Parte 0.5||Diablos.

2249 Words
Itzel ¿Que puede ser peor que ponerte cachonda con uno de tus superiores? Pues que seas casi veinte años menor que él y lo peor que tengas novio. «Maldicion» Trato de centrar toda mi atención en los clientes que se acercan pidiendo algo de ayuda con sus llaves y uno que otro ticket de internet mientras mi mente las únicas cosas que guarda son sus últimas malditas palabras. —Señorina mi internet no funciona… Sonrío con cordialidad centrando mis orbes en el italiano que se aproxima con su móvil en mano seguido de su manilla de habitación. —Me permite su manilla… Coloco el sensor sobre la manilla siendo visible en la pantalla el número de su habitación seguido de su nombre y una foto de su rostro. —Le desconectaré la cuenta y se la volveré a conectar para que así le funcione correctamente, incluso suelen haber estas controversias cuando aún está conectado, pero el móvil no lo reconoce. Le explico todo con tono jovial y dulce manteniendo una sonrisa en mis labios en el mismo momento en que… —Buenos días. Mi piel se eriza junto a mi anatomía que reacciona de manera inmediata como si ya supiera de quien se trata sin ni siquiera tenerlo de frente. —¿Todo bien en el hotel señor? Apoya su mano en mi espalda baja acortando la distancia que separa nuestros cuerpos, compartiendo su calor corporal junto a su aroma masculino. «No sabe cuanto lo odio» —¿Usted parlare italiano? El asiente sumiéndose ambos en una conversación bastante controversial que me deja con mis neuronas pensando cuando noto que sus orbes se detienen en mi rostro por pequeños intervalos de tiempo… Es que se me da tan mal odiarlo solo porque sea mi maldito prototipo de hombre ideal… Eso es lo que más me agobia, el solo hecho de que me ponga tanto con solo verlo y que el muy cabron no haga nada para evitarlo de una forma en donde sus juegos son jodidamente de coqueteos muy sugerentes. —¿Ya terminaron la conferencia? Detiene sus manos sobre el borde de mi escritorio en el lobby del hotel mostrándome una expresión un tanto fría y déspota que para empeorar todo me pone muchísimo más cachonda. «¿Acaso yo estoy enferma?» «¿Como algo así puede ponerme tan tontorrona?» Relamo mis labios llevándome toda la atención de sus ojos a ese pequeño gesto de una forma que le parece inevitable el no querer acariciarme el area dañada. —Cuanto quisiera ser yo quien lo lastime. Me atraganto con mi propia saliva queriendo controlar el remolino de emociones que evoca en mi solo con el jodido hecho de emitir ese entorno varonil y masculino que tanto lo rodea. —¿Que ha dicho? Se que pretender que no he escuchado nada es lo más sano para los dos, el no quiere problemas estoy seguro y la verdad es que yo ahora mismo por muy cachonda que me ponga no quiero ser el juguete s****l de nadie… Además está el hecho de que de seguro y ni siquiera le intereso, tal vez es así con todas, al menos es lo que he logrado saber hasta el momento son jueguecitos sutiles que tiene con todas. Igual eso no quita que mis ganas de desnudarlo se reduzcan. —Sabes usted que interrumpir una conversación es de mala educación. Su mano aún sigue debajo de mi espalda baja, la cercanía de nuestros rostros es algo que me dificulta mi forma de hablar, aún así no lo demuestro, me aparto de él con expresión genuina… Centrándome en sus palabras.. No en su atractivo. «Esos ojos azules» muerdo mi labio inferior. —Sabe usted acaso que es de mala educación invadir el espacio personal de otra persona. Alzo mi mentón sacándole una media sonrisa que… ¡CARAJO! Descontrola mi proceso hormonal solo con verlo de esa manera. —Sabe usted lo mucho que… Se aparta de mi dejando la frase incompleta y empeorando el hecho de que quedarme con la duda es una de las peores sensaciones del mundo, pero sobretodo que me tiene con algo atragantado en la garganta. «Y no creo que sean las ganas de cogermelo» —Necesito que por favor le abra crédito a la habitación 967, el cliente es bastante complicado y… —Si, estoy