Parte 0|| Coincidencia

2271 Words
Itzel. Estoy agotada. La vida de adulta cada vez me doy cuenta de que es lo peor que existe… Las noches de insomnio causado por el estres constante de que todos juzgan lo qué haces; el miedo al fracaso a pesar de que lo estás dando todo… Millones de inseguridades que se arremolinan dentro y que empeoran el dolor intermitente de cabeza que llevó ya un buen tiempo soportando. —He estado pensando dejarlo todo y transferirme de hotel… Al menos para poder terminar rápido el servicio social sin ningún dolor de cabeza. —¿Estas segura de que eso es lo que quieres? Asiento colocando un mechón de mi cabello detrás de mi oído dejando entrever mi pendiente de perlas. —Solo te digo que piensa bien las cosas… Lo escucho, pero a la vez es como si estuviera en otro lugar con la cabeza pensando constantemente que es lo mejor… ¿Que carajos debería hacer? —¿Que crees? ¿debería quedarme en donde me he sentido mal desde que he llegado? Detengo mis orbes fijos en sus ojos marrones. —No digo que te quedes donde te sientes mal, solo que pongas mano dura con todos, y te impongas como se debe. Ese hotel puede ser el peor lugar del mundo, pero ganas buena cantidad de dinero… Le echo una media ojeada que le saca una sonrisa. —Vale, tal vez no mucho, pero si lo suficiente para que puedas darte tus gustos y satisfacer tus necesidades al menos en algunos momentos. Libero varios bostezos que intento controlar en el mismo momento en que escucho la suave voz de Mario y sus fuertes brazos aferrándose a mis hombros. —¿Tienes sueño? Asiento cubriendo mis labios por decimoquinta vez haciendo hasta lo imposible por controlar mis ganas de dormirme en el maldito auto, mientras otras tres personas se mantienen en silencio obviando al chofer. —Odio levantarme tan temprano… —Eso pasa por no habernos acostado temprano ayer. Le dedico una mirada de «Eso ya lo sé» cubriendo mis brazos con el bleizer n***o que mantiene mi cuerpo calentito mientras apoyo mi cabeza sobre el hombro de Mario después de plantarle un suave beso en su mejilla. —Igual por más temprano que desee acostarme el sueño no me llega a veces… —Lo se, pero ahora estamos igual de cansados… apoya la cabeza en mi hombro por un rato. Cierro mis ojos por un buen rato, calmando mi respiración en el mismo momento en que mi cuerpo comienza a ceder lentamente al cansancio; sin embargo, este letargo dura poco, ya que, soy despertada y golpeada con la realidad de que ya es hora de tomar otro transporte que finalmente me lleve a mi destino… A la mismísima prisión de Alcatraz en los confines de la otra punta de mi país. —Tuvimos suerte el bus está a punto de pasar. Sonrió a su expresión jovial y no sabe lo mucho que suele reiniciarme la vida tenerlo a mi lado, al menos siempre que estamos juntos siento una paz infinita de seguridad completa. El viaje en bus a plena seis de la mañana suele ser bastante tranquilo la mayoría del tiempo y es una de las cosas que más me reconforta además del hecho de que llegar a este lugar me tranquiliza en ciertos pequeños intervalos de tiempo siempre restándole los dolores de cabeza que ciertas personas suelen darme. —A veces me sorprende lo hermoso que es por fuera. Sus dedos se entrelazan con los míos de una manera que siento la fuerzas que me ofrece mientras sus carnosos labios se detienen con un toque suave en la palma de mi mano. —Espero que tengas un muy lindo día cariño. Le sonrió besando sus labios Justo en frente de la entrada trasera del hotel con los guardias de seguridad atendiendo a algunos trabajadores de gastronomía que no dudan en intercambiar palabras y risas. —Tu también tesoro. —Me mandas un mensaje cuando llegues al trabajo. —Por supuesto. Nos despedimos como solemos hacer usualmente y ya mis hombros se sienten pesados de solo saber que estaré sin verle por unas doce horas exactamente. —Buenos días… —Buenos días compañera, ya nos tienes abandonados. Saludo a Gonzalo uno de mis compañeros de seguridad mostrándole una estruendosa sonrisa que solo ellos pueden sacarme. Puede que este lugar me de bastantes dolores de cabeza, pero hay personas que suelen hacérmelo todo más tranquilo… Aunque también monótono. —No los tengo