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1810 Words
— Y nunca te atendieron… —susurré. — En ese momento, no —se encogió de hombros—. Finalmente me di por vencido y me fui. Cuando pude regresar a la que era mi habitación de hotel, me estaban esperando unos hombres, los cuales me sacaron del país y me trajeron hasta aquí. Y no he podido salir. Mis ojos se abrieron con sorpresa. ¿Cómo era eso posible? ¿Cómo habían podido hacerle todo eso a aquel hombre? Eran unos desalmados. — Pero, ¿no te dijeron por qué te traían para acá? — Dijeron que vendría a recoger flores —respondió y miró hacia el cielo. Mi boca se abrió unos milímetros y recordé las palabras del hombre dentro de la habitación. Él había comentado lo mismo. Lo habían llevado a ese lugar supuestamente para recolectar flores. Pero todo había sido una mentira. — ¿Después sucedió algo? — No —negó con la cabeza—. Escapé y comencé a recorrer las calles de la ciudad. — ¿Recuerdas dónde te llevaron? — Algo así. No quisiera volver a pasar por ese lugar. Parecía un complejo de apartamentos. No quería pensar en que tal vez si se trataría de lo que creía. ¿Lo habían llevado a la villa? Tenía miedo de comentarle mi historia y que dijese que yo era una de esas personas que lo habían llevado a aquel sufrimiento. — ¿Recuerdas el color del lugar donde dejaste todo? — No. Era de noche —fruncí el ceño—. Pero puedo recordar el lugar donde lo dejé. — ¿Eso será suficiente? — Espero. Una hora más tarde, comencé a reconocer las partes por las que pasábamos. Sabía que estábamos lo suficiente cerca y cuando reconocí el lugar donde había lanzado el bolso del computador, me detuve. — Es aquí. — ¿Dónde? — Aquí. Miré hacia arriba y me di cuenta que estábamos en un hospital. Pasé una mano por mi rostro y volteé a mirar el hombre, el cual, me observaba divertido. — No creo que todavía esté ahí lo que dejaste. — Yo tampoco. Con lentitud me acerqué hacia el lugar e inmediatamente me encaró un guarda de seguridad, preguntándome por qué estaba allí. Decidí explicarle que había dejado mi maleta dentro, pero él, al verme mal vestida, decidió no creerme. — Es una maleta de color gris —espeté con voz fuerte, esperando que el hombre que iba conmigo entendiera que mientras yo hablaba con el guarda, él podía ir a buscarla. — No importa, señorita. Por favor aléjese. — Es de tamaño mediano. Mis ojos vagaron por el lugar y pude ver cómo mi nuevo conocido se movía con rapidez dentro del jardín del hospital. Necesitaba que nadie lo viera y, por ende, grité. El guarda de seguridad saltó en su lugar y yo me tiré al suelo, sobándome los pies. — ¡Me duele! Su inglés era poco entendible y yo era peor para tratar de que me entendiera. Por lo menos él intentaba comunicarse y sin mediar, llamó a una enfermera para que me llevara dentro del hospital. — No tengo dinero —le murmuré y él negó con la cabeza. — El gobierno se encarga. Estaba tan acostumbrada a mi país que aquello me sorprendió y me quedé mirando el lugar donde se encontraba mi conocido, el cual, apareció sin nada. Comenzó a correr hacia el lugar donde me encontraba y negó nuevamente, dándome a entender que no había encontrado nada. Lo siguiente pasó con rapidez. Me pidieron algunos datos y de inmediato me ingresaron dentro del lugar. La atención era sorprendente y sobre todas las cosas, gratis. No podía entender cómo era sostenible aquello, pero lo agradecía. Ellos me darían implementos de aseo y comida mientras estuviese en ese lugar. Además, de que podría pedir ayuda para encontrar el maletín. Sabía que no podría perderse. Lo que había podido pasar, era que uno de los guardas de seguridad había visto el maletín y lo había llevado dentro. Estaba completamente segura. — ¿Puedes preguntarle a la enfermera dónde se preguntan las cosas perdidas? —Le cuestioné a mi amigo (del cual todavía no conocía el nombre) cuando ya estábamos dentro de un cuarto de hospital. — Dame un momento. Él se dio la vuelta y vio a la enfermera. Se dirigió hacia la mujer para preguntarle dónde estaban las cosas perdidas y se disculpó impotente por tomarse su tiempo, pero ella le aseguró que no importaba en absoluto. — ¿Qué es lo que buscas? —Ella le preguntó. Él le habló de una supuesta estancia en la noche y de cómo tenía que ir a trabajar por la mañana. — Ya estamos dentro del hospital —agregó— Pero sólo estoy buscando mi maleta. Ella asintió y comenzó a alejarse, pero le dijo que le mostraría dónde encontrar su maletín en caso de que lo encontrara, pero solamente podría ayudarlo si él o yo nos encontrábamos en la habitación. — ¿Te importa que piensen que somos pareja? —Cuestionó y negué acostada en la cama. — Deberías bañarte —le sugerí y él miró la puerta. — Eso haré. No demoro. Vi cómo entró al baño y observé el techo. Mis ojos se sentían pesados. Llevaba mucho tiempo sin