al tanto de ello. Ejecuto la acción dejándole el papel que no duda en firmar con sus orbes azules cobalto que se ocultan detrás de unas largas pestañas y un rostro blanco como la leche. Tomo una extensa bocanada de aire tratando de amortiguar los acelerones de mi corazón y lo mucho que le gusta causarme estos daños a mi mente. —Que tenga buen día señorita. Se da media vuelta acomodando la chaqueta azul que se ajusta perfectamente a sus brazos y cada pequeño musculo de su cuerpo de tal manera que en lo único que puedo pensar es en… —Buenos días niñita. Marlan una de las conserjes me saluda con una suave sonrisa dejando un cálido beso en mi mejilla seguido. —Buenos días Marlan, ¿como te sientes? Realiza un encogimiento de hombros que me saca una sonrisa por el toque de incertidumbre. —Venir aquí ya causa una leve bajada en mi estado de ánimo así que al menos sigo sobreviviendo. Sonrío a la par que me veo forzada a centrar toda mi atención en el segundo podio donde hago de apoyo a mi compañera con el corazón latiéndome en el pecho de manera desbocada cuando mis orbes se cruzan con los suyos. Ese azul cobalto lleno de brillo y con un toque picarón me enferma, saca lo peor de mi queriendo destrozar mi parte buena para acallar como mejor le plazcan todas esas voces que me dicen que permanezca quieta alejada del peligro… ¡No! Mi cuerpo solo quiere saber lo que es el pecado y más si es junto a él. Relamo mis labios manteniendo la mirada alta y serena en su dirección. Los hombres con traje siempre me han parecido atractivos, lo cual es algo a su favor porque esos trajes que suele ponerse le quedan tan a la perfección con su cuerpo que me es más que imposible no tener una intensas ganas de dejarme hacer… ¡Dios mío que soy casada! No debería tener estos pensamientos tan pecaminosos que empeoran el temblor entre mis piernas y menos en un día como hoy donde hay varios clientes esperando su momento de marcharse para su país. —Hola señorita buenos días… Me centro en lo que de verdad importa. —¿Check out? La pareja asiente mientras ella se aferra con fuerza al brazo de su amor demostrando que tóxicas seremos todas hasta el final de la historia más que sus orbes dicen millones de palabras, existe una advertencia bastante fiable en sus ojos a la que ni siquiera me atrevo a ceder. —¿Qué tal se sintieron en el hotel? Sus hombros se relajan un poco, pero aún la noto un poco tensa, él sin embargo, es más pasivo y denota a lo lejos que se encuentra cómodo. —La verdad que todo estuvo muy bien. ¿No es así cariño? Detiene su mano en la mejilla de su amada besándola en la comisura de sus labios y… ¡SOLO QUIERO ECHARME A LLORAR! Hay hombres que esos gestos le salen tan al natural y genuinos que se ve hermosos. Noto que suelo ser un poco inconformista a veces, es solo que no puedo dejar de querer un amor como el de los libros… No creo que no sea real por lo que he visto recientemente, es solo que no es para mi. —¿Me permitirían el número de su habitación y su nombre? —Claro, Habitación cuatrocientos cuarenta y nueve. Danilo Terra y Ciara Manson. Verifico en el sistema dando el visto bueno y estando al tanto de que si he de pagar dinero no es necesario, ninguna cuenta pendiente. —Todo está perfecto, les deseo un buen viaje y la oportunidad de tenerlos aquí de nuevo en otra ocasión. Ambos asienten sonriéndome. —Mi compañera los asistirá con sus maletas. Aún me es inevitable no notar el amor que se tienen, empeorando por completo el malestar en mi pecho en el momento menos indicado. —Como me gustaría tener un amor como el suyo. Susurro lo más bajo posible tomando una extensa bocanada de aire que me atormenta. —¿Que ha dicho señorita? Me atraganto con mi propia saliva sintiendo el murmullo de su voz a mi espalda encontrándome de lleno con su rostro neutral. —Nada de su interés. Intento parecer dura apartándome un poco de su presencia que muy bien no me hace. £ Mi madre siempre me ha sugerido que las cosas deben hacerse con la cabeza fría