Capítulo 11

1524 Words
Christián se encontraba en su oficina cuando Amy llamó a su puerta. –Señor Anderson. –Sí. –La señorita Kendrick está aquí. –Está bien, déjala pasar. Desde que le consiguió el trabajo, no había vuelto a ver a Sloane, de hecho ni siquiera volvió a pensar en la chica porque estaba demasiado ocupado buscando un cliente grande para poder convertirse en socio y además tenía que dar una suma de dinero para la firma, el dinero lo tenía, pero también estaba la boda y habían varios gastos, Emma no paraba de hablar sobre un pastel con el diseño del vestido, música en vivo y varios invitados que seguían agregando a la lista, ni siquiera sabía que conocía a tantas personas, debió pedirle matrimonio después de volverse socio, tal vez un año más, pero terminó por hacerlo antes, así que ahora la única manera de tener más dinero implicaba trabajar más. –Te ves cansado –mencionó Sloane al verlo. Christián necesito un minuto para poder responder, la rubia al frente estaba totalmente diferente a la que él había conocido hace dos semanas, tenía una blusa color melón y un pantalón café con tacones y el cabello recogido, se veía muy bien. –Y tú te ves bastante bien –señaló. –Gracias –sonrió ella moviendo su ropa –. Eric me pidió comprar ropa para las conferencias y reuniones con los clientes, ¿te gusta? –Es un cambio bastante notable –comentó Christián. Ella se acercó al escritorio y puso sus manos arriba. –Te ves linda, Sloane –dijo rodando los ojos –. Tanto te cuesta dar un cumplido. –No necesitas que alguien te de un cumplido si tú te sientes bien. –En eso tienes razón, pero no estoy aquí por eso –sacó un pedazo de papel y Christián no entendió nada –. Sé que no es un cheque, pero recibí mi primer p**o y dije que te invitaría a comer. –No tienes que hacerlo, me alegra que sigas aquí, eso es suficiente p**o. –No te hagas el bueno –bufó –. Vamos, es una comida gratis –movió el papel –. A donde tú quieras. –Solo es un pedazo de papel en blanco. –Obviamente no iba a traer el dinero aquí, puedo perderlo. Christián sonrió al escucharla, le creía capaz de hacerlo y la última frase le dio una idea. –Sabes, te lo voy a aceptar. –Bien –sonrió ella –. Ves lo fácil que es. –Bastante en realidad. Christián llamó a Amy y le dijo que saldría por un rato, conforme iban pasando por el pasillo y mirando alrededor algunas asistentes y secretarías que saludaban a Sloane con una sonrisa, ella lo hacía de la misma forma, al entrar al elevador saludó al hombre uniformado. –Hola German. –Hola Sloane, ¿a dónde vas? –Al primer piso, gracias. Parece que Sloane se había hecho conocida en poco tiempo en el edificio, Christián estaba la mayor parte del tiempo en la oficina encerrado, Amy prácticamente era su conexión con todos en el lugar y a parte de Eric que tenían reuniones o él iba constantemente a molestarlo a su oficina, a parte de verse algunos fines de semana en las reuniones familiares. Estaban llegando a la entrada cuando Sloane se detuvo. –Yo no tengo auto, así que tendremos que ir en el tuyo. –No vamos a ir muy lejos –comentó Christián –. Podemos caminar, el sol y aire fresco nos harán bien. –¿Aire fresco en Nueva york? –le cuestionó ella. –Bueno, déjalo en el sol, tiene vitaminas o algo así. –No tengo idea –comentó ella encogiendo los hombros. Al caminar al lado Christián se percató que con los tacones tenía casi su altura, es extraño que alguien llegue a su tamaño, no es que no hubiera una posibilidad, Larissa también era bastante alta, pero eran muy pocas las chicas, en realidad no sabía por qué lo estaba pensando demasiado, regularmente esas cosas no tenían que importarle. –No te molestan los tacones. Ella vio hacía sus pies y luego negó con la cabeza. –No, para nada, son bastante cómodos –mencionó. –Ya –murmuró –. Veo que ya has hecho amigos en el edificio. –Si vas a trabajar en un lugar es mejor que te conozcan, lo aprendí en una cafetería que estaba trabajando hace un par de