Súplica

2206 Words
La Bestia. Mis pasos se dirigen hacia ella como un león asechando a su presa. Sus ojos se atreven a mirarme con miedo, y al mismo tiempo con repudio. No deja de temblar mientras la anciana la sigue lavando. Me detengo a mirar como el agua se desliza por su pequeño cuerpo. Acaricia cada parte de ella, y sus rosados pezones se ponen erectos por el frío. El agua termina por esconderse entre sus piernas y se desliza por sus muslos. Una vista encantadora. —Fuera —ordeno secamente. La anciana detiene sus manos, baja la cabeza, y con un asentimiento se retira. La puerta se cierra dejando un silencio abrumador entre nosotros. Ella respira agitada, con su cuerpo aún temblando, y apunto de colapsar. No entiendo cómo es que sigue de pie y con poca vitalidad si han pasado dos días y no come nada. Es más resistente de lo que pensé. Eso me gusta. —¿Qué quieres de mí?. Su pregunta está hecha con el mayor miedo que puede reunir, pero también con la gran abundancia de odio que lleva por dentro. Simplemente encantadora. —Hablas demasiado —espeto, quedando de pie frente a ella. Esta vez mirándola más de cerca. Tiene un rostro jodidamente bello. Su cabello es color canela que ahora se ve oscuro por lo majado que está. Recae sobre sus hombros en los cuales tiene diminutas pecas decorando su perfecta piel de color crema. Esos cautivantes ojos grisáceos me debilitan las rodillas, sus labios en forma de corazón me tienen embobado, justo ahora tienen un color pálido por el frío, pero aún así quiero comerlos. Y ni hablar de esas hermosas pecas esparcidas por su nariz y mejillas. Es como una pequeña hada, bella, angelical, y lo más importante, es mía. Es un pequeño ratoncito que atrapé y no lo pienso dejar ir. Quiero hacer tantas cosas insanas con ella que no sé por dónde empezar. Algo siniestro y oscuro, y preferiblemente mortal y peligroso surge en mi pecho. La codicié, la deseé, y la tuve. —¿No me estás escuchando?. Maldita sea. Su voz es puro humo, tan dulce y suave por más que quiera escucharse molesta. Me muerdo el labio inferior conteniendo un gemido. La sigo mirando totalmente cautivado por esta pequeña criatura delante de mí. Todo lo que deseo es romperla, hacerla pedacitos y luego armar cada pieza para que encajen perfectamente con las mías, y si no lo hacen, tendré que hacerlo a la fuerza, joder, tengo que hacerlo. Estoy malditamente obsesionado. Estoy cautivado. Jodidamente hambriento. Quiero cruzar todas las barreras que hayan si eso significa hacer mía a esta pequeña hada. Si eso requiere también de obligarla a serlo. —Quédate quieta —le indico, acercándome a paso lento. Ella intenta retroceder temerosa de mi, pero las cadenas no se lo permiten. —¡No te acerques! —grita, pero incluso la voz le sale entrecortada. Claro, está tan débil que puedo tomarla fácilmente. Es una ventaja para mí ahora. Levanto mi mano para intentar tocar su mejilla, sin embargo, aparta su cara nuevamente como la última vez que le impuse el castigo. Aún no aprende que no puede rechazarme. —No me obligues a ser rudo contigo —sentencio, haciendo el intento de nuevo. Se crispa ante mi amenaza, y temblando deja que mi mano acaricie su mejilla. «Eso es, poco a poco tiene que doblegarse». Noto mi mano enguantada, estos guantes negros que llevo puestos no me dejan sentir su piel como lo deseo, así que me los quito uno por uno. —¿Qué me vas a hacer? —indaga, mirándome con esos ojos afilados. Incluso el odio con el que me mira enciende este deseo oscuro dentro de mí. —Voy a lavarte —le respondo, esta vez teniendo un acceso directo con su piel. Toco su mejilla, con mi dedo pulgar la rozo, la acaricio, la siento, incluso la punta de mis dedos sienten un cosquilleo al tocarla. Enserio quiero comerla. —Ni se te ocurra poner tus manos encima de mí —retrocede varios pasos hacia atrás ocasionando que las cadenas choquen entre sí haciendo un ruido sonoro. Eso lo único que causa es que ella resbale con el piso mojado y se impulse hacia