y tomárselas con calma para así evitar pequeños percances antes de tiempo. Sin embargo, cómo hacerle caso en algo que no están en mis manos… Es más que obvio que la situación en la que me encuentro es así por mis decisiones intransigentes, pero al menos espero no morir antes de averiguar lo que de verdad debo y necesito saber. —Estoy más que segura de que me ha estado coqueteando desde que comencé. Sara una de mis compañeras medio sonríe caminando a mi lado hacia el comedor de empleados. —¿Estas segura de ello? Asiento. —Bueno, a mi muchas personas me han dicho que… que ya sabes, que solo es de dientes para afuera y al final no actúa nada. Vamos que le tiene un poquitín de pavor a las mujeres si me permite decirlo. Medio sonrió con sus palabras. —A ver tía que yo no me hago tantas ilusiones con este tío la verdad, que se que es un jefe, y para colmo europeo… Ha esa gente la quiero lo más lejos posible. Tomo una bocanada de aire. —Pero es que si no tuviera esos mega ojazos azules y esa piel tan blanca y…. ¡joder que me trae loquita, babeando, deseando desnudarlo y no se cuantas cosas más quiero hacerle! Sara se ríe apoyándonos ambas en la pared del comedor esperando la cola. —Bueno, conociéndote estoy segura de que ni la ropa le dejarías. Relamo mis labios con media sonrisa. —Mi plan es hacer hasta lo imposible porque sus dos cabezas no dejen de pensar en mi a cada hora del día, lo que más quiero es volverme su droga… Una que con tan solo verla ya quiera desnudarla. Si lo pienso bien mi plan es volverlo tan loco por mi como sea posible, la cosa está en que no estoy segura de que el quiera que lo vuelva loco completamente… Aunque, ¡Diosito si no es para mi te sugiero que lo vayas obligando desde ya! Porque mío, mío si va a ser papasito y se lo digo yo. Ambas nos ponemos en función de tomar nuestras meriendas mientras mi móvil vibra con algunas mensajes de Mario que igual no tardan en sacarme una sonrisa. Hay momentos en los que me siento mal por lo que estoy haciendo, lo que me carcome es el hecho de que en lo que mi cabeza solo piensa es en cómo si decidí darle una segunda oportunidad le estoy haciendo esto cuando el no ha hecho más que darlo todo de nuevo. Soy una completa basura de ser humano, la verdad es que para que mentir cuando lo único que se hacer es herirlo aunque el no esté al tanto de ello. Digo que lo amo y le miento, pienso en otros, al menos en este caso porque en los de la calle de verdad que ni atractivos me parecen. —Mira quien ha aparecido por primera vez por aquí. Dirijo mis orbes a donde mi compañera me señala encontrándome con Callum Shadow. Ese hombre solo sabe estar en cada lugar al que voy y embelesarme con su presencia de esa forma que mil imágenes guarras se pasan por mi pequeña cabecita de niña pequeña y caprichosa como todos dicen que incluyen posiciones que ni siquiera se han inventado al derecho, ni al revés. A pesar de querer cruzar miradas la evito porque me conozco y … —Joder… —¿Que? —Me cago en todo… —Tia, ¿me puedes decir qué pasa? Sara se emociona más que yo comiendo con prisas. —¡Hay tia….! Me ofusco. —Tia que quiero que me digas que… Se calla por un segundo abanicándose para después soltar la bomba. —El tío viene hacia aquí con cara de pocos amigos. ¡Disimula! «¿¡Que!?» —Como me lo vas a decir así tía… Abro mis ojos de manera exagerada queriendo mantener la calma, pero mi compañera empeora todo lo que de disimulo se trata dándome una patada que termina causando que mi cabeza casi caiga por completo dentro del plato con comida. «Me cago en todo, que vergüenza» Que manera tan rápida de dejarme en completo ridiculo. —¿Está bien señorita? Me ofrece una pequeña toalla y debo bajar la mirada con tal de no sentirme tan mal por las mil personas que me miran. —Gra… gracias. Tartamudeo con unas terribles ganas de llorar que parecen ser notadas por el cuando… —Muy linda la mancha de ketchup en su camisa…¿Puedo lamerla? «¿QUE?»
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD