Un poco antes del otro lado de la ciudad una rubia con la ropa sucia y rasgada vio el auto desaparecer, su postura cambió y vio alrededor antes de empezar a caminar y rodear el viejo edificio donde encontró un auto, el chófer la vio, primero se asustó por su aspecto desalineado, pero corrió a abrirle la puerta.
–Llévame con mi padre.
Él lo dudó, tenía preguntas que por su sobrevivencia decidió no hacer, su trabajo era conducir, lo enviaron justo a ese lugar a esperarla, no hizo preguntas y solo hizo lo que le ordenaron, condujo por varias calles hasta llegar a una enorme mansión blanca con el techo azul y ventanas del mismo color, ella bajo, su aspecto sucio era aún más notable, ni siquiera le importó cuando se paseo por toda la casa dejando las huellas de sus zapatos por todos lados, se movió el cabello en el camino, fue directamente a la parte de atrás, rodeo la piscina hasta llegar a otra casa más pequeña donde habían oficinas, fue directamente a la principal donde el hombre con traje n*gro la observó, a diferencia de los demás no se sorprendió de su aspecto, la conocía perfectamente.
–Llegas tarde.
Ella caminó hacia su escritorio, colocó su bolsa encima de su escritorio, sacó la tarjeta y se la dio al hombre.
–Lo encontré.
El hombre vio la tarjeta y frunció el ceño, rascó su barba y volvió a verla.
–¿Y los demás?
–Están ahí.
Él se recostó sobre su asiento y agitó sus dedos sobre el escritorio, volvió a ver a la chica, había un poco de decepción en sus ojos, por tantos días esperaba que le trajera algo más que una tarjeta, el nombre en ella ni siquiera era el correcto, aunque en realidad, él esperaba que volviera con menos, movíó sus labios y ella se dio cuenta, un escalofrío pasó por su espalda.
–Es él, te lo aseguro –señaló –. Regresará a buscarme, si me das tiempo te lo traeré junto con los demás.
–Haz lo que quieras –le lanzó la tarjeta –. Solo deja de interrumpirme.
Ella vio la tarjeta, le había costado tanto, llegar hasta ahí, no esperaba una felicitación, pero al menos un pequeño reconocimiento por haber llegado más lejos que sus inútiles trabajadores, él la ignoró y ella tomó sus cosas, se dio la vuelta y salió de ahí, regresó al auto y se subió.
–¿A dónde, señorita?
–Al edificio donde me llevaste.
–¿Segura?
–Si él quiere más, le daré más.
El chófer no preguntó de nuevo, al menos esperaba que ella se diera una ducha y se cambiará de ropa, pero no estuvo en la casa ni cinco minutos, pero de nuevo se repitió que su trabajo no era hacer preguntas, encendió el auto e hizo lo que le ordenaron.
Muy lejos de ahí, en una casa con un ambiente diferente el almuerzo estaba comenzando, con el tiempo las familias principales habían crecido demasiado, la familia ahora tenía familia y aunque fuera un poco más difícil reunirse estaban ahí porque sabían lo importante que era.
Elizabeth se inquietó al ver la hora y que su hijo no aparecía, le había dicho que estaría ahí y aunque llevará una vida tranquila que él no respondiera a uno de sus mensajes era una señal de alarma, Christián podia estar ocupado las veinticuatro horas del día incluso sin dormir, pero siempre respondía a uno de sus mensajes, ella calmó su mente, Robert se dio cuenta y miró el teléfono en su mano.
–Debe estar conduciendo, déjalo.
–Solo le envíe un mensaje, no lo estoy controlando –aseguró ella –. Me hubiera avisado si no podía venir, ¿te escribió a ti?
–No.
Ella movió su boca, miró alrededor a los demás invitados, de pronto sintió los labios sobre su cuello.
–¿Quieres que te haga pensar en otra cosa? –preguntó Robert.