meses –comentó –. Se lo he dicho a Eric, deberían trabajar más en sus clientes, es mejor mantener un buen cliente que conseguir otros días. –Eso suena bastante coherente –respondió él –. Mira ya llegamos, es ahí. Ella se detuvo y le hizo una mala cara. –Me estás jodiendo. –¿Qué? –dudó él –. Dijiste que lo que yo quisiera. –Si, pero una venta de hot dogs, ¿en serio? –Quiero un hot dogs. –Eso no es un almuerzo. –Ah, dijiste comida gratis y esto es lo que me gusta, a menos que con tu nuevo trabajo ya no te consideres digna de un hot dog especial con tres salchichas –señaló –. Espera, eso no sonó muy bien. Ella se empezó a reír y se acercó al puesto a pedir la comida, terminaron parados cerca de un edificio comiendo cada uno su hot dog que apenas podían dar una mordida decente mientras intentaban no manchar su costosa ropa. –Esto está muy bueno –murmuró Sloane –. Asquerosamente bueno. –Deberías probar los bagels de la Quinta Avenida –comentó Christián después de tragarse el enorme pedazo de pan. –Para ser un prestigioso abogado sabes mucho de comida callejera. Christián se sacudió las manos terminando de comer y miró su traje buscando una mancha o migajas. –Cuando era niño comí una que otra vez así, era de lo mejor. –Así que eres un neoyorquino en su totalidad. Él la miró un poco extraño y luego lo entendió. –Pues no exactamente, viví en Seattle varios años antes de volver –mencionó. –Tengo mucha curiosidad por tu historia –comentó ella al verse la ropa de la misma forma, ya había terminado. –No tanto como yo de la tuya –contestó Christián. –Así es como lo haces. –¿Qué cosa? –dudó él. –Le dices a los demás que cuenten su historia y les das el protagonismo para evitar la atención hacía tí. –Eres muy astuta, sabes –sonrió –. Te pareces a mi madre. –Una mujer sabia, supongo. –Y con un radar supersónico –miró a todos lados –. Seguro no tarda en aparecer. Sloane soltó una carcajada por la forma en que Christián actuó mientras caminaban al edificio de regreso, era el almuerzo más interesante que pudiera haber tenido. –Eric dice que eres de sus mejores elementos –dijo cambiando de tema –. ¿Por qué no eres socio mayoritario? –Has estado hablando demasiado con Eric –señaló Christián. –Es mi jefe principal, tengo que hacerlo y no has respondido mi pregunta. –Para ser socio mayoritario tienes que cumplir con ciertos requisitos, tiempo, clientes importantes y dinero –respondió –. Aún me falta algunos. –¿El dinero? –dudó Sloane. –Los clientes –aclaró –. Bueno, solo debo traer a uno más, pero no tiene que ser cualquier cliente, uno bueno, importante y que tenga una compañía grande, que nos traiga mucho dinero y reconocimiento, cuando lo logré, mi nombre estará en la pared. –Y esa es tu meta. –Todos queremos el nombre en esa pared, todos queremos una firma y estar al frente. –Sí, pero… ¿Y después qué? –No entiendo –Christián frunció el ceño. –Logras estar ahí, ¿Y qué pasa después? En realidad, Christián nunca se había hecho esa pregunta, desde que llegó a casa de su padre y lo conoció, su única meta se convirtió en ser como él, admiraba su temple, su postura, su carácter y básicamente todo de él, cuando se fueron a Seattle y Robert dejó la firma en manos de los Stand, él deseo recuperarla, estar al lado de ellos, demostrar que podía ser como él, pero ahora que estaba tan cerca de la meta, había otra pregunta, ¿qué pasa después? –Chris. La voz de atrás lo distrajo y miró a Emma que venía entrando, tardó un segundo en reaccionar. –Emma. –Hola –se acercó para darle un besó en los labios, él tuvo que inclinarse un poco para que lo hiciera –. Sorpresa, traje sushi, podemos comer juntos, ¿qué haces aquí? –Ah… yo… –cuando vio alrededor Sloane había desaparecido, sacudió su cabeza y volvió a Emma –. Solo fui a dar una vuelta, así que traes Sushi. –Sí, pensé que estaría bien, pero si no quieres… –No, está bien, vamos arriba, allá estaremos cómodos.
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