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1812 Words
A mi parecer, cualquier tipo de pensamiento loco era factible en aquel lugar. Cuando me cansé, decidí caminar sobre el piso de baldosas blancas. Me dolían los pies y pude ver algunas heridas en ellos, puesto que estaban descalzos. No sabía cuánto tiempo llevaba caminando; podían ser segundos, minutos u horas. Ellos de alguna manera podían jugar con la mente de las personas y aquello, me generaba terror. Volteé a mirar y pude ver a una mujer con un corsé y una especie de falda de cuero mirándome. Me volví a dar la vuelta y me alejé de ella con rapidez. Si ella me había visto, no faltaba mucho tiempo para que apareciera alguien para nuevamente intentar detenerme. Sin poder creerlo, logré escapar del lugar donde me encontraba y descubrí que afuera estaba oscuro, pero el cielo era anaranjado. ¿Qué hora era? ¿Cuánto tiempo había estado dentro? Había ruidos fuertes provenientes de algún lugar en la distancia. Sonaba como si la gente estuviera gritando, pero debía ser algo más, ¿Tal vez disparos? ¿Alguien había intentado escapar y la estaban persiguiendo para matarla? Aquel lugar se sentía como si estuviera en un juego. Como si el paisaje saliera a asustarme fuera del camino... Pero, ¿Qué estaba pasando realmente? ¿Quién me iba a poder ayudar? Necesitaba resolver todo antes de que fuese demasiado tarde. Unos brazos me tomaron por la espalda y grité del susto. Ni siquiera volteé a mirar de quién se trataba, pero aproveché la oportunidad para escapar, mordiéndole con los dientes en la mano derecha mientras aceleraba. Corrí por calles polvorientas, tropezando con basura esparcida por muchas áreas. La gente me miraba como si fuera algo cotidiano. Un hombre hizo un ruido que sonaba a risa, pero podría haber sido su voz resonando en mi cabeza. Finalmente, llegué a lo que parecía un edificio abandonado donde me escondí detrás de unas pilas de ladrillos hasta que llegó la mañana siguiente. Todavía estaba oscuro cuando salí del edificio, así que me escondí allí hasta el mediodía debajo de una escalera rota demasiado pequeña para que alguien pudiera pararse dentro. No podía creer todo lo que había hecho. Pero había logrado escapar. No poseía ninguna de mis pertenencias y los pies me dolían, pero apenas mi estómago comenzó a rugir, decidí dirigirme hacia la casa donde se encontraba el computador tirado. Solamente esperaba que nadie lo hubiese visto y que, en la casa, tampoco hubieran tomado el objeto. Mientras caminaba lejos del lugar en el que estaba, miraba a mi alrededor tratando de reconocer dónde me encontraba. Cuando había venido para el trabajo, nos habían llevado directo a la villa y me era imposible reconocer otro lugar parecido a donde estaba en ese momento. Las calles estaban abarrotadas de basura y las personas me observaban con atención. Tal vez me veía rara o solo nunca habían visto mi rostro. De igual manera, si trataban de robarme, no podrían encontrar nada. Todo lo había perdido allí dentro. Menos la memoria USB, la cual estaba en el bolsillo de mi sudadera con capucha. Continué mi camino, hasta que me di cuenta de este tipo que no tenía hogar o algo así. Estaba muy sucio y claramente vivía en la calle. Llevaba observándome un buen tiempo y siguió mirándome como si quisiera preguntarme algo, pero yo no quería hablar con él en ese momento, así que comencé a alejarme. Vi a alguien más en la distancia, vestido como un oficinista. También tenía esa misma mirada en sus ojos que decía que quería algo de mí, pero no era dinero ni nada físico. Fue solo su fe lo que cambió las cosas cuando noté que tenía una biblia en su mano izquierda. Él estaba haciendo fila en una tienda y me dirigí a ese lugar. Estaba muerta de hambre y esperaba que alguien pudiese ayudarme como fuera. — Disculpe —llamé al hombre que había visto antes—. ¿Podría ayudarme con algo? Parece una persona segura. — ¿Cómo puedes estar tan segura de que estás a salvo? —Su voz era inquietante, salió en un susurro bajo e hizo que su saliva sonara. — Porque es un creyente —murmuré sin yo creerme lo que decía. Me había comenzado a inquietar su comentario. — No puedo ayudarte —me cortó—. Pero puedo hablarte de Dios. Negué con la cabeza y aquello, le molestó bastante, pero él quiso seguir hablándome. Comencé a ignorarlo y eso solo pareció enojarlo más. Se acercó y probó lo que parecía un argumento de venta, pero fue más allá de eso. Me habló del Jesús histórico y del poder salvador de la fe en él. En mi cabeza pensaba: "No, gracias", porque antes me habían influido las creencias religiosas, pero la firmeza de este hombre me hizo cuestionar mi propia identidad y mi fe. Se ofreció a orar conmigo y no por mí, lo cual tenía un sentido extraño. Después de que me bendijo, me sentí incómoda, pero intenté seguir su conversación, esperando que nada me sucediera. — ¿Sentiste algo diferente? —Me preguntó. Era un poco difícil entender su acento, pero asentí. — A-algo dentro de mí cambió porque ahora he encontrado a alguien que se preocupa por mí lo suficientemente