adelante cayendo en mis brazos. No fue una buena idea hacer ese brusco movimiento cuando ni siquiera puede mantenerse en pie por sí misma. Pero fue ella sola la que se me tiró encima, y yo con gusto la recibí. —No hagas movimientos estúpidos si no quieres terminar lesionada —le susurro al oído lo que ocasiona que se estremezca —. Mejor quédate quieta y obedece. —¡Aleja tus manos de mi! —reacciona, forcejeando contra mi pecho. Su pequeño cuerpo desnudo se sacude y su trasero redondo rosa contra mi polla lo que me causa una maldita erección. De por sí ya la tenía cuando la vi desnuda, ahora estoy que exploto. —Quédate quieta, nena, no quieres verme enojado —tomo la oportunidad y aprisiono su cuerpo contra el mío. Su espalda choca contra mi pecho, y mis brazos rodean su estómago mientras que las cadenas tienen capturadas sus muñecas sin que ella pueda hacer nada. —Por favor...—suplica en un susurro suave, como si quisiera llorar —déjame ir, por favor... Ante sus palabras me tenso. No por sus súplicas, sino por su petición. ¿Dejarla ir? ¿Es una puta broma? Jamás haría eso. Llegué tan lejos para por fin poder tenerla conmigo, ¿Para luego dejarla ir y perder la cabeza como el maldito psicópata que soy? Prefiero pegarme un tiro. —Suplica más —muerdo el lóbulo de su oreja, robándole un pequeño jadeo —si lo haces, quizás tenga algo de consideración. —Mientes —asegura —no me dejarás ir... —Prueba tu suerte —presiono mis labios en la parte de abajo de su oreja, ella parece rechazarlo, pero su cuerpo no del todo —. Anda, haz tu mejor esfuerzo. Su cuerpo se contrae cuando mis manos se mueven en su estómago acariciando su piel. Mi respiración roza su cuello mientras la toco, jadea y se remueve haciendo ese mismo sonido con las cadenas que la atan, sigue inquieta tratando de librarse de mi. —¡No...! —jadea —¡Déjame, no sigas!. —Eso es, sigue así —la aliento, ahora con mi mano subiendo por su abdomen para atrapar una de sus tetas en mi mano. La aprieto soltando un gruñido cerca de su oído, mi erección quiere romper el pantalón, y la presiono contra su trasero para que sienta lo dura y templada que está solo por ella —. Suplica, nena, hazlo. Rozo con mi dedo su pezón erecto, se estremece sin dejar de forcejear para tratar de liberarse, pero se le escapan algunos gemidos. Aunque grite que no le gusta, es un ser humano que siente la estimulación. Y justo ahora la haré tener un orgasmo mientras escucho sus súplicas. —¡No...! —pronuncia con desesperación. —¡Dilo! —exijo contra su mejilla —¡Hazlo!. En vez de hacerlo, aprieta sus labios conteniendo sus gemidos. Tenso mi mandíbula queriendo penetrarla justo ahora y que me suplique que pare, pero me contengo porque sé que si lo hago, terminará por desmayarse. Bajo mi mano hasta meter mis dedos entre sus labios vaginales abriendo paso entre ellos. Esta vez reacciona sobresaltada y se remueve con más fuerza. La sostengo fuerte por el estómago manteniéndola quieta. ¿A quién quiere engañar? Está toda mojada, su coño ya suplicaba por una estimulación. Aunque se revuelva como un gusano, su cuerpo recibe placer. —Elia, suplica —susurro, acariciando su clítoris en círculos —quiero escucharlo. —No...—jadea, entonces muevo mis dedos con más rapidez—¡Por favor! —me suplica inclinando su cabeza hacia atrás. Mi mano pasa de sostener su estómago, a sujetar su cuello para mantenerla en esa posición —¡Espera! ¡No, para!. Estimulo su clítoris mientras paso mi lengua por su cuello. Mi ropa ya está humedecida por el agua que sigue chorreando de su cuerpo, siento su piel resbaladiza y eso me excita aún más. —¡Mgh! —gime, y siento que ya es hora de pasar al siguiente acto. Deslizo mis dedos por sus labios húmedos hasta que llego a su entrada. Se agita cuando toco ese punto sensible, y luego grita al sentir como se escabulle uno de mis dedos dentro de ella. Lentamente lo introduzco sintiendo lo suave, húmeda y caliente que está ahí adentro. Suelto un gruñido cuando me aprieta el dedo, eso me