descansar, pero no podía hacerlo. Había dado mis datos y si Félix y ellos me estaban buscando, no pasaría mucho tiempo para que descubrieran dónde me encontraba. Tuve las peores pesadillas de que las IA tendrían hambre y que pronto me atacarían. Me desperté y caminé hacia mi ventana que aún estaba oscura. Vi las luces de la ciudad y negué con la cabeza sin saber qué hacer. Me había quedado dormida y me sobresalté cuando escuché la voz del hombre que me había estado acompañando. — Oye, soy yo. Oh, ¿estás bien? —Me preguntó con preocupación en mi voz. — Estoy bien, pero necesito ayuda —Le hablé de la pesadilla que tuve sobre la IA que estaba hambrienta de mí—. Creo que esto es demasiado peligroso. — No entiendo mucho de lo que me hablas —aseguró él—. Pero espero que esto te arregle la noche. Levantó del sofá en el que se encontraba un maletín parecido al mío y abrí los ojos. — ¡Es ese! —Exclamé y corrí hacia donde él, que para aquel momento era un hombre nuevo. Revisé todos los compartimentos del maletín y mis ojos se posaron en los de él. — ¿Eres científica? ¿Por qué no me dijiste? Su voz sonaba dolida, pero suspiré y miré el suelo. — Porque no quería que pensaras que hacía algo malo… — Unos hombres como tú me trajeron hasta aquí, ¿lo sabías? — No, no —me apuré a negar—. Yo estuve poco tiempo aquí. No sé de lo que me hablas. El hombre pasó una mano por su cabello y renegó en voz baja. — ¿Cómo puedo creerte? ¿Qué tal vayas a llevarme con ellos? — No lo haré. Era obvio que él había estado hurgando entre las cosas que tenía allí dentro o el computador. — ¿Por qué estarías tan segura? — Porque también me están buscando a mí. Sus ojos se abrieron y entendí que debía contarle todo lo que había estado sucediendo. No quería hacerlo, pero no podía perder su apoyo y menos en un momento como el que estaba pasando. Necesitaba ayuda y él, era la única persona en la que sentía, podía confiar. Tuve que contarle toda la verdad a Robert (así era su nombre real) y él luego de varias explicaciones, aceptó seguirme ayudando. Teníamos que encontrar a los científicos y la villa donde podría estar Joel. No me dejaba ir sola y teníamos que encontrar a todos ellos. Sabíamos que teníamos aproximadamente diez horas antes de que me encontraran y quisieran raptarme o matarme y todavía no sabíamos dónde estaban los científicos. Habíamos pensado que debíamos conducir por algunas carreteras secundarias en un coche rentado (ya que tenía algunas de mis cosas de vuelta) hasta que encontramos una casa en medio de la nada con una luz tenue que venía de ella, para descansar un poco o tenerla de “guarida”. — ¿Ya descansaste? —Me preguntó al siguiente día, apenas abrí los ojos. — No, pero está bien. ¿Cuánto tiempo dormimos? — Aproximadamente tres horas. — Eso no estuvo tan mal, pero tenemos trabajo por delante, ¿no? — De hecho, vayamos a buscar a nuestros científicos —musitó y se dirigió hacia el baño—. Espérame un momento. No debe venir nadie, ya tienes tu boleta de salida. Mientras él estaba dentro, entró un médico para revisar mis signos vitales y mis heridas en los pies. Estuve alerta ya que, si él decía que no podía entrar nadie, era porque debía ser así. — ¿Cómo te llamas? —Le cuestioné. — Doctor Lewis. — ¿Y ya? — Si señorita —respondió—. Aplicaré un suero para el dolor. — No creo que sea necesario —atiné a decir. No era un doctor. — ¿Por qué? Sus ojos conectaron con los míos y de golpe, me quité la aguja que estaba en mi piel para que entrara lo que él iba a poner. Solté un gruñido y gotas de sangre comenzaron a escapar de mi piel. — ¿Qué acaba de hacer? —Abrió los ojos sorprendido—. Debo aplicarle esto. — Usted no es un doctor. El hombre se quedó unos segundos en su lugar y luego soltó una maldición para lanzarse contra mí y tratar de atraparme. — ¡Robert! —Grité para que saliera rápido y pudiera ayudarme. Me agarró con fuerza del brazo y tiró de mí hacia él. Lo siguiente que supe, fue que me apuntaba con un cuchillo al cuello y me quería obligar a irme con él en su coche. Grité pidiendo ayuda, pero nadie salió a ayudarme. Presa del pánico, agarré su mano con el cuchillo mientras trataba de cortarme, se lo arranqué de él tan fuerte como pude, lo que le hizo perder el control. Giró de su mano cuando dejó escapar un grito de dolor por la fuerza con que apreté su muñeca y trató de huir rápidamente. Lo acompañé con el cuchillo en la mano hasta la puerta y él intentó nuevamente lastimarme, pero no fue hasta que comenzó a tratar de atravesar la puerta de nuevo que me di cuenta de lo rápido que las cosas se estaban volviendo aún más peligrosas y Robert nada que salía del baño. Inmediatamente, mis instintos tomaron el control mientras sostenía el cuchillo, trataba de bloquear con mi cuerpo la puerta y cerrarla de golpe.
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