abandonados. Rebato sacando lo escencial de mi pequeña mochila de cuero. —Ya no hago madrugadas, y por mucho que extrañe hacerlas estoy feliz así, no me agoto tanto. Ambos me sonríen por unos segundos dándome el visto bueno para después entregarme la chapilla y despedirnos finalmente. Presiono el botón de entrada y coloco la identificación en la máquina que… —Itzel Rodríguez… Bienvenida. Las puertas se abren permitiéndome la entrada a la parte baja de una de las instalaciones más reconocidas del mundo. Tatareo la canción Flowers de Lauren Spencer cerrando los ojos en un pequeño segundo en el que… —Cuidado señorita… Sus manos se detienen en mis hombros mientras mi mejilla impacta suavemente con su pecho impregnándome de su maravilloso aroma imposible de confundirme. «Carajo… Quisiera permanecer en su pecho por horas» Abro los ojos lentamente mientras mis mejillas se tiñen de un rojizo innotable gracias a mi piel oscura. —Lo siento señor, estaba un poco distraída. El azul cobalto de sus ojos me enciende más de lo que debería y siendo inevitable que relama mis labios a solo unos escasos centímetros de él llevándome toda la atención de sus orbes. —No se preocupe, solo mantenga su atención al frente. Golpea mi nariz con su meñique enterneciendo mi corazón con ese diminuto gesto cuando… —Señor Callum… Nos apartamos de manera inmediata el uno del otro ignorando por completo que estamos ya en problemas por la vista tensión que nos envuelve a ambos en medio de todo esto. —Si, diga… Se voltea en dirección a uno de sus subordinados manteniendo ahora su expresión neutral. —Lo necesitamos en… Buenos días señorita. Sonrió cordial. —Buenos días señorito. Me despido de ambos rápidamente no sin antes echarle una última ojeada al sexy Callum Shadow, el maldito hombre que me hará pecar sin darse cuenta. —¿Sube? Ejecuto un asentimiento a la persona que se acerca dejando presionar el botón del segundo piso con el corazón latiéndome desbocado en el pecho. «Maldición» Canturreo por segunda vez pero en este momento solo lo hago moviendo mi cabeza y con los ojos más que abiertos esperando evitar otra situación igual a esa. Aunque no se que me hago… Desearía que volviera a suceder. Las puertas del ascensor le dan paso a dos personas más, en cambio yo me bajo dirigiéndome a paso apresurado a la planta de los clientes bajando las escaleras en dirección a la recepción principal. —Buenos días. Varios clientes me pasan por delante sumidos en una conversación en la que ignoran lo que digo, al menos uno de ellos porque el otro me medio sonríe volviendo a centrar su atención en su compañero. —Buenos días Hanra. Le sonrió a una de las conserje que no duda en medio besarme la mejilla con gesto cordial. —Hoy te toca en el piso doce. —Así es, estoy agotada. Me dirijo a paso rápido hacia la oficina de los jefes saludando a todo el que me encuentro a mi paso con una suave sonrisa en mis labios. —Hola de nuevo. —Voy a llegar a pensar que me está siguiendo. Intercambiamos una media sonrisa mientras soy testigo de cómo juguetea con un mechón de su cabello. —Créame que no lo hago a propósito. Le doy la espalda, pero continuó sintiendo su presencia detrás de mi poniéndome más nerviosa de lo que ya estoy. «Vamos Itzel concéntrate» Agarro los Cardex de los clientes importantes junto a algunas cositas que se que necesitaré en donde estaré. Me volteo quedando a una poca distancia de su rostro encontrándome con una mirada que denota de todo. —¿Puedo ayudarlo en algo? Guarda en silencio por unos segundos manteniendo el azul de sus iris fijo en mi rostro… Su imponente figura envuelta en un traje es lo que empeora el descontrol de mis hormonas porque escribir este tipo de escenas no se compara en nada a estar siendo testigo de una de ellas y lo que empeora todo es su acento europeo. —Estoy seguro de que lo que necesito de usted aquí no me lo puede dar… Me atraganto con mi propia saliva siendo casi imposible e incapaz de que pueda articular una simple palabra. —¿De que…? Se marcha dejándome con mil cuestionantes en la cabeza y con mi corazón latiendo a toda marcha por su segunda vez… Lo peor es que el es la razón de que termine con un ataque al