obliga a introducirlo todo por completo hasta sentirla toda por dentro. Paso de sostener su cuello a apretar uno de sus pechos, pellizco su pezón obligándola a gemir mientras la masturbo. Mis oídos se llenan de esa grata melodía, cierro los ojos disfrutando sacar y meter mi dedo dentro de ella. —¡Por favor! —sigue suplicando, no sé si es para que pare, o para que siga, pero su coño mojado me indica que prosiga con el acto. —¿Por favor, qué? —exijo a su oído —¿Quieres que pare?. —¡Si...!. —¿Segura? —le añado otro dedo adentro, llenándola, sintiéndola, torturándola —tu coño quiere comerse mis dedos, princesa. —No...no puedo más...—jadea, con sus piernas apunto de declinar, está demasiado débil y aún no entiendo cómo es que sigue de pie —por favor...no puedo... —Solo un poco más —con mi rodilla metida entre sus piernas, las abro para que me de acceso a su húmedo coño y seguir metiendo y sacando mis dedos —. Tendrás un orgasmo para mí, princesa. —¡Ahhh! —grita al sentir la profundidad de mis dedos. Los meto y los saco de manera rápida haciendo chapoteos. Con mi dedo pulgar estimulo su clítoris de manera agresiva robándole gemidos que resuenan en todo el estrecho cuarto. Lo único que llena mis oídos son sus jadeos de placer y súplicas con el sonido de las cadenas. Eso de alguna manera me estimula, pero tengo que controlarme porque estoy seguro que si la tomo, la romperé. —Córrete para mí, Elia —demando en un susurro —¡Hazlo!. —¡Ah! —me aprieta los dedos con su coño mojado apunto de estallar —¡Por favor...! ¡Mgh!. Esta vez añado otro dedo profundizando aún más dentro de su interior caliente. Se retuerce gimiendo mientras llego a la profundidad que sigue apretándome como si en algún momento me los fuera a partir en dos. —¡Me vengo! —jadea inclinado su cabeza hacia atrás con los ojos cerrados con fuerza —¡Ya, para!. —Aún no —muerdo su cuello ayudándola a llegar a su límite. Suelta un grito y con eso se corre en mi mano. Siento su fluido caliente mojarme causando un efecto estimulante dentro de mí. Los movimientos de mi muñeca se vuelven lentos hasta que dejo de mover mis dedos. Ella baja la cabeza respirando con dificultad. Sus piernas tiemblan luchando por mantenerse en pie. Saco mis dedos de su v****a y rodeo su estómago con mis brazos. Me acerco a su oído y muerdo el lóbulo de su oreja. —Buena niña —mascullo —. Te has ganado un premio. —Maldito...—susurra. Levanto su cabeza, con una mano sostengo su cuello hacia atrás, y la otra mano que estuvo metida en su coño, la meto a su boca haciendo que pruebe sus propios fluidos. —¿Sabes bien? —le pregunto —yo me muero por probar. —¡Mmm! —gime pidiendo que los saque. Acaricio su lengua con mis dedos hasta que me tenso al sentir sus dientes clavarse en mi piel. No los saco, dejo que su mandíbula se apriete más logrando sentir como sus dientes intentan acuchillar mis dedos. Hago una mueca al sentir el dolor, que por cierto, proviniendo de ella, me excita. «El dolor es hermoso». —Bastardo —masculla al liberar su boca —eres repugnante... La suelto dejando que se tambalee con su propio peso. Está apunto de colapsar. —Es todo por hoy —saco un pañuelo y seco mis manos húmedas, luego me coloco los guantes de vuelta —. Será mejor que te sigas portando bien, no seré generoso la próxima vez. —Te odio...—cierra lentamente sus ojos, y su cabeza termina por caer. Se ha desmayado. Quedó guindando del techo con las rodillas dobladas. Me acerco a ella quitando un mechón de cabello húmedo que cubre su frente, la acaricio alzando su mentón para ver sus ojos cerrados. Sigue siendo hermosa. —Bienvenida a mi infierno, pequeña hada —murmuro —. Me perteneces ahora. Dejo un casto beso en sus labios para luego girarme y marcharme. Al salir de ese pequeño cuarto, veo a Inés de pie esperando mis órdenes. —Prosigue —le digo, pasando por su lado. Ella asiente con la cabeza —. Que siga en el sótano, llévale lo necesario para que se instale.
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