Gritando a los cuatros viento su amor.

1399 Words
—Es lo mejor que pudo hacer —pronunció mi madre, en cuanto yo continúe con la mirada perdida en los altos cerros que rodea a Tuntaqui—. Debes solicitar el divorcio antes que ella… aconsejó. Justo en ese momento tocaron la puerta. —Adelante —pronuncié al voltear. —Ya lo vieron… —Carla tomó el control y encendió la televisión. Mi corazón dio un vuelco cuando la imagen de ella apareció frente al televisor. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo y la respiración detenerse. Mis ojos brillaron y me perdí en su mirada, se encontraba hablando frente a los micrófonos como hace años atrás. Se veía tan hermosa con su cabello largo que traspasaba la cintura, y su piel radiaba belleza pura, pues ella siempre fue hermosa. Sentí unas ganas infinitas de poder tocarla y acariciarla con mis anchas manos pero no podía, estaba tras una pantalla y a mi lado estaban mi madre y hermana que no dejaban de zumbar a mi oído. —No puedo creer que la prensa le dé pantalla a esta mujer —masculló Carla con irritación—. Enrre, no puedes permitir que esa mujer tenga posibilidad alguna de conseguir empleo, debemos hacer que se largue de la ciudad o del país, pero debe desaparecer de nuestras vidas —acentúa mirándome. Yo seguía embelesado contemplando la imagen de ella en la pantalla. Sin poder invitarlo una sonrisa se dibujó en mis labios la cual se esfumó cuando le preguntaron si aún me amaba. Su respuesta formó un hoyo en mi pecho. —¿Es ese tu mejor amigo, Enrre? Un traidor que saca de prisión a la asesina de nuestro hermano mayor —Carla ladeó la cabeza y caminó hasta la pantalla para apagarla, dejando mis ojos ciegos de ella. —¿Escuchaste lo que estoy diciendo? Solté un suspiro y volví la mirada hacía la ciudad. —Enrre, no me digas que aún sigues enamorado de esa mujer, ¡por favor, reacciona! —masculló desde atrás, no contenta con eso giró mi cuerpo desde los hombros hasta dejarme frente a ella. —Ya déjame en paz, quiero que me dejen solo —bufé al sentarme. —No puedo creer que aún sigas enamorado de ella… Alcé la mirada y clavé mis ojos en los de Carla, la miré con ojos afilados al tiempo que hacía presión mis dientes. —Largo de mi oficina, ¡quiero estar solo he dicho! De un momento a otro mi semblante cambió, golpeé fuertemente el escritorio, mi rostro ardía y mis venas quemaban mi piel, me sentía sofoco que no dudé en caminar de vuelta a la botella de licor. —Hijo, no tomes más —pidió mi madre obstruyendo mi paso, sus ojos estaban aguados a punto de llorar—. No sigas los mismos pasos de Emir, ya vez que el alcohol lo ponía loco… Miré a mi hermana y a mi madre, solté un suspiro y salí de la oficina apresuradamente, puesto que si me quedaba un segundo más me volvería loco. Caminé a pasos rápidos sin detenerme a mirar a nadie, presioné varias veces el botón del ascensor y al no abrirse la puerta me desesperé más, por ello caminé hasta las gradas y descendí desde el cuarenta piso. Encendí el coche y salí como león enjaulado, cada segundo pisaba más fuerte el acelerador hasta que llegué a un lugar solitario rodeado de eucaliptos, al instante que toqué el suelo dejé salir un fuerte grito —Lilly Matthew, te amo pero debo odiarte. Me dejé caer sobre el suelo y en mis manos sostuve las hojas secas las cuales destrocé al presionarlas con mis manos. —¿Por qué? ¿Por qué no puedo olvidarte y ya? Maldita sea… Cerré mis ojos y a la mente se me vino Justin, mi amigo, mi hermano, el que me ha apoyado siempre. Yo sé que él jamás me traicionaría, incluso sé que daría su vida por la mía. No es un traidor como Carla dijo, al menos yo no lo veo así, puesto que estaba al tanto