–Te dije que todo iba a salir bien –sonrió viendo a Jeff caminando de un lado a otro en su clínica.
–Entonces esa chica se fue solo así, sin más.
–Nada más –respondió Christián –. Ven a tomar tu café que se va a enfriar.
Tenía algo de tiempo antes de ir a la oficina y pasó por dos café y a la clínica de Jeff donde sabía que estaría, al parecer no sabía el significado de dormir.
–¿Y tía Bety no preguntó nada? –cuestionó.
–No puede preguntar nada porque no pasó nada, le estás dando muchas vueltas al asunto, Jeff.
–Tendrá que ver con que siempre que “ayudas” a alguien todos terminamos en problemas.
–¿Y ahora en qué problemas estamos? –la voz de Larissa hizo que los dos vieran a la entrada –. No se vale, yo traía café –dejó los tres vasos sobre la mesa y se acercó a abrazar a los chicos.
–Me parece que el doctor Grey lo necesita –se burló Christián.
–Lo que el doctor Grey necesita es una noche libre y unos tragos –comentó Larissa.
–Déjenme en paz –bufó el moreno.
–Creo que el doctor Grey ya se enojó.
–Yo creo que el doctor Grey se siente superior a nosotros por ser un médico que contribuye a la sociedad y nosotros unos vagos que le quitan todo a los demás.
Jeff tomó la bolsa de algodón y se la lanzó a los dos, ellos empezaron a reír.
–Te acabas de desperdiciar un material importantísimo –señaló Christián.
–Y te va a tocar limpiarlo –lo amenazó Jeff al tomar lugar en la silla para beber de su café.
–¿Y en qué problema estás metido ahora? –le preguntó Larissa a Christián.
–¿Yo? –dudó y luego miró a Jeff –. ¿Qué le dijiste?
–Yo no lo he dicho nada.
–Por primera vez, es la verdad –comentó ella –. Pero si tratas de recompensar a Emma es porque hiciste algo malo.
–Yo no he hecho nada malo –levantó las manos, luego su teléfono vibró y lo sacó.
–Tu tienes que venir conmigo –Larissa miró a Jeff.
–No lo haré, ya te lo dije.
–Solo es una noche.
Mientras ellos murmuraban Christián vio el mensaje, era de Amy, su asistente.
“Señor Christián, el cliente que mencionó está frente al edificio”
A los segundos le llegó el link de la cámara de seguridad, ahí estaba Sloan viendo a todos lados, él se levantó de inmediato.
–Tengo que irme –comentó –. Un cliente me espera y si salen por ese trago, me avisan, adiós.
Subió a su auto y se fue al edificio Stand, en la vida sintió un viaje tan largo, si conocía bien a la chica sería demasiado orgullosa para entrar al edificio y buscarlo, pero él podría salir casualmente, así que entró por el lado del estacionamiento, subió el ascensor y terminó en la entrada del edificio.
–¡Hey! Eres tú –comentó al verla con una sonrisa, ella rodó los ojos.
–Supongo que hay alguna cámara por aquí –miró a todos lados.
–¿Qué? –fingió demencia –. Voy por un café –señaló a la calle –. ¿Qué haces aquí?
–Me diste tu tarjeta, ahí estaba tu información –comentó –. Solo quería saber donde trabaja el gran Christian Anderson.
–Lo de gran queda demás.
–¿Por qué tu apellido no está ahí? –señaló el edificio.
–Porque la firma es de los Stand, por ahora soy sólo un socio.
Ella desvió la mirada hacía lo que tenía en la mano, Christián observó sus movimientos y aprovechó a verla con más detalle, ahora lucía diferente, tenía el cabello rubio suelto, bastante largo, con unos jeans n*gros y una chaqueta de cuero, está vez no traía maquillaje y aún así estaba hermosa.
–Yo, solo he venido a devolverte esto.
Christián regresó a la realidad cuando ella intentó darle una bolsa.
–Lo tomé de tu apartamento, quería venderlo, pero al parecer no es muy buena idea, al menos eso dijo papá –continuó.
Él abrió la bolsa y vio uno de sus trofeos de béisbol que estaban en la repisa de la habitación de invitados, antes estaban en la sala, pero Emma mencionó que no era muy estético así que los cambió a la habitación de invitados, nunca nadie se quedaba ahí y lo había olvidado.
–Tu padre tiene razón –contestó –. Ni siquiera es oro, no te darían mucho por él.
–Entonces no tengo que disculparme –mencionó.
–No creo que seas de las chicas que se disculpan.
–Y tú las conoces bien –comentó ella –. Supongo que a tu prometida no le importa mucho que lleves extrañas a tu apartamento.
–Parece que alguien investigó –comentó Christián.
–Solo se necesita una revista o algo de internet –comentó ella –. Aquí está tu trofeo y gracias.
Ella se dio la vuelta para irse y Christián le habló.
–¿Qué es lo que haces exactamente?
