Enrre.
...
Las últimas horas había estado algo nervioso, tanto así que un leve golpe ponía mis pelos de punta, no tenía idea a qué se debía, o quizás si lo sabía solo que quería ignorar aquel detalle.
Soltando un suspiro observé el aparato vibrar, con temor deslicé la pantalla para encontrarme con tres palabras; las tres palabras que había evadido durante tres años habían llegado.
—¡Quiero el divorcio!— Fue el mensaje que llegó a mi w******p.
Por la mañana de ese mismo día, me habían informado que saldría en libertad, la verdad que aquella noticia me dejó atenuante, no me esperaba que saliera libre tan pronto, y lo que era peor, que el mismo día de su libertad me estuviera exigiendo el divorcio, aquella palabra que nunca en mi vida pensé escuchar.
Después de leer el mensaje, una angustia infinita inundó mi pecho, puesto que me había casado con la ilusión de tener un matrimonio duradero, de esos que perduran hasta la vejez. Sin embargo, Lilly Matthew me estaba exigiendo el divorcio, quería su liberación y sacarme de su vida para siempre. Cerré mis ojos y apretándole con mis manos solté un suspiro profundo, la sensación que recorría por mi pecho era sofocante, tanto así que solté el nudo de mi corbata para poder respirar, ya que la gruesa saliva que rodó por mi garganta me fue dejando un dolor en la boca del estómago.
No podía creer que el tiempo había pasado tan de prisa, tres años, tres largos años habían pasado desde que la mujer de mi vida fue a prisión, la misma que elegí como mi esposa y madre de mis hijos, los cuales nunca logramos tener, aquella que robó mi corazón con solo una mirada, esa con la que había soñado formar un hogar lleno de dicha, felicidad, gloria y sobre todo estar juntos hasta hacernos ancianos. Sin embargo, mis planes se vieron afectados la misma noche que ocurrió esa desgracia, la noche llena de dolor y tristeza donde no solo perdí a mi hermano, si no que también la perdí a ella.
Mís manos temblaron al sostener el celular, leí una y otra vez el mensaje mientras mi corazón ardía de dolor como si ácido hubiera sido regado dentro de sí, no entendía porqué me dolía tanto si se suponía que la odiaba. Tensé la mandíbula obligando a mí mente a sacarla de mi cabeza y al corazón a mantener ese resentimiento que por tres años me había invadido.
Al segundo siguiente me sumergí en los pensamientos, sin saber qué hacer o qué responder, las palabras se habían perdido de mi cabeza, mis dedos ni si quiera se movían a escribir una respuesta.
Lo que hice fue colocar el aparato en su lugar y levantarme para dirigirme hasta la botella de whisky.
Aún absorto en los pensamientos me serví una copa y la alcé hasta dejar el vaso. completamente seco, tan seco como mi corazón estuvo en el transcurso de estos tres años; años en los cuales mi vida no tenía sentido.
No hubo días en los que me preguntaba ¿por qué? ¿Por qué la dejé ir a ese llamado de auxilio? Si tan sólo hubiera ido yo en vez de ella, estoy seguro que nada de lo sucedido hubiera terminado así, y yo estaría feliz junto a ella, quizás ya hubiéramos tenido un hijo.
Volví a suspirar a la misma vez me serví otra copa, de la misma forma la bebi de un sorbo, estaba por servirme la tercera cuando ingresó mi madre. Su mirada azulina se acarreó en mi dirección. Caminó a pasos rápidos y me quitó el licor de las manos, antes de hablar colocó la botella en su sitio y se acercó—Cariño, imagino por qué estás así, pero te necesito fuerte para enfrentar esta situación… Miré a mi madre sin expresión alguna, sus azules ojos detonaban una preocupación igual que la mía—¿Puedo contar contigo Enrre?—Volví a suspirar por décima ves, no podía evitar hacerlo, ni si quiera tenía fuerzas para escribirle un mensaje, ¿Cómo se suponía que la iba a enfrentar?, tarde que temprano me encontraría con ella. Apenas acababa de salir de prisión y me estaba pidiendo el divorcio, y no la culpé. ¿Quién podría seguir casada con un cobarde que la abandonó cuando más necesitó? Pero… ¿Cómo enfrentarme a todos por ella? ¿Cómo podía apoyarla y estar de su lado como si nada hubiera sucedido? Si esa mujer acabó con la vida de mi hermano.
Aún lo recuerdo como si fuera ayer… «Era una noche tormentosa y helada en la capital de Estaquía, el frío álgido producía envolvernos sobre los gruesos pulmones y calentarnos con pasión. Y así estábamos, amándonos bajo las finas sábanas, con la poca luz que ingresaba desde la calle tratamos de calentar nuestros cuerpos. Una vez que me regué dentro de ella ingresé a la ducha, esperé unos minutos por ella pero nunca llegó. Cuando salí mi amada Lilly no estaba en la cama y con la toalla aún envuelta en mi cintura bajé hasta la sala en su búsqueda.
De pronto escuché el auto encenderse y corrí hasta la calle. La vi llorar y pregunté qué sucedía, entre llantos me contó lo que pasaba. Aunque le pedí que se detenga se negó a escucharme. Rápidamente, subí a la habitación y me cambié de ropa. Mientras me cambiaba escuché el audio que Kelly había enviado a Lilly, después de eso me faltaron pies para correr. Salí despavorido a casa de mi hermano donde se había suscitado un problema.
Al bajar del taxi sólo el disparo se escuchó. Mi corazón se detuvo y mis piernas se quedaron sembradas en el suelo. No fue hasta que el taxista preguntó qué estaba pasando que reaccioné, solté el billete y corrí hasta el interior de la casa. Una vez ahí mi corazón se paralizó. La sangre cayó a mis pies al momento que vi a mi hermano tendido en el suelo con sus ojos abiertos. El dolor embargó mi pecho. Mis ojos asombrados miraron a las dos hermanas sosteniendo el arma y el silencio pulcro perduró. Me quedé en trance, inmóvil y sin saber qué hacer. No fue hasta cuando la sirena de la patrulla se escuchó que mi mente reaccionó; supuse que el taxista llamó a la policía. Me lancé al suelo al mismo tiempo que mis ojos fueron cristalizados. Mi pecho ardía como si ácido hubiera sido regado dentro de sí.
—¿Qué hicieron? ¡Oh, Dios, Emir no…! Un disparo, mi pobre hermano tenía un disparo tras su cabeza. La sangre en mis manos hizo estremecer mi cuerpo. La rabia junto a una profunda irá embargó mi corazón. Con ojos afilados miré a las dos hermanas que se habían abrazado. Kelly, la esposa de Emir, estaba totalmente golpeada; su rostro mantenía unos grandes moretones como si durante varios días la hubiera estado golpeando. Mi hermano golpeaba a su esposa y por ello ésta busco ayuda en mi amada, Lilly.
—Yo lo maté —confesó ella y con eso clavó un puñal en mi pecho»
Regresando del recuerdo parpadee un par de veces—¿Escuchaste lo que dije?—Preguntó mi madre. Escuché, claro que escuché, ¿cómo no iba a escucharla?, si estaba replicando en mi oído como un mosquito.
Sin responder nada me giré dándole la espalda y llevé la mirada hacia la torre más alta de la capital. Suspirando profundo me quedé en silencio contemplando la enorme ciudad.
—Enrre, tú no puedes… Antes de que continúe vociferé.
—¡Quiere el divorcio! Acaba de pedirme el divorcio —ratifique y por el reflejo del vidrio vi a mi madre sonreír.