corazón. «¡Maldicion!» Despedirme de todos es sencillo hasta el pequeño momento en que me vuelvo a cruzar con el; desvío la mirada no queriendo sonrojarme de nuevo y odiando ser incapaz de ejecutar el mismo juego que con todos. «Es imposible» Repito en mi cabeza como un mantra que no ayuda en nada. £ Sostengo mi móvil viendo varios videos mientras me encuentro completamente sola en la recepción Privilegie del piso doce con uno de los salones de reuniones como desayunador abierto para los clientes que se acercan. El día ha transcurrido bastante rápido y tranquilo. En esta estancia todo suele ser así de una manera sorprendente sin que nadie esté al tanto de ello por la manera en la que me absorto viendo videos sin nadie que perturbe mi tranquilidad. Me duele el trasero y la verdad es que no tengo a muchas personas con las que interactuar ciertas conversaciones, por tanto en lo único que puedo entretenerme es en normalmente observar tranquilamente mi móvil sin ningún temor de ser regañada. —Te he cachado. Suelto el móvil al segundo encontrándome de lleno con Marcellus uno de los mayordomos encargado de los ministros que aquí se hospedan. —Por poco me matas de un maldito ataque al corazón. Acorta la distancia que nos separa uniéndose sus labios con los míos en un toque bastante delicado. «No me juzgueis» —Te extrañaba. Tensó mis hombros un poco denotando lo poco que me han gustado sus palabras y lo mucho que he odiado su arrebato de besarme aunque nadie pueda vernos. —Ejem… Que bien. Le sonrió de manera incómoda volviendo a centrarme por completo en el móvil con mi mente maquinando aún lo sucedido en la mañana. El cambio de ambiente se nota hasta en donde no debería, pero es imposible que no… —Mi novio. Medio que sonrió cuando el móvil en vibra finalmente encontrando el nombre del hombre de mi vida en mi móvil que no tarda de vibrar. —Dime cielo. —¿Como te está yendo el día mi corazón? Tomo una suave bocanada de aire con el suave sonido de su voz imprecándome cuando… —Bien, pero… Callum Shadow entra en la estancia hablando por el móvil con su impecable caminar envolviendo y llamando la atención de toda persona que llame su atención. —Cariño ahora te llamo, ¿vale? —Cielo necesito… Cuelgo la llamada tratando de estar más tranquila pero el móvil me suena por segunda vez forzandome a colgar al percatarme de la mirada del director administrativo que sigue al rubio de ojos azules que se adentran ambos a paso seguro. No se cuantas veces cuelgo la llamada, pero cuando noto que se vuelve intenso termino cogiendola temiendo que sea algo malo… Justo en el momento exacto en que el director se marcha. —Siento molestarte amor pero quiero… Me pide algo que no dudo aceptar para después de explicarle en la candela en la que me he metido enojarse un poco y termina colgándome molesto. «Maldicion» Dejo el móvil debajo del escritorio tomando una extensa bocanada de aire en el mismo segundo en que… —¿Por que estaba usando el móvil señorita? «Me cago en su madre» —Era una llamada importante. Sus profundos ojos… Cuanto odio esos ojos. —¿Importante? Asiento. —La persona que la llamo no sabe que su móvil está prohibido en el trabajo… El tono rudo que utiliza me pone mucho… Vamos que para que mentir porque desde el día que llegue aquí y lo vi me ha llamado la atención, aún sabiendo que es un jefe… Los imposibles qué hay y todo lo que esto puede conllevar. —Es Que… Detiene sus manos sobre las mías dejando su atención en… —Me gustan sus uñas. Trago. —¿Ah si? Me mira. —Ujum. —Son muy buenas para arrañar. Mantiene sus orbes fijos en los míos y el aire se torna caliente. —¿Ah si? Asiento lentamente. —A ver. Se da la vuelta dejándome entrever la chaqueta de su traje azul oscuro mientras deslizo mis uñas en su espalda. «No sabe lo mucho que lo odio» —Son muy útiles la verdad. Sonríe con picardía. —Me encantan que me rasguñen, ¿sabe? Detiene su caminar en la puerta dejándome anonada con sus palabras. —Que sepa que a mi me encanta arrañar. Relame sus labios acomodando su chaqueta. —¿Que ha dicho señorita? Trago por segunda vez terminando con un… —Nada de nada. Se marcha y…. ¡CARAJO! Mis bragas están empapadas.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD