Día 3
Como médico en el laboratorio, tuve que prepararme para el evento de que se escapara el virus AA2. Me asocié con otro médico en el laboratorio, llamado Félix. Estuvimos a cargo de la vigilancia.
Un día, al hacer informes, noté que los puntos rojos en el mapa se movían rápidamente hacia un punto. Enviamos nuestras alertas a todos en el edificio cuando descubrí que provenía de nuestro laboratorio.
Corrimos para detenerlo cuando se soltó y corrimos hacia una ciudad cercana. La gente estaba entrando en pánico y corriendo, lo que nos dificultaba encontrarlo y deshacernos de él.
Decidimos utilizar algunos borradores de memoria para esas personas y luego, lastimosamente, con ayuda de un batallón de soldados enviados por el gobierno, tuvimos que deshacernos de estas personas ya que significaba que podían esparcir el virus y contagiar más personas y nosotros todavía no podíamos dejar que aquello sucediera.
Nuestras familias estaban en peligro y si aquello sucedía, ni ellos, ni nosotros volvíamos a saber del otro.
Día 104
Lisa es mi hija y una estudiante que está de visita en la ciudad, según lo que me dijo su madre en los pocos segundos que pudimos hablar. Ella había ido para ir a una de las universidades. Mientras caminaba, se dio cuenta de que la gente caminaba con trajes de materiales peligrosos. Había letreros para chequeos médicos y advertencias de mantenerse alejado del lado sur. Mi esposa me comentó que Lisa revisó las noticias sobre el virus, pero vio que aún no había sido erradicado y entendí que ella debía estar en la ciudad donde teníamos a las personas infectadas por el virus AAA23 (antes AA2).
Mientras tanto, en su universidad, las líneas telefónicas no funcionaban y había letreros alrededor del campus que decían "Quédate adentro". El presidente de la escuela apareció en la televisión y les dijo a sus estudiantes que se quedarán quietos, ya que no era seguro viajar a ningún lado en ese momento.
Mientras Lisa se quedaba adentro con sus amigos, tuvo algunas llamadas telefónicas con su madre para decirle que la amaba y le preocupada lo que podía estar pasando con su seguridad. Después de unos días de estar atrapada dentro de este edificio, Lisa finalmente salió con vida con sus amigos después de que los informes de noticias dijeran que habían eliminado con éxito el virus de la ciudad.
Pero nosotros no volvimos a saber de ella. Habían asesinado a mi pequeña hija.
Decidí apagar el computador.
No podía leer más. El hombre que había estado llenando de información la Inteligencia Artificial, al parecer, era un médico investigador. Nosotros habíamos tratado algo con ese tipo de personas, pero, al final, tampoco había sido mucho. Me había generado algo de tristeza todo lo que había logrado leer y sentí la necesidad de buscar información o el paradero de aquella muchacha. Lisa.
Solo conocía su nombre, pero esperaba que con el paso del tiempo pudiese conocer más información sobre lo que estaría sucediendo con ella y de la misma manera, ayudar al hombre que, no lo sabía, pero también me estaba brindando toda la información que necesitaba conocer.
***
Mis ojos se sentían pesados, pero mi ansiedad no me dejaba descansar.
El virus AAA23 existía desde hacía mucho tiempo y al parecer, lo habían buscado utilizar de buena forma al principio, pero nada había salido como ellos esperaban. Su supuesta cura contra el cáncer había generado que ahora estuviésemos viviendo casi que una nueva pandemia pocos meses después de acabar con otra.
Era impresionante la manera en la que todo aquello estaba sucediendo mientras nosotros descansábamos tranquilamente en nuestras camas.
Revisé mi celular y eran las tres de la mañana. No podría dormir y algunos ruidos que se escucharon en el primer piso, tampoco dejaron que descansara.
Mi sentido auditivo se puso alerta y me levanté silenciosamente para poner la oreja en la puerta y escuchar más sobre lo que estaba sucediendo en la parte de abajo. Claro que podía ser yo y mi paranoia, pero, luego de escuchar más de dos voces, inmediatamente decidí levantar a Robert y pedirle que nos fuéramos de esa casa.
Ellos habían dicho que estábamos en ese lugar.
— ¡Robert! —Exclamé mientras lo movía un poco—. ¡Robert! j***r…
— ¿Mnm?
— ¡Están aquí?
Los ojos de mi compañero se abrieron de par y par y pronto estuvo de pie frente a mí.
— ¿Qué pasa?
— Están abajo. Ellos les avisaron.
— j***r —se tocó la cabeza—. Yo confié en ellos. Ancianos de mierda.
Asentí y comenzamos a recoger nuestras cosas.
Agradecía al cielo que había aislado mi maleta poco antes en el primer piso y la llevaba conmigo para arriba y para abajo. Si la información que tenía en ese objeto era el por qué ellos se estaban comportando de esa manera, entonces que siguieran haciéndolo porque ni loca se los entregaría.
— Vamos por la ventana —Robert expresó y yo tragué saliva.
