Era algo normal y fácil, pero su madre lo preparaba cuando el era joven y por eso era su desayuno favorito.
Ella había muerto antes de que la pudiera conocer y solamente había logrado entablar relación con su padre, el cual vivía completamente solo en Portugal puesto que era el sueño de casados de su esposa y él. Recordaba que cuando Joel me había comentado aquello, no había podido evitar soltar unas pocas lágrimas. Ellos habían devuelto un poco de mi fe en la humanidad y los casamientos.
Poco a poco comencé a preparar la comida, cuando escuché los pasos de Joel detrás de mí.
— ¿Qué haces?
— Desayuno —sonreí.
— Debo salir primero.
— Pero-
Volteé a mirarle furiosa. ¿Qué demonios le pasaba? Le había dicho el día anterior lo que íbamos a hacer y ahora resultaba con planes.
— Lo lamento —se disculpó y besó mi cabello—. Nos vemos más tarde.
Con prontitud se dirigió a la salida y apreté en mi mano la servilleta con la que estaba limpiando la suciedad que podía dejar.
— Si sales, nos separamos.
Joel se tensó en su lugar y se volteó con rapidez. Imaginaba que él podía pensar cualquier cosa, menos que yo sería capaz de dejarle si continuaba con su actitud.
— Joy…
— Me dejas aquí. Ya no pasamos tiempo juntos.
— Joy…
— Ni siquiera trabajamos juntos. Cada uno es por su lado. Cuando tienes tiempo… —tragué saliva—… prefieres irte a reír con tu asistente en vez de estar conmigo un poco.
— Joy, yo…
— No hables. Si sales por esa puerta, olvídate que existo. Estoy cansada.
Mi pecho dolió como no tenía idea. Nunca había sido tan dura con él porque siempre habíamos tenido una relación especial. ¿Me estaba engañando? No podía concebirlo. Además de que confiaba en él aún así se comportara mal. Nunca había tenido que decirle nada o poner límites porque era una persona demasiado correcta.
Perfecto, tal vez.
— Joy no me hagas esto… —sus ojos se humedecieron y tomó mis manos—. Déjame ir, por favor.
— Joel, ya lo sabes.
Tragué saliva y solté sus manos. Si se iba, definitivamente presentaría mi renuncia y pagaría la multa o lo que fuese si podía alejarme de él. Estaba cansada, no iba a soportar más aquella situación.
— Lo lamento, cariño. Sabes que te amo.
Pude ver a Joel salir por la puerta y no volver. Mi corazón se rompió y dejé de llorar cuando escuché el chocolate caer en la estufa. Me sentía desconsolada. ¿Acabábamos de terminar nuestro matrimonio? Si él tenía descanso, no entendía para dónde iba.
— Joder...
No podía ni respirar bien. Así que espere un poco más de tiempo hasta que me sentí un poco mejor y decidí tomar un baño.
Mientras me duchaba, escuché mi celular sonar y luego mi computador. Como era mi día libre, decidí no contestar absolutamente nada y hacerlo hasta el otro día, puesto que si llegaba a responderles, eso solo iba a servir para que irrespetaran mi tiempo de descanso y así, las cosas no podían ser.
Pude cambiar de ropa suavemente y de pronto, unos golpes en la puerta me alertaron.
— ¡Joy!
El grito de Julián me hizo preocuparme y corrí a abrir para saber qué estaba pasando.
Su cuerpo era mucho más grande que el mío y levanté la cabeza, para observar su rostro.
— ¿Por qué no respondes? —Apretó la mandíbula.
— Porque es mi día libre.
— Tenemos una reunión de urgencia.
Sin mediar palabra, tomó mi brazo y comenzó a correr por el pasillo. En el poco tiempo que llevaba de hablar con él, nunca le había visto tan nervioso y estresado. Su semblante me preocupó aún más y lo primero que se pasó por mi cabeza, fue Joel.
¿Lo vería allí también?
Estábamos corriendo por el laboratorio. Los investigadores, asistentes y otros miembros del personal nos ignoraban. Estaban demasiado concentrados en sus propias tareas como para preocuparse por cualquier otra cosa.
La única razón por la que sabía que sabían que había una reunión sobre el virus era porque había escuchado a alguien mencionarlo. Otro investigador nos vio correr y nos detuvo.
— ¿A dónde van? —Preguntó.
— Se supone que debemos estar en una reunión de emergencia —Tartamudeó Julián en respuesta, tratando de recuperar el aliento.
— ¿De qué se trata la reunión?
Él vaciló antes de responder lentamente: —El virus.
El científico negó con la cabeza lentamente.
— Lo siento, pero no hay reunión sobre el virus.
— Calla —Julián bramó y volvió a tomar mi brazo para continuar corriendo—. Él es un completo idiota. Siempre ha pensado que esto es un juego.
Me mantuve en silencio hasta que reconocí a Félix fuera del laboratorio saliendo de un auto. Corría hacia la reunión de emergencia con el virus. Presentía que iban a informarnos que se había escapado.
Con prontitud nos alcanzó y su rostro mostró preocupación.
— ¿Qué pasó con él? —Julián preguntó sin mirarle.
— Lo llevaron hace cinco minutos —dijo Félix—, sé que vienen por nosotros. Todos vamos a morir.
Pensamientos terminales se arremolinaron en su mente y comenzaron a hablar sobre lo que podrían haber hecho para detener esto, pero no se les ocurrió nada.
Luego lo vimos. Un mar de personas delante de nosotros, todos a la vez. No uno, dos o diez, sino cientos y cientos de personas bloqueando nuestro camino, nuestro camino hacia adelante y hacia atrás también.
— ¿Qué demonios es esto? —Pregunté— ¿Qué es esto?
— Esto no está pasando... —Dijo una persona frente a nosotros.
Lentamente redujimos la velocidad y toda la naturaleza de los pensamientos inundó nuestras mentes nuevamente; ¿Qué hacíamos? ¿Qué se supone que hiciéramos? ¿Qué estaban haciendo?
— Se dio la vuelta —comenzó a corear nuestro jefe y volteé a mirar al frente. Al parecer, había alguien importante allí y por eso todas esas personas estaban allí.
Había un investigador desconocido que comenzó a informar lo que tanto miedo me daba al imaginármelo. El virus se había escapado del laboratorio y ahora se estaba extendiendo por la ciudad. Comenzó a pedirle a la gente que se fuera lo antes posible de la villa porque podía ser demasiado tarde para todos nosotros.
También expresó que existía una necesidad real de personas que se quedaran y ayudaran a otros a evacuar.
No sabía qué hacer. Mi rostro estaba desencajado y mis manos sudaban frío.
¿Dónde estaba Joel? ¿Por qué no lo veía?
— ¿Mi esposo? ¿Dónde está?