*** Este es mi tercer día de tormento en esta mansión desde que llegó Ángela. Llevo sin comer bien estos días, no salgo de mi habitación porque Raymond me lo prohibió, y no he visto su cara desde que discutimos por el último incidente. Estoy sumergida en la bañera llena de espumas, reflexionando de lo que hice mal para merecer esto. ¿Tuve la culpa de todo? Quizás sí, pero ese enfermo también. Alzo mi mano delante de mi campo de visión viendo brillar con la luz que entra por el gran ventanal, el diamante rojo que llevo en mi dedo. No puedo quitármelo porque él se pondría como loco, tampoco tengo la opción de decirle que no quiero estar con él porque de todos modos soy un objeto que compró, y tampoco puedo escapar porque me vigila constantemente. Hay hombres por todos lados. Nada más f