Christian abrió los ojos cuando escuchó un ruido dentro de la habitación, al levantarse vio a Emma cerca de la puerta de baño.
–Perdón, no quise levantarte.
Él pasó más manos por su rostro mientras ella volvió a la cama, se acercó a él, Christian se movió sobre ella soltando un gruñido, la abrazo, su mano fue desde el hombro hasta su cintura y le besó la mejilla.
–¿Dónde estabas? –murmuró con la voz ronca.
–Solo fui al baño –contestó ella –. Debía revisar la válvula.
–Debí colocar la alarma.
–No, así ya no duermes.
–Me gusta dormir contigo –le besó el cuello, su mano bajó hasta el vientre y subió hacia los pechos de ella –. ¿Por qué te pusiste ropa? Sabes que no me gusta.
Emma no pudo responder porque él la besó en la boca, sus labios se movieron apasionados y deseosos por un instante, fue hasta ese momento que Christian abrió los ojos y la miró, sus grandes ojos oliva eran preciosos, ella vio los ojos n*gros y por instante se perdió en esa profunda y atrayente oscuridad, ni siquiera se dió cuenta cuando él le quitó la blusa.
–Ahora debo quitarte la ropa –continúo él –. Es trabajo extra.
Emma sonrió al escucharlo y luego se agitó al sentir la boca en su pezón, Christian succionó y jugó con su lengua uno mientras masaje a el otro con su mano, bajó por su vientre despacio, disfrutando cada parte de su piel, le abrió las piernas y se deslizó dentro de ella, los pliegues húmedos y calientes envolvieron a Christián, él empezó a moverse despacio, ella lo abrazó, se besaron, Christián aceleró sus movimientos, más firme y fuerte, le besó el cuello y pronto llegaron al maravilloso orgasmo.
Él salió de ella y se recostó a su lado, Emma lo abrazó, cerró los ojos de nuevo, de vez en cuando podía tomar un día para descansar de todo lo que pasaba afuera, Emma lo hacía sentir tranquilo, tal vez un día podrían regresar a Seattle, comprar una casa y tener una familia, tal vez no sería una vida emocionante, pero sería lo que siempre quisieron.
–¿Quieres salir? –le preguntó él.
Por Christián se quedarían todo el día en la cama, podrían dormir, hacer el amor, volver a dormir y levantarse de mala gana cuando tuviera que ir por comida, pero sabía que pronto Emma se aburriría, odiaba estar demasiado tiempo en una cama, le recordaba a los hospitales.
–No lo sé, debes estar cansado.
–No estoy cansado –contestó al moverse, pasó su mano por la cintura hacía sus glúteos –. Te lo puedo demostrar.
–No, ya no –sonrió ella –. Está bien, vamos al Rockefeller.
–Ves que si te puedo convencer.
–Estas loco.
Ella se levantó para ir a bañarse, necesitaba algo de tiempo para poder arrelgarse, Christián se quedó en la cama con un bostezo perezoso buscó su teléfono y vio el mensaje de su madre, olvidó decirle que no iba a ir a la reunión familiar seguro estaría furiosa, esperaba que Emma pudiera darle un poco de calma.
“Lamento no haberte avisado, estoy con Emma, ¿podemos ir a cenar juntos?”
Elizabeth tardó un segundo en responder, parece que estaba pendiente de su telefono, incluso Christián se sintió culpable.
“En tu apartamento a las siete” –respondió.
–Mierda –gruñó.
–¿Qué pasa? –dudó Emma que venía saliendo del baño.
–Nada, es solo que mis padres quieren cenar con nosotros.
–¡Por supuesto! –dijo ella sonriente –. ¿A qué hora vienen?
–Parece que a las siete, pasamos comprando los ingredientes.
–Podemos pedirle al cocinero que venga –propuso ella –. Y nosotros vamos a dar un paseo.
Christián prefería cocinar, pero le tomaría demasiado tiempo y ya no disfrutarían salir.
–Está bien, le diré.
Ella le sonrió antes de entrar a su guardarropa donde tardaría al menos treinta minutos.
“Estoy en el apartamento de Emma, ella se encargará de la comida”
Está vez Elizabeth tardó un poco más en responder, pero aceptó, Christián vio los demás mensajes, entre ellos había uno de Jefferson preguntando si había logrado resolver el problema del trabajo, tenía mucho cuidado para usar sus palabras porque Emma podía ver sus mensajes, él respondió que sí, vio a Emma salir del guardarropa y luego ir a su tocador a maquillarse, aún le dio tiempo de enviar unos correos antes de levantarse perezosamente y meterse a la ducha, cuando salió a Emma todavía le hacía falta el cabello, así que terminó por ir a la cocina y anotar algunas indicaciones para la cocinera que llegará.