profundo como para traer de vuelta mi fe una vez más. El hombre sonrió victorioso y me ofreció una caja de leche que tenía en su bolsa. — Así es. ¿Desear ir a mi iglesia? — Estoy bien —contesté rápidamente. — Vamos, te llevaré a- Sorpresivamente apareció un hombre que parecía, también estaba en la calle como yo. Su rostro se frunció y se posó frente a mí, encarando al creyente. — Déjela —expresó. — Ella necesita de- — ¡Aléjese! El hombre volteó a mirarme y me pidió que me alejara de aquel lugar, a lo cual, decidí hacerle caso. Sus palabras parecían verdaderas y yo había necesitado de su ayuda con urgencia. — Muchas gracias —susurré, cuando estuvimos lo suficientemente lejos de la otra persona, que nos miraba con atención. — Él es un estafador. Por eso intervine. — ¿Siempre hace lo mismo? — No. —Respondió y detuvo su paso—. Lo hace con los extranjeros. Asentí. Al parecer tenía mucho sentido lo que me decía. Aquel hombre parecía un dolor en el culo y yo solamente quería alejarme lo más pronto posible de él. — ¿Vives en la calle? —Cuestionó, sentándose en el suelo. — Ahora mismo, sí. — ¿Por qué? ¿De dónde eres? Dejé escapar una exhalación y me encogí de hombros. — Realmente no importa. Tú tampoco pareces de aquí. — Soy de Portugal. — ¿Ah? —Abrí los ojos—. ¿Qué haces aquí? — Podría decir que lo mismo que tú —terminó la conversación. Sus palabras se calaron dentro de mí y decidí sentarme a su lado. No parecía alguien que tuviese malas intenciones y también nos podíamos comunicar perfectamente. Él podría ayudarme si se lo pedía y yo, ayudarlo a salir del país. — Necesito volver a un lugar cerca del aeropuerto —espeté. — ¿Y? — ¿Podrías ayudarme? — ¿Por qué lo haría? — Podría ayudarte a volver a tu país —le miré—. Solo necesito encontrar algo que dejé en el patio delantero de una de las casas cerca al aeropuerto. — ¿En serio? —Sus ojos me miraron con suspicacia—. ¿Cuál sería mi seguro? — Tú me guiarías hasta allí. No conozco nada de este lugar. El silencio reinó unos segundos entre nosotros, hasta que exhaló y pasó una mano por su rostro — Está bien. *** Llevábamos caminando algunos minutos y mis pies dolían. Podía sentir cómo las pequeñas piedras que encontraba, se iban clavando en la planta de mi pie y los pequeños quejidos de mis labios, eran cada vez más notorios. — ¿Qué pasa? —El hombre me preguntó y yo le señalé mis pies—. j***r, tengo unas chanclas en mi maleta. Espera. Me senté en el asfalto y comencé a limpiar la piel de mis pies. Efectivamente, tenía algunas piedras pequeñas allí, pero con rapidez pude quitarlas y continuar con mi camino usando nuevamente zapatos (o chanclas). — Muchas gracias. — No me había dado cuenta. Nuevamente comenzamos a hablar y decidí preguntarle por qué estaba en aquel lugar al hombre. Me generaba una basta curiosidad ya que al principio lo había confundido con un habitante de la calle, pero, luego me había dado cuenta que estaba alejada de la realidad. Él era filósofo. — Mi historia comenzó en medio de un programa de estudios en el extranjero en la India, cuando recibí la noticia de que habían matado a mi esposa. No supe que hacer. Mis padres me dijeron que volara a casa de inmediato, pero me negué y continué mi búsqueda de una educación superior. Me preocupaba más mi educación que su muerte —comenzó a explicar y apreté los labios al escuchar la última parte. Yo no podría poner nada por encima de Joel. Él era la persona que quería, pasara todos los momentos conmigo. Nadie más. — Una persona que se suponía que me acompañaría a nuestro próximo destino desapareció, dejándome varado en un pueblo donde apenas hablaba el idioma —pasó una mano por su cabello y prosiguió—. Esta extraña ciudad donde la gente solo hablaba tamil, ni francés ni inglés, y todos los letreros estaban escritos en tamil. No sabía qué hacer y comencé a vagar por las calles, pidiendo ayuda y direcciones de extraños en la calle. — Algo así como lo que estoy haciendo aquí. — Parecido —sonrió—. Pero fue inútil. Nadie podía entender ni hablar inglés y nadie me decía cómo volver a mi habitación de hotel (que ni siquiera estaba cerca de donde habíamos estado). Así que caminé sin rumbo fijo a través de aquel laberinto de calles desconocidas hasta que se oscureció afuera, y sin señales afuera que indicaran lo que significan, me encontré frente a lo que parecía ser un edificio del gobierno. Había una fila de personas esperando para entrar. Me sentía lo suficientemente identificada que no podía dejar de escucharle. Decidimos detenernos y que él continuara con su historia. — Sentí que sería de mala educación hacer preguntas sobre cómo podría regresar a mi habitación de hotel, así que esperé. Una por una, alguien les dijo a las personas en la fila lo que estaban haciendo y decidieron escoltarme fuera del edificio. — ¿Te sacaron solamente por esperar? — Si. No sabían lo que estaba esperando, pero para mí, no tenía sentido porque seguían entrando más personas en la fila y escoltaban a más personas a este edificio.
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