de todos sus pasos, sabía que era el quién estaba a cargo de su caso y no hice nada para detenerlo, en realidad quería que él la ayudara por eso dejé que continuara sin poner traba alguna. Después de descargar mi frustración me dirigí a casa, sabía que esto apenas empezaba y una vez que llegué el abuelo y mi padre me increparon. —Debemos hablar —caminaron al despacho y los seguí. Suspiré antes de ingresar y me senté —¿Cómo estás? —inquirió— Ya vi que salió en libertad, lo que quiero saber es, ¿si tuviste algo que ver con su salida? Parpadeé varias veces y me levanté, caminé hasta la ventana y me sumergí en el recuerdo. Claro que tuve que ver, dejé que su abogado hiciera todo lo posible por liberarla, incluso el juez me llamó a pedir mí opinión. —Tu silencio está hablando por sí solo —gruñó mi padre, aunque no gritaba podía sentir que estaba conteniendo las ganas de hacerlo—. Enrre… Estaba a punto de gritarle que sí, pero el abuelo intervino. —Ya déjalo en paz, mi nieto no tiene por qué pagar los errores de los demás… —Suegro, no te metas… —Me meto —bufó y golpeó el escritorio—. En estos tres años Enrre ha reprimido el dolor, ha hecho todo lo que ustedes han querido. A mí también me dolió la muerte de Emir, pero no me ensañé con esa pobre familia que ya tuvo suficiente con tener a sus hijas presas… —Mataron a mi hijo, se merecían la cárcel y se suponía que no saldrían de ese lugar por muchos años, pero ahora ella está libre, y eso se debe a que alguien debió ayudarla —mi padre me miró con ojos iracundos—. Dime, Enrre, ¿piensas volver con ella? Volví a suspirar, ya había perdido las cuenta de cuántas veces lo había hecho. Su pregunta me dejó absorto en los pensamientos… Qué más quisiera yo, volver junto a ella y recuperar la vida que teníamos antes de que todo esto ocurriera; pero no se puede, pues ella no quiere saber nada de mí y yo tampoco podría estar junto a la mujer que asesinó a mi hermano. —Si te atreves a volver con ella te destituyo del poder —amenazó mi padre y el abuelo volvió a golpear el escritorio. —El único que puede destituir del cargo a Enrre soy yo. —Suegro, no me desautorice delante de mi hijo. Qué no se da cuenta que le está dando alas para que corra a los brazos de esa mujer… —Qué más quisiera yo, que correr a sus brazos —pronuncié con un nudo en mi garganta—, pero ella me pidió el divorcio. Lilly quiere divorciarse, ¿estas contento papá? Me divorciaré de mi esposa, la mujer que elegí para llegar hasta la vejez como el abuelo me enseñó Reprimí las ganas de llorar, pues si, me dan ganas de llorar por no poder hacer nada, con un dolor inundado mi pecho salí del despacho y subí las gradas, cuando pasé por la sala de visualización no pude evitar detenerme. —Mira Emir, ella es la tía Lilly —explica Emilia y cuando me ve en la puerta apaga la televisión. —Tío… —observé que no hubiera nadie en alrededor y cerré la puerta, caminé hasta mi pequeña sobrina. —¿Te emociona ver libre a tu tía, Lilly? Se quedó mirándome y niega. —No… —¿Por qué? —La tía Carla dice que ella junto a mamá mataron a papá… Suspiré profundo y no podía creer que mi hermana tuviera el alma tan seca para contarle a su propia sobrina cómo murió su papá. —Eso fue un accidente… Aún estás pequeña para entenderlo. Cuando crezcan, sabrán cómo sucedieron las cosas. La tía Carla no estuvo ahí, nadie sabe cómo sucedieron las cosas. —Pero yo odio a mamá y a la tía Lilly, no quiero verla, el abuelo dijo que vendría a visitarme, y no quiero, no quiero porque me llevará con ella. Abracé a mi sobrina, pensando en lo aberrante que me parecía la actitud de mi padre y Carla.
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