Corrí hacia la ventana y la abrí, sintiendo el aire fresco golpear mi piel. El mundo parecía una pintura de un libro de cuentos, todo azul, blanco y gris. Podía sentirme temblando cuando lo que estaba a punto de hacer me golpeaba. Puse mis manos en el alféizar de la ventana y me incliné lo más que pude, sintiendo el aire frío corriendo contra mi cara. Miré a Robert para ver su mirada de desesperación, pero también de determinación, me asintió con la cabeza.
— ¿A las tres? —Me escuché decir desde la distancia, sin reconocer realmente mi propia voz, pero la de otra persona. Hubo una extraña sensación de alivio cuando Robert asintió de nuevo.
Pude escuchar como la gente detrás de la puerta estaban gritando, pero sonaba ahogado y lejano. "¡Uno, dos, tres!" Saltamos al aire frío, sintiéndolo rozar nuestra piel antes de chocar con algo duro y áspero que dejó sin aliento.
Un sonido ronco salió de mis labios y toqué mi abdomen, que estaba lleno de sangre. Había caído encima de una roca y ahora, estaba lesionada. Solo esperaba que no fuese algo grave.
— ¿Qué pasó? —Robert cuestionó luego de algunos segundos.
— Nada, nada…
— ¿Estás segura? ¡j***r, Joy!
Sus manos se dirigieron a mi estómago y solté un gemido.
— Tenemos que irnos.
— Pero debo revisarte.
— Ahora más lejos, lo prometo.
El hombre se quedó mirándome durante unos largos segundos y asintió.
Era una madrugada fría y solitaria y habíamos estado caminando por un tiempo. No podíamos recibir señal en nuestros teléfonos y no sabíamos dónde estamos. Lo único que nos ayudaba a descubrirlo era la luz de la luna que se asomaba a través de las nubes. Mientras caminábamos, seguí notando algo en la distancia detrás de nosotros, pero cuando me di la vuelta ya no estaba.
Cada vez que me daba la vuelta para mirar, había alguien o algo ahí.
Llegamos a un callejón con unos botes de basura frente a nosotros y decidimos saltar de uno de ellos (estábamos en una especie de edificio realmente alto). Ignoramos lo sucios que estaban y trepamos por un lado y luego saltamos por el otro lado. Sentí que era demasiado alto, pero antes de que realmente pudiera pensar en ello, mi amigo ya había saltado por el otro lado.
Traté de seguirlo, pero cuando aterricé sobre mis pies, me caí y golpeé mi cabeza contra el suelo lo suficientemente fuerte como para hacer que volviera a sangrar.
— Dios, otra vez —gemí y golpeé el suelo.
— Eres idiota.
— Lo siento.
Robert bufó y me levantó con precaución. No podíamos quedarnos quietos y ahora yo estaba herida.
— ¿Puedes recostarte sobre mi cuerpo?
— No te preocupes por mí.
Continuamos caminando lejos del basurero y volví a voltear para ver si encontraba otra persona, pero nadie. Ahora no podía ver a nadie aparte de nosotros dos. Además de que el sol ya estaba asomándose y nosotros seguíamos en nuestra travesía.
Nuestro viaje en busca de algún lugar para dormir nos llevó a un motel.
Entramos en el motel donde había mucha gente. Busqué a alguien que nos ayudara, pero todos parecían ocupados, así que Robert comenzó a caminar buscando habitaciones para nosotros. Volvió y dijo que no había habitaciones disponibles, que el motel estaba completo para esa madrugada.
Luego vi a otras dos personas que también se veían muy preocupadas, una que parecía bastante golpeada y la otra que se veía muy enferma. Me saludaron diciendo que se quedaban en el motel porque no tenían hogar. Ese tipo de situaciones siempre me generaban incomodidad porque no sabía cómo responder.
Me suplicaron que les dejara quedarse con nosotros en nuestra habitación, ya que era más barato que pagar por separado su propia habitación. No estaba segura de si era seguro y Robert dijo que no debería estar bien, ya que estaríamos juntos y ellos podían ser peligrosos.
Si hubiese sido en otro tipo de situación o contexto, tal vez lo hubiera hecho o les hubiese pagado su habitación, pero realmente no estábamos en situación para hacerlo. De todos modos, si nos hubiéramos quedado con ellos, tal vez nos hubiesen pedido más cosas dentro de la habitación ya que parecían realmente hambrientos y cansados.
Robert chasqueó los dedos para llamar la atención de un hombre que trabajaba allí, pero el hombre se limitó a mirarlo con la cara en blanco. Luego procedimos a subir al mostrador para que nos registraran. Allí, otra señora nos recibió con una sonrisa desconcertante, tenía una enorme calva en la parte superior de la cabeza y se veía dolorida.
Mientras Robert le decía nuestros nombres, ella nos dijo que estaban llenos y no tenían vacantes hasta dentro de una semana, pero que había una habitación matrimonial que nos podría ofrecer. Nos alegramos mucho cuando escuchamos esto porque significaba que teníamos que quedarnos allí y descansar.