Ella iba a responderle, pero en ese momento entró Jefferson, podía ser un médico con horario lleno, pero sabía que era preferible perder su propio brazo a una reunión familiar, al menos eso fue lo que le enseñó su madre, fue directo a ver a sus padres y los saludó, Megan y Alex lo recibieron con un abrazo afectuoso, avisando que sus hermanos ya estaban ahí, saludó a los Stand cuando Elizabeth se le acercó.
–Hola Jeff.
–Hola tía Bety, ¿cómo…
–¿Sabes dónde está Christián?
La última pregunta que esperaba que le hicieran, no le gustaba decir mentiras y su primo siempre lo involucra en sus problemas, había una posibilidad que él no estuviera ahí por la chica que tenía en su apartamento, pero no podia decirle eso a Elizabeth, por suerte su salvación apareció al lado.
–Está con Emma –avisó Larissa –. Hola tia Bety.
–Hola Larissa, ¿cómo estás?
–Bien –sonrió.
–¿Christián está con Emma? –dudó Jeff.
–Sí, lo llame esta mañana para saber si estaría aquí, pero mencionó algo que pasaría el día con Emma, así que no creo que venga.
Todos en ese círculo sabían que Emma no era la fanática número uno de las reuniones familiares, cuando asistía por compromiso, se quedaba parada cerca de una mesa, Elizabeth intentaba hacerle compañía siendo amable con ella, pero también quería compartir con los suyos, se turnaba con Jefferson hasta que llegaba Christián y se despedían, al menos saber que estaba bien la tranquilizaba incluso pensó que sería mejor de esa forma, Emma era demasiado joven y amable para rechazar una invitación, pero ella no estaba de acuerdo en forzar a las personas en situaciones incómodas.
–Gracias, Larissa.
–Lo que sea por ti, tía Bety.
Ella le sonrió y al saber la noticia que Christián estaba bien y con Emma, respiró para tranquilizar esa sensación en sus entrañas que algo no iba a salir bien, fue con Megan para distraerse mientras Jeff vio a Larissa.
–¿Cuándo llamaste a Christián?
–Hace un rato –lo pensó mejor –. Por la mañana.
–¿Temprano?
–No lo sé.
–Haz un esfuerzo, Issa.
–A las diez –dijo ella haciendo una mueca.
–Y te dijo que estaba con Emma.
–Fue ella quien me respondió.
–¿Sabes si estaba en su apartamento o en otro lugar?
–No se lo pregunté –hizo otra mueca –. Estás muy raro, ¿acaso pasó algo?
–No –titubeo.
–Oh no, Christián le hizo algo a Emma o ella a él.
–Sabes que Emma es incapaz de hacerle algo a él –respondió Jeff, demasiado tarde se dio cuenta de sus palabras.
–Entonces él le hizo algo y ahora intenta compensarla.
–Issa, estoy demasiado ocupado para estar pendiente de la vida de Christián y tú deberías estar haciendo algo más importante, así que no me molestes.
–Pero…
–Señor Stand, ¿necesita ayuda con la carne? –preguntó caminando cerca de la parrilla ignorando a Larissa.
–Ven aquí y te enseñaré –le habló Barry a Jeff –. ¿Sabes cuál es el secreto de una buena carne?
–No, señor.
Todos lo sabían, Barry se lo contaba a cada integrante de la familia, en cada reunión, sus hijos y hasta sus dos nietos que apenas hablaban ya se sabían de memoria esa frase, pero dejaban que lo repitiera por su propia emoción, el día en familia era el más feliz para todos, el lugar se turnaba en las diferentes casas, siempre estaban ocupados en su trabajo y el día a día, pero ese día les recordaba que habían personas que los querían, especialmente para Larissa que a pesar de llevar varios años ahí, en muchas ocasiones tenía esa sensación de soledad, sus padres estaban en París y no eran fanáticos de los viajes, ni siquiera por su única hija, sus visitas eran programadas y la mayoría de las veces, era ella quien debía ir a verlos, pero aún así, esas personas que estaban ahí eran su familia aunque no llevarán la misma sangre.