Finalmente Emma estuvo lista y salieron, dieron un paseo alrededor, subieron el edificio y disfrutaron de la vista, Emma quería algo de ropa, era algo que le gustaba, también le compró a Christián, le gustaba que fueran combinados a los eventos, terminaron almorzando en un restaurante cercano y regresaron al apartamento porque ella sabía que a Christián no le agradaba pasar demasiado tiempo fuera, especialmente donde habían demasiadas personas, siempre vivia alerta, no importaba cuantas veces hubiera ido a terapia, el instinto de supervivencia era algo que había quedado en él para siempre, Emma hasta ahora no sabía mucho del pasado de Christián, solo que su madre murió cuando era niño, que vivió unos años en el orfanato hasta que lo adoptaron, sus similitudes los habían unido, ella también había sido adoptada a los cinco años por los Robinson y se habían dedicado a darle lo mejor, nunca conoció a sus padres biológicos, cuando fue mayor pidió personalmente su expediente y lo único que encontró fue que había sido llevaba por unos bomberos al orfanato, no quiso averiguar más, fue todo lo que necesito para saber que no la querían en su vida y Christián la convenció que no necesitaba más, tenía unos padres que la amaban, una carrera profesional y un negocio familiar que seguía creciendo, era parte de algo y eso era todo lo que podía pedir.
Lo cierto era que Christián no quería que nada lastimará a Emma y si indagaba sobre su pasado podía encontrar algo malo, él mismo lo había aprendido, era mejor dejarlo ir.
Al regresar al apartamento, la cocinera casi terminaba, Emma se fue a la habitación a dejar las cosas, Christián revisó la comida y la limpieza del lugar, a diferencia de los padres de Emma que te preguntaban directamente sobre tu estado de ánimo, Robert y Elizabeth eran más minuciosos y veían cualquier detalle de inmediato.
Pronto la puerta se escuchó y Emma fue quien salió a recibirlos.
–Hola señor y señora Anderson.
–Hola Emma –saludó Elizabeth sonriendo, Robert apenas si escuchó, pero siguieron,
Christián llegó primero con su madre y la abrazó.
–Hola mamá –se separó –. Papá.
–Christián –saludó Robert –. Veo que alguien está preparando la comida.
–Lo lamento tanto –intervino Emma –. Es que Christián y yo estuvimos fuera y le pedí al Chef DeLacourt que viniera ayudarnos.
–¿Es Francés?
–Sí, así es, venga.
Extrañamente Robert hablaba más con Emma que con su propio hijo, ella conocía bien a Robert y siempre encontraba una forma de entablar algún tipo de conversación mientras que Christián el único camino que encontró para acercarse a él fueron las leyes.
–¿Cómo están todos? –le preguntó a Elizabeth.
–Lo sabrías si hubieras llegado –le reprochó ella –. Jeff, Isa y Jay estuvieron preguntando por ti.
–Perdón mamá.
–Está bien, no puedo obligarte a nada, ¿qué pasa con tu apartamento?
A Christián apenas le dio tiempo de reaccionar.
–No entiendo.
–Jeff estuvo raro y estuvo preguntando sobre tu apartamento.
–A Jeff se le están quemando las neuronas por tanto desvelo.
–Sabes que eso no es posible.
–No le prestes atención, sabes como es, se parece al tío Alex –rodó los ojos –. Sabes que Emma acaba de encontrar a unos gemelos en el orfanato.
–Sé que me estás cambiando el tema –le advirtió –. Lo hablaremos después, solo tú y yo, ahora dime sobre los gemelos.
Elizabeth era demasiado astuta para su hijo, por más que él intentará ocultar algo, ella ya lo sabía, tenía una intuición otorgada por los mismos dioses, alcanzaron a Robert y Emma en la cocina, la pobre chef tuvo que soportar la opinión de todos en su comida, casi la terminaron de hacer ellos, de cualquier forma su p**o estaba asegurado, la cena fue tranquila en familia, Emma se llevaba bien con los Anderson, ellos la habían conocido desde pequeña y le habían tomado cariño, lo cierto era que a pesar de las circunstancias Christián también había encontrado su lugar.