–¿Ahora? –dudó ella.
–Supongo que las medicinas de tu padre no se pagan solas.
–Mi padre recibe dinero del estado, al menos para sus medicinas.
–Tal vez pueda conseguirte algo, si quieres algo de ayuda.
Ella vio el edificio detrás y de nuevo a él.
–¿Aquí? –señaló –. Ni siquiera eres el jefe.
–Solo porque no quiero.
Ella sonrió viendo alrededor.
–Eres un presumido, adiós.
–No soy presumido si lo demuestro, vienes conmigo ahora.
Tal vez Eric lo mataría, pero no se iba a rendir con la chica, además, no era la primera vez que ayudaba a alguien, él sabía perfectamente que muchos afuera solo necesitaban una oportunidad.
Ella volvió a darse la vuelta para mirarlo, se detuvo un instante y luego lo siguió.
–¿Y si resulta que soy una mala persona?
–No todo es blanco y n*gro –contestó Christián, empezó a caminar hacía el edificio –. ¿Vienes o no?
Sloan lo vio irse y lo siguió, la forma en que Christián actuaba era demasiado confiada, entraron al edificio a ella le dieron un gafete de visitante, había mucha seguridad en cada piso, subieron a un ascensor diferente al que todos los demás subieron, había un hombre que marcó el piso a donde iba, también era un guardia.
–Debería preocuparme porque hay tanta seguridad.
–Es por lo clientes –contestó Christián –. Al trabajar con la justicia siempre tienes unos cuantos enemigos y Eric es un paranoíco.
–¿Quién es Eric?
–Eric Stand, abogado director de la firma, su padre lo dejó a cargo.
–Supongo que debe ser una dicha cuando tu padre tiene un imperio.
–O demasiada presión –contestó Christián.
El ascensor se abrió y salieron al último piso, fue directo a la oficina principal, ignoró totalmente a la asistente cuando le dijo que estaba ocupado y entró a su oficina, Eric estaba al teléfono, miró a Christián y levantó la mano para darle una señal de que guardará silencio, Sloan lo observó, de hecho observó todo rápidamente, la oficina, el escritorio con papeles desordenados, las pinturas en la pared, la increíble vista de la ciudad, el hombre joven pasearse de un lado a otro, no se veía mayor de treinta, delgado de cabello castaño y con un traje impecable, lo que era ser un privilegiado.
–¿Qué haces aquí, Christián?
–Trabajar –contestó él.
–Creí que te había dicho que podías tomarte unos días, Emma va a matarme si piensa que te obligue a venir –se detuvo cuando vio a la chica detrás –. ¿Quién es ella?
–Ella es Sloan y necesita un empleo, su padre está enfermo, creo que la podríamos ayudar.
Eric vio de mala gana a Christián, si seguían contratando empleados necesitados los iba a llevar a la quiebra, el departamento de aseo estaba totalmente lleno y Christián seguía trayendo personas.
–Por ahora estamos llenos.
–Por favor Eric, sabes que podemos hacer algo –contestó –. Tal vez Amy necesita ayuda.
–Un asistente para tu asistente –le reprocho –. Que original.
–Entonces quedará en tu consciencia.
–Disculpen, no quiero causar ningún problema –intervino Sloan.
Eric observó a la chica, no tenía mal aspecto, seguramente Christián le había dicho que tuviera una presentación decente.
–¿Tienes estudios? ¿Sabes hacer algo? –dudó Eric.
–La secundaría –comentó ella –. Y no lo sé.
–¿Cómo te llamas? ¿Cuántos años tienes? ¿De dónde eres?
–Solo falta que le preguntes su tipo de sangre –se burló Christián.
–Debería –reprochó Eric y luego vio a Sloan.
–Ah… soy Sloan Kendrick, tengo veintisiete años y soy de aquí.
–¿Kendrick?
–Sí, mi padre es de Polonia, pero luego vivió en Alemania y ahora vivimos aquí –contestó insegura –. Yo habló idiomas, Polaco, Alemán y Francés, él me los enseñó.
–¿En serio?
–Tak –respondió –. Mój ojciec jest Polakiem, nach Deutschland gezogen, et il má appris á parler Francais.
Ella lo dijo tan fluido que casi ni se notó el cambio de idioma si no fuera por el acento, incluso Christián estaba con la boca abierta, pocas veces alguien podía sorprenderlo.
–Creo que podría tener algo para ti –comentó Eric intentando ser profesional –. Christián ve a trabajar.
–¿Qué?
–Voy a hablar con la señorita Kendrick y estoy casi seguro que tienes una cita con los Smith.
Obviamente Christián quería saber que iba a resultar de todo esto, las personas que traía incluso tenían que enseñarles a barrer, pero que la chica tuviera una habilidad, era una sorpresa, al final aceptó de mala gana salir de la oficina y dejar a Eric con Sloan, ¿qué más podía hacer? Él no era el director.