Habían pasado tres meses desde que Elio dejó de saber sobre Enith Caley aquel día en la playa, había preparado una cena romántica espectacular donde había planeado ese día para pedirle que fuera su esposa, tal vez para muchos era un paso apresurado, pero la verdad es que el billonario nunca había sentido algo tan fuerte por una mujer (ni siquiera con su ex esposa Andrea), aunque una hora después, el anillo de zafiro y diamantes quedó enterrado en la arena cuando supo que Enith había corrido alejándose de su lado por una fuerte cantidad de dinero ofrecida por su primo Aquiles Berestain a ella, quien según el hombre, la mujer aceptó con gusto y se fue sin dejar rastro alguno tal cual ladrona.
Aún así Elio tenía sus dudas respecto a qué era lo que en realidad había pasado con su novia, era un actuar raro, se dice comúnmente que a una persona nunca se le termina de conocer, pero lo cierto es que una corazonada lo invadía una y otra vez en sus pensamientos como un taladro dejando su huella sobre el suelo, la curiosidad lo mataba y su espíritu por investigar el chisme a fondo lo llevó a que Carlos investigara y rastreara a Enith Caley hasta Perú, una agonizante espera de tres meses había rendido al fin sus frutos.
— Mariana cancela todas mis citas para ésta semana —dijo Elio en cuanto colgó la llamada con Carlos, quien el avisó que Enith se encontraba en Perú.
Se encontraba en su oficina con una pila de papeles y documentos por revisar, echaba mucho de menos a Enith, quien había resultado ser tan eficiente que no se había dado cuenta de cuánto trabajo le había ahorrado, aunque la extrañaba más por la necesidad de su corazón que por la necesidad de no usar su cabeza en unos cuantos documentos.
— Pero señor la reunión que tiene para el día de mañana es muy importante —dijo Mariana, su nueva asistente un tanto preocupada por la actitud desentendida de su jefe.
— Entonces que los atienda el señor Berestain, tengo que salir de emergencia, tengo que salir ahora mismo a un asunto urgente —sin dar más explicaciones, el magnate salió de su oficina yendo rumbo al aeropuerto.
Tomó su jet privado que lo llevó a Lima, iniciando así su búsqueda por Enith Caley, tenía que conseguir respuestas, preguntarle a ella en persona si era verdad, tenía que saber qué había pasado en realidad aquella noche.
Pasaron tres días cuando al fin obtuvo una pista sobre el posible paradero de Enith, había un pequeño hostal al centro de la ciudad donde le dijeron que ella llevaba viviendo ahí al menos un mes, por lo que corrió a toda prisa al lugar. Al llegar ahí, solo encontró la ausencia de ella en lugar desconocido, solo había encontrado rastros de la muchacha, que la volvieron como un fantasma para Elio Guinot, al cual perseguía sin rumbo fijo, como una brújula en la zona del silencio ubicada en México.
Sin más que ilusiones rotas en sus pensamientos, recorrió la ciudad entera en un intento de encontrarse con ella por un milagro inesperado pero, todo fue inútil, ese mismo día regresó a Grand Amarilo, con el ánimo bajo por no haber encontrado a Enith Caley.
Elio durante esos meses se había vuelto un hombre reservado, frío y poco platicador, su encanto se había opacado disfrazando la tristeza muchas veces con la ira que sentía por tener todos los recursos disponibles en sus manos y aún así no poder encontrar a la persona que más deseaba ver con todo su corazón.
Se había vuelto adicto al café como producto del insomnio por las noches, la cama se había vuelto una tortura al intentar dormir y solo contar los diferentes pensamientos de incertidumbre que aguardaba con Enith en vez de contar ovejas. Las ojeras se habían vuelto parte de su rostro perfecto, con su mal comer que le había adelgazado unos cuantos kilos.
Llegó al aeropuerto de Grand Amarilo poco después de medio día, donde Carlos lo esperaba en la terminal de vuelos privados. Bajó del avión y caminó hacia la sala cuando una llamada entró en su celular, tenía una remota esperanza de que por alguna razón fuera Enith quien lo contactara, pero se llevó una sorpresa al ver que la llamada pertenecía nada más y nada menos que ha Andrea Fanlo, su ex esposa.
— Elio, creí que no contestarías, me he enterado en las noticias de lo que en realidad pasó, solo quiero decirte que cuentas con mi apoyo —dijo Andrea al otro lado del teléfono.
— Solo son rumores tú más que nadie deberías saberlo —contestó Elio desinteresado.
— Lo sé, aunque me gustaría verte, hay algo muy importante que debo decirte que me he enterado que tu primo ha hecho ¿te apetecería ir por una copa?
— Podrías decírmelo por teléfono.
— Podría, pero prefiero decírtelo en persona.
— Está bien, vamos por esa copa — “maldita ansiedad por saber siempre todo y no aguantarme las ganas” se decía así mismo Elio de mala gana mientras quedaba de acuerdo con su ex mujer para ir por una copa.
Andrea conocía a Elio a la perfección y sabía que odiaba un chisme mal contado, por lo que sabía que diciendo eso el magnate accedería a verse con ella, jugaba con su cabellera castaña al otro lado del teléfono como una señal de triunfo al saber que el billonario no había cambiado del todo; se despidieron con cordialidad quedando de encontrarse en un rato.
Elio llegó a la soledad de su casa en compañía del silencio de sus empleados que guardaban por él. En un acto desesperado no aguantó más las cuatro lujosas paredes de su habitación, por lo que salió mucho antes de la hora acordada de verse con Andrea, tomó su ferrari y manejó con precaución a un bar en el centro de la ciudad, para tomar unos tragos él en solitario, de alguna manera, el alcohol le podría ayudar a olvidar la pena que lo embargaba en su corazón.
El lugar estaba abarrotado de gente, por lo que eligió una esquina lejos de todos para poder tomar con tranquilidad sus tequilas triples. Todo se había ido a la mierda desde que Enith se había ido de su lado, la música del lugar ese día era tán melancólica como lo que sentía en ese momento dentro de su pecho, quería llorar de nuevo, pero los hombres no lloran ¿verdad?, se aguantó el sentimiento llevándose otro trago enorme de tequila, ahogando los gritos de lamento en su pecho.
Después de media hora entre tequilas y pensamientos grises que caían con gotas de lluvia huracanada en sus entrañas, vió a lo lejos a una mujer solitaria a mitad de la barra, había rechazado al menos a cinco muchachos que se habían acercado a ella con la intención de invitarle un trago, a esa altura de la noche lo único que le apetecía era platicarle a un extraños sus penas, no sabía si era producto del alcohol o su melancolía pero necesitaba sacar lo que llevaba adentro, por lo que tomó el valor de acercarse a la “bateadora” del lugar.
— La vida es tan difícil, es una completa desilusión del culo —llegó Elio a sentarse al lado de la extraña, no le había visto el rostro a la mujer, salvo la cabellera castaña que llegaba hasta la cintura.
— La vida es una mierda de orangután con diarrea —contestó la chica.
— Salud —dijeron los dos al unísono, se llevaron el caballito a la boca para tomar el tequila triple escupiendo al instante la bebida, por la sorpresa que se llevaron al reconocerse el uno al otro —¡Túuuuu! —gritaron los dos al unísono.