— ¿Terminaste? —Julián Fox, nuestro jefe, apareció.
— Si, señor —asentí y retiré un poco el tapabocas de mi rostro—. Ha sido agotador esto.
— Imagínate mi trabajo. Estoy aquí desde las cuatro de la mañana —sonrió.
Entregué mi informe y a lo lejos vislumbré a Joel hablando con una de las asistentes de la investigación y suspiré. Sus ojos se achinaban por cada palabra que ella decía y podía sentir cómo estaba feliz. No me generaba nada de celos o algo parecido porque yo sabía lo importante y especial que era yo para él y claramente, él para mí. Lo amaba y extrañaba.
Decidí dirigirme hacia donde se encontraba, pero, un cuerpo más grande que el mío irrumpió mi paso. Nuevamente era Julián.
— Quisiera que me acompañaras.
— Ya terminé mi trabajo —revisé el reloj que descansaba en mi muñeca—. Mañana podemos ir.
— Necesito que sea ahora mismo.
Sus palabras me dieron algo de rabia, pero suspiré y asentí, mirando por última vez a Joel. Ni siquiera se había dado cuenta que estaba observándolo.
Mientras los dos caminábamos por los pasillos del laboratorio, observando a todos los investigadores trabajando en el virus, pude sentir una sensación de asombro y orgullo. No todos los días veías a personas tan valientes y dedicadas trabajar para proteger y salvar vidas.
Pero cuando estábamos a punto de salir de las instalaciones, estaba segura de que había escuchado una voz que susurraba: "vamos a ganar esta guerra". El cabello que estaba en mi nuca se erizó y estaba segura de que no había sido la única que lo había escuchado puesto que su postura se tensó de igual manera.
— Julián…
— Continúa.
Su mano se dirigió con rigidez a mi brazo y me jaló, intentando que caminara más rápido.
Pude apreciar cómo todos los investigadores habían detenido sus tareas y nos miraban con atención. Uno de ellos se acercó a nosotros y sorpresivamente habló frente a mí:
— Tenemos que mejorar un poco si queremos terminar la guerra rápidamente —me miró y continuó—. Podemos llevarlo a un nivel superior aumentando nuestros esfuerzos.
Julián asintió y dijo: — Eso espero.
Cuando estaba a punto de darse la vuelta, vimos a uno de los investigadores consolando a otro que tenía los ojos llorosos.
— ¿Qué está pasando? —Pregunté.
— Deberías ir a tu habitación —habló Julián sin despegar la vista de las dos personas—. Hasta mañana, Joy.
— Pero-
— No quiero que estés aquí cuando voltee a ver.
Sus palabras me calaron hondo, pero decidí acatar sus órdenes. Necesitaba saber qué era lo que les había pasado a esos investigadores y, además, ¿Qué era eso de una guerra? Sentía que había algo que todos sabían menos yo. No tenía idea de qué estaba sucediendo, pero, si no podía salir de ese lugar, entonces quería averiguar hasta saberlo.
En el aparta estudio se encontraba Joel esperándome.
Su rostro se mantuvo serio mientras me observaba y soltó un leve suspiro, mientras observaba su celular rápidamente.
— ¿Dónde estabas?
— Con Julián.
— ¿Dónde?
Fruncí el ceño.
— ¿Estás bien?
— ¿Dónde estabas?
— Caminando por ahí…
— Joy…
— No sé de lo que me hablas —espeté extrañada.
— ¿Viste algo?
— No…
Joel pasó una mano por su cabello y asintió levemente. Se levantó de su silla y se dirigió a la habitación. Su actitud cada vez era más rara y me sentía estresada por ello. Ya no hablaba conmigo, ya no comíamos juntos, ya no compartíamos. Nada.
Finalmente lo dejé mientras iba a la cocina a tomar un refrigerio. Cuando volví ya no estaba. La puerta estaba cerrada pero abierta, a pesar de que nunca lo hacía cuando estaba allí. Abrí la puerta con cuidado y encontré a Joel tirado en el suelo, llorando silenciosamente o dormido o algo, no estaba segura pero no se veía bien. Estaba oscuro.
Decidí dejarlo solo. Si él necesitaba de mí, sabía que me buscaría.
***
El siguiente día había sido largo y aburrido. Estaba ansiosa porque terminara. Me estaba aburriendo de mi ubicación en el escritorio con la computadora a mi lado. Miré la pantalla y sorpresivamente, el correo electrónico de mi jefe en el laboratorio estaba abierto. Aunque me consideraba demasiado vaga para revisar; mi jefe no apareció en los siguientes minutos de todos modos.
Entendiendo que había sido un día tenso, decidí abrir el correo desde mi laboratorio. Había un vínculo, así que entré al mismo y leí varias páginas de informe que había enviado Julián a la OMS o alguna persona allí dentro. Mi piel con cada párrafo que leía se sentía más chinita y mi cuerpo se tensaba.
Con lo que el laboratorio había estado trabajando, era un virus para una guerra entre dos potencias mundiales. El virus que habían creado iba a destruir a toda la humanidad, si se lo planteaban y según lo que pude entender. Me sentí muy enferma y todo lo que podía pensar era en cuántas personas ya habían muerto a causa de este virus.
En otra página decía que, después de un tiempo, la IA se volvió sensible y pudo pensar por sí misma. Ellos predijeron que, si continuaban creando IA, nunca podrían ganar la guerra porque toda la IA se rebelaría y se volvería contra ellos. Los científicos necesitaban una respuesta a este problema y la encontraron cuando crearon un virus para controlar la IA y al mismo tiempo protegerse de cualquier daño que pudiera ocurrir.
Cuando trajeron el nuevo virus, se programó automáticamente en todas y cada una de las IA y luego se cargó en cualquier otro laboratorio o ciudad que hubiera sido programado con su creación. Creían que esto aseguraría la paz en los próximos años porque no tendrían que preocuparse de que ninguna de sus creaciones se revelara contra ellos. Pero cuando llegó una llamada de emergencia de un laboratorio donde un científico había sido infectado con un tipo diferente de virus…
No pude continuar leyendo porque escuché algunos pasos en el pasillo y rápidamente cerré todo, dejándolo como estaba en un principio.
Me levanté y decidí ir a comer algo en la cafetería. No podía dejar de pensar si nosotros éramos los siguientes. Si estábamos infectados. Si aquellos países estaban pensando hacer algo contra nosotros por aquel virus.
Pasé por una cafetería y había gente sentada leyendo varios periódicos. Miré los titulares y lo único que me llamó la atención fue que nadie mencionó nada sobre el virus, lo que me hizo darme cuenta de que no era todo el país, sino que todavía se encontraba en la ciudad, aunque lo que había leído me hacía creer que definitivamente habían más virus en otras ciudades o, el mismo virus se había propagado por varias ciudades.
Mis mayores miedos eran que el mundo entero estuviera infectado. Pero, como había intentado hablarle a Julián de la IA que poseía información privilegiada e importante él había estado demasiado cegado por sus propios intereses (y lo de quién sabe quién más) como para evitar que se apoderara de él o de todos que estábamos en la villa.
Decidí que no podía hacer nada más que asegurarme de que las personas que me rodeaban supieran sobre esto por el simple hecho de que la mitad no se podía comunicar conmigo y la otra mitad habían estado desde antes que yo. Por supuesto que ellos tenían que saber lo que estaba ocurriendo ya que, si Julián había sido el encargado de informar sobre todo esto a sus superiores, él tenía que conocer todo sobre el virus y hasta había podido ayudar a crearlo.
Finalmente lo dejé allí mientras me dirigía a tomar un refrigerio. Cuando regresé, ya no estaba nadie: la puerta estaba cerrada, pero sin bloquear, aunque nunca lo hubieran hecho cuando estábamos allí.
Negué con la cabeza y pensé que tal vez simplemente cerraron la puerta sin pensar. Que su mente no estaba en ese lugar y en aquel momento donde no estaban pensando con claridad y no se preocupaban por asuntos triviales como ese.
Pero, cuando mi jefe apareció furioso por el pasillo y lo seguí hasta mi escritorio vacío sin señales de mi presencia, aparentemente se “preocupó” lo suficiente como para llamar a seguridad. El personal de seguridad no encontró nada malo ni ningún signo de violación de la villa y mientras entraba al laboratorio, el rostro de Julián cambiaba.
— ¿Dónde estabas? —Cuestionó.
— En la cafetería…
— j***r… —Dejó escapar una risotada y luego pasó una mano por su cabello—… Perdón.
— ¿Qué está pasando? —Me sentía cada vez más perdida en ese lugar. Cada cosa que hacían me generaba más preguntas que respuestas y también me sentía un poco estúpida.
— Pensamos que te habías ido del laboratorio.
— ¿Puedo hacerlo? —Abrí los ojos.
— No, no… Solamente pensamos que habías escapado con información o algo así.
Asentí y vi como Joel entraba nuevamente con aquella mujer y reía.
Al inicio no hubiese sentido lo que estaba sintiendo, pero como nos habíamos alejado tanto, mi sangre comenzó a hervir. ¿Por qué con ella si reía y a mi me mandaba a la mierda?
Con rabia me dirigí hacia ellos y los encaré.
— ¿Y esta amistad cuándo surgió? —Pregunté con una sonrisa.
Joel se tensó y la mujer me sonrió.
— Soy su asistente.
— ¿Y?
— Debemos trabajar juntos —Joel espetó obvio.
— Los asistentes no hablan con investigadores —recité lo que nos habían dicho cuando habíamos llegado—. Hay que respetar la jerarquía.
La desaprobación en el rostro de mi esposo hizo que la sangre me hirviera aún más. No me sentía en condiciones para aguantar algún regaño suyo o una palabra apoyando a esa mujer.
— Tienes razón —se encogió de hombros.
Nada más. De su boca no salió ninguna palabra más.
Sin poder creer lo que estaba escuchando y que tampoco quisiera seguir la conversación o siquiera preguntarme cómo había amanecido, decidí dar media vuelta y volver con Julián. Por lo menos él intentaba hacerme creer que le importaba. Cambio Joel, estaba demasiado ocupado como para hablar con su esposa.
El supuesto amor de su vida.
Mis ojos comenzaron a arder y maldije internamente. Ningún hombre merecía mis lágrimas y menos Joel. Él se había estado comportando como un idiota conmigo y no pensaba aceptar ese trato de su parte. ¡Es que ni siquiera me había dado un beso desde hacía varios días! Y esperaba que yo estuviera sonriente viéndolo con otra persona cuando conmigo había